EN EL JACUSSI
En el Jacussi redondo de fino color azul, un azul tan indefinible que podría ser añil o quizás morado, podrían caber diez personas sentadas con las piernas radialmente dirigidas hacia el centro. Ahí estábamos, sólo tú y sólo yo para disfrutar el agua más que tibia; el masaje producido por las fuertes corrientes y el ambiente de humedad y calor circundante. Ahí estábamos; sólo tú y sólo yo para disfrutarnos uno al otro; para vernos, hablarnos, tocarnos, olernos y comernos sin más límite que el que dé nuestra propia imaginación para gozar. Verte desnuda es un estímulo maravilloso. Al llegar, pude contemplarte a la espera; toda, de frente, sonriendo y mirando; avanzando hacia mi, con la gracia femenina de tu andar. Inspeccioné tu rostro: era de alegría; tu senos mas bien grandes, apezonados con remates café a rosas, suaves de caída natural duros; pero no tanto que no puedan ser besados, chupados y lamidos con gran avidez. Bajé la vista en recta hasta tu ombligo, tu piel blanca, vientre prominente relata a la mujer madura y sana, anhelante de regalos al ego y a la líbido ; materias en las que siempre obtuve nota sobresalientes. La mata castaño oscuro ausente en el triángulo del pubis, me permite contemplar el nacimiento de tu vulva en el botón de oro erecto, color rosa intenso que vuelve loco. Quise ver tus nalgas; esas nalgas que me han arrancado más de un hermoso pensamiento poético y más de un delicioso sentimiento orgásmico. Pegadas a mi cara pude besarlas, morderlas cariciosamente y largar mi lengua para penetrar lo mas profundamente posible tus orificios que me tienen perdido en el universo caliente de tu entraña de mujer.
Entraste al agua y sentiste ese calor regocijante que regala al cuerpo el fluido caliente circulando a presión. De inmediato buscaste el refugio de mi cuerpo, la ternura de mi brazo rodeando tu espalda, la ternura de un beso en la boca y la ternura de un susurro diciendo al oído. Vicky te amo. Reímos, jugamos un rato como niños divertidos con el agua y nuestros cuerpos. Inesperadamente hablaste: temerosa, como si fueses a pedir lo prohibido pero muy deseado dijiste:
-¿Puedo pedirte algo?
¿Qué pedirá? pesé emocionado
¡Claro que sí!, lo que sea
-Es muy atrevido; pero si no quieres dármelo no hay ningún problema
En ese momento recordé que en pláticas anteriores siempre habíamos dicho que el pedir no ofende siempre que tengas la libertad de decidir si lo das o no. Fugazmente pasó por mi mente la figura señera de aquel viejo amigo mío, Don Angel sabio de sabios en tantas cosas que me enseñó muchas. El decía: Si una mujer te gusta no dudes en decírselo y pedirle aquello que sea lo que tu quieras que te dé. Habrá algunas que te lo den, otras que no, pero todas te lo agradecerán y agregaba : Además, habrá algunas que se arrepentirán de no habértelo dado. Hoy las cosas han cambiado. Cuando Don Angel sentenciaba aquella sabiduría de siglos, todavía sucedía que éran los hombres quienes pedían. Hoy las cosas han cambiado; pero no ha cambiado el sentido de fondo que tiene pedir y dar cuando dar y recibir gratifica por igual al que da como al que recibe.
-¡Dime de una vez por todas! ¿qué es lo que me quieres pedir?
-Que seas mi esclavo esta noche. Que me concedas todo, todo, todo lo que yo te pida.
¿cuál es el límite?
No hay límite, iremos a buscar el infinito, lo nuevo, lo nunca vivido y traeremos de allá, lo que juntos seamos capaces de traer. ¿Juegas?
Por primera vez, la sabiduría de Don Angel me pareció superada y me sentí feliz
¡claro que sí!, seré tu esclavo. Tú ordenas, yo cumplo
Yo esperaba que pidieras pero tu generosidad te permitió más que eso, dar.
Dijiste:- Quiero besarte como nadie nunca te ha besado.
Un poco de agua para humedecer la cara y boca, un chocolate para darle sabor, delicioso, suave al principio, apenas rozando labios y comisuras; dibujando perfiles sobre un fondo de suspiros ronroneantes MMMMM y palabras entrecortadas por la pasión: Quiero besarte pero sin hacerlo, evadiendo el beso franco, llano. Algo así como besar y no; para crear y magnificar la necesidad de más, más, ¡más por favor!, y el tormento de darlo en pequeñas dosis, jugando con las sensaciones, sintiendo los impulsos eléctricos que envía a todo el cuerpo el delicado rose sutil de la carne caliente. Abriste un poco la boca para oprimir uno de mis labios. La sensación opresora era más placentera que dolorosa. Seguiste con el otro labio, pequeñas mordiditas de caricia antes de abrir grande la boca y tomar la mía adentro simulando una vulva y mi lengua el pene muy acunado en la humedad del cielo. Seguiste jugando con tu lengua, delineando formas como si fuese un fino pincel y probaste el chocolate de mi lengua, mi paladar, exploraste el interior de los labios, encías y dientes como buscando residuos de algo que anhelabas retirar de mis adentros. Como estabas muy excitada me diste parte activa. Recordando que soy tu esclavo, me ordenaste. ¡Cómeme!. Indagué los interiores de tu vulva facial. Lamí, chupé, comí. Puse ahí otro chocolate. Intercambiamos salivas dulces y recibimos los estímulos de sabor hasta en la garganta y el estómago. Dijiste: vamos a jugar otro juego. Quiero igual un beso así, pero en la vulva.
-¿sólo eso?
-No espérate, vamos a hacerlo divertido y muy excitante. Me voy a meter un chocolate en la vagina, uno grandecito y tú vas a intentar recuperarlo de ahí, solo qué….debajo del agua.
-¿debajo del agua?, entonces espérame ahorita vengo.
-Nada de ahorita vengo ¿a dónde vas?
Voy por mi equipo de buzo.
El chiste nos divirtió mucho, reímos de buen grado, disponiéndonos al siguiente juego.
Recostada en la tina con sólo la cabeza afuera del agua, abriste mucho las piernas para exponer el maravilloso vellón de adorno a la raja que te parte en dos. Ahí muy cerca de la pepita de oro pusiste mi premio que yo debía rescatar para comerlo juntos en otro beso de chocolate. Sólo si se consumaba el beso así se consideraría prueba superada.
Resoplo mucho aire y bajo a beber. No busqué el chocolate; cometí un error que casi me cuesta la vida. Capturé el delicioso botón que llaman clítoris, era tan bello, tan rosadito, tan sabroso que decidí lamerlo como un caramelito, pero un poquito abajo, abajito del clítoris encontré otro punto de diamante. Cuando llegué ahí diste un respingo, oí claramente tu expresión AAAhhhhhhhh y cogiste mi cabeza con tanta fuerza para apretarme contra tu cuerpo, recordando que soy tu esclavo pero olvidando que yo no podía respirar bajo el agua. Concentrada en tu placer me exigías más y más a punto del orgasmo y yo de pendejo a punto de la asfixia. Creo que cancelaste tu orgasmo asustada por mi y aflojaste la presión para dejarme vivir.
Cuando dijiste: Prueba no superada, reímos como condenados. Yo creo que la risa debe tener un valor erótico porque entre risa y risa nos volvimos a besar y acariciar. Regresé a buscar el chocolate perdido en tus entrañas, pero esta vez fuera del agua. Sentada en el borde de la tina recargada en la pared con las piernas muy, muy abiertas mostraste otra vez tus lindezas y yo mis habilidades para llevarte al delirio. Acomodé la cabeza entre las piernas; rápidamente di con los botones agraciados y jugué con ellos. Tu diversión era de éxtasis. ¡así, así!,,¡qué lindo Fer! Me voy a venir, Fer ya no aguanto , ya no aguanto. Apretabas con tus poderosas piernas y con las manos mi cabeza. Por momentos encontraba difícil dar con el aire, pero no interrumpí un solo instante mi delicioso trabajo oral. Mis manos exploraban la región anal. Muy lubricado por tus derrames, fue fácil entrar con un dedo. De inmediato sentí la primera contracción; podía ser voluntaria pero muy pronto supe que era un orgasmo verdadero. No gritaste, aullaste en alarido ¡Me vengo!, Fer, ¡me vengo! Aaaaaauuuuuuyyyyyyyy. Una de mis fantasías morbosas es mirar cuando mi pareja se viene y arroja chorros de semen igual que nosotros los varones. Por lo que sé, es el estímulo del punto G, lo que hace que la mujer se venga de esa manera. Como yo había estado cuidando ese punto, esperaba que te corrieras así, de manera que al sentir las primeras contracciones fijé la atención en tu mojadadura y vi por la uretra salir en chisguetes pequeñas porciones de un fluido blanco, espeso como el atole. Lo recibí en mi cara y boca, lo lamía porque aparte de todo, el chocolate, del cuál ya me había olvidado regresaba disuelto en esos líquidos que de pronto me resolvían la fantasía de deliciar una malteada de chocolate. MMMMmmmmm. Me dijiste, ahora quiero que me lo metas, pero en la cama. ¿vamos?
En este lugar en donde todo es muy grande caminamos diez metros del jacussi a la cama. Detrás de ti me di tiempo y espacio para verte. Vi tus caderas, ¡caderas de mujer! nalgas redondas, blancas como la leche, abundantes como las dunas en el mar y recordé un poema que les hice.
Dunas generosas de seda y mar
Esencia en mármol que pintó el poeta
Blancos remansos de piel dulce
Húmedos recodos de diamante y perlas
Baños carmesí en pliegues y telas
Alegres riscos surcando el horizonte del placer
Voy tras la luz que me promete verlas
Osadía del ser que no puede no admirarlas
Hacerlas suyas en el vasto universo
Estrellado de mi pensamiento
En la distancia y en el tiempo
Que se achican con el viento y la esperanza
Voy tras el día en que pueda acoplar los decoros de mi alma
Al perfil anhelante de una fantasía
Tras la palma del ardor que guardan
Tras la viña del licor que lloran
Adoran mi amor que las hará ¡reír!, ¡gozar!
Fundirse al calor de mi ser
En la aventura divina, delirante
Inconmensurable…..
De una noche de placer.
.Moví la pelvis al compás de tu andar y la música que nos ambientaba para simular el baile en el amor..
Quise en ese momento hacer un poema a tus a tus piernas, a tu andar a tus caderas, a esa imagen caliente que me regalaste sin siquiera darte cuenta porque caminabas con rumbo a la cama mientras yo detenía el tiempo para contemplarte una eternidad. También quise en ese momento hacer un poema a la experiencia pasional, nerviosa, que estamos viviendo porque es una locura amarte, involucrarte en un amor que vive en un castillo al revés, es una locura darte mi corazón en una pasión que no tiene cabeza….ni pies. No hay cordura, se necesita estar loco para darme a ti en la aventura de un amor temido, peligroso prohibido, perder la razón para dejarse ir en pos de un ideal, a pesar de saber que para mi no eres real. No te puedo tocar cuando te veo, ni hablarte ni sentirte ni siquiera decirte cuánto te deseo, pero te amo, te amo con locura, sin mas cordura que saber de ti, de tu hermosura y templanza, de la añoranza que llena tu amor, de tus anhelos, tus desvelos en los cuáles me regalas algunas veces tus recuerdos porque sabes muy bien que los locos podemos amar más, mucho más y mejor que los cuerdos.
En la cama te encontré bajo sábanas blancas de tacto suave y olor a limpio. Jugabas a esconderte en un espacio tan amplio; pero te delataban tu risita y el olor a sexo que despedía todo tu cuerpo.
El juego terminó, ¡no más esclavitud!, ¡no más sumisión!. Desde aquí seríamos dos haciendo y dejando hacer en igualdad de circunstancias. Cuando di contigo te abracé con ternura y agradecí que me dejaras percibir la sensación de protegerte. Te besé en la boca mientras exploraba al tacto las redondeces de tu cuerpo y percibía el delicado roce de tus piernas contra mi virilidad exacerbada. Sentí tus manos tibias y delicadas acariciar el pene, jugar con el escroto y el prepucio. Excitar con tus dedos el glande y obligarlo a derramar gotas de fluido caliente. Cuando alzaste los brazos estabas totalmente abandonada a tus sensaciones voluptuosas. Abriste las piernas, las colocaste sobre mis hombros en el proceso de subir de una boca a la otra y las dejaste descansando una a cada lado de mi cuello, provocando el acoplamiento a fondo. Me regalaste la belleza de tus pechos alegremente erectos, pezones enhiestos pintados de color café, sensibles como antenas de resonancia que mandan señales a todo tu ser a cada caricia, a cada chupada. La zona caliente de tu cuerpo: mata de vello negro rizado en triángulo y labios abiertos en flor entre las piernas, abrió profundo y lubricó para recibirme. Furiosa pedías a gritos ser penetrada. El temor se tornó en furor, en deseo ardiente de tenerlo adentro en toda su dimensión. Yo no lo metí, no podía meterlo porque eran tus manos quienes guiaban el glande y todo el cañón a tus entrañas. Un AAAhhhhhh de placer arrancó la primera embestida y palabras apenas audibles entremezcladas con jadeos y expresiones lujuriosas . ¡Qué rico me coges mi amor!. ¡Qué delicia de verga!. La siento grande, rica, no me duele nada, ¡métela toda!.¡todita! AAAhhhhhh. ¿Me vuelves loca!. ¡Háblame!. ¡Dime que te gusta coger conmigo!.
Yo también hablaba:
-Me encanta cogerte cielo, ¡dame tu culo mami!, ábrelo porque voy a cogerte por ambos lados.
Ya tenía preparado un pequeño pero potente vibrador cilíndrico terminado en punta. Lubricadito con tus propios jugos, con el indicador de velocidad en máxima potencia. Lo fui introduciendo en tu orificio anal. Todo tu culo vibró y la vibración se sintió en toda la zona. Vibró el útero, la vagina y mi tesoro de verga también recibió el delicioso estímulo que se magnificaba con las contracciones de tu “perrito” a punto de estallar en derrames de furor.
En esa posición, piernas al hombro, con dos vergas entrando por tus orificios soltaste una venida que fue un verdadero ¡boooom! De tu humanidad. Me asustó tu expresión de locura. El grito que diste debe haberse oído a media calle y movido a más de uno a investigar qué pasaba. Sentí tus contracciones, tus chorreos palpitaciones y gemidos y pude verte bajar lentamente del cielo al que llegaste por momentos.
Yo gozaba intensamente arriba; pero te atreviste a pedir: Quiero yo arriba. Sin palabras tomaste la iniciativa. Te subiste a horcajadas, cabalgaste como loca moviendo la pelvis. Las tetas en sube y baja al ritmo que tu cuerpo pedía. Pude ver en el espejo tus preciosas nalgas y mi pene entrando y saliendo. ¡Todo!.. Tu vagina creció bastante para alojarlo todo. En su largo y en su ancho. Por un momento pensé en tus temores y me dieron risa. Yo te estimulaba:
-Así, cógeme, cógete tú sola. Mételo todo, todo. No es muy grande pero te encanta, te gusta, lo adoras. ¡Cómetelo! y déjate venir. Avísame para sentirte, quiero sentir cuando te vengas y me des toda tu carga caliente. Sentí los apretones de tu vagina; es una sensación rica sentir como el músculo que controlas ahí aprieta y suelta, aprieta y suelta, aprieta y suelta
Yo sabía que tardarías en venirte. Sabía también que necesitarías un estímulo fuerte y prolongado para llegar, así que apoyé las piernas y me moví como loco. De inmediato respondiste con expresiones de mucho placer: ¡Así!, ¡Así!, ¡Así por favor!. ¡Sigue!, ¡Sigue!. ¡Ya voy! ¡Mi amor! ¡Ya voy!. Tu carita estaba descompuesta: ojos cerrados, boca abierta, perlas gordas de sudor y cabellos erizados cubriendo parte del rostro. El esfuerzo era tremendo. Tremendo el movimiento de la pelvis, de los pechos, de las piernas, de los hombros y de todo mi ser parcialmente sumergido en tu deliciosa cueva. Cuando sentiste que llegabas dijiste en un grito. ¡Ya me voy!. ¡Vente conmigo mi amooooor! De pronto arqueaste el cuerpo hacia atrás, gritaste como loca: Aaaaaauuuuuyyyyyyyyyyy y te dejaste correr en oleadas voluptuosas de supremo placer. Oleadas eléctricas que descendían de tu espalda, de tu cuello, de tu vientre a través de sinuosos itinerarios, llegando todos al canal de la orina por donde derramabas chorros de fluido igual como si estuvieses orinando. Cuando terminaste quisiste seguir. Estabas más furiosa que antes y buscabas desesperada un segundo orgasmo. Yo estaba exhausto pero aguantaba porque no llegué contigo la primera vez. Cambiamos de pose. Esta vez de “perrito” para repartir el esfuerzo y el placer porque el estímulo de ver tus preciosas nalgas me levanta a punto de venirme. Cuando te dije ¡Ya me voy mi amor! Estabas a punto de llegar “pegadita” conmigo. Me dijiste casi en alarido. ¡ Sí!, ¡vente todo dentro de mi! ¡échame todo! ¡regálame tu leche! ¡Mételo todo, todo, por favor!. ¡Me vooooy también ! AAAAAhhhhhhh
Cuando bajaste del cielo en donde andabas. A punto del relax. Abriste tus ojos y cuando viste que yo todavía estaba ahí, se te ocurrió decir:
-Hoy gocé como nunca, gracias mi amor. Y agregaste: Estoy empapada; parece que me orino cada vez que me vengo. Si quieres vamos otra vez al Jacussi
Aguas mansas de cristal y rosas, coral y terciopelo.
Candor de niños salvando el día en olas de juguete.
Alegría fabricada en mi mente de lirio y porcelana.
Pezones de miel mezclados en mares de deseos
y perversiones no soñadas.
Corazones entramados a pares rompiendo convenciones,
violando canales de misterio y aventura.
Ritmos de sonido y luz: vaivén de hamacas,
Eróticos suspiros tejidos en piel y mármol blancos.
Orales sobresaltos, húmedos labios; calientes delirios .
A solas tú y yo en aguas mansas de cristal y rosas coral y terciopelo
De verdad te felicito par el relato. Tiene de todo, se puede apreciar que no eres solo un urgido enjundioso, sino que combinas mucho amor. En serio felicidades.