Otra vez esa sensación, otra vez noto esos ojos clavados en mi, recogiendo mi cuerpo.
Son las nueve de la mañana y ya llega el bus que me llevará a la oficina como cada día y no dejo de sentirme observada.
Subo y saludo al conductor, ojeo buscando un asiento donde colocarme pero todos están ocupados.
Encuentro un hueco junto a la puerta de salida y ahí me quedo de pie mirando hacia la ventana.
Es entonces cuando notó el cálido aliento erizando el bello de mi nuca.
Un escalofrío recorre mi espina dorsal cuando alguien sube uno de los tirantes de mi sujetador que no sabía que se había realizado por encima de mi hombro.
El aire se me escapa por entre los labios.
Esa mano acaricia mi nuca y baja por mi espalda rozando mi piel hasta llegar a mi trasero.
Doy un respingo y unos labios junto a mi oído me di e que guarde silencio.
La mano de mi trasero me lo masajes y otra mano sube por mi vientre y agarra uno de mis pechos y otra bocanada de aire se me escapa y estoy apunto de protestar pero en vez de palabras solo puedo expulsar un ligero gemido.
Unos dientes mordisquea mi oreja y un escalofrío recorre mi ser.
La mano que juega con mi pecho se abre camino por entre mis piernas.
Estas no obedecen la orden de mi cerebro y se abren solas invitando a que el centro de mi cuerpo sea explorado.
Un par de intrépidos dedos entran en la húmeda cueva y la otra mano atrapa el grito que sale disparado de mi boca.
Mis caderas se mueven solas y mi espalda se arquea hacia atrás.
Mis piernas flaquean y un brazo rodea mi cintura y evita que caiga de rodillas.
Los cayosos dedos entran y salen de mi hasta que mi cuerpo entra en éxitasis.
Entonces, llevo agua atrás una de mis manos y agarro el bulto que presiona mi espalda, bajo la cremallera, cierro mi puño alrededor, presionó ligeramente subiendo, bajando varias veces hasta que un cálido y pegajoso líquido se derrama sobre mi mano.
Es entonces cuando un irritante chirrido me despierta para ver que ya había llegado a mi parado y que todo solo había sido un sueño.