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Mi nombre es Roberto y cuando sucedió esta historia era aún joven, si bien no vivía con mis padres, ya que estos se habían divorciado cuando era yo aún muy joven.
El destino me recompenso al ponerme al cuidado de esta muy bella, joven y elegante mujer, quien a partir de ese momento se convertiría en mi madre sustituta, su nombre era Meliá.
Tenía apenas 22 años cuando decidió adoptarme, amiga de mis padres, y durante 12 años había estado al cuidado mío; Así que creo que es justo que empiece a hablar de ella.
Y en ese tiempo contaba con 34 jóvenes años.
Ella era bella, con sus singulares 1.57 cm de altura (yo media 1.85 de alto) su tez profundamente blanca cual leche, esas mejillas rosadas que se cargaba, que en un día de sol podían verse desde muy a los lejos, esa sonrisa perfecta y sus bellos dientes cuales perlas marinas, su perfilada nariz que le daban un aire extranjero, como de europea y esos brillantes ojos café oscuros, que hacían juego con la finura y delgadez de sus sensuales labios y su ovalado rostro.
Envuelta en su elegante manera de vestir y caminar enfundada en trajes, escotadas blusas, apretados suéteres que dejaban ver su marcada figura de mujer joven, falditas cortas, pantalones vaqueros apretados, shorts de mezclilla sensuales.
Que combinaban a la perfección con su cuerpo esbelto y dejaban ver unas bien formadas y paraditas nalgas torneadas, sin cómo olvidar esos muy redondos y enormes pechos, que se dejaban ver por detrás de esos ajustados botones de sus blusas de vestir cuales copas c, que combinan a la perfección con ese cuerpo delgado y tan curvilíneo que se cargaba.
Pero lo que más destacaba en sí de ella y que puedo decir era la locura y lujuria de muchos hombres, además de la envidia de no pocas mujeres y el sueño de demasiados pervertidos era su muy larga, suave, lacia, frondosa, tupida y castaña cabellera.
Que llegaba hasta sus lindos tobillos, cubriendo tan majestuosos y bien esculpido cuerpo entre esas hebras casi color trigo y el cual peinaba de mil maneras.
En forma de rodete, moño, media cola, cola de caballo, en trenza, pero la que más me gustaba a mí era la que se hacía con motivo de alguna reunión importante en su empresa, la cual consistía en peinar ocultando la mitad de su largo cabello, debajo de este, utilizando siempre una diadema dorada para sujetarlo con fuerza.
Eso hacía que se viera con más volumen y brilloso, acto seguido la parte de la coronilla era adornada con un tocado en trenzas y estas a su vez sujetadas firmemente hacia la frente con una especie de anillos para el cabello de color plata, quedando como una corona brillante y como toque final un moño color rojo entre la unión de la diadema y el cabello dividendo la nunca y la parte de arriba de la cabeza.
Todas las noches después de haberse dado un largo baño de tina de agua tibia, salía completamente con el cabello húmedo y suelto, con este aun escurriendo.
Me pedía con una dulce, melodiosa y alegre voz llena de bondad y amor tan fina y frágil si podía cepillárselo para que se secara más rápido, acto seguido con una angelical sonrisa me daba un enorme peine de madera y cerdas suaves y se dirigía con premura hacia una silla alta para que yo y solo yo pudiera peinárselo durante un muy largo y buen rato.
Y era así como durante poco más de 3 horas podía perderme entre sus castañas raíces de acero, juguetear entre sus suaves mechones de miel, inspeccionar cada una de sus finas hebras de oro, zambullirme entre toda esa espectacular cascada de fino y hermosos cabellos.
Y ver la trasformación de este, de un cabello simple, caído y mojado a un terso, suave, manejable y voluminosa cabello natural seco, que hacía resplandecer más su color cuando se terminaba de peinar.
Entonces me gustaba contemplar fijamente el final de mi trabajo, donde una nariz perfectamente respingada, una piel puramente blanca y un rostro tan bello y llamativo como el de ella hacían juego con una exuberante, frondosa y larga melena castaña caída en cascada, daban molde a la inigualable belleza de mujer que era mi madre sustituta.
Ella era bella, bondadosa, hermosa, amorosa, gentil, única y de un buen corazón, también era una mujer firme, fuerte, no era estricta pero si era de carácter valiente, era, como a mí me gustaba decirlo, ¨dura pero justa¨.
Cumplía lo que prometía y también hacia cumplir a uno lo que le prometían, no le gustaban las negativas y ella jamás negaba ni incumplía nada, así se tratara de lo más insignificante, le gustaba responder y que le respondiera, era directa y muy discretamente, también era orgullosa, ella era una mujer que cumplía a carta cabal.
Y es por eso por lo que aquella noche, tan especial y mágica como lo eran todas las que pasaba a merced de tan bella cabellera, a mi cabeza vendría vagamente, sin siquiera yo proponérmelo, un recuerdo, de una noche 2 años atrás.
Una partida de cartas que mama jugaba con sus amigas y el contenido de esa conversación, por un momento haría que mi cuerpo fuera recorrido por una extraña sensación de placer, al recordar ese momento y en especial el contenido.
¨Una noche 2 años atrás llena de envidias y promesas (INQUEBRANTABLES)"
Una noche, cuando mi mama y sus amigas se reunían para jugar cartas, al calor de las copas y lo interesante del juego, una de ellas, una rubia de nombre Taylor había hecho una pregunta de lo más curiosa a otra de ellas.
- Dime Hanna- Hanna mujer de unos 28 aproximadamente y la menor del grupo de cabello rojo fuego, de la cual durante un tiempo había estado enamorado en secreto- alguna vez, dentro de este turbulento juego de azar, te atreverías a apostar esa reluciente melena de fuego.
- ¿Que?, ¡estas loca Taylor¡, por supuesto que no- diría esta, marcando en su rostro una expresión de horror- tengo un limite sabes y se que ese limite se cumple una vez se acaba el dinero y para mi ya no hay nada más que apostar.
-Y tu Mariana dime, ¿te atreverías a apostar tu mata en un juego de cartas? - seguiría insistiendo una divertida y picara Taylor.
- ¿Yo?, bueno, creo que en esta actualidad hay tantas tendencias, modas y cosas alocadas que creo que,,, bueno la verdad es que a mí me daría igual raparme que dejarlo largo, pero si me atrevería a apostarlo sobre todo sabiendo que alguien mas puede perder su bella melena.
En ese momento una sonrisa malvada y unos ojos envidiosos discretamente se irían a posar hacia la bella melena de mama- pero aunque por ahora me gusta como lo tengo. - diría soltando una gustosa carcajada, mientras tocaba su rizada y corta cabellera crespa y tostada, que llegaba a la altura de los hombros.
Y así durante un rato las 4 amigas y mama estarían hablando del cabello, la edad y de como una compañera suya con tan solo 40 años se había rapado todo su largo y azabache cabello de la noche a la mañana, argumentando que sufría de crisis de la mediana edad, finalmente seria Mariana la que le preguntaría a mama.
-¿Dime Meliá, tú te atreverías a apostar tan bella melena solo por un juego de cartas? - mientras que una vez mas esa mirada maliciosa se hacía presente- ho es realmente ese cabello muy importante para ti.
-Bueno- comenzaría diciendo mama algo nerviosa por la pregunta- la verdad es que mi cabello siempre ha sido largo, cuando nací mi cabello tenia el largo de un bebe de 5 meses, mi mama siempre tuvo su cabello largo, papa igual, jamás le gusto cortárselo a maquina como muchos hombres siempre tijera, creo que mi familia siempre ha sido de traer la melena larga y eso es porque mi mama decía que nuestro cabello era muy hermosos largo.
-Pero Meliá- seguiría insistiendo Mariana, con una marcada envidia en el habla, mientras que no dejaba de mirar el cabello de mama como si quisiera rapárselo en ese momento.
- No te atreverías a hacerlo por locura, por emoción, por dinero,,, tal vez por guardar un secreto vergonzoso- mientras decía eso sus envidiosos ojos se posaban mas sobre la melena larga de mama.
-Por locura, no, por emoción jamás, dinero no me hace falta, recuerden que la empresa donde trabajamos es propiedad de mi familia.
-Y por un vergonzoso secreto, entonces ¿si lo harías? - insistiría Mariana ahora con una sonrisa maliciosa en el rostro, apenas disimulable.
-Creo, que, bueno yo- trataría de decir mama, como si la pregunta de Mariana realmente hubiera echo que mama se incomodara de verdad- bueno si yo realmente tuviera un secr,,, en ese caso tratar,,, tal vez si lo apostaría.
-¿De verdad lo cortarías? - diría una Mariana disimulando su gusto por que así fuera, mientras que contemplaba excitada el rostro nervioso de mama.
-Pero Meliá, una apuesta de cabellera, es toda la cabellera y con maquina aun queda un rastrojito de pelo sobre esta.
Al escuchar esto intuitivamente comprendí al punto al cual quería llegar Mariana y un extraño y gusto escalofrió recorrió todo mi cuerpo al imaginarme ver pasar una navaja de barbero por el cuero cabelludo de mama.
Despojándola así de ese tesoro capilar que poseía de raíz, mientras que para estas alturas Mariana ya no podía esconder su latente emoción de imaginarse ver a mama perdiendo y rapando su larga y frondosa melena de princesa.
-Es cierto- diría mama serenamente, tratando de no darle mas gusto a una mas que excitada Mariana- aunque no creo que eso llegue a suceder Mariana.
Inmediatamente el rostro y los ojos de mama se iría han posar sobre una divertidísima Mariana, con un rictus de seriedad y desafío en sus ojos, como retando a Mariana ha que le descubriera algo o mejor aun dándole ha entender que sabia realmente que ella envidiaba su larga melena, como muchas otras mujeres, pero que jamás la obtendría.
Y arremetiendo contra eso y mostrándose orgullosa y valiente como siempre lo era, diría- pero si entiendo tu punto y créeme no tengo ningún problema con que mi hermosa y larga mata sea afeitada con una navaja- terminaría diciendo, y con la mano haría un ademan con su cabello.
- ¡En serio! - diría esta vez Mariana sin lograr contener un pequeño grito ahogado de emoción y sosteniendo su mirada retadora con la de mama, de la cual nadie percataría.
Pero que yo fingiéndome dormido y habiendo escabullido escaleras abajo había sido capaz de detectar y no sin ver como la diabólica sonrisa de Mariana se hacía presente cada vez más.
Tal vez porque la sola idea de ver a mama sentada en una silla de barbero le excitaba.
Mientras en su mente envidiosa imaginaba a mama siendo rasurada cual borrego por un peluquerete de medio pelo obeso y morboso, mientras todo el largo y bello cabello de mama era despojado de su delicada cabeza y amontonado como basura en el piso sucio y mugriento de un establecimiento, mientras una calva brillante se habría paso cada vez más en el rostro de mama.
Tal vez se imaginaba siendo ella misma la que rasurara a mama con una navaja de afeitar cual brillante estilista de alta gama, mientras que iba juntado los despojados, pero aun bellos mechones castaños de mama en un bote cualquiera de basura común, listos para ser arrojados a la inmundicia o peor aún.
Me imaginaba a la cruel Mariana quemando el cabello de mama con algo de alcohol y fuego enfrente del rostro de mama, mientras reía triunfal y en pose de triunfadora, mientras mama solo lloraba por su perdida y tocaba su pelada cabeza con sus propias manos, pero el orgullo, valentía y coraje de mama jamás le darían esa satisfacción de verla llorar.
-De verdad- diría en ese justo momento Taylor (que lograría sacarme de mis ensoñaciones y pensamiento más terroríficos y perversos) que no escondía su cara de asombro y pánico que la respuesta de mama le había generado, mientras se llevaba sus manos hacia su rubio y quebrado cabello a la altura de los hombros.
- La verdad es que el mío es corto y siempre he batallado por que tarda mucho en crecer, yo ni loca lo apostaría y creo que tu Meliá tienes un cabello super largo y hermoso y deberías de despuntarlo de vez en cuando, pero dejarlo afeitar a navaja, seria verdaderamente una locura verte llegar un día pelona a la oficina, para mí sería un shock- diría, sin dejarse de peinar su rubia mata con sus manos.
-Tienes mucha razón Taylor- diría Mariana y diría.
- la verdad es que para algunas el cabello tarda en crecer, como el tuyo, pero crece, siempre crece y en el caso de Meliá se ve que le crece mucho y bastante rápido, así que pasado un tiempo su mata volvería a estar igual de larga, aunque tal vez se vería mucho mejor con un cabellito mas corto- diría, mientras que con sus manos hacían un además de tijeras insinuando cortárselo.
- Si crecería, crecerían sin lugar a duda- mama seguiría sosteniendo su mirada desafiante y valerosa ante el rostro divertido y lujurioso de Mariana, tornándose retador.
- pero sin dudas dejaría que me la afeitaran, vamos que no le tengo miedo al cuchillo pelador, no me importa lo que piense, mi cabello siempre a gozado de buena salud y crecería bastante rápido, mucho más hermoso y hasta incluso mucho mas tupido
Mientras se dedicaba a jugar con su cabello, restregándolo en el rostro de una envidiosa Mariana.
- Entonces me lo juras Meliá- diría ya una retadora Mariana, haciéndome saber en ese momento que en todo ese tiempo había sabido de lo que estaba hablando.
Yo conocía a mama y sabía que ella jamás juraba en vano, jamás, siempre que lo hacía lo cumplía y cuando te hacia jurarlo hacia que lo cumplieras era parte de ese discreto pero muy alto orgullo de mama.
Todo había sido una cruel estrategia de Mariana para hacerla jurar, lo único que quería ver en su interior y que más satisfacción le concebía es ver a mama poner un ultimátum de tiempo sobre su propia y hermosísima cabellera mielera.
-Lo juro- diría finalmente mama.
- si alguna vez- lo diría sonando sarcástica- alguien llega a saber un secreto culposo mío, apostare mi frondosa melena sin pensármelo, y si pierdo que me pasen la cuchilla, me encantará sentirme muy libre.
Sonreirá maliciosa y retadoramente, sosteniendo una mirada aún más retadora a una Mariana cuyo gusto de verla asustada se iba esfumado poco a poco de ese feo rostro.
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