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El Vecino de enfrente

Aquella tarde había vuelto a suceder, yo estaba en mi habitación estudiando cuando noté como si alguien estuviera observándome. Sentía una enorme sensación de sentirme vigilado. - ¿Quién estará mirándome?



Muy despacio levanté la cabeza de mi libro y miré por la ventana que esta frente a mí. ¡Sí!. Allí estaba él. Como imaginaba era José Luis, el vecino del tercero, que aprovechando el patio de luz y que su piso estaba frente al mío, estaba mirando a través de los cristales. Aunque al momento que vio que yo levantaba la cabeza, la cortina de la ventana se cerró. ¿Qué miraría?.



José Luis es un hombre de unos setenta años, eso dice mi madre, aunque aparenta menos, que vive solo en el piso. Hace como un año y medio que murió su mujer y desde entonces vive solo.



No sé por qué me hizo gracia que José Luis me estuviese espiando. ¿Por qué lo hacía?. También pude observar que José Luis no llevaba puesta la camisa, estaba desnudo en la parte de arriba.



Joder, no podía dejar de mirar de vez en cuando hacia arriba. Sabía que estaba allí. Joder, llevé mi mano a la entrepierna y la tenía mocillona, estaba creciendo. Quizás el imaginar el pecho de mi vecino, con aquellos pelos blancos, acariciándolos, pasando mi mano por ese pecho curtido. Sin pensarlo dos veces separé un poco la silla de la mesa donde me encontraba y después de levantar un poco la camiseta acaricié el bóxer blanco que llevaba puesto como única prenda de la parte de abajo.



Estaba ahí, lo notaba e incluso lo veía. A los pocos minutos ya no disimulaba, ya estaba en la ventana de una forma descarada. Yo no levanté la cabeza por lo pronto. Pero llevé de nuevo mi mano a la entrepierna, las abrí bastante y de forma inmediata saqué un poco de mi polla por un lado del bóxer, al tiempo que aún me separaba un poco más de la mesa, para que él pudiese observarme mejor.



Parte de mi polla se veía por un lado y acerqué mi mano a la punta, pasé mi dedo, los posé y tiré de la piel hasta dejar la cabeza fuera.



Madre mía, estaba creciendo de una forma vertiginosa. Ya no podía contener el crecimiento de mi rabo, que después de dos caricias estaba completamente tieso y duro. Debía hacer algo, quería que él lo viese y que notase que lo estaba viendo, así que no disimulé más. Levanté la cabeza, miré hacia la ventana y sonreí. Allí estaba él, con los ojos muy abiertos, mirando cómo me la acariciaba.



Él también sonrió al ver cómo lo miraba, e incluso me pareció percibir un leve movimiento que me inducía a pensar que me estaba invitando a subir a su habitación. Antes de subir aún quise provocarlo un poco más, así que me levanté, me volví espaldas a él, cogí el pantalón de un chándal que había tenido puesto esa tarde y lo solté delante de mí. Luego bajé mi bóxer, dejando ver mi culito, hasta quitarlo. Estaba convencido que José Luis estaba con la polla en la mano. Me agaché, lo hice sólo para provocarlo un poco más, para que pudiese ver mejor mi culo, cogí el pantalón y me lo puse sin nada debajo.



- Mama, salgo un momento.



Comencé a subir las escaleras para llegar hasta el siguiente piso. Mientras lo hacía acariciaba mi paquete. Quería que cuando entrara en la casa estuviera completamente tiesa, aunque temía encontrarme con algún vecino por las escaleras. Llamé a la puerta y no tardó mucho en abrirse la puerta. Allí estaba él, sonriente, con el torso desnudo y abajo sólo un pantalón corto.



- Hola Raulito - Hola José Luis - Pasa. Sabes, estás muy guapo.



Yo no contesté, pero nada más cerrar la puerta noté cómo una mano acariciaba mi culito de forma suave.



- ¿Te apetece algo de beber? - ¿Una cerveza? - Sí, me parece que tengo. Ven al salón y te la traigo. Siéntate.



José Luis desapareció del salón, nada más hacerlo yo puse en posición mi paquete de forma que el bulto de la polla, que había bajado un poco de tamaño, y los huevos quedasen bien a la vista. Subí un poco el chándal, y puse la polla al lado derecho. No había terminado aún cuando apareció con dos latas de cerveza, y una lata de frutos secos en la mano. Lo puso sobre la mesa y se sentó a mi lado. Sus piernas también tenían bastantes pelos blancos que me gustaban, e incluso imaginé cómo serían los de su polla. Seguro que eran también canosos.



Miré hacia su entrepierna y un leve bulto aparecía sobre el pantalón corto



- - ¿Has estado alguna vez con un hombre?.- preguntó. - Sí, he estado con algunos amigos. - Pero con alguien de mi edad. - No. Nunca. - ¿Sabes una cosa?. Para mí es la primera vez. Nunca estuve con un hombre. Me gustaron y me gustan mucho los hombres. Creo que siempre fui gay. Pero nunca estuve con ningún hombre. Además pensé que me moriría sin estar con ninguno, cuando una tarde, hace un par de meses te descubrí a ti, que estudiabas frente a mi ventana... - ¿Tanto tiempo y no te había visto? - Sí, mucho tiempo, pero nunca te había visto como hoy. - - Mientras hablaba yo pensé que nunca se decidiría, así que acerqué mi mano a su pierna y la acaricié. Al posar mi mano noté como un escalofrió intenso que hizo que sus vellos se pusieran completamente tiesos. Me sonreí y acerqué mis labios a su pecho. - - - ¿Te gusta? - Sí. - Dame tu mano



- - Agarré su mano y la puse sobre mi pierna, moviéndola yo sobre mí. Aún estaba más nervioso cuando fui subiendo su mano hasta posarla sobre mi paquete, mientras continuaba acariciando su pecho con mis labios. Mmmm. Me gustaba aquel tacto, aquel aroma, aquel sabor. Más cuando notaba que mi polla estaba siendo atrapada por aquella mano tímida que a marcha rápida iba adquiriendo soltura y ya se paseaba alegremente por mi entrepierna acariciando mis huevos, mi polla que se había puesto completamente tiesa y dura, pegándose a mi barriga de forma inmediata al primer movimiento que el vecino hizo sobre ella. - - - Quítate el pantalón.- Le dije.



- - Y él no tardó en obedecer a mi requerimiento, quedándose sólo con unos grandes calzoncillos blancos que dejaban ver los huevos por los lados. Él abrió las piernas dejando ver aún con mayor claridad los huevos que apenas tenían pelos, creo que ya habían desaparecido todos. Eso me puso aún más cachondo, así que sin pensármelo dos veces bajé mi cara y la froté por los calzoncillos, notando un olor nada desagradable y una dureza, que terminaba en unos gordos y blandos huevos, por los que pasé mi lengua. Aún por encima del calzoncillo. Luego acerqué mi lengua a su ingle y la lamí, acercándome a sus huevos. - - - ¿Te gusta? - Sí me gusta mucho. Tienes una polla muy dura. Quítate el chándal. - De acuerdo. Lo haré. Ayúdame tú. - - Yo levanté mi culo, presionando mi espalda sobre el sofá y él tiró del chándal dejando aparecer mis cojones pegados a mi polla dura y tiesa. Su mano había hecho milagros. - - - ¿Quieres chupármela?.- preguntó - ¿Te gustaría?. - Mucho. Hazlo. Mientras yo meneare tu polla. Me encanta tenerla entre mis dedos. Está muy caliente. - - Yo no quité sus calzoncillos. Simplemente saqué la polla por un lado y la meneé un poco para que fuese creciendo, para que se pusiese un poco más tiesa. Era grande, aunque los años habían hecho en ella mella y permanecía a medio crecer. ¡Te la pondré como una piedra, cabrón. Aunque sea lo último que haga!. Sin pensarlo dos veces me la metí en la boca y comencé a lamerla, sintiendo cómo iba creciendo al tiempo que mi lengua pasaba por su cabeza, mis dedos por sus huevos y mis labios la abrazaban completamente. - - Lo estaba consiguiendo, la polla crecía y endurecía tremendamente en mi boca. Nunca pensé que fuese tan grande y sobre todo tan gorda. Yo chupaba, lamía, tragaba y mis dedos acariciaban sus huevos e incluso fui un poco más allá y comencé a acariciar su culito. Él meneaba con fuerza mi polla de forma inexperta pero fuerte, consiguiendo que mi verga se pusiese al máximo. - - Mi mano llegó hasta su culito, sus carnes no eran muy apretadas pero me daba muchísimo morbo acariciarlo así que le pedí que se echara sobre el suelo, que levantase sus piernas un poco, con lo que apareció ante mi un oscuro ojal sobre el que me apresuré a posar mi boca. Mis labios lo recorrieron y mi lengua llegó hasta su ojete y lo acarició ante un jadeo del vecino.



- - - ¿Te gusta verdad?. ¿Quieres que te folle?. ¿Qué meta mi polla? - Sí, hazlo. Quiero ser tuyo. Quiero que me folles.



- - Yo no contesté. Acerqué mi boca y solté un poco de saliva sobre el culo de José Luis, luego metí un dedo y esparcí la saliva para hacer que esta se convirtiese en lubricante. Más saliva y la punta de mi polla mojada, lubricada por el meneo que mi vecino le había dado.



- - Puse sus piernas sobre mis hombros y la punta de la polla se paseó por el agujerito, fue acariciándolo, apretando poco a poco hasta que fue entrando en el culo.



- - - Ahhhhhhh. Me duele un poco. - Tranquilo, pronto disfrutaras como nunca has gozado.



- - Mientras lo decía agarraba su verga y comenzaba a menearla y apretaba la mía en el culo, sintiendo pronto la sensación de que la apretaba algo caliente. Primero poco a poco, luego un poquito más fuerte, hasta que toda mi rabo estuvo dentro de su culo.



- - - Ahh. Me duele, pero me gusta. Sigue. Sigue. - Sí. Seguiré. Pronto sentirás mis huevos en tu culo. - Ahhhh. Métemela toda. Toda. Toda.



- - Me moví, me senté, abrí las piernas y le dije a mi compañero de follada que se sentara sobre mi verga. Que se sentara frente a mí, porque quería morder sus labios mientras me lo follaba y meneaba su polla. Quería que los dos nos corriéramos al unísono. Cosa que sucedió en pocos minutos, yo dentro de su culo y él en mis manos. Aún estuvimos un tiempo con mi polla en su culo y besándonos. - - Desde entonces hemos hecho el amor varias veces en semana y lo único que temo es que un día desaparezca José Luis. No se si soportaría perder mi primer amor a los 19 años.


Datos del Relato
  • Categoría: Gays
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