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El putón del barrio

¿En su barrio hay un putón? En casi todos los barrios hay alguno o algunos. .Si no viven en la misma cuadra están a la vuelta, a dos cuadras o a un poco más allá. Está bien que así sea pues los putones o putonas (el adjetivo es engañoso pero siempre se refiere a mujeres) son muy necesarios, son la gloria de los muchachos que buscan y necesitan una iniciación en las artes amatorias, el desagotadero de esos veteranos muy vigilados, la envidia de las viejas chismosas, el celo de las mujeres de los veteranos y la total desgracia de sus esposos y novios, que como es natural casi nunca se enteran de sus flagrantes cuernos.
A diferencia de las putas, los putones no hacen el amor por interés o por dinero, simplemente lo hacen en aras del placer, aunque bien podría decirse que algunas no lo sienten nunca y ese es el motivo por el cual siempre están a la búsqueda del santo grial (léase verga fabulosa y ancestral) que les hará sentir el gran orgasmo. Me parece que la mayoría de los putones pertenecen a esta clase. Hay otros putones que, en cambio, si uno las mira fijo por unos segundos se mojan todas y son capaces de acabar con una guiñada cómplice. Tienen orgasmos con el roce de la ropa interior, durante los juegos y caricias preparatorios y, ni que hablar cuando son penetradas con o sin arte, con o sin preparativos, con o sin condón, de paradas o acostadas, en el baño, en un mueble o atrás de la puerta, siempre acaban. No necesitan nada para tener orgasmos, y eso es su pequeño gran tesoro y en cierto modo su perdición también. Esos putones –que necesariamente son la minoría- son hembras fantásticas a los que la plebe de babosos y malcojidos llama “minas con fiebre uterina”.
Otra característica del putón es su gran versatilidad para coger. Cojen en cualquier lado, a cualquier hora y circunstancia, con la bolsa de los mandados en la mano, de ruleros, con un pan flauta semimordido bajo el brazo, detrá de un cajón de boniatos o en la mejor de las camas de agua de la más lujosa casa de citas. Esa virtud no se paga con nada. Por eso no cobran: no hay con que pagarles.
El putón siempre está pronta, prolija, higienizada, perfumada y con un par de condones en algún lugar de su indumentaria. Ella sabe que en cualquier momento algún pretendiente obseso (casi todos los hombres lo son) querrá tener alguna clase relación con ella en cualquier lugar y hora del día y no es cuestión de defraudar. En general tienen un novio – con el que no cojen o lo hacen rara vez- al que aman sinceramente y por el que derraman lágrimas, escriben cartas y le regalan cosas. Ya cojer con el es harina de otro costal. Para cojer están los otros, y los otros no son el primero que se le cruce, lo debe conocer, hablar, salir...no son prostitutas, son putones.
Cuando era muchacho en mi barrio había un putón muy popular, La Chuchi le decían. Era de esas gorditas de cara linda, pulposa, caderas anchas, tetas firmes y prominentes, aunque un poco por fuera de las proporciones debidas, una especie de Petunia sexy con todo en su lugar, siempre destacado por la ropa ajustada y los escotes generosos. En fin: una figura ideal como tema de masturbación. Por supuesto gozaba como una cochina y no fingía, no señor, La Chuchi era flor de putón; no fingió jamás un orgasmo.
Lenta y metódicamente nos fue iniciando a todos y cada uno de los imberbes malcojidos del lugar haciendo gala de una variedad de recursos que, sabiamente, aplicaba a cada uno. A unos les tocaba en la cama, acostada, piernas abiertas, cara a cara. Con otros se hacía montar y penetrar por la vagina, cara a nuca, otros le gozaban el culo, los más jóvenes hacían su bautismo con soberbias mamadas – que puntualmente deglutía- o con la famosa “paja rusa” entre las tetas y, dicen, que con los más veteranos se hacía chupar la concha. Lo que sí era seguro es que con ninguno hizo todas esas cosas juntas (en un día o en días sucesivos), reservaba ese festival para su futuro esposo, o por lo menos eso dicen que decía.
Una anécdota la pinta de cuerpo entero. Entre los muchachos había uno- de iniciales MB- que era muy apuesto, alto, de ojos verdes y de mucha labia, aunque un poco zonzo. La Chuchi era obvio que lo tenía entre ceja y ceja y le tenía reservado algo especial pues lo tuvo en amagues como dos años. Y al final todo llega en esta vida y La Chuchi, que estaba muy calentita con él lo invitó a su casa ¡un sábado de noche! con el pretexto de “venite a escuchar música y nos comemos unas pizas”. Imaginense a MB, ya de natural medio lento, con los coqueterías del putón y los cuentos – corregidos y cuidadosamente aumentados – de los que se habían encamado con ella, vivía al palo y aturdido de tanto semen que había derramado en el baño de su casa pensando en las tetas de La Chuchi o en su culo mullido y hasta en su perfume – a que grado de calentura puede llegar un varón que se hace una paja pensando en el perfume de un putón. En ese estado llegó MB puntualmente a la casa de la Chuchi. Ella lo recibió de jeans muy, pero muy ajustados, sin ropa interior, una blusa entreabierta , sin corpiño, muy perfumadita, recién bañada (pelo afectadamente mojado) y descalza. Verla y estar “al palo dolorososo” fue todo uno para el pobre MB. Charlaron, comieron alguna piza, tomaron una cerveza, escucharon música y bailaron boleros, muy apretados. El bulto del pantalón de MB se fue coronando con el consabido manchón húmedo, y un dolor de huevos que requería pronta solución. Fue así que bailando y muy abrazados se encaminaron al amplio dormitorio dominado por una gran cama muy mullida y llena de almohadones perfumados donde se suponía debían consumarse los deseos. Al pie de la cama un gran y costosa pelliza roja de oveja completaba , con la escasa iluminación del dormitorio, el sugestivo ambiente De pronto La Chuchi lo miró a los ojos, hizo un gesto sensual con las caderas, se quitó la blusa, se bajó los pantalones y ofreciendo el glorioso espectáculo de su anatomía posterior – que parecía recién salida de un cuadro clásico italiano, rollitos incluídos- lo tomó de la mano mientras le decía “vení bichito...¡hacéme feliz!”. El pobre MB solo atinó a bajarse los patalones y no pudo más. A la vista de aquella delicia tan largamente esperada y ahora al alcance de la mano..., puso en blanco los ojos, estiró el cuello, se encorvó e ...imaginense este muchacho en el vigor de sus años, repleto de deseos y semen, con el motivo a media metro... el primer chorro de leche tibia fue a dar de lleno en la espalda de La Chuchi, pero los siguientes –ya con menos fuerza, aunque todavía abundantes –fueron a dar sobre el famoso cuero de oveja. Una y otra vez .hasta que todo se acabó. La Chuchi sintió el tibio impacto y el lento deslizarse del pegajoso semen,se dio vuelta , contempló la deplorable escena y le espetó
-¿Qué hacés? ¡pajero hijo de puta! ¡me cagaste la ovejita y la noche!....¡andate de acá! ¡pajero de mierda!
Y ahí nomás, en bolas como ella estaba, lo pescó de un brazo y lo sacó a la calle a pequeños pasos pues no había llegado a quitarse completamente los pantalones, y le dijo la frase que luego pasaría a la mejor historia del barrio
- ¿Andá a hacerte la paja a la concha de tu madre!
Eso era un putón, si señor...toda una dama entre los putones.
Aún hoy se discute en el barrio si MB –como lo sugiere la célebre frase – efectivamente se masturbó a la vista de las redondeces de La Chuchi (una paja corta, habida cuenta de la situación límite) o, como el mismo MB reclamó en su momento, tuvo una eyaculación supreprecoz y lo de la paja fue una suposición de la encolerizada Chuchi al notar del estropicio pegajoso sobre su costosa piel de oveja. Solo ésta, único testigo directo del instante crucial, lo sabe.
Por estas y otras razones, en cada barrio debería haber un rincón, una plazoleta o una esquina consagrada a los putones del lugar, con plaqueta de bronce y todo...¿No creen ustedes? ¡Total, hay tantas dedicadas a sus hijos los políticos.!
Datos del Relato
  • Autor: andruco
  • Código: 6972
  • Fecha: 04-02-2004
  • Categoría: Varios
  • Media: 6.59
  • Votos: 81
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3059
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