Lujuria embutida
Había una vez un muchachito que vivía en un barrio x, relativamente pobre, pero con una situación un poco mejor que el resto de la población. Era bastante sociable y tenia hartos amigos entre los vecinos. Los antecedentes no aclaran si tenía 13, 14 o 15 años. En todo caso la diferencia no es tan grande. Sin embargo la mayoría de sus amiguitos eran algo menores que él. Como pertenecían a la clase popular, no eran muchos los gustos que se podían dar, aunque a su manera lo pasaban bien. Tenían grupos deportivos, hacían teatro y de vez en cuando paseos y otras actividades sociales con el apoyo de sus padres.
Había un detalle que caracterizaba a nuestro héroe y que llamaba mucho la atención del vecindario, especialmente a sus pequeños amiguitos. Era que casi siempre lucía unos ajustadísimos pantalones, azules o blancos, en los cuales su cuerpo prácticamente se embutía, quedando los rasgos de su anatomía perfectamente manifestados en cuanto a sus sinuosidades y depresiones.
La tela de tales prendas parecían cuidadosamente escogidas para evitar cualquier contratiempo a la hora de realizar un movimiento brusco o adoptar posiciones corporales forzadas, como ponerse en cuclillas o simplemente sentarse. El género era preferentemente sintético, del tipo impermeable y que producía el efecto visual de que el cuerpo que envolvía, estuviera hecho de plástico o digitalizado como una realidad virtual.
Como dijimos, tal preferencia en su vestuario, atraía poderosamente la atención de sus amiguitos, los cuales constantemente se sentían compelidos a comprobar la textura de tales prendas, ya fuera deslizando sus pequeñas manitas en las zonas más sobresalientes de su anatomía, o bien considerando con sus infantiles yemas la intensidad de la presión que su cuerpo ejercía sobre la tela cada vez que se inclinaba o se sentaba a conversar con ellos.
Nuestro amigo experimentaba tales acciones como parte de la comunicación que mantenía con ellos y aceptaba tranquilamente esos roces o toques, considerándolos una forma de afecto amistoso propio de la amistad que los unía.
Lo que no lograba computar apropiadamente, eso sí, era la naturaleza de las miradas que le dirigían algunas personas mayores. Indistintamente mujeres y hombres, en las oportunidades que se cruzaba por su camino, lo observaban con ojos de sorpresa, cual si fuera la primera vez que tenían la oportunidad de verlo. Sentía, luego que pasaba, como un quemante rayo visual, aquellos lo seguían por largo trecho hasta que por suerte encontraba un recodo por donde desaparecer. En más de alguna oportunidad sus oídos escucharon extrañas manifestaciones emanadas de las bocas de los incómodos espectadores. Algo así como aspiraciones realizadas con la boca en forma de “o”.
En todo caso, él sabía que aquella insistencia en mirarlo, no era producto de que tuviera mal aspecto. Sabía que tal vestimenta, su apretado pantalón y su cortaviento, le daban una apariencia armónica y dinámica y era hasta comprensible que causara cierta admiración.
No obstante, dicha preferencia no dejó de causarle alguna vez alguna inoportuna dificultad. Efectivamente. Una tarde en que decidió dirigirse al club de teatro, donde lo esperaba su grupo favorito de amigos, estaba calzado con su cortavientos verde y amarillo y su pantalón azul de satín o raquelado, no sabía muy bien cómo se llamaba el género. Cuando logró cerrarlo comprobó que lo sentía un poco más apretado que de costumbre. Pensó que estaba más gordo o quizás había crecido. Se alarmó un poco cuando la costura de atrás se quejó mediante un leve crujido de advertencia. Deslizó la yema de su dedo central por la línea que iba entre sus nalgas y se tranquilizó al comprobar que el daño era mínimo, tan solo un imperceptible aflojamiento de algunas puntadas. Salió entonces en procura de su destino, pero no había caminado dos cuadras cuando escuchó algo así como una explosión, lo que lo hizo mirar a todos lados, no descubriendo nada que pudiera ser fuente de tal fenómeno. Tan solo cuando sintió que parte se su cuerpo se liberaba de cierta presión, su mano que antes le tranquilizara, le reveló la verdad: sus redondas partes traseras estaban expuestas en gran porcentaje, luego que la traicionera costura central decidiera estallar en el momento menos propicio.
A partir de ese día, ese pantalón azul lució una doble costura, estilo jeans, en todas las zonas más estratégicas. Pero por esa misma razón la presión sobre su cuerpo aumentó, toda vez que la prenda se hizo más estrecha, lo cual aceptó como un sacrificio a la seguridad. La modista que corrigió el desperfecto, con un aparente afán estético, aconsejó que la costura fuera de un color distinto al de la tela, de modo que las líneas fueron amarillas, contrastando con el azul del pantalón. Este dato, aparentemente insignificante, no fue menor al momento en que debió enfrentar al público.
me gusto mucho debido al ambiente de ingenua fantasía que se muestra. Me puso tiritón.