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Categoría: Confesiones

El tren

Durante muchos años viaje todos los días en tren, donde entre el apriete de las otras personas que viajaban y los movimientos propios del tren me pasaron cosas que, hoy aunque ya han pasado muchos años, aún recuerdo. Tantas cosas que podría escribir un libro de las veces que se me paró la pija porque toqué un culo o una mano o un culo tocó mi verga.

Hoy contaré la historia que más ha quedado en mi memoria, no porque fue algo totalmente rápido, sino porque fue algo distinto a lo que tantas veces me pasó. Generalmente cuando sentía que una mujer me tocaba o apoyaba su culo en mi entrepierna, comenzaba una conversación y después de vernos en más de una ocasión terminábamos acostada en una cama y teniendo sexo, o lo teníamos, de pie, en algún sitio oscuro. Es decir el tren solo servía como lugar de encuentro, de toqueteo, de apoyada, de calentamiento mutuo ya que en muchas ocasiones, la mujer que fuese con la que estaba aprovechaba los movimiento del tren para saber si mi pija estaba dura o no, o como las veces que bajaba ella primero a fin de estar uno o dos escalones debajo y apoyar su espalda en mi verga, magreándomela, pero de acabar en el tren nunca.

En el tren a más de una había hecho acabar con mis manos, pero con mi boca o con mi verga a ninguna y ninguna me había hecho acabar a mí.

Esta vez la cosa fue así, yo regresaba de trabajar, era uno de los últimos trenes del día y subí detrás de una mujer, a la que, por lo menos de atrás, le daba unos treinta años. Ella estaba con una camisa, y una pollera de jean, que apenas le llegaba a la mitad del muslo, por lo cual dejaba ver lo hermosas que eran sus piernas. Subimos en donde se unían dos vagones, por lo que solo podía subir una persona por vez y al llegar arriba nos dimos cuenta, obvio ella antes que yo, que tanto en el vagón en el que subimos como en el de atrás no había luz. Esto a mí me alegró porque si se quedaba en ese o solo retrocedía uno no habría luz y yo ¡podría ver la luz!, jejeje.

Lo cierto es que ella llegó a un par de asientos enfrentados y se agarró de uno de ellos para rotarlo, yo aproveché y coloqué mi mano sobre a suya e hice la fuerza necesaria para girarlo. Ella agradeció y se sentó al lado de la ventanilla y yo del lado del pasillo. Después de lo cual no quedó otra que presentarnos y eso hice. En lo que el tren tardó en ir desde Chacharita hasta La Paternal, 4/5 minutos, yo ya sabía que se llamaba Teresita, que era enfermera y que volvía tarde de trabajar porque había cambiado la guardia con la enfermera que estaba de guardia a la tarde, porque esa mañana ella tuvo que hacer unos trámites.

Hablábamos bajito para no despertar al hombre que detrás nuestro dormía, pero por el ruido del tren cuando uno hablaba, el otro acercaba su oreja

Cuando el tren salió de la paternal, yo me di vuelta para preguntarle otra cosa, pero como ella no giró su cabeza, me encontré con sus labios y obvio, nuestros labios se unieron, fue tan intenso el beso que me llevó a pensar que seguro ella tenía tanto deseo como yo, que hacía más de una semana que no pasaba nada, aunque después me contó que su entrega era por bronca hacia su pareja. Eso me llevó a pensar que podría pasar algo más, por lo que lleve mi mano derecha a uno de sus pechos y comencé a franelearlo. Como ella siguió besándome yo desabotoné un par de botones de su camisa, saqué sus pechos del encierro de su corpiño y comencé a besarlos; ella no dejó quietas sus manos y comenzó a acariciar mi pierna llegando hasta mi entrepierna y comenzó a acariciar mi verga por sobre el pantalón. Al sentir la desesperación con la que lo acariciaba, lo saque de su cautiverio y, mientras ella lo acariciaba, mi mano derecha subió por el centro de sus piernas y, corriendo su bombacha, comenzó a acariciar su vagina, dejando ir un par de dedos dentro de su cueva.

En un momento dado, separó sus labios de los míos, y mirándome, sin soltar mi verga, me dijo; “hacelo despacio porque me lo vas a hacer perder”, no entendí el perder, por lo cual se lo pregunte y, me dijo; “al bebe, tengo tres meses de embarazo”. Ella saco su cartera, la que había puesto entre ambos cuando nos sentamos, y la puso contra la ventana acercándose más a mí. Volvió a agarrar mi pija, pajeándome, y yo continué haciéndole una paja a ella.

Para mí se la continué haciendo despacio, pero no sé si fue porque mi fuerza no disminuyo o porqué ella quería otra cosa, que soltó mi verga y se paró haciendo que mi mano saliese de su concha y luego se arrodilló o se puso de cuclillas eso no lo sé y comenzó a chuparme la pija, acción en la que perseveró hasta que no solo acabé sino que hasta que no dejó de salirme una gotita más de leche, tragándose todo mi semen.

Cuando esto ocurrió se levantó y se sentó nuevamente a mi lado, me miró y pasándose la lengua por los labios me regaló una sonrisa, y me dijo “gracias, muchas gracias, por darme tu esperma, por hacerme sentir otra vez mujer”.

Yo no supe por qué lo decía de allí que le dije “No, gracias a vos, fue una maravillosa acabada la que tuve”.

Mirándonos empezó un dialogo de este tenor:

—Muchas veces me la chuparon y se tragaron toda mi leche pero con vos fue distinto.

—Debió ser por las ganas que tenía de sentirme mujer otra vez.

—¿Por qué decís eso?

—Porque desde que estoy embarazada no he cogido.

—¿Por qué?

—Porque me peleé con mi pareja, yo quiero tenerlo y él, no. Nos peleamos y se fue.

—¡Que boludo!

—Vos lo dijiste. Perdóname pero necesitaba sentir una pija en mi boca, sentir la leche en bajando por mi garganta y vos llegaste justo.

—¡Qué suerte que tuve! ¿No querés otra cosa?

—Gracias pero eso fue todo.

Nos dimos un beso y vi que el tren estaba llegando a San Miguel. Había pasado casi una hora desde que subimos. El tiempo se me había pasado sin darme cuenta, por lo que apuré el beso y corrí hasta la puerta para bajarme. Cuando su ventanilla pasó a mi lado me dijo nuevamente gracias y nunca más la volví a ver.

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