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–¡Mamáaa! Es Marina, que si quedáis, que tiene un amigo que está deseando conocerte.
–¿Se puede saber qué hablabas tú con Marina durante un cuarto de hora? –cuando Elena vio que su hijo se lanzaba sobre el sofá con el teléfono en la mano, jamás imaginó que la llamada fuera para ella. ¿Qué tenía que hablar su hijo con su amiga?
»Hola Marina. ¿De qué hablabais tú y mi hijo?
»Sí, claro. De nada importante y seguro que era de algo que no me atañe a mí, ¿no?
»No me cambies de tema, y no, no me apetece salir hoy.
» Sé perfectamente cuánto tiempo llevo sin salir. No necesito que me lleves la agenda.
»Marina, de verdad te agradezco todos los esfuerzos, pero me encuentro bien. No necesito que nos vayamos al Caribe, no necesito apuntarme a los Singles ni que me presentes a tu compañero de trabajo.
» ¡Marina!, eso es muy íntimo –"lo cierto es que llevo dos meses sin tocarme, desde aquella mañana", Elena no estaba dispuesta a sincerarse hasta tal punto con su amiga.
Colgó el teléfono y se dirigió al sofá. La actividad de los sábados por la tarde se limitaba a ver películas sobre dramas sociales y familiares, los cuales se acababan resolviendo a consecuencia del amor. El de un padre, el de una madre, el de unos amantes. “Siempre el jodido amor por todas partes”, pensó la mujer. Plan fantástico para un tormentoso día de finales de primavera.
*-*-*-*-*
El joven emergió de la boca del metro situada junto a la estación de trenes. Aunque tenía carnet de conducir, su madre no le dejaba el coche salvo en ocasiones excepcionales. Caminó unos metros hasta una coqueta cafetería. Una voluptuosa rubia, vestida de fucsia, aguardaba en una de las mesas más alejadas de la puerta.
–Qué lástima que no nos hayamos conocido antes. Si llego a saber que mi madre tiene amigas tan guapas le habría robado la agenda.
–Con esos ojazos no se puede negar que eres hijo de Elena. Lo que no sé es de quién has heredado ese desparpajo. De tu madre no, seguro –respondió Marina plantando dos besos cerca de las comisuras de los labios del muchacho.
–Vaya, y encima simpática. Con lo que me gustan a mí las rubias simpáticas.
–¡Oye!, ¿tú has venido a ayudar a tu madre o a ligarme? –preguntó la mujer haciendo un mohín coqueto.
–Pues no sabía que ambas cosas fueran incompatibles.
Tanto Marina como Xavi llevaban tres meses viendo como Elena se marchitaba poco a poco. Nunca había sido una persona muy efusiva, pero la apatía en la que se había sumido últimamente les tenía verdaderamente preocupados.
–Pero si podría ser tu madre –afirmó ella, aguardando una contestación halagadora.
–Vamos, pero si tú debes ser por lo menos quince años más joven que mi madre.
–Pues solo cinco, pero se agradece el cumplido –las miradas de Marina iban cargadas de intencionalidad–. Vamos al tema, ¿has conseguido los recibos?
–Por mí, si vamos directamente al tema, fenomenal. Lo típico suele ser conversar un poco antes pero no me cierro a nada. Si quieres tema vamos allá. Vale, vale, capto el mensaje –la intensidad de la mirada femenina hizo desistir a Xavi de sus intenciones románticas y cambió de tema radicalmente–. Los recibos exactamente no. Mi madre es poco acumuladora y tira todos esos papeles. Me registré con sus datos en la web de la empresa de telefonía. Con lo de la factura electrónica he podido imprimir el desglose de las llamadas de Abril –el joven extrajo un papel del interior de su chaqueta, extendiéndolo sobre la mesa.
Marina había percibido un cambio muy brusco en Elena desde el mes de abril. Había decidido contar con Xavi para intentar los dos ayudar a resolver aquello que entristecía a su amiga y estaba segura de que fuera lo que fuese, todo había comenzado aquel mes.
–¿Este número de móvil sabes de quién es? Llamó cada dos o tres días –preguntó Marina posando una uña roja sobre el número indicado.
–Ese no cuenta, es mi teléfono. Aquí hay otros tres que se repitieron varias veces. Todas líneas fijas.
Marina extrajo su terminal del interior de su bolso. Sin dilación, marcó el primero de los tres números indicados por Xavi.
–Este no creo que nos sirva. Es de Amnistía Internacional, el número de la centralita. A lo mejor su amigo trabaja allí, luego lo vemos –comentó Marina mientras volvía a marcar en su móvil–. El colegio, me ha contestado el conserje.
–El tema de sus compañeros ya lo investigué yo. Solo tiene amistad con una tal Amparo. Hablé con ella y dice que no se relacionó con ningún profesor en Febrero ni en Marzo —dijo Xavi sonriendo provocativamente a la mujer.
–En el tercero me ha contestado un chico muy simpático y me ha dicho que era la Casa Profesa o algo así. Me ha dado vergüenza preguntarle qué leches era eso –dijo mientras se limpiaba una gota de café de sus carnosos labios.
–Te la iba a limpiar yo. No me has dado tiempo.
–¿Cómo me la ibas a limpiar? –preguntó la mujer acercando mucho el rostro al del muchacho, provocando que se ahuecase su escote.
–Hay varias técnicas, pero mi preferida es esta… –el joven acercó su propia boca a la de Marina y tras dedicar una lasciva mirada al escote, sacó la lengua intentando lamer el labio inferior de la mujer. Ella, anticipando el movimiento de Xavi, retiró velozmente el rostro.
–Me… me voy… a tener que andar con cuidado contigo. Vaya con el niño –la mujer había enrojecido visiblemente ante la osada acción del hijo de su amiga.
–Si te parece bien podríamos ir a tu casa. Podemos investigar eso de la casa esa en internet –el joven disparó seguro de que la bala daría en el objetivo.
–No sería muy adecuado que una mujer mayor lleve a jovencitos a su piso. Los vecinos podrían hablar.
–Podemos ir a mi casa, pero a lo mejor a mi madre no le parece buena idea que investiguemos sus llamadas recibidas –dijo Xavi sonriendo de manera seductora, al tiempo que extendía la mano hacia Marina–. Además, no pareces de esas a las que les importa la opinión de los vecinos.
–Vale, pero lo miramos y te marchas. No quiero líos.
–A una cola me invitarás , ¿no?
Marina abrió la puerta de su piso, apartándose para que el joven pasara primero. En el coche de la mujer el trayecto había sido de pocos minutos en los que la tensión se podía palpar en el aire.
–Pasa al salón, enseguida vuelvo.
La mujer sintió la mirada de Xavi deslizarse por todo su cuerpo. Sabía que aquellos pantalones Camel se adherían perfectamente a su talle y su trasero haciéndole una forma muy bonita. El suéter, sin ser muy ajustado, tenía un coqueto escote que permitía entrever el comienzo de sus grandes senos.
–Te podrías cortar un poco ¿no? Me estás violentando con tu escaneo.
–Perdón, no sabía que mirar estuviera prohibido. Si no fueras tan guapa…
Con un bufido, la mujer se giró encaminándose hacia su dormitorio. No tenía muy claro qué hacer allí, pero necesitaba unos segundos de intimidad. Refrescarse el rostro y regresar sería la mejor opción. No quería que el joven se impacientase y terminase por acudir a la intimidad de su habitación.
–Si me indicas dónde está el ordenador puedo mirar el tema y marcharme en cuanto desees –el cambio de actitud en Xavi fue claramente perceptible para la mujer–. Creo que mi presencia aquí te pone algo nerviosa.
–¿Nerviosa? Ja. Ven por aquí –Marina se adelantó mostrando el camino a un pequeño despachito. No se iba a dejar amedrentar por un jovencito, por muy bueno que estuviese–. Es pequeño pero cabremos los dos sin problemas. Ahora traigo una segunda silla.
–No te preocupes, si tienes cosas que hacer ya lo miro yo solo. No quiero que mi cercanía te altere.
–Mira chavalín, para cuando tú vas yo ya he vuelto. Mucho tendrías que mejorar para lograr…, nada, déjalo. ¿Quieres una cola? –preguntó la mujer entrando de lleno en el juego del avispado joven.
–¿No te molesta tomarte algo con un crío?
–Muy crío no se te ve, además tomo algo con quien me da la gana –sin saberlo Marina se estaba enredando en la tela que había tejido Xavi a su alrededor. Él había forzado que ella tomase la iniciativa para ver hasta dónde llegaría aquella guapa rubia.
–Bueno, si es así, una Coke por favor.
Marina se marchó dejando al joven solo frente al ordenador. “Estoy en mi casa, en mi terreno, no hay motivos para no tenerlo todo bajo control. Además no hay nada de malo en coquetear un poco si se mantienen unos límites de seguridad”, reflexionó la mujer cambiando de dirección de la cocina al dormitorio. Había decidido ponerse algo más cómodo y que de paso le permitiese mostrarse más sensual.
No deseaba comenzar algo que pudiera írsele de las manos. “A cualquier mujer le agrada sentirse deseada y más si es por un jovencito macizo”, se dijo Marina comenzando a sentir un hormigueo en el estómago. Escogió un pijama para andar por casa que tenía un bonito escote. Se estaba despojando de su suéter cuando se abrió la puerta.
–Lo siento, debería haber llamado antes. Es que no te encontré en la cocina –Xavi miraba pícaramente el busto de Marina, la cual intentaba cubrirse con la prenda que se acababa de quitar–. Ya he encontrado lo de la Casa Profesa. Por cierto, bonito sujetador si me lo permites.
–Me… me iba… a poner algo más cómodo –respondió titubeante, una Marina con mucho mundo que no se ruborizaba fácilmente, pero aquella mirada sobre sus senos le quemaba.
–¡Pero no intentes tapar algo tan bonito! –Los ojos de Xavi se clavaban en la blanca piel que el sostén permitía ver—. ¿Te sonrojas?, no me digas que una preciosidad como tú no recibe piropos a diario.
–¿Por qué no tomamos ese café? –dijo Marina irguiéndose desafiante una vez recuperada de la impresión inicial—. Y deja de decirme esas cosas… me… me incomodas…
–Cola, era una cola. No sé si me podría contener si permanezco más tiempo aquí. Las rubias espectaculares hacen que pierda el control y no puedo callarme. –Él se iba acercando lentamente al cuerpo de la mujer que seguía sosteniendo el suéter en una mano a modo de improvisado escudo.
–¡Para! –Con su mano libre sobre el pecho masculino, frenó el avance de Xavi. Bajó la mirada como queriendo recapacitar sobre su siguiente paso. Elena era su amiga, pero su hijo estaba buenísimo y le estaba provocando unos aleteos de mariposas en el estómago que la tenían atontada.
El joven posó dos dedos sobre el mentón de la mujer obligándola a alzar el rostro. Las miradas se enfrentaron. El deseo y la duda se mezclaban en los ojos de ella. Los de él transmitían serena determinación.
–Dímelo ¿quieres que me marche o quieres que me quede? –Marina mantuvo un mutismo absoluto ante la pregunta. Se limitaba a mirar aquellos ojos verde azulados como si estuviera en trance. – Tomaré el silencio por una invitación a quedarme.
Con delicadeza, el joven aferró el suéter de Marina estirando suavemente hasta que cedió. Con un gesto de indiferencia lanzó la prenda sobre la cama. Ella continuaba tapando su exuberante busto con los brazos cruzados. Xavi aferró con sus manos las muñecas de marina, haciendo que esta colocase los brazos en cruz.
Rápidamente, la boca de Xavi fue al encuentro de la de la mujer. La indecisión inicial hizo que Marina no colaborase activamente, cerrando los dientes con fuerza. Intentaba impedir la entrada de la lengua masculina como un postrero arrebato de dignidad.
–Mira, esto no es buena idea, será mejor que lo dejemos –rogó Marina consiguiendo por unos segundos liberar su boca de los besos del joven –No es que no lo deseara, pero se negaba a facilitar tanto las cosas.
–Vaya, ahora quién es la cría. Bien que te gustaba sentirte deseada. Dar pie para luego frenarte en seco tiene un nombre –dijo Xavi intentando provocarla.
–¡A mí no me llames calientapollas! –la bofetada resonó por todo el dormitorio. El joven ni siquiera se inmutó, de hecho esperaba aquella reacción. Tras el guantazo, ella aferró a Xavi de la nuca y aplastó violentamente la boca contra sus labios. La lengua, que hacía poco tiempo había estado a resguardo tras los apretados dientes, tomó ahora la iniciativa explorando todo el interior de Xavi.
Las manos del joven recorrían, una y otra vez, toda la piel de la espalda de Marina. Ella, extasiada por el beso, tan solo podía aferrarse con fuerza a su cuello.
No tardaron los dedos en abrir el cierre del sujetador. La boca del joven cambió de objetivo. Lamió con deleite todo el cuello, desde el inicio de la oreja hasta el final de la clavícula. El sostén fue deslizándose brazos abajo, en el momento que Marina cesó en el fuerte abrazo a Xavi. Alejándose ligeramente de la mujer, la observó admirativamente.
–¿Qué miras?
–Pues lo buena que estás –dijo Xavi recibiendo un mohín de disgusto por parte de la mujer—. Mejor si digo que admirando tu belleza, ¿no?
–¡Sí, suena bastante mejor! –rio ella, halagada en el fondo por despertar aquella actitud en un jovencito.
A partir de ese momento los besos y las caricias se sucedieron sin fin. Él, con su torso fuertemente apretado contra la espalda de Marina, besaba su cuello, mientras amasaba los grandes senos con sus manos. Ella arañaba mimosa el rostro del muchacho con una mano mientras con la otra delineaba con las uñas el bulto de la entrepierna.
Las ropas no tardaron en desaparecer, dejando en cueros aquellos fogosos cuerpos. Xavi continuaba detrás de Marina. Aquella postura era ideal para disfrutar a placer de esos gloriosos pechos. Ella con una mano había logrado encajar la cálida virilidad entre sus nalgas. Aquella palpitación, aquella dureza y aquel calor entre sus glúteos la enardecían.
Poco tiempo aguantaron aquel juego. A él le encantaba aquel remedo de masturbación con el culo de Marina, a ella también, pero ambos sentían que necesitaban algo más, que debían pasar a la siguiente fase.
Fue ella quien, tomando la mano de Xavi, lo condujo hacia la cama. Observar el atlético cuerpo del joven volvió a producir aquellos sentimientos enfrentados. De un lado debía ser sincera consigo misma y reconocerse que hacía más de veinte años que no se tiraba a un tío tan macizo. De otro, aquella esbeltez le recordó la escasa edad de su amante y por ende su procedencia.
–¿Dudas? –preguntó Xavi ante la mirada contrariada de la mujer–, o tal vez no soy de tu gusto.
Fijar la vista en aquella orgullosa lanza que cimbreaba inquieta fue todo lo que necesitó Marina para dejar a un lado los remordimientos de conciencia. “Ya me torturaré mañana, ahora a disfrutar”, se dijo al tiempo que se tumbaba de espaldas sobre la cama.
Xavi la observó desde arriba, como un cazador a su presa. Debía admitir que era una preciosidad. Tal vez tenía exceso de curvas para lo que se estilaba ahora, tal vez su negrísimo pubis afease el conjunto al compararlo con su cabello, pero eran minucias al compararlas con la sensualidad que emanaba de cada poro de su piel. “Aquí hay mujer para darme un banquete.”, pensó Xavi indicando con un movimiento del dedo que cambiase de posición, mostrándole su parte posterior. Admiró ahora la espalda y el trasero que tan bien habían encajado con su parte anterior. Las caderas rotundas, el culo redondo y suficientemente alto, contrastaban con la estrecha cintura dando al conjunto un aire de ánfora.
–¿Te gusta lo que ves? –preguntó Marina aguardando una respuesta halagadora.
–Vaya, vaya, si nos ha salido presumida la rubita –Xavi delineaba con la yema de un dedo toda la columna de la mujer hasta que este se perdió en el interior del valle de los glúteos, hasta llegar al esfínter femenino, el cual punteó suavemente con el dedo—. Pues sí, me encanta lo que veo.
–¡Capullín! –se quejó sin mucha convicción la mujer.
–Pues también sabes de maravilla. –Xavi alternaba estas palabras con suaves mordisquitos en las nalgas de Marina, mientras su inquieto dedo descendió, acariciando ahora los labios mayores de la mujer.
–Estoy segura que acaricias y muerdes de maravilla, pero yo que tú me dedicaría a otras cosas antes de que me muera de ganas –los minutos de sensuales caricias se habían terminado haciendo eternos para la ardiente mujer.
Marina, sin esperar respuesta, se tumbó de espaldas aguardando a que él diera el siguiente paso. Xavi negó enérgicamente con la cabeza ante la confusión de ella.
–No se te habrá pasado por la cabeza que tú vas a ir debajo ¿no? Un monumento como tú merece la pena ser admirado. –Xavi deseaba ver cómo brincaban aquellos pechos mientras le cabalgaba, pero supo contener su lengua antes de meter la pata.
Se tumbó junto a Marina, aguardando expectante a que ella aceptase el reto.
–Estás salido perdido –sentenció ella sentándose a horcajadas sobre las caderas masculinas y ayudando con su mano, a que aquella cálida carne la llenase por completo—. A mí no me la das, sé perfectamente qué significa esa sonrisilla.
Con lentitud, Marina se fue dejando caer empalándose a sí misma de la manera más dulce del mundo. Un tenue jadeo brotó de sus labios cuando su pubis hizo tope, indicando que toda la longitud del pétreo miembro se encontraba en su interior.
Aquel momento fue el último de cierta calma. Instantes después se desató un huracán de movimientos y una tormenta de sensaciones. Marina inició un galope como si aquella fuera a ser la última vez que hiciera el amor. Xavi se deleitaba, observando el bamboleo hipnótico de los pechos, se estremecía mirando aquel rostro desencajado y apenas sentía las uñas clavadas en su pecho. Todo el tacto de su cuerpo se había concentrado en su miembro, que podía sentir cada fricción con las paredes de la vagina, toda la humedad reinante allí dentro y el agradable calor que emanaba.
El espectáculo de las tetas brincando descontroladamente le superó, debían ser suyas. Estiró los brazos y apresó los pezones entre sus dedos. Si ya estaban grandes y erguidos cuando los tomó, a los pocos tirones habían multiplicado su longitud y su dureza.
—¡Eh!, trátalos con cuidado.
—¡Ufff, es que me descontrolo, eres tan… tan… tan mujer…
—¡Pues soy toda para ti! —respondió descontrolada por la excitación, sintiendo cómo se acercaba precipitadamente el primer orgasmo—. ¡Síiii, síiii, síii! –gritó mientras sentía cómo se contraía cada músculo de su cuerpo.
Xavi aprovechó y la atrajo hacia su pecho sobre el cual cayó derrengada.
—Oye, ¿y eso de tan mujer…?
—Ja, ja, ja, las chicas de la universidad, que no te llegan ni a la suela de los pies. —Intentó calmar la acelerada respiración besando el rostro de Marina y acariciando su espalda en lentas pasadas.
—Ya, ¿qué pretendes?, ¿halagarme? –preguntó desempalándose y pegando un apretón en el tallo de la polla de Xavi.
—Te lo digo completamente enserio.
—¿Y qué tal se defienden las veinteañeras con esto? –preguntó antes de inclinarse y posar un beso sobre el glande. Luego sacó la lengua y lamió en lentos círculos la purpúrea cabeza. Alzó la mirada clavando sus ojos en los del joven y sacó su lengua al máximo, iniciando una lenta lamida desde los testículos hasta la punta de la verga.
—Ufff, vaya lengua…
—¿Las universitarias no la chupan así? –preguntó, con tono rasgado, cerrando los ojos y frunciendo los labios.
—Me importan un bledo las universitarias… esto no lo cambio por nada del mundo. –Xavi tuvo que tragar saliva para poder pronunciar aquellas palabras.
Marina había vuelto a sacar la lengua y rodeaba con ella toda la corona del prepucio, ayudada por la mano que tiraba de la piel de la polla hacia abajo.
—Podría pasarme el resto de la vida así, esa boca es el paraíso.
Marina enardecida por las palabras de Xavi se metió la verga en la boca y fue bajando hasta que logró introducírsela por completo. Ascendió, dejando un reguero de babas y volvió a enterrársela hasta la garganta.
Xavi, mientras tanto, la agarró de las caderas y la colocó sobre su cuerpo. Ahora tenía aquel monumental trasero a milímetros de su boca.
—¿Y eso? –preguntó Marina tras sentir el respingo que había dado la polla.
—¿Tú qué crees?, tener la cara entre tus muslos me pone malo.
—¿Y qué vas a hacer ahora? –preguntó ella sensualmente.
Marina sintió la calidez entre sus nalgas y creyó morir de placer cuando la lengua comenzó a juguetear con su entrada. Ya no se sentía con fuerzas para seguir saboreando el miembro. Lo único que podía era masturbar mecánicamente con su mano y gemir pidiendo más:
—Sí, cómetelo todo, así, así, cómetelo todo. –Marina se tenía por una persona moderada en sus expresiones, pero Xavi la estaba llevando de nuevo al cielo y comenzaba a perder cualquier control que hubiera podido tener—. ¡Hmmm, síiii, cómemelo todo…! –gritó llevando su culo hacia atrás y enterrando el rostro de Xavi entre la cálida y turgente carne de su vulva.
Él, como respuesta, amasó apasionadamente el prieto culo.
—¡Vas a hacer que llegue otra vez!, ¡Dios, qué lengua !—gritó mientras Xavi se adentraba más en su rajita
Fue muy delicado, delineando en lentos círculos los labios menores y la entrada a la vagina. Cambió la lengua por uno de sus dedos mientras descendió hasta apresar el clítoris entre sus labios.
—¿Te gusta?
—¡Síiii, síiii, síii! ¡No… no pares…!
El segundo orgasmo para Marina se acercaba rápidamente. Cuando sintió las primeras oleadas de placer, apretó más el trasero contra la boca que le succionaba el clítoris. El dedo se insertó por completo en su vagina al mismo tiempo que su cuerpo completamente descontrolado se estremecía de pies a cabeza.
–¿Y ahora? –preguntó la mujer minutos después de haberse tumbado derrengada sobre el lozano cuerpo. Aún mantenía la erecta virilidad en su mano cuando preguntó—: Habrá que hacer algo con esta, ¿no?
—¿Y qué se te ocurre?
—Hmmm, se me ocurren un montón de cositas, pero tendrás que esperar a que me recupere. Las desventajas de tener dos orgasmos tan seguidos.
—Vaya, si lo sé te dejo insatisfecha… —sonrió Xavi pellizcando cariñosamente una nalga.
De repente, Marina se levantó de la cama y corrió al baño, del cual
Regresó al poco tiempo llevando una botella de aceite corporal en la mano.
—Vaya, ¿ya te has recuperado?
—No, pero si vas a hacer que me sienta culpable, tendré que sobreponerme –dijo tras arrodillarse entre las piernas abiertas de Xavi—. Las de veinte tendrán más aguante, pero seguro que no te hacen estas cositas.
Marina, poniendo su cara más sensual, vertió aceite sobre sus senos y comenzó a masajeárselos ante la atenta mirada de Xavi, que si ya consideraba sus tetas preciosas, cuando las observó brillantes por el aceite, no pudo reprimir las ganas de pajearse lentamente.
—Eh, esa déjala que ahora le daré yo mimitos.
Poniéndose a cuatro patas, comenzó por posar sus tetas sobre los pies de Xavi, presionando con ellas todo el empeine. Fue subiendo por una pierna y luego por la otra sin dejar de acariciar con sus pezones, masajear con sus carnes y lamer con su lengua.
Cuando sus pechos estuvieron a la altura del durísimo miembro de Xavi, se alzó ligeramente permitiendo que sus tetas colgasen libres. Comenzó a moverse de lado, haciendo que sus prodigiosas mamas aplastasen la verga del muchacho.
Para Xavi, sentir aquella carne masajeando su polla y observar el par de tetas brillantes por el aceite fue insoportable. Las agarró firmemente y colocó entre ellas su estaca.
Marina cambió de movimiento y comenzó a avanzar y retroceder permitiendo que sus tetas pajearan al joven. Agachó la cabeza logrando a duras penas dar algún lametón a la punta del glande.
—Me… me voy… a correr…
—¡No, no, espera!
Liberó la polla de su abrazo y gateó hasta colocarse sobre las caderas masculinas.
Se la metió de un solo golpe, tenía la vagina ligeramente irritada por la penetración anterior, pero no le importó lo más mínimo, la necesitaba dentro. Comenzó un movimiento circular de las caderas sin permitir que aquel falo se saliera ni un milímetro.
Ella tomó las manos del muchacho y las llevó a sus pechos para que los amasara.
—¡Ti… tírame suavecito de los pezones!
Así lo hizo, pellizcó los duros pitones haciendo fuerza y luego tironeó de ellos. Marina, exaltada, cambió los movimientos circulares por un galope tendido en el que su culo se movía arriba y abajo a toda velocidad.
—¡Síii, síiii, me… me… corrooo!
Llegaron casi juntos al clímax, Xavi tan solo segundos después de Marina. Para él era la primera vez que se corría en el interior de una mujer sin usar condón y disfrutó a placer de cada una de las cinco convulsiones que sufrió su virilidad.
—Ufff, qué pasada, eres una maravilla –dijo Xavi recibiendo sobre su pecho el cuerpo laxo de Marina.
—Tú no has estado mal del todo. –El joven sonrió ante la pose altanera de la mujer, la cual cubrió los dos cuerpos con la sábana—. ¿Te quedas un ratito?
—Vale, pero si me dices realmente cómo se te ha quedado el cuerpo.
—Ja, ja, ja, tú eres un cabroncete, ¿qué quieres, que te regale los oídos?
—¿Y ahora qué hacemos? Me gustaría volverte a ver.
–Ahora lo que deseemos ambos en cada momento. Pienso seguir haciendo mi vida y espero que tú también hagas la tuya –ambos se miraron fijamente. Los pensamientos iban y venían intentando calibrar las consecuencias reales de todo aquello. Podía ser todo muy sencillo o muy complejo. –No merece la pena.
–¿No merece la pena? No te comprendo –dijo Xavi alerta.
–Agobiarse, que no merece la pena. Ya veremos qué nos trae todo esto –Marina apoyaba la cabeza en el hombro del joven mientras acariciaba suavemente su torso con sus uñas rojas.
Continuará.
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