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A la mañana siguiente yo la estaba esperando en la clínica porque debería examinarla luego de la intervención quirúrgica. Haydee llegó cerca del mediodía y de inmediato la hice pasar. Me dijo que había dormido muy bien y entonces recordé que yo dormí muy poco. Durante toda la noche tuve sueños extraños, y hasta pensé que alguno de ellos eran febriles. La imagen de Raúl y Haydee en la cama era recurrente y al final logré dormirme con mis manos apretando fuertemente mi sexo.
Mi hermana en cambio estaba radiante, se desvistió con soltura y elegancia hasta quedar completamente desnuda, sin que ello hubiese sido necesario, luego caminó hasta la camilla como imitando a una modelo y se tendió en ella separando las piernas como lo había hecho tantas veces. Nos reíamos de buena gana cuando yo me acerqué.
Yo me movía tranquila, muy profesional, pero de pronto me detuve un segundo, Haydee no podía verme pues yo la estaba mirando desde detrás de su cabeza. Allí extendida en la camilla, ese cuerpo de mujer madura y hermosa que yo había visto tantas veces, de pronto me pareció diferente, tuve la sensación que el cuerpo que estaba observando era uno distinto al que yo había escuchado entregarse y vibrar y revolcarse y gritar entre los brazos de un hombre, y pensé que el sexo era capaz de dar una forma de vida agregada, gloriosa y viva que ningún otro estimulo podía lograr.
Mire su mata de vellos pubianos negra y ensortijada, hermética e imaginé que esa noche habría estado mojada, ardiente y abierta. Mire sus pechos hermosos, pero sin vida y sus pezones apenas insinuados tan diferentes a los de esa noche seguramente esplendorosos, dilatados, hinchados de pasión, sensibles hasta la exageración.
Pensé que yo iba a actuar sobre ese cuerpo como lo había hecho tantas veces con una actitud desprovista de toda intencionalidad emotiva, que la iba a tocar de una forma que yo llamaba profesional, aséptica, sin compromiso, como quien hace la autopsia de ese cuerpo sin reparar en que era el mismo que yo había sentido vibrar pleno de vida y el mismo con el cual, en pensamiento, me había fundido en la distancia compartiendo sus placeres, sus gritos y sus murmullos, imaginándome durante largos minutos como se invadía de placer y compartiendo el mío sin que ella lo supiera, aunque yo no había dejado de pensar en ello desde entonces.
Su voz, diciéndome que estaba lista, no logró sacarme de mis pensamientos y para tranquilizarla acaricié suavemente sus cabellos negros y tersos hasta tocar su frente que noté ligeramente fría.
El pensamiento que Haydee un día iba a morir me atravesó como una flecha traidora por la mente y entonces tomé su mano como para poder retenerla o defenderla mientras realizaba automáticamente la operación de tomarle el pulso en la otra muñeca. Sus manos estaban tibias y yo deseaba que ella estuviese sana para siempre.
Ahora yo estaba sentada en el taburete junto a ella. Con mi mano derecha separé suavemente sus muslos y le pedí que flexionara las rodillas. Entonces pasé mi mano por sus muslos alternativamente pidiéndole que se relajara. Eran suaves y tibios, firmes y moldeados. Yo tenía mis ojos cerrados y podía percibir su textura. Haydee respiraba en forma rítmica y serena completamente entregada al examen, en silencio.
Desde la cercanía podía percibir su perfume de mujer que parecía emanar de todo su cuerpo. La acomodé levemente sobre la camilla pasando mis mano bajo sus nalgas y sentí su consistencia densa de mujer desarrollada y al girarla sus grandes pechos oscilaron levemente para recuperar luego su posición con los pezones erectos hacia el cielo.
Examiné esos senos, como lo había hecho otras veces, englobándolos en mi mano a presionándolos desde la base hacia el pezón, pero ahora era diferente. Sentí la sensación, no de estar haciendo un reconocimiento clínico, sino de estar repitiendo las caricias que la noche anterior le había brindado Raúl y apliqué más presión que la debida y tomé sus pezones entre mis dedos y ahora ya no estaba examinándole los pechos sino que se los estaba acariciando, porque me di cuenta que eran pechos hermosos dignos de ser acariciados, como yo me acariciaba los míos cada noche para producirme placer y como Haydee seguramente lo haría pensando en Raúl.
Avancé con mi mano hasta su vientre y introduje mis dedos separados entre su mata de vellos negros, tersos y abundantes y al hacerlo toqué su clítoris duro y desarrollado. Ella acusó el impacto del estimulo poderoso y agitó levemente sus piernas pero no dijo nada. La miré y tenia los ojos cerrados y el rostro sereno.
Mi incliné sobre ella para separar con pericia sus labios mayores y su vulva se brindo generosa y rosada con sus mariposas hermosas húmedas y relucientes.
Allí estaba por fin ante mis ojos el centro y origen de todas las sensaciones que viví la noche anterior. Aquí estuvo Raúl con su presencia eréctil dando satisfacción a todas las ansias contenidas por meses de mi hermana, aquí su grosor hizo estragos y generó placeres inauditos que en mi imaginación compartí con ellos y aquí debía yo introducir mis dedos para concretar el examen prometido.
Junté dos dedos de mi mano derecha y con infinita ternura los puse en la entrada de esa vagina que en este momento me parecía hermosa.- Entré lentamente en su conducto tibio mojado y de infinita suavidad y me fui introduciendo en él, avanzando con calma descubriendo como nunca sus relieves, apreciando cada sinuosidad, cada glándula , cada rincón, porque yo quería demorarme para conocerla, como la conocía Raúl y ella estaba sin agitarse, tranquila, entregada y segura.
Llegué a su fondo y toque la entrada de su útero, todo estaba normal. Hice el examen con delicadeza y ahora empecé a salir con la misma lentitud con que había entrado. Quise decirle que todo estaba normal, que debería estar tranquila, pero no pude hablar, tenia la garganta áspera y seca y cuando ya había sacado los dedos, obedeciendo a un impulso que mucho tiempo después comprendería, me detuve en la salida de su vulva y conteniendo la respiración volví lentamente a introducirlos, sin que fuera para nada necesario.
Esta vez los separaba voluntariamente para extender las paredes de su tubo y los flexionaba para sentirla mejor y ya no llegué al fondo y volví a salir y volví a entrar y ya había perdido el control y ya nada me importaba ni sabría que decir si Haydee me preguntaba algo porque yo únicamente quería hacer lo que Raúl había hecho y ahora le estaba introduciendo tres dedos una y otra vez y la Vagina de Haydee se había llenado de liquido y el liquido producía con mi mano un sonido hermoso y me di cuenta que llevaba un minuto o mas en este ejercicio y no se como en el paroxismo de mi movimiento le dije:
Haydee... muévete..
Porque yo quería que se moviera, como se habría agitado esa noche entre las piernas de Raúl. Y ella levantó el vientre y lo bajó y lo levantó y lo bajó mientras yo entraba y salía y de pronto mis piernas se tensaron y un dolor intensamente placentero me sacudió el bajo vientre y sentí que por mis muslos se deslizaba un río caliente y denso ocasionado por el orgasmo más formidable del que tenia recuerdo y entonces la miré y ella me estaba sonriendo.
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