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Faltaban dos semanas para cambiarme de ciudad por motivos de estudio, comenzaría mi carrera universitaria.
Esa tarde noche me encontraba rabiando por dentro, tenía unas ganas endemoniadas por tener sexo. Me masturbé viendo el video que nos grabamos una amiga y yo en un arranque de locura, pero no funcionó del todo.
Salí al patio y prendí un cigarrillo. Me recosté en el césped y vi como mi suculenta madre cerraba las cortinas de su cuarto, en ese momento escuché a papá llegar a la casa. Solo lo vi dejar su maletín en el sillón y subió rápidamente a su habitación, dónde mamá ya lo esperaba.
Me excitaba demasiado escucharlos mientras cogían, mamá lanzaba unos gemidos fabulosos cada vez que papá la embestía. En ciertas ocasiones olvidaban cerrar la puerta y veía su ritual de apareamiento, verdaderamente majestuoso verlos y sentir la adrenalina por el miedo a ser descubierto mientras me masturbaba hasta correrme.
Ese día mis hermanos estaban en una fiesta, solo estaban mis padres a punto de darse amor y yo, una vez más a escuchar a mamá gemir y en la medida de lo posible, a ver hasta dónde fuera posible.
Me fumé otro cigarrillo y sin hacer ruido para no ser descubierto subí a mi habitación, contigua a la de mis padres. Ya se escuchaban los jadeos que ambos tenían. Salí de mi habitación y fui a ver si la puerta se encontraba abierta, y si, lo estaba. Vi a mamá chuparle el pene a papá, cosa que me puso duro, sin embargo, justo cuando me disponía a sacarme el mío y comenzar a darme placer se oyó un teléfono vibrar, era el de papá.
Lamentablemente, para él, era su jefe y al día siguiente papá tenía algo importante que hacer en su trabajo por lo que dejó a mamá y bajó a su estudio. "Regreso enseguida, niña", exclamó papá.
La luz de mi recámara estaba apagada así que no se dio cuenta que estaba allí dentro. Allí fue cuando se me ocurrió hacerme pasar por mi padre, él y yo tenemos el mismo físico, salvo por el color de piel pero con el cuarto oscuro mamá no notaría la diferencia. Comencé a temblar de adrenalina y cinco minutos después ya estaba en la puerta del cuarto de mis padres.
Mamá se encontraba abierta de piernas, metiéndose sus dedos dentro de su vagina, "eso fue rápido, niño, ¿en qué nos quedamos?, ah sí, ya me acordé", dijo mamá. Agradecí a todas las deidades habidas y por haber que no se dio cuenta que era yo y no mi padre.
Yo sí cerré la puerta y con seguro por si volvía papá. Mamá se levantó, gateó sobre el colchón de su cama y con su dedo me indicó que me acercara. Temblaba de miedo porque no sabía cómo es que papá traía su parte, con o sin vello, y allí podría venirse todo abajo. Mamá tomó mi falo y se lo llevó a su boca, seguro que tenía un máster en chupar verga porque hasta el día de hoy ha sido el mejor oral que he tenido.
Movía su lengua de manera exquisita sobre mi glande, me metía hasta su garganta y sus labios los pasaba por todo el largo que tengo; con sus manos masajeaba mis huevos los cuales también se los llevó a su boca y daba pequeños mordiscos. Tuve ligeras fugas, no podía ocultar mis jadeos, lo disfrutaba al máximo.
Una vez que me dejó la volteé y comencé a restregarle mi pene entre sus nalgas, con mi glande le acaricié su culito a lo que respondió con un ligero "ay, andas travieso hoy, grandote". Se me salió una sonrisa y supe que hacer en el instante.
Inicié el pasar de mis dedos por su vulva y después a masturbarla con intensidad, rápido y fuerte. Su vagina ya estaba húmeda y tomé sus jugos y los puse a las afueras de su culo y usé como lubricante para estimularla. "¿Ay qué rico, pero qué me vas hacer hoy, grandote?", preguntó. Solo seguí moviendo mi dedo medio hasta que entró fácilmente en ella y le di su masturbación anal. Lo disfrutaba, sus gemidos la delataban, ya cada vez que soltaba uno mi pene, que estaba a las afueras de su vulva, punzaba.
Además de recibir mi dedo por el culo ella se frotaba con mi pene y me masturbaba, "tremenda puta que es mi madre", pensé. Tuvo una ligera fuga de sus flujos acompañados de un largo y placentero "ah". "Lo conseguí, hice que se viniera", volví a pensar. "Es hora que me des todo, niño", exclamó. Se acostó en la cama boca arriba y abrió las piernas.
Me puse delante de ella y llevé mi pene a la entrada de su vagina, jugué un momento con ella y con su clítoris hasta que me dijo que era suficiente, que la penetrara. Que sensación tan más maravillosa. Húmeda y tibia, además de su cadencial movimiento de caderas. Era maravilloso, mamá sabía verdaderamente como coger.
La puse en cuatro y la pequeña cantidad de luz que entraba de la calle me permitió ver sus nalgas sudadas, me chupé un dedo y le volví a masajear su culito, y repito, sus gemidos me hacían estallar por dentro. Por años escuchaba como papá se los provocaba pero en esta ocasión era yo.
Quedé encima de ella y volví a entrar, la penetraba con fuerza. Nos volteamos y estando de lado le tomé sus senos y los apreté; nuestras piernas se enredaron pero mis embestidas siguieron más y más fuertes hasta que sentí mi momento de venirme.
Mi cabeza la hice hacia abajo, con la mano libre que tenía jalé un cojín y lo puse frente a mi cara, mis jadeos, mientras llenaba a mamá de mi leche, murieron en ese cojín. Por mi descarga dentro de ella no había problema, mamá estaba operada.
Me cansé, mamá también. Quedó rendida boca abajo con las piernas abiertas. Su respiración era bastante agitada, "te amo", dijo acompañado de un suspiro y se durmió.
Salí de la recámara de mis padres y me fui a bañar, me cambié. Mientras bajaba las escaleras vi a papá, al que después de ese día no volvería a ver igual. Me preguntó por mi hora de llegada, ya que no había escuchado abrir la puerta, obviamente tuve que mentir.
A la mañana siguiente mamá tenía una cara resplandeciente, con una sonrisa de oreja a oreja. En el desayuno se le quedaba viendo a papá perdidamente... "Ay mamá, si supieras que esa cara la traes por mí", pensé...
Jamás lo volví hacer, satisfice mi necesidad de estar con la figura de mamá que tengo (hasta la fecha) y es uno de mis episodios favoritos para recordar cuando me siento solo.
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