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Juan vino a verme al salir del laburo. Habíamos quedado en tomar unos mates y charlar de algo que me contó su mujer medio angustiada una tarde. Yo conozco a mi hermano, y no podía darle crédito a las acusaciones de mi cuñada quien me relató: ¡yo no sé si tu hermano no comprende, o no sé, pero quiere que tengamos relaciones como sea, hasta por la cola; yo ya estoy de siete meses y no puedo tener ganas todos los días. Parece no importarle que piense más en vomitar que en coger… me pegó tres veces, casi me viola una mañana antes de ir a lo de tu vieja, y no me respeta. Tengo miedo que me ponga los cuernos con cualquier pendeja!
Traté de consolarla. Le aseguré que juan es incapaz de mirar a otras mujeres, y menos ahora que le iba a dar un hijo; que no sufra tanto y que se anime a hablar con él. Le dije que a mí, que estoy con el bombito hace 8 meses me pasa lo mismo. Mi marido ni me toca y yo me ahogo de calentura, que cuando quiero garchar él siempre antepone la salud del bebé, y entonces nada.
Me preocupó que le hubiese pegado. Eso no se lo banco a ningún tipo, y menos a mi hermano. Sonia me hizo jurarle que no le diría nada, pero en cuanto pude hablar con juan lo cité para retarlo un poco, a pesar de que para él soy una pendejita inmadura de 19, y él una eminencia con sus 30 años desgastados por la albañilería. Cuando llegó se sacó la campera, me tocó la panza y me dio un beso en la mejilla. Apagó su cigarrillo por gratitud a mis náuseas y se sentó abriendo un paquete de palmeritas. Yo traje todo lo del mate y apagué la tele, con algunas extrañas cosqillitas en mis venas por el contacto de su mano en mi piel, aunque tratara de minimizarlo. Desde chiquita me ratoneo con juan, pero él jamás lo intuyó. Siempre fue muy tierno conmigo. Me cuidaba cuando los papis trabajaban, sabía cuáles eran mis cuentos preferidos para dormir, las golosinas que me gustaban y todos mis secretos de niña. Nadie me brindaba tanta seguridad como él.
Cuando cumplí los 17 él se fue a vivir con Sonia, su mujer, y yo me puse de novia con Leandro, de quien estoy embarazada. Pero, volviendo a la tarde de los mates, él abrió la charla diciendo que estaba más linda con la pancita, y me retó por no tener corpiño puesto. Nos reímos, le dije que está cada vez más pelado, y enseguida le expuse mi preocupación: ¡Sonia vino a hablar conmigo, y dice que te la querés coger todo el tiempo, y que le pegaste tres veces… no seas hijo de puta juanchi, que está preñada, y por ahí necesita mimitos y no que la trates mal por un polvo nomás!, le largué viendo cómo su cara se transformaba.
¡Es una conchuda, te juro que nada que ver, yo no le pegué jamás… aparte, vos lo decís porque tu marido te atiende, pero ella ni siquiera me besa, y no sé qué va a pasar cuando nazca la beba!, dijo enfurecido.
¡No te equivoques, que el lea no quiere saber nada con acostarse conmigo; de hecho hasta duerme en el sillón… dice que hasta después que nazca nada de sexo… le ofrecí la cola y nada… yo también estoy que vuelo de calentura!, le confié mientras me iluminaba con sus ojitos que cambiaron radicalmente furia por algo parecido a un morbo oculto bajo 7 llaves.
¡No te imaginás lo que daría por chuparle aunque sea un dedo a un tipo… vos me conocés, y nunca fui zarpada, pero posta que estoy re caliente!, agregué mientras se me escapaba un suspiro. Me levanté confundida por mis propias palabras, puse más agua en la pava moviéndole la cola y, hasta me subí el vestido de entrecasa que traía, y él me terminó de enloquecer cuando corrigió: ¡no sé si eras zarpada, pero una bocha de veces te cambiaste adelante mío… no sé cómo estarás ahora, pero estabas re cogible guacha!, y detonó una carcajada nerviosa.
Apenas me senté de nuevo para seguir cebando mates, liberé a propósito una de mis tetas del vestido para que me la devore con la mirada, y en cuanto dijo: ¡epaa, mirá qué tetas te echaste nena; te sale leche ya?, digo, porque el guacho ya está que sale!, no me controlé más.
Me levanté para ponerle las tetas en la cara y su lengua me prendió fuego de inmediato, saboreando el contorno de mis pezones, estirándolos en sus labios, gimiendo apenas repitiendo: ¡aaay hermanita!, dándome unas nalgadas fuertes con su pesada mano y endureciendo aún más su pija, la que mi mano presionaba sobre su bermuda. Cuando se sacó la musculosa supe que todo podía suceder. Me sentó a upa, frotó su bulto hinchado en mi cola lamiendo mi oreja, diciendo: ¡así que la sofi anda alzadita… le vas a dar la colita a tu hermano?, y no paró de amasarme los pechos, de los que caía alguna que otra gota de leche. En cuanto lo notó me tumbó sobre la mesa de la pequeña cocina en la que mateábamos, dejó mi vestido por la cintura, se prendió de mis tetas grandes y me las chupó mientras me oía gemir, tanteaba de vez en cuando mi concha sobre la ropa con un roce electrizante, me comió la panza a chupones y peló la verga para pajearse contra mis lolas. Después se la agarré con cierta violencia y me la metí en la boca para calmar mi sed, emputecida por el sabor de su juguito previo, el olor de sus pelotas velludas y las cachetadas que me ofrendaba.
¡pegáme guacho, dále que te voy a petear hasta sacarte la leche hijo de puta, y no le pegues a la Sonia, pegáme a mí!, le grité mientras se pajeaba junto a mi cara y me pegaba con su dureza en la boca apenas se la abría. De repente me senté en la mesa, me quité el vestido y abriendo mis piernas le susurré: ¡chupamelá pendejo, y después garcháme como quieras!
Me hizo caso el muy puerquito. Me volvió loca cuando su boca rozó mi diminuta mata de pelos y su lengua se escurrió por entre la costura de mi bombacha blanca para revolver mi vagina empapada, y cuando fregaba su nariz junto a mi clítoris extasiado. Me olía enfermando mi juventud, me pellizcaba las piernas, me pedía que me toque las tetas, y punzaba mi orto con un dedo.
¡guaaau, no sabés lo que me excita el olorcito a pis de tu bombacha putita!, dijo acomplejándome un poco, pero nada quería más que seguir gozando de su lengua en mi sexo hasta acabarle en la barba. Pero de pronto me zamarreó, me arrodilló en el suelo y mientras me arrancaba el pelo me cogía la boca con un salvajismo que hasta me hacía imaginar que Sonia y Leandro se mataban en un telo. Incluso se lo dije en cuanto su desenfreno me dio una tregua.
¡chupá puta, peteáme así,dale asquerosita de mierda, mamála toda!, me gritaba mientras mi boca se inundaba con mi baba y sus jugos, hasta que un chorro de esperma me hizo toser y delirar de tanta cantidad. No paraba de acabar en mi boquita, y me exigía que me la trague toda. Luego volvió a chuparme las tetas entretanto yo se la manoseaba para que recobre aquella erección formidable que siempre esperé anidar en mi conchita, aunque se le paró más cuando regresó a saborear mi flor con bombacha y todo. Esa lengua era una espátula gigante en un pote de dulce de néctar o de crema frutal, y su manto de saliva lubricaba mi culo expectante a la perfección.
¡Te voy a coger con la bombacha puesta nena, así mi leche te la empapa toda cuando te chorree del orto!, dijo con sus dientes mordiendo la tela y su nariz embriagada. Me hizo poner en 4 con los pies en el suelo y los codos en la mesa, me dio unos pijazos en la cola y, después, mientras me pegaba me la enterraba cada vez más en la concha. Fue único sentir la pija de mi hermano adentro mío, y me fascinaba que me coja sin sacarme la bombacha, que me pegue en la cara, me arañe las gomas y me trate de puta.
¡Así guacha, cogé, te gusta la pija no?, querés más trolita?, todo ese bombito te voy a enlechar!, decía exultante.
Después de un infinito meta y saca me acostó boca abajo sobre la mesa, me olió y escupió el culo sin sacarme la chabomba, me pajeó un poquito, me hizo oler su bóxer, y apenas oyó de mi voz quebrada: ¡culeáme pendejo, haceme el culo!, se me montó con la fiereza de una pantera y colocó la cabecita colorada de su pija en la entrada de mi agujerito, pero no me la clavaba para hacerme desearlo. ¡Dale juan, metéla de una vez, rómpeme el orto!, le ordené con lágrimas en los ojos y gotas de leche en mis mamas, y al fin me obedeció.
No paró de moverse arrancándome el pelo y retorciendo mis pezones, con su pija perforando a plenitud mi colita virgen, al menos de una poronga como la de él, colando dedos en mi argolla y haciendo crujir la mesa que se nutría de mis flujos, nuestro sudor y mi leche. Acabé como 3 veces con ese pedazo en mi culo, y él jadeaba enérgico sobre mí, hasta que soltó un tremendo huracán de semen que me enterneció las entrañas, todita adentro de mi culo ahora más abierto.
No la seguimos porque Leandro estaba por llegar de su trabajo, y él tenía que volver a su casa, a los brazos de su mujer incrédula. Pero se quedó a ver cómo se me mojaba la bombacha apenas su leche comenzó a fluir de mi túnel oscuro. Cogimos algunas veces más pero esas fueron en un telo para evitarnos problemas. ¡Al fin mi hermano me hizo su putita!
Fin
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