Continuación…
Él seguía sentado en el sofá recuperándose de la “comida” que le había hecho, mientras yo permanecía en silencio de rodillas frente a él. Se inclinó y con mucha dulzura pasó su mano por mis labios, limpiándolos de los restos de semen. Luego su gesto cambió y con un tono autoritario me dijo: “Levántate y sírveme otra copa. Y para ti también”.
No me creía lo que estaba haciendo. Estaba en casa de un desconocido, completamente desnuda y sin saber cuáles eran sus verdaderas intenciones. No era propio de mí, podría haberme ido en ese momento y haberme olvidado de todo, pero había algo que me lo impedía; no podía controlarme, era él el que lo hacía.
Regresé al salón con las dos copas y me lo encontré de pie mirándome fijamente. Se acercó, agarró su copa y dio una vuelta a mí alrededor sin dejar de mirarme. Se puso detrás y me abrazó por la cintura, llevándome hasta su dormitorio.
Me senté en la cama y él se puso a mi lado. Dejamos las copas en la mesilla y comenzamos a besarnos de nuevo. Él pasaba sus manos por todo mi cuerpo. Me acariciaba mis piernas, subiendo a los muslos, la cintura, la espalda…
Me tumbé sobre la cama y empezó a lamer mis pezones, que estaban erectos de tanta excitación. Me daba pequeños mordisquitos que me hacían enloquecer, bajaba a mi vientre y soplaba suavemente, produciéndome agradables escalofríos.
Noté como su pene se ponía erecto de nuevo y bajé mi mano para acariciarlo, pero en ese momento me agarró de los brazos y me los levantó llevándolos al cabecero de la cama. Con una mano abrió el cajón de la mesilla y sacó una corbata que usó para atarme las manos al cabecero. En ese momento me asusté mucho y le dije que parara, que no quería hacerlo así y que me quería ir a mi casa. Él me besaba y me decía que me tranquilizara, que no iba a pasar nada. Repetía que solo era un juego y que me lo iba a pasar muy bien. Resignada, me dejé llevar.
Siguió con esas caricias que me estaban volviendo loca y bajó hasta mi vagina, introduciéndome sus dedos con mucha facilidad, ya que estaba bastante mojada. De repente, se subió encima de mí y me separó las piernas. Había llegado el momento que deseaba con tanta ansia desde que le vi.
Puso la punta de su pene en mi vagina y fue empujando despacio mientras me decía cosas muy bonitas al oído. Notaba como entraba lentamente, ocupando mi interior. Cuando entró toda, la sacó rápidamente y de un fuerte empujón me la volvió a encajar. Grité de sorpresa y de dolor, y pude ver como él sonreía diciéndome: “Ahora te vas a enterar, zorra”.
Comenzó a bombear rápidamente y con mucha fuerza, entraba y salía sin parar, mientras me mordía los pezones y con sus manos agarraba mi trasero con fuerza. Yo no dejaba de gritar de dolor y de rabia, pero pronto me comenzó a gustar, me excitaba q me tratara así, que me dijera esas cosas, no podía entenderlo, pero así era. Me encontré a mi misma gimiendo de placer y llegando a mi segundo orgasmo.
Él sonreía y me decía: “¿Ves como te gusta? Ya sabía que eras una guarrilla.” Me levantó las piernas poniéndolas sobre sus hombros y comenzó a darme más fuerte aún. Su pene salía y entraba fácilmente de lo mojada que estaba. El empezó a gritar de placer y noté como se estremecía corriéndose en mi interior.
Cayó sobre mí, besándome y diciéndome que era maravillosa y que nunca había conocido a una chica como yo. Después me desató y me abrazó, quedándonos profundamente dormidos.
Al despertar, nos vestimos y me acompañó a casa. Nos despedimos con un simple beso y no quedamos en nada más. Estuve casi un mes sin saber nada de él, hasta que me llamó. Pero eso ya es otra historia…
una tarada , con el cuerpo que tienes yo te me pongo de rodillas para darte una buena mamada por atras y adelante