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Categoría: Maduras

Ella (3)

--"Hola bebé"

Casi corto.

Hasta se me resbaló el móvil de la palma.

Esa vez sí que me había quedado paralizado, soportando un prominente bulto creciendo bajo mi pantalón.

--"¿Hola?"—Volví a escuchar—"Contéstame. No tengas miedo, no muerdo"

Eso no me gustó, lo tomé como un insulto a mi virilidad. Y fue lo que me llevó a responderle sin saber siquiera qué decirle.

--Hola, señora—me tomé una pequeña revancha por lo de "bebé".

Iba a llamarla "doña", pero me contuve. No quería empezar mal la conversación.

--"¿Qué es eso de "señora"? Puedes ser un poco más gentil"—noté su tono de voz jaranero.

--Bueno, ¿cómo quiere que la llame?

--"mmm…coordinadora no estaría mal. Y por favor, decídete si me tratas de usted o si me tuteas"

Era cierto, en ocasiones me relacionaba con ella coloquialmente formal y en otras no.

--Prefiero lo segundo. ¿Puedo?

--"Claro que sí. Si quisiera una charla seria entre adultos circunspectos no te hubiera dado este número".

No sabía si sentirme halagado o injuriado.

En realidad, ni entendía lo que significaba "circunspecto".

--Comprendo—me reí falsamente—Pero me gustaría que me dijeras en realidad porqué me lo diste—me hice el tonto, como todo/a futuro/a novio/a cuando quiere averiguar qué es lo que piensa el/la otro/a sobre uno/a.

--"Adivina"

Mal respondido.

Mi cabecita bonita bramó: "porque estás más caliente que un volcán en erupción", "porque necesitas en este instante de algo carnoso que no sean tus propios dedos", "porque te percataste de que el pepino ya baila dentro de tu coño y comenzaste a ver con cariño el matafuegos…"

--Porque quieres hablar con alguien inteligente, gracioso y vivaz sobre algo que no sea trabajo, ¿no es así?

--"Vaya, no eres muy humilde"—se rió.

--¿Ves? Te hice reír.

Me sentí un ganador de aquellos. Con qué poco se conforman los adolescentes.

--"Dime, ¿qué piensas sobre las personas que intentan cambiar su forma de pensar o de ver la vida de un momento a otro?"

Enarqué una ceja.

--¿No era que no te interesaba tener una conversación adulta?

--"Sólo contéstame eso"

Pensé unos instantes, la verdad que me había sorprendido un poco. ¿Qué tenía que ver todo eso con la necesidad de revolcarte con un pendejo?

Ah, sí…

--Me parece que es bueno pretender realizar cosas nuevas que no hayas pensado hacer o hecho antes.

Se volvió a reír.

--"Eres rápido, ¿eh?"

--No en todo—puse voz de amante francés.

Hubo un pequeño silencio.

--"Vaya, niño, creo que tendré que abrir la ventana…"

--Hace calor, ¿no?—le seguí la corriente.

--"Será la humedad"

Todos lo glóbulos rojos de mi cuerpo se batieron a duelo por llegar primero a mi entrepierna.

Casi me explota.

--Sí, te hace transpirar—le dije luego de tragar saliva.

La mano poco menos que me temblaba, más allá de aparentar tener un tono seguro. Es que para ese momento en particular tendría que haber estado usándola para otra cosa. Algo más privado y frenético que sólo sostener un móvil.

--"¿Cómo te animaste a llamarme?"

--Yo me animo a todo últimamente.

--"Eso es interesante"

La verdad no supe qué más decirle. Simplemente me quedé callado.

Vaya conquistador…

--"Han pasado varios ángeles, me parece"

--¿Qué?

Lanzó una risita.

--"Es un dicho que tenemos las maduritas cuando nadie dice nada"

Recuerdo haberme reído por dentro, pero no lo expresé en la superficie porque hubiera sido una falta de respeto.

--Qué bien, todos los días algo se aprende.

--"Sí, y la verdad que soy buena enseñando…"

--¿En serio?

--"Así es"

--Justamente estaba pensando en que mi desempeño en matemáticas había bajado, ¿podrías…?

El mutismo que hubo a continuación demostró la sorpresa poco agradable de su parte.

--Es broma.

--"Niño—agravó la voz, aunque todavía notaba su gracia--, no se juega con los mayores de esa manera"

--Lo sé, por eso es divertido.

--"Busca mejores diversiones"

--Estoy en eso.

Recuperó el júbilo con un suspiro mordaz.

--¿Te gustaría enseñar algo más?—me aburrí y fui al punto.

--"No"

Comprendí cómo se había sentido segundos antes. Hubiera sido una digna venganza.

Pero por suerte, no fue así.

--"No por teléfono"

--"¡¿Ya terminaste, pajero?!—escuché los gritos de mis amigos provenientes del living.

"Recién empiezo" aulló mi mente.

"Y yo también" contestó mi miembro.

--Es una sabia decisión—volví al hilo de la charla--, me estoy quedando sin crédito.

Presumo que le tendría que haber dicho algo más sugestivo, pero no hizo falta.

--"¿Cenaste?"—me preguntó sin tapujos.

--Nunca en mi vida.

--"Estaba por comer unas ricas pastas sola, pero pienso que siempre es mejor hacerlo acompañada"

"Como tantas otras cosas que dan placer" cavilé

--Todavía es temprano, podría ir si me invitas.

--"¿Te gustan los ravioles?"

"Sobre todo si vienen con estofado de carne"

--Es mi comida favorita.

--"Perfecto entonces, espero que no estés muy lejos porque se pueden enfriar"

"Dudo que ocurra"

--Dame la dirección y allí estaré, hermosa.

***

Caminé el pasillo de vuelta sintiéndome John Travolta en "Fibre de sábado a la noche", con la música de Bee Gees y todo. Al llegar al living, encontré a los muchachos obnubilados por la perforación de un morocho a una pequeña japonesita. Los aullidos agudos, que recordaban a los que libera un cerdo cuando es destripado, provocaban en ellos el clásico intento de hurgo masculino disimulado.

Aunque yo no llamaría "disimulo" al restregarse la pelvis con el codo.

--¿Limpiaste al menos?—me reprochó el "Ciru", mientras apretaba el botón de "pause".

--No te preocupes—sonreí--, no fui al baño a hacer lo que ustedes están haciendo ahora.

--Bueno, "cardenal Nomelafroto", ¿le viste la cara a la "amarillita"?—me preguntó el "colo", intentando excusarse—Se le van a salir los ojos.

Nos reímos.

--Siéntate, pibe, que todavía falta lo mejor—me invitó el anfitrión—Después comemos algo.

--Tendré que lavarme antes…--acotó nuevamente el "colo".

--Me encantaría acompañarlos a ver a esa muchacha lavarse los dientes con buches blancos, "ciru", pero me tendrán que disculpar. Tengo que irme.

--Eeeh, ¿te ofendiste?

--No, claro que no. Simplemente surgió algo interesante.

--¿Qué más interesante que…eso que está practicando la putita esta?

"Bueno, espero que por ahí venga la mano"

--Es que por celular, ahí atrás, me hicieron una oferta que no pude rechazar—me puse cinematográfico.

--¡Una chica!—gritó el "colo".

Mis amigos no eran para nada tontos.

Lo señalé con el dedo índice, como felicitándolo por haber acertado tan rápido.

--Bien, che…

--¿Es Karen?—tuvo curiosidad el "ruso".

--¡Nooooo, ni por casualidad…!

--Hey, no es fea—me reprochó—Además, siempre anda detrás tuyo.

--Ya lo sé, pero tendrías que conocerla más para entender mi reacción.

--Ok, ¿quién es entonces?—me presionó el "ciru".

Tuve que quedarme mudo unos momentos.

--Alguien que no conocen—mentí descaradamente—No tiene sentido que les diga su nombre.

--Mmmmm…me suena a verso—acusó el "ruso".

--¿No será un hombre?—añadió el "colo".

Los demás carcajearon.

--No, no te preocupes—fui cómplice de la broma hacia mi persona—Por ahora no me gustan.

--Ojo, que es un viaje de ida…--nos sorprendió el "ruso".

--¿Y tú cómo lo sabes?—lo hicimos pedazos.

--Es lo que dicen: macho es aquél que probó y volvió.

--¿Dicen?

--No me vean así, yo prefiero no probar—sonrió para embromarse a sí mismo y despejar un poco su propia incomodidad—Mirá si me agrada…

Por piedad, mejor dejémosla ahí…

Para agilizar el relato, les cuento que como no quise decirles quién era, me indagaron sobre la descripción de la fémina. Y fue ahí cuando di rienda suelta a mi imaginación, detallando la figura de Dina Meyer en su mejor momento: cuando actuaba en "Starship troopers".

Todavía me sigo tocando con ese personaje.

--Vete a cagar…--se mofaron—Si fuera así, no te daría ni bola, pibe.

Y sí, era obvio.

Más allá de no haberme creído, me felicitaron por dejarlos e irme en busca de alguien con voz más sensual, menos pelos en el rostro y sin olor a escroto en sus manos.

Los despedí de la forma viril acostumbrada para un adolescente y me retiré en medio de una lluvia de comentarios depravados que opto por no puntualizar.

***

El camino hacia la felicidad nocturna se me hizo tan largo como tortuoso. Tuve que ponerme el heavy metal más pesado a todo volumen en el "walkman" para desconectarme un rato de la situación. No se me ocurría a ciencia cierta lo que podría suceder, pero sabía que sería bello y libidinoso, por lo que fui preparando mi mente para el primer encuentro entre ella y yo, fuera de las instalaciones del colegio.

"Tranquilo, jefe….calma…todavía no…" le murmuraba al inquieto del piso inferior.

Por fortuna no era demasiado tarde, así que me quedaba un período extenso de tiempo antes de que mi familia empezara a molestarme por celular. O sea, podría hablar tranquilamente sin interrupciones con la señora…o señorita…qué se yo…la divorciada tetona.

Pero desgraciadamente para mi orgullo, recuerdo que al haber llegado al lugar de la dirección informada, todos los síntomas anteriores a un examen recuperatorio se me manifestaron de repente.

Vaya, tan cojonudo que me creía.

Cuando entré en el hall de la bella casa, me atacaron unas ganas terribles de huir despavorido, pero entonces me acordé de aquella charla tan amena en la oscuridad. Prácticamente nos habíamos comportado como típicos amigos de diferente sexo que se provocan unos a otros. Y eso fue lo que me dio el valor para seguir adelante.

Eso, y el auto-atentado cortante contra mi pene que seguramente hubiera ocurrido luego, si terminaba haciéndole caso a mi desconfianza.

Toqué el timbre y esperé, cual niña aguardando con los ojos cerrados a que la desfloren.

Luego de eternos segundos, la puerta se abrió y se asomó entonces la figura que yo conocía…pero en una forma que desconocía.

--Buenas noches, alumno—me dijo con una preciosa sonrisa.

"¡¡Aaaaaaaaaaaaaayyyyyyyy…..pooooooooorrrrrrr DIOOOOOOOOSSSSS!!"

Se encontraba apoyada en el pórtico con una de esas poses sensuales de "femme fatale", luciendo un precioso vestido escotado rojo, tan apretado que hasta se le podían distinguir los órganos internos. Ni que hablar de la parte inferior del mismo, la cual se encontraba mutilada por una abertura en la porción que (no) cubría su muslo izquierdo.

Parecía envasada al vacío, la hija de perra…

--Hola…coordinadora—le contesté en piloto automático, mirando con poco disimulo esa obra de arte que el creador o la evolución nos había osado entregar en forma de curvas de cuerpo maduro.

Se sucedieron vastos instantes de silencio, en los que aproveché para liberar saliva por fuera de mis labios.

O sea, babearme como cualquier pibe de mi edad en esa situación.

--¿Te gusta cómo estoy vestida?—interrumpió la situación incómoda.

--Aha…

Ahora supongo que con sigilo habría estado espiando hacia los costados en busca de algún vecino curioso. Digo "ahora" porque en ese momento no recuerdo haberle estado prestando atención a sus ojos.

--¿Vas a entrar?—me preguntó, al tiempo en que se ruborizaba por mi pasmo.

--¿Adonde?—le contesté perturbado.

--Adentro, claro—se rió.

--Sí…sí…está bien…

Me quedé inmóvil, maquinando a un centímetro por hora las palabras que me había dicho. Más lerdo y tarado, imposible.

Menos mal que ella no tuvo paciencia.

--Entra ya, "tontín"…

Y me agarró suavemente de la mano para arrastrarme al centro mismo del paraíso terrenal.

Vaya a saber uno porqué, la suerte seguía estando del lado de su seguro servidor. Debo de haber sido una persona bondadosa en otra vida.

Datos del Relato
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