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Categoría: Confesiones

Ella derribó los tabúes que habían en mi mente

Habíamos hablado de esto en muchas ocasiones, y mi posición seguía siendo un rotundo ¡No! Aunque admitía que muy en el fondo sentía curiosidad y algo de morbo, era muy radical en mi posición pensando en que perdería mi hombría si aceptaba complacer su fantasía.

Luego de pensarlo mucho, y reflexionando que, si ella hasta el momento había cumplido con todas mis fantasías, era momento de ceder y aceptar la suya. Así que dije, “a la mierda con los machismos, hagámoslo”.

Al momento de decírselo se sorprendió por mi cambio de opinión, y se le notaba la emoción. Esa noche ella tenía todo preparado, llegamos a la cama, se metió al baño, y al salir tenía puesta una ropa interior de encaje negra que se le veía muy sensual. Se acercó y suavemente empezó a besarme en los labios. Luego siguió por mi cuello deslizando su lengua por él hasta llegar a mi pecho cruzándolo de lado a lado hasta uno de mis pezones y allí se detuvo lamiéndolo lentamente, mientras con las yemas de sus dedos rozaba el otro. Con mucha suavidad lo seguía haciendo, sabía que me excitaba mucho cuando lo hacía.

Lamía y succionaba tenuemente, y de repente sentí sus dientes cerrándose con fuerza!... ahhhh, gemí y lo soltó. Lo volvió a lamer y nuevamente sentí la mordida, pero ahora más fuerte y halándolo hacia arriba… ahhh, mi gemido fue mucho más sonoro, lo soltó y de inmediato se pasó a mi otro pezón y suavemente empezó a lamerlo y succionarlo muy lentamente. Cuando se calmaba el ardor de mi otro pezón sentí una nueva mordida aún más cruel, ahhhh, gemí, pero esta vez no me soltó, seguía castigándome, halando hacia arriba sin piedad. 

Luego siguió besando mi abdomen y costados mientras bajaba mi pantalón junto con el bóxer. Al quitarme todo posó sus uñas sobre mis muslos y suavemente empezó a recorrerlos por la parte interna, y me excitación cada vez más iba en aumento, se acercaba a mi miembro y lo rozaba con su lengua provocándome cada vez más. Al instante lo tomó con una de sus manos y su lengua empezó a deslizarse por todo el glande, ahhhh… con sus labios cubría toda el área y con sus dientes intencionalmente lo rosaba llevándome al límite, y yo inclinaba mi cabeza hacia atrás y jadeaba… ahhh. 

Al momento que me pidió que me volteara boca abajo; mi semblante de excitación cambió y empecé a ponerme algo tenso. Ella empezó a besarme la espalda suavemente, el tacto de sus manos y el calor de sus labios me relajaron por un momento. Su lengua empezó a deslizarse por uno de mis costados lentamente, y mientras lo hacía, posó sus manos en la parte superior de mi espalda rosando con sus uñas suavemente, ¡y de repente las clava, y arrastra con fuerza!... ahhhh, gemí, y su lengua empezó a deslizarse por el camino que habían trazado sus uñas amilanando el ardor que sentí.

Cuando me relajaba con el calor de su lengua, llevó sus manos de nuevo al mismo lugar y volvió a arrastrar ahhhh, me retorcí, y ella ahora tenía sus manos en mis nalgas. Empezó acariciándolas suavemente, y luego prosiguió besándolas acompañado con suaves mordiscos, lo cual me resultaba placentero.

Al momento se detuvo y tomo del nochero un lubricante, y separando mis nalgas empezó a esparcirlo sobre mi ano muy lentamente. Al momento de sentir uno de sus dedos sobre mi ano, me puse muy tenso, y mi respiración empezó a acelerarse. Al instante con sus dos manos abrió mis nalgas y con su lengua empezó a recorrer mi ano suavemente. Me estremecí al primer contacto, pero luego una sensación muy excitante me embargaba y entendí por qué ella lo disfrutaba tanto cuando yo se lo hacía. Lo hacía con tal tacto que mi excitación se iba acrecentando cada vez un poco más. Al instante sentí su dedo índice a la entrada de mi ano y todos mis sentidos se pusieron en alerta, y empecé a sentir como su dedo empezaba a entrar lentamente invadiéndome e intentaba contener la respiración.

Su dedo entró hasta la mitad y empezó a moverse lentamente, y sentí una nalgada, luego acariciándome la otra nalga, enseguida sentí otra, ¡pero más fuerte!... luego otra que retumbó por toda la habitación, y su dedo no paraba de moverse, y mi excitación no paraba de aumentar.

Se detuvo, y se acercó al nochero, y del cajón sacó el arnés que había comprado para este día. Era un miembro de goma que no medía más de 13 cm de largo, medida ideal “según ella” para mi primera vez.

Se lo puso como toda una experta mientras yo la miraba de reojo. Luego se quitó el brasier dejando sus senos desnudos, y prosiguió tomando el lubricante y untó muy bien el miembro. Se montó a la cama y acariciando mis nalgas suavemente las abrió y acerco el miembro a la entrada de mi ano, y de inmediato mi pulso se aceleró, mis manos empezaron a sudar, y ahora mi tensión se hacía más evidente.

Empezó empujar muy suavemente, y empecé a sentir cómo mi ano se expandía poco a poco con un ardor que me hacía arrugar la cara. Ella seguía empujando con mucha mesura, y cada vez sentía más y más el ardor y como se iba invadiendo mi interior, hasta que entro toda la cabeza… ahhh, jadee hundiendo mi cara en la almohada, y al instante ella se detuvo, se inclinó hacia mi cuello y besándome suavemente el lóbulo de mi oreja me dijo “Relájate”… Se irguió nuevamente, y llevando sus manos a mi espalda, empezó a empujar nuevamente muy despacio mientras me acariciaba.

Intentaba relajarme, pero el ardor aún continuaba. Ella seguía con sus movimientos sutiles, cada vez la sentía un poco más adentro, cuando de repente, ¡de una sola embestida me la hundió toda!... ahhhh, ahogué el gemido con la almohada, llevó sus manos a mis hombros y sujetándolos empezó a embestirme aumentando la intensidad de apoco. Con cada embestida la sensación de ardor empezó a ser una mezcla entre dolor y excitación. El roce de mi miembro con el colchón hizo que la erección no diera espera, y al momento lo tenía tieso como piedra.

Ella se irguió nuevamente y clavando sus uñas en mis nalgas, empezó a salir suave, ¡y entrar fuerte!... ahhh, nuevamente salió suave, y entro fuerte!... ahhhh, una vez más, otra más duro! 

Con cada gemido que yo emitía, a ella la excitaba aún más y la impulsaba a seguir en aumento su ritmo y con un par de nalgadas que retumbaron por toda la habitación, se movía con más fuerza, y tomándome del pelo y tirándolo hacia atrás, me dio una serie de embestidas salvajes que me hicieron gemir sin parar. 

Mi respiración cada vez se agitaba más, ella entraba y salía sin parar, mi corazón latía con fuerza, los músculos de mis piernas se empezaban a contraer, clavó sus uñas en mi espalda, arrastro con fuerza, mi respiración se entrecortó y al instante estallé… ohhh, ahhhh, ohhhh, ahhhh, mis gemidos la impulsaron a seguir embistiéndome, el orgasmo era intenso, nunca había eyaculado tanto, ella no se detuvo hasta dejarme totalmente extasiado.
Datos del Relato
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