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La síntesis no es mi fuerte, los hechos ameritan no hacerlo a la ligera, cargados de emociones, empapados de pasión, despertar al deseo más auténtico, ella.
Este no es un relato erótico más, sino la memoria viva de una relación que pervive en el corazón y el deseo de un hombre, que trasciende el tiempo y la pasión, que saltó las barreras de lo convencional, esta fue la historia que me marcó en placer del erotismo y del sexo, el cómo se debe tratar a una mujer.
Antes de iniciar el relato quiero dedicárselo a Lily, que fue la mujer madura que me hizo hombre en todo el sentido y la extensión de su significado, que aún hoy sigue siendo una referente, fuente de inspiración y la preferida en mis deseos más profundamente eróticos. Decirles a las lectoras que todas la vivencias volcadas en esta historia son totalmente auténticas, es innecesario, del relato se desprende por sí sola lo auténtico, la síntesis no es mi fuerte, la intensidad de los hechos ameritan no hacerlo a la ligera, cada uno tiene su connotación vivencial cargado de emociones, empapados de pasión de un joven en su despertar al deseo más auténtico.
Mi padre, viudo, dedicado a la exploración de petróleo, pasa gran parte del año fuera de casa, por esa misma razón encomendó los cuidados de su único hijo al tío Vicente, éste fue la imagen visible de la figura paterna, Emy la vecina hizo las veces de asistente y hasta de madre sustituta, su hija compañera y hermana de la vida.
Este es el ámbito donde se gestionará infancia, pubertad, con sus atenciones y cuidados fui creciendo, sus enseñanzas de mujer y de hembra me hicieron hombre, su hombre:
Desde los tiempos de púber consideré a Emy, como a “la tía Emy”, mujer súper atractiva que concentra todos mis deseos y fantasías en mi formación camino a la adultez. Al calor del crecimiento su voluminoso pecho se agiganta en la calentura adolescente, la recurrente imagen de sus mamas son temática para las poluciones nocturnas. Sé bien que ella no había pasado por alto este significativo detalle, y estimo que desde que aparecían los vestigios de que el niño se hacía hombre sus atenciones fueron tomando otro sentido, más protector, más de mujer.
La noche anterior había asistido a la fiesta de egresados, esa fiesta donde el descontrol y el exceso es lugar común. Esa mañana del día siguiente, en realidad más de medio día, se apareció en mi habitación la tía Emy, seguro estuvo viéndome dormir un buen rato, pues cuando pude despegar los ojos, lagañosos, pude vislumbrar su silueta recortada en el marco de luz de la puerta.
- Qué buena noche pasamos, eh!!
A medio despertar no entendía a qué se refería, hasta que se queda mirando la “carpa”, elevación de la sábana por la erección matinal. La mirada seducida por mi erección me ponía algo inquieto, tanto que siento como la erección se agita por sí misma, tal respondiendo a la emoción de su mirada.
- Muchas chicas?
- No, no, ninguna, solo tragos y un poco de “franeleo” (faje, caricias) pero no pasó de ahí.
- Qué lástima no? Estaban buenas las pendejas?
- Hmm, sí mucho, pero no se dio.
- Y… por lo visto te quedaste con ganas...
- Muchas. Tal vez la próxima haya más suerte.
Había notado que hablábamos de forma distinta, hasta de modo distinto, sentía que había algo más en esta plática, lo podía sentir en mi cuerpo, una sensación rara, excitado? Tal vez. Lo mismo transmitía sus gestos y las insinuaciones tan precisas y directas.
Sentó en la cama, mirando esa erección que parece crecer bajo su atención, sentía que reprimía sus ganas de tocarme. Me subí hasta quedar con la espalda apoyada en la cabecera de la cama, la cara en proximidad de sus tetotas, su aroma embriaga mis sentidos y turbó mi sentido de la prudencia, agarre su mano, dominante, la puse sobre esa estaca de carne que eleva la sábana.
Un apretón, un suspiro, prudencia y recato de la tía se perdió en la niebla de la fascinación por ese trozo turgente de carne, latiendo en su mano transmite y decodifica del deseo viril del modo más descarnado.
Aprovechando ese momento de pasión, me colgué del escote para meterle mano dentro de corpiño, sacar a mi vista esas carnes objeto de muchas pajas, tocarlas, estrujarlas y mamar ese grueso, duro y apetecible pezón que desafía mis ansias de comerlo. Lamiendo esas carnes por encima del soutién, sostiene con su mano para ayudarme a lamer, colabora en libertarlas.
Enloquecía estrujando, lamiendo y apretando entre mis labios los gruesos pezones. Disfruta esa afiebrada y tumultuosa lamida, chupar y morder, ruidosa forma de comérselos, el placer de soportar al goloso insaciable, depredador de sus mamas, estremece, agitada y ansiosa, vulnerable y entregada a darse íntegra al juvenil amante carnívoro de sus tetas.
La boca seca, ahogada por el acoso contundente de un novato que se la quiere comer de un bocado, solo puede tratar de tomar aire en las pausas del ogro que pugna por comérsela.
Sin soltar el pezón, atrapado en mis labios, desprendí el broche del corpiño, vencida, desbordada en resistencia solo puede zafarse del acoso cuando su mano vuelve al ataque, descubre la verga, caricias y manoseo, beso, lamida y mamada, todo en ese orden de apasionada intensidad.
Su mano inicia la masturbación, mientras sigo acosando sus pezonotes con mis dedos ensalivados, apretando y tironeando. Arrodilla en el piso y vuelca la ansiedad en mamarme, ruidosa, tumultuosa, delirante mamada de verga, rebosante de saliva que se le escapa gesticulando y evolucionando en una increíble mamada, sin abandonar los movimientos de pajeo.
Me dificulta desprender el pantalón, deja de mamar para sacárselo, incito que se dé prisa.
- Vamos, rápido Luisito quiere ver la tanga de la tía.
- No hay Luisito, solo Luis, ni tampoco tía, solo Emy, ahora hembra y macho, hombre y mujer. No tengo tanga, es culotte, pero si junto la tela así y la estiro se mete en la raya y adelante en la “canaleta” de la raja. Ves como tu hembra se te ofrece, macho.
Subió a la cama se abrió de piernas expuesta a su hombre, facilitó sacarle la bombacha, se acarició la vagina, con el índice hace la seño de “ven aquí, lame a tu mujer”
Besé y acaricié las adyacencias del sexo, la cara interna de los muslos se llevan las mejores lamidas. Cuando posé mis labios sobre los suyos, los verticales, comenzó a moverse, agitando su vientre y la pelvis como en una cogida, acompañando la brutal lamida y mamada de vagina deseada desde quien sabe cuánto tiempo.
Los gemidos lastimeros por arrolladoras lamidas, agitan su espíritu, estrujando sus pechos como vía de escape a las tensiones de la excitación que la consume. Lamer desde más allá del ano, subir lamiendo hasta atrapar al clítoris entre mis dientes, bajar y volver a subir, repetir y repetir ese subibaja, consume sus energías agota sus sentidos, seca sus labios, colma y rebasa su resistencia.
Explota, ahogados gemidos parecieran indicar el tránsito al orgasmo, palmeo la vagina, juego con los dedos dentro de ella y en el ano. Los gemidos, más ahogados, bufidos y expresiones inteligibles se suceden y repiten, insisto y persisto en acosar sus genitales, exigirlos a expresar y contagiar el erotismo de las mamadas y caricias.
El juego digital y las lamidas intensas, siguen estimulan gemidos y bufidos, incitan a moverse, debatirse entre dejarse hacer y agitarse sin control. Se aferra de sus muslos, tirando de ellos, dejando expedito toda la zona de acción para que su macho exprese sus necesidades. Arrodillado ante la venus, con la mano derecha acomodo, frotando entre los labios vaginales, la izquierda apoyada en su mulso derecho, elevado hasta su cara y me lanzo sobre ella, entrando todo el grosor de la pija, de un solo envión.
- Ahhh. La puta madre, que poronga, que gorda. Ajjjjjj. Sí que abre todo. La tengo estrecha, pero estos años sin usar me la cerraron más. Qué poronga que tenés. Duele, me gusta, haceme doler guacho, abre a tu hembra. Me gusta, quiero ser tu puta. Cógeme!!
Me encantó escuchar todo ese rosario de procacidad, ese mimo erótico en una mujer como ella es de lo más excitante. Un par de veces elevó la cabeza, disfruta ver y decir “qué pedazo que tenés”, su expresión dice todo, el delirio de ser gozada la hace disfrutar mucho más.
Tomé el tobillo de su pierna derecha en mi mano, como la palanca que acciona el mando vital de mi mujer, luego sobre mi hombro derecho, me lanza a entrarle a fondo, fuerza, vigor y continuo bombeo de verga, sin desatender ni dejar de estrujar su teta en la firmeza de mi mano.
Nos gusta mirar como entro en ella, la pausa sirve para alternar la postura. Sus piernas elevadas, los talones, mis manos apretando sus hombros, el cuerpo lanzado sobre ella, penetrándola poniendo toda la potencia y el peso de mi cuerpo en el ariete de carne que la penetra. Bombeo y movimiento circular de mis caderas dan variedad de formas de penetración, solo apoyado en la punta de mis pies, elevo el cuerpo para dejarlo caer con todo su peso presionando con la verga en el fondo del sexo de Emy.
La potencia y fragor del acto la sacuden, el ritmo y la velocidad la dejan sin aliento. Ambos estamos exhaustos por esta forma de entregarnos, desmonto y vuelvo a la reparadora tarea de lamer y “dedear” sexo y ano.
Terminados los mimos, retomo la acción, de costado, casi una “tijera” entrándole de costado, ella sostiene el muslo para penetrarla y poder vernos como le entro en el espejo del ropero, la imagen acrecienta el placer del acto, se muestra más sexy, imprudente y atrevidamente procaz en palabras y promesas, disfruta el juego de sacar y exhibir la pija. No para de mover la lengua humedeciendo esos labios ardiendo de fiebre y calentura, el bombeo incesante minó y agotó su resistencia.
- Para, para, por favor. Necesito respirar, humedece la garganta, me ahogas con tanto énfasis. Déjame respirar, tomar un poco de aire, así no te puedo seguir, no puedo respirar. Un momento nada más.
Acaricio y froto su sexo, el mío cerca de su boca, agita y mama con ganas, ese momento sirve para reponer energías, le quito el “micrófono” de su boca, sentado vuelvo a comer esos delicioso pezones, tironeando con mis labios. Tendido sobre el lecho, de espaldas, con el choto apuntando al cielo, esperándola.
Ahorcajada sobre mí, respeta el grosor de la pija, acomoda sus labios para dejarse caer, despacio hasta entrarla, a tope, es el momento de comenzar a moverse, apoya sus manos sobre la cama volcada, los pezones en mi boca, mis manos tomando sus nalgas, nos ponemos en movimiento, acompasado y vibrante.
Abriendo sus nalgas, rozando el aro del nos lanzamos a la acción, alternando penetración a fondo y movimiento continuo con pausas para jugar, sacándola y frotara los labios y volver a la penetración intensa y hasta salvaje por momentos. Sacarla y volver a enchufarme, golpes de verga y movimientos de cuerpos subiendo y bajando, agitándonos como coctelera.
La veo mirarse de soslayo las evoluciones de esa hembra acalorada sobre su macho, disfruta y motiva para moverse con mayor enjundia y salvaje entrega. Se agota por tanta energía efusiva en acción.
Desmontó, chupando como si su vida dependiera de eso, giró poniendo su sexo en mi boca. El 69 fue el número mágico que activó los sensores de la lujuria subiéndonos al séptimo cielo de todos los placeres, la ansiedad de la doble excitación le impide seguir chupando.
Vuelve a empalarse, esta vez dándome la espalda, mirándose al espejo, vientre ondulante, sus manos soportan su cuerpo, mis manos elevan sus nalgas, agito la pelvis clavándome en ella, tiembla en cada pijazo. La imagen del espejo refleja una mujer transfigurada, ojos fuertemente cerrados, boqueando y lengua urgida de humectar los labios afiebrados, bufando, vociferando incoherencias, el shock eléctrico nos hace presos del mismo efecto, dos cuerpos agitados hasta el descontrol. Ni tiempo tuve de avisar, la eyaculación se manifestó en medio de la turbulencia, estalló de golpe y a fondo, un par de chorros disparados con la fuerza y energía del polvo mañanero. Desmontó con rapidez, arrodillo, rezando al dios del falo, esperando el resto de la “venida”.
Los últimos chorros se los descargué en la boca, hasta agotarme, luego se la metió en la boca y terminó de sorber el elíxir lácteo, chupando y mamando hasta dejarme totalmente seco. Cuando me soltó para el abrazo, la pija seguía latiendo pero sin perder la erección del comienzo. Complacida hasta esas lágrimas que se escurrían por sus mejillas, la gratificación misma del placer recibido… en su abrazo me confesó, palabra más, palabra menos esto que voy a memorizar como conclusión de esta primera relación de sexo entre ambos:
“Me gusta que me uses como objeto de tu placer, sujetándome con la firmeza de tus manos, no pido respeto ni amor, quiero lo mío: sexo. Necesito revivir la hembra, que me hagas solo para vos, sentirte que te derrites de ganas de cogerme, de abrirme, de romperme con este “pedazo” que tenés, sentir tu leche regando mis agujeros. Me gustó sentir tus caricias, la suavidad de tus manos, cuando me manejaste, cambiando de posturas “a lo loco” me dolía y sentía bonito a la vez, sentí perder la virginidad nuevamente, el morbo de cómo mi hombre se aloca por mí. Sentir tu “manguera” largando el chorrazo de semen, mucho y caliente en la concha, sentir el resto de la eyaculada en la boca, paladear el sabor salado de tu leche. En el próximo polvo menos consideración, más brusco, sentir que mi macho me castiga fuerte, tus manos nalgueando, alternando posturas, que me veas llorar, sentirte el padrillo que está sirviendo a su yegua. Soy tu puta, te pertenezco mi señor”
El abrazo fraterno, erótico, fue la pausa que concluyó este primer encuentro sexual. Lo relatado fue tan solo en inicio de algo más…
Este relato es la catarsis de una experiencia de vida, la emoción de poder contarla y compartirla, sé que te ha pasado o fantaseas con que te pase.
Nazareno Cruz.
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