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Sucedió como suceden los encuentros más morbosos: sin esperarlos. Fruto de la casualidad y del calor del verano.
Había quedado con una amiga para ir al cine. Mi pareja estaba de viaje fuera, y me apetecía salir. Mis suegros se prestaron a quedarse con el niño, y decidí llamar a una amiga para ir al cine y después a tomar alguna copa.
Me vestí muy ligera de ropa. Hacía un calor muy, pero que muy intenso. Así que escogí un vestido cortito, acampanado en su final, cogido al cuello con dos tirantes que se anudaban detrás, y que dejaban mi espalda al aire. Por supuesto, no se prestaba llevar sujetador. Y como mis pechos son pequeños pero bien firmes aún, me resultaba favorecedor.
Una tanga blanca, y unos zapatos de tacón ancho, pero de altura generosa.
Estuve un rato mirándome al espejo antes de salir. Me gustaba a mí misma, aun siendo consciente de que iba un poco llamativa. Pero me gusta lucirme.
Justamente cuando estaba cerrando la puerta, sonó mi móvil. Problemas. Un hijo de mi amiga tenía malestar y fiebre, y no podía venir conmigo.
¡Qué fastidio!
Por un momento pensé en volver a abrir y quedarme en casa con el aire acondicionado. Pero luego me decidí a no perder esa ocasión de poder salir y tomar algo. Me vendría bien.
Tampoco tuve que escoger: La película ya estaba acordada, así que me iría al cine y después me tomaría un refresco. Tal vez si no se me hacía demasiado tarde, podría ir a buscar a mi niño a medianoche y llevarlo a la playa al día siguiente.
Cogí el coche y me fui al cine, en Terrassa, a ver “50 primaveras”.
Llegué temprano y todavía estaban las luces encendidas cuando entré en la sala.
Me gusta colocarme hacia el final. Tengo buena vista, y por eso escogí la última fila. Además la sala no era demasiado grande y estaba muy vacía.
Justo cuando se apagaron las luces, alguien entró en mi pasillo y se fue acercando, hasta sentarse justo a mi lado. Me sorprendió, así que le dirigí una mirada de arriba abajo y pude observar que se trataba de un chico joven. No me pareció que llegase a los 25 años. Bien, el caso es que, como yo había entrado antes… los apoyabrazos eran míos, jeje.
Apenas empezó la película noté como se movía en su asiento, y se acercaba al mío. Permanecí quieta, aunque debo confesar que empecé a pensar…
Transcurrió muy poco tiempo cuando noté que unos dedos jugaban con mi piel, en el gran escote que el vestido dejaba libre bajo mi hombro. Me dispuse a dar un poco de cuartelillo, porque la verdad es que la situación me estaba dando morbo, y me sentía segura, porque si perdía el control de la o no me gustaba, siempre podía armarla.
Sus dedos se apreciaban fríos, pero sus movimientos eran suaves. Tenía ambos brazos cruzados, de tal modo que el derecho escondía su mano izquierda que, poco a poco, iba adentrándose hacia mi pecho. Me estaba excitando, así que me ladeé un poco en mi asiento para facilitarle el acceso, aunque estaba un poco girada de espaldas a él.
Como no me había puesto sujetador, en nada sentí como sus dedos se afianzaban sobre mi pezón. Pero, al contrario de lo que me temía, sus caricias eran suaves, y delicadas.
Mis pezones estaban bien erguidos, porque en la sala había buena refrigeración. Y sus dedos jugueteaban con él, estirándolo de forma suave. Cosa que me hizo soltar un leve gemido.
Fue entonces cuando eché una mano hacia atrás, buscando su entrepierna y localizando un buen volumen que me certificaba que el joven estaba bien dotado.
Amasé su polla por encima del pantalón y me esmeré en hacerlo con énfasis. Sus manos ahora manoseaban mis dos pechos por encima del vestido, y sentí como mi tanga se empapaba por los fluidos que manaban de mi coño excitado.
Me apresuré a tomar de nuevo el control de la situación, así que me senté de nuevo de forma correcta, apartando sus manos de mis pechos y le lancé una mirada que le dejó helado.
Pocos minutos después, volvía al ataque, acariciando mi pierna, a la altura de mi muslo. La verdad es que el vestido de marras dejaba al descubierto buena parte de él y le resultaba bien fácil acariciarlo.
Pero no le dejé subir en demasía. No era plan de parecer que estuviese desesperada. Prefería ir cediendo terreno despacio, como si me resultase incómodo y placentero a la vez.
De nuevo dirigió entonces su mano a mi pecho izquierdo, abriendo bien su palma y amasándolo por encima del vestido, ya sin recato. Solté un suspiro largo mientras me dejaba palpar con total rendición.
Mientras sentía su mano empecé a pensar que aquello debía proseguir hasta donde fuese necesario…
Así que me levanté, y colocándome de frente a él, me agaché un poco y le dije bajito:
-“Si quieres acabar lo que has empezado, sígueme al lavabo. Ahora estará libre, que la gente mira la película, pero no salgas detrás de mí, espera un poco”-
-“Vale”- me respondió, mientras alzaba su mano entre mis piernas, arqueadas por la maniobra de salvar las suyas, y alcanzaba mi sexo, palpándolo con suavidad.
-“Estás bien cachonda”- susurró entre sus labios.
-“Pues ya sabes la que te espera. A ver si eres un hombre a la altura”- le respondía avanzando hacia el pasillo central.
Esto me sucedió la semana pasada… Continuaré…
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