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"Durante el trayecto de mi casa al trabajo sube mucha gente en el autobús. Yo busco un mujer madura."
Cada día viajo desde mi domicilio hasta mi trabajo en Barcelona en autobús, son tres cuartos de hora de viaje. Aprovecho para leer y observar. A las siete de la mañana todos vamos un tanto aturdidos, las defensas están bajas.
Caras anónimas suben a lo largo de la seis o siete paradas: hombres, estudiantes, mujeres... suben y se van sentando. Algunos duermen, otros leen, otros escuchan la radio o música, otros miran, piensan...
Casi siempre somos los mismos y las mismas y, después de tantos años ya conocemos nuestros rostros. Al verlos me imagino a qué se dedican, si estarán casadas, como son, qué carácter tienen... y así discurre diariamente.
DIA PRIMERO
Hoy estoy inquieto, la cabeza anda calenturienta, miro diferente cada mujer que sube. La chicas jóvenes ya no me interesan, a mis 38 me gustan algo maduras, como si la juventud fuera inalcanzable.
Lo he pensado durante días: mi fantasía es seducir a alguna de estas mujeres que cada día viajan conmigo.
No sé decidirme por ninguna, tengo claro quién no, pero quién sí... hay varias candidatas. Siempre subo en la primera parada y, a partir de la 4ª parada el bus ya empieza a estar lleno y la gente se sienta donde queda sitio. Espero que alguna de mis candidatas se siente conmigo... hay suerte, es una de ellas. No ´se como se llama, ni a qué se dedica, no veo anillo. Debe tener unos cuarenta, no es demasiado guapa, pero tiene atractivo. Pechos pequeños, me gustan. Caderas algo anchas. Viste ropa de hilo: camisa blanca, falda negra larga. Lleva una chaqueta en los brazos, no hace frío todavía. Un pequeño bolso. Se ha sentado, está a mi derecha, su asiento da al pasillo.
Por su aspecto deduzco que es seria, da miedo cómo sigo. Ya la he visto muchas veces subir, sentarse... incluso más de una vez ya se ha sentado a mi lado, pero a partir de ahora tiene que ser diferente.
Su mirada es diferente a partir de hoy, me excita solo pensarlo. La miro de reojo, con disimulo, no sospecha nada, entre ella y yo hay la misma indiferencia de cada día.
Cuando nos sentamos en un autobús se evita el roce y el mínimo contacto. Hay poco espacio pero no hay roce, no interesa, da miedo? Vergüenza? No lo sé. Hoy quiero que haya roce, que nuestras piernas se toquen, que no se eviten.
Estoy leyendo (haciendo ver que leo) Mi pierna derecha está a pocos centímetros de la suya. Ella no hace nada: viaja y piensa, tal vez lo mismo que yo. Poco a poco aprovechando los cambios de página, los tosidos antinaturales, las acomodaciones... acerco mi pierna a la suya, se tocan, se separan, ella separa, yo sigo allí, fijo. Noto tensión, insisto, sigue la tensión, se palpa, no hay miradas, sólo intentos suyos como diciendo: qué pasa? Noto relajación, ha cedido? Las piernas se están tocando un a la otra, no hay miradas. Me excito, no sé cómo seguir. Estamos llegando, por hoy es suficiente. Los dos bajamos en la misma parada, no hay miradas. Caminamos, como cada día hacia nuestros destinos. Compartimos parte del camino a distancia, ella delante. Yo paro antes, empieza el trabajo, dónde va ella?
DÍA SEGUNDO
Si no se sube a mi lado, mal asunto. Pero hoy no es mi día. Otra persona se sienta antes que ella a mi lado, ella venía dos personas atrás.
DÍA TERCERO
Cuarta parada. Hoy viaja menos gente hay espacio. Veo que va a subir con tres personas delante. Pero hay espacio de sobras, no creo que los que van delante quieran sentarse conmigo. Sube y avanza, hay sitios libres... se sienta...a mi lado. Escalofrío tremedo. No sé qué hacer, creo que ella sigue el juego, o no? Nervios sin miradas, excitación.
Arranca por la autopista, tenemos media hora. No sé cómo empezar, estoy muy nervioso. Acerco la pierna, no hay rechazo. Piernas juntas hago presión para comprobar, no hay rechazo, no hay miradas, todo sigue anónimo. Lleva la misma falda negra de hilo, la camisa es diferente, la chaqueta descansa en su mano izquierda tapando su muslo, el bolso descansa sobre su zona íntima. Qué hago? Los dedos de mi mano derecha se mueven lentos hacia su gluteo aplastado, toco levemente con la punta de un dedo, no hay rechazo, puedo seguir, me digo. Mi mano está oculta por su chaqueta y va discurriendo muy despacio entre mi muslo y el suyo.
Ahora sí hay movimiento, leve pero lo hay. Todo se detiene un instante. Sudo, creo. No me atrevo a mirarla, la imagino. Empiezo una débil caricia de su muslo por abajo, no hay rechazo. Poco a poco es mi mano casi entera la que va acariciando con cuidado, delicadeza, sin levantar sospechas. Ella no se mueve. Con el dedo meñique me acerco al centro de la falda que cede entre la piernas. Noto calor, el suyo y el mío. Necesito más, pero hay que ir con calma, sin sopechas.
Toco los botones centrales de la falda, voy subiendo, desabrocho uno, dos... es suficiente. Entro, ropa interior suave. Voy bajando, calor, siento sus piernas ahora de carne acaricio cerca de los bordes de la braga, noto sus pelos depilados. Se estremece. Queda tiempo, unos 15 minutos. Apreto con fuerza encima de la braga, noto humedad, inicio movimiento. Subo al borde superior y me introduzco, siento los pelos de su sexo, serpenteo por ellos bajando, el dedo corazón oprime y noto su gran humedad, se mueve, cuidado. Paro un instante. Continúo buscando, se abre, ummm!, todo son jugos, deliciosos pienso, me deleito, subo y encuentro el clítorix. Está hinchado, acaricio sin descanso, un minuto, se estremece con disimulo... no sigo ya está. Me aparto, abrocho botones. Saco la mano.
Me limpio disimulando mocarme, huele muy bien. No hay miradas.
Bajamos, como cada día. Hoy yo voy delante, sólo un metro. En la primera esquina hay un bar, lo conozco, ella me empuja a dentro. "Los servicions por favor". "En el piso de arriba". Subimos los dos. Entramos en el de señoras. Cierra. Le subo la falda, me baja el pantalón. Mi miembro está a punto de rebentar, se sienta sobre el lavadero. La penetro, entra fácil. Embisto, una, dos... no más de diez, no aguanto me dejo ir, su ten cuidado llega tarde, todo está dentro. Nos miramos. "Lo siento". "No te preocupes".
Tomamos un café. Nos despedimos. Al día siguiente yo buscaré otra compañera de vieje. Ella tal vez también.
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