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EN EL BAÑO DE HOMBRES DE UNA DISCOTECA

"De esa vez que me dejé culear en los baños de hombres de una discoteca"

 

Sucedió un viernes, mi día favorito. Solo tenía una clase por la mañana, el resto del día era para mí, además de todo el fin de semana. En la tarde me compré ropa, especialmente para la noche de disco que me esperaba. La cita sería con quien había sido el primer hombre en mi vida, con quien había experimentado casi todo en el sexo y de quien me había enamorado sola, pues, aunque me costó asimilar con el tiempo, Diego, mi primo, me lo ha dejado siempre claro: sexo sin compromisos y yo he aceptado sus términos.

Sería una cita especial, una fantasía más que cumplir. La propuesta era de él, una propuesta a la que me había negado en varias ocasiones. No es que no me resultara excitante, pero me gusta ser discreta y el sexo en lugares públicos me pone muy nerviosa y desencajada.

Llegué a la discoteca puntualmente a las 22.00. No había mucha gente en la cola, los guardias de seguridad me echaron una miradita de esas que dicen prácticamente todo. Les respondí con una sonrisa coqueta, me encanta serlo. Sé que ellos se quedan pensando en un montón de escenarios posibles, eso me da cierto morbo.

Entré. Había bastante gente, pero aún se podía caminar cómodamente de un lado a otro, en cuestión de 30 minutos el local estaría repleto. Recuerdo que me dirigí hacia la barra y pedí un vaso de agua. Estaba nerviosa, mirando a todos lados buscando alguna cara conocida, de ser así, mis nervios iban a obligarme a cancelar la cita.

No pasó mucho tiempo y se me acercó un chico invitándome a bailar. Acepté de inmediato, pero le dije que bailaríamos solo por un momento.

Era lo que me había indicado Diego que hiciera; quería que bailara con todos los que me invitaran a bailar, hasta que él llegara.

Así fueron pasando los minutos, bailando, conversando con los chicos, se iba uno, llegaba otro. Diego me aviso que no tardaría en llegar, que no lo buscara con la mirada y que continuara bailando con cuanto hombre me invitara.

Llevaba puesto un vestido de una pieza, color negro, desmangado, con un pequeño escote que hacía destacar mis senos, tacones cerrados, de 10cm, color beige. Mi cabello castaño suelto también llamaba mucho la atención.

Bailé con más de 10 chicos, habrían pasado como 30 minutos o quizá más y me llegó un nuevo mensaje de Diego:

—Te estoy viendo, sigue bailando.

No entendía por qué Diego quería que bailara con tantos hombres, no le encontré sentido a eso, quizá le producía morbo verme con otros. En fin, le hice caso, llegó otro chico, bailamos y al terminar la canción nos separamos. Tenía otro mensaje de Diego.

—¿Me hiciste caso? ¿Te viniste sin pantaleta?

—Si

—¿Sin sostén?

—Mi sostén si me lo puse, estás loco si creíste que me iba a venir casi desnuda

—¿El dildo en el culito?

—Si, eso si

La conversación me estaba excitando. Llevaba tres meses sin ver a mi primo, vivíamos en ciudades diferentes, lejos de nuestro hogar por motivos de estudios y es por eso que después de tanta insistencia de parte de Diego me animé por esta nueva fantasía.

Nadie nos conocía en esta ciudad, al menos ningún conocido de nuestro vecindario, aun así lo pensé mucho para decidir dejarme culear en una disco.

—Vete a los baños y espérame allá

—Ok

—Al baño de hombres

—¿Qué?

—Si, entra en uno de los baños de hombre y espera ahí

—Estás loco! Quedamos que tú entrarías al de mujeres

—No. Ve, no lo arruines, estás mojadita, lo sé

—Ok, tonto

Era cierto, estaba excitada desde que comencé a bailar, sin pantaleta, con un dildo insertado en mi culito, recordándome en cada movimiento lo que me esperaba un poco más tarde, con el miedo de que algún atrevido me levantara el vestido, los mensajes constantes de Diego, el estruendo de la música, mirando a todos lados, ligando que no hubiera nadie que me conociera. Todo aquello me tenía excitadísima.

Caminé hasta los baños y fui directamente al de los hombres, si no me hubiese decidido rápido como lo hice creo que no habría sido capaz de entrar y entonces la fantasía se habría arruinado.

Venía saliendo un chico del baño, me miró de arriba abajo y siguió su camino. Me dio mucha pena. Por fortuna no había nadie en el baño de hombres, había 4 cabinas, además de la zona pública, un inmenso espejo rectangular de punta a punta. Me metí en la cabina del fondo y cerré la puerta. No me creía lo que acababa de hacer, estaba en un baño de hombres, en una discoteca abarrotada de gente de todo tipo. Se oía un nuevo tema musical, música electrónica, retumbaba por todos lados, incluso en los baños.

Le escribí a Diego.

—Ya estoy en el baño de hombres

—Ok, ya sabes lo que tienes que hacer, voy enseguida

Coloqué el teléfono encima de la tapa del retrete, me puse de espaldas y le quité el pasador en la puerta, el corazón me latía a mil, estaba súper nerviosa. Conté los segundos que quedaban, respirando algo ansiosa.

Oí cuando se abrió la puerta de mi cabina, esta tenía un chillido muy particular, me quedé quieta sin voltear a ver, solo necesitaba sentir la piel de Diego o escuchar su voz para saber que era él quien había entrado.

Vi frente a mis ojos de manera veloz unas manos con una tela que de inmediato cegaron mi vista. Me había vendado aunque no estaba del todo segura de que fuera Diego. El hecho de no verle la cara me produjo una extraña sensación, sabía que era él pero no verle llegar y no verle en todo el tiempo que estaríamos ahí me excitaba en gran manera.

Me sujetó del cabello acercó su rostro al mío y me besó la mejilla izquierda.

—Vas a llevar güevo

No respondí, previamente me había dicho que no debía decir ni una palabra y que no nos veríamos, me culearía y se iría.

Me acomodó el cabello, me levantó el vestido y me quitó el dildo con brusquedad haciéndome quejar de dolor.

Me dio varias palmadas en mis nalgas haciéndome retorcer de dolor pero un dolor soportable y delicioso que lo que hizo fue excitarme más, él lo sabía.

Sentí que se agachó, me abrió las nalgas y escupió varias veces mi culito, también lo lamió. Con sus movimientos perdí un poco el equilibrio, me sujeté a la pared con una mano, con la otra a la madera que dividía una cabina de otra. Me humedecí aún más.

Metió un dedo en mi culito, con brusquedad. Volví a quejarme. Lo sentí ponerse de pie, desabrocharse el pantalón y luego sentí la punta de su verga golpeando repetidas veces la entrada de mi ano. Escuché que volvió a escupir, pero esta vez creo que lo hizo en su dotado miembro.

Luego volvió a colocar su verga en la entrada de mi ano y empujó. Aquella cosa entró de golpe y mi culito la recibió sin problema alguno pero grité de dolor.

Intenté detenerlo apartándolo de mi con una mano, pero no sirvió de mucho, él continuó empujando su verga dentro de mi culo.

Dolía, me dolía bastante y sentía como se introducía toda en mí. Le iba a decir que me estaba matando, pero recordé que me dijo que no dijera nada. Me mordí los labios y aguanté ese delicioso pero incómodo dolor.

Mi culito se fue adaptando a la verga de Diego, me la metió completamente quedándose pegado a mi, mientras desprendía de mis hombros los tirantes de mi vestido, quedando mis senos al descubierto.

No tardó mucho mi culito en dilatarse, obviamente me había hecho un lavado anal en el apartamento y me había puesto lubricante pero el paso de los minutos hizo que este perdiera su efecto. Diego lo sabía, por eso escupió mi culito, para lubricarme un poco pero igual dolió. A él le fascinaba culearme sin lubricante, que fuera su saliva o la mía la que se encargara de ello.

Diego empezó con su mete y saca, me seguía doliendo aunque en menos intensidad. Yo me quejaba pero a Diego no le importaba, no era la primera vez que me daba por el culo, sabía que mi sufrimiento iba acompañado de placer, un placer que con el paso de los minutos se acrecentaba por lo que con el pasar de los minutos, Diego me culeaba con más fuerza e intensidad.

Cuando ya mi culito se adaptó, empezó mi disfrute, las embestidas de Diego, mis quejidos de placer. Diego enloqueció dándome por el culo y yo buscaba con qué sujetarme antes de perder el sentido.

Me corrí, me temblaron las piernas, me oriné y Diego se detuvo. Casi me caigo, pero me sostuvo. Me volteó, me empujó hacia abajo haciéndome entender que me arrodillara y le chupara la verga. Lo hice, se la chupé pero luego me tomó de la cabeza, me ordenó apartar las manos y me cogió la boca hasta ahogarme y producirme arcadas. La música continuaba pero creo que todo el que entró a los baños durante ese tiempo debió haber oído el ruido de las arcadas mientras mi boca era violada y mis gemidos mientras Diego me culeaba, cosa que ya me daba igual.

Me ordenó ponerme en pie y volvió a culearme, volví a perder el equlibrio por la penetración pero estaba a su merced, no me dejaría caer por nada, así que me entregué a su ritmo.

Sus manos se apoyaban en mi ingle o en mis hombros mientras me rompía el culo, con fuerza, era su muñeca de trapo, vendada. Con una mano empezó a manosear mi cuquita llevándome a un placer más intenso y no tardó en meterme sus dos dedos gruesos (el medio y anular) en mi cuquita. Pegué un grito, pero no paró, continuó rompiéndome el culo y moviendo sus dedos dentro de mi humedecida cuca. Enloquecí, grité como una perra sin importar si había chicos oyendo o asomándose por debajo o encima de la cabina de al lado. Ya habíamos hablado días antes cuando planeamos la fantasía de que podía suceder eso, también podía llegar seguridad y sacarnos del lugar pero ya estábamos ahí, disfrutando del buen sexo, ya no me importaba si había chicos oyendo del otro lado de la puerta, si alguien iba con el chisme y nos sacaban del lugar, solo me importaba el intenso placer del que era víctima.

Yo gemía en voz alta, Diego me tenía enloquecida, su pene destrozando mi culo y sus dedos explorando mi vagina. Me corrí de nuevo y Diego unos segundos más tardes después me inundaba el culito de semen.

Sentí cuando su verga abandonó mi culito, mis piernas me temblaban. Me quedé unos segundos ahí esperando que Diego me pusiera de rodillas para chuparle la verga. Pasaron pocos segundos y noté un silencio incómodo.

Me quité la venda de los ojos, tardé un poco en recuperar la visión por la claridad de la luz y descubrí que Diego ya no estaba y la puerta de la cabina estaba abierta. Cerré de inmediato y noté el chillido particular al cerrarse, lo que me hizo pensar que Diego me había culeado con la puerta abierta.

Recuperé mis fuerzas, me limpié como pude, me chorreaba el semen por las piernas. Cinco minutos después salí del baño, había chicos dentro de las cabinas y algunos fuera conversando. Uno de ellos sonrió al verme salir. Afuera en la entrada había más personas esperando para entrar, los oí comentar entre ellos, también hay chicas, pues al lado estaba el baño de mujeres. Fue un momento realmente incómodo para mí, se me caía la cara de vergüenza.

Tomé un taxi y me fui a casa, molesta con Diego por haberme dejado así, sin avisar, pero ya se me pasaría. Una hora después en la ducha me reía de todo lo que habíamos hecho, de lo rico que la pasé con Diego, de que el dildo se quedó en la cabina. Me sentí muy perra y puta esa noche, como si un desconocido me hubiera culeado. Diego no me escribió sino hasta el lunes por la mañana.

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