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Somos una pareja con muchos años de casados, con hijos y con mucho morbo. Muchas veces cuando teníamos sexo, ella me pedía que le trajera un macho para que se la cogiera. Me nombraba a mis amigos, y terminábamos acabando con gritos, yo largando grandes chorros de semen y ella con su concha llena de jugos, los cuales yo se los chupaba.
Un día le dije…
─ ¿Quieres estar con otro macho? ¿Quieres que busque a alguien para que te coja?
─ ¡Sí!... ¡Pero que no sea de acá! ─ Me pidió ella.
Busque por internet, y encontré un muchacho, con el cual nos pusimos de acuerdo para el fin de semana, vivía como a 100 km de donde vivíamos nosotros. Cuadramos la cita e hicimos el encuentro en una calle del centro de la ciudad.
Él era más joven que nosotros, nos dijo como estaría vestido y nosotros le explicamos cómo era nuestro auto. Ella se puso un vestido negro, zapatos de tacos altos, corpiño rojo y una tanguita roja con encajes muy transparente, el subió, nos saludamos y partimos a un hotel.
Nos indico el camino al hotel, y hablamos un rato para conocernos.
─ Mi nombre es Alberto ─ Nos dice el ─ ¡Estén tranquilos que la vamos a pasar bien! ¡Déjame decirte que tu mujer es hermosa!
Llegamos, nos indican el número de habitación y con la entrada para el auto. El cuarto tenía una amplia cama, espejos en el techo, en los laterales y al frente. Una pequeña heladera con algunos tragos y preservativos.
Brindamos por el encuentro, nos dimos un beso con lengua como para aflojar tensión, le pone la cara a Alberto para que la bese, él le da un chupón y se abrazaron.
Me aparté y me senté en un pequeño sillón a observar como empezaron a besarse y tocarse. Para el lado que miraba se veía todo, adelante atrás y arriba. Alberto le saca el vestido, ella queda con su conjunto rojo, el mete sus manos en su húmeda concha y en un siéntanme quedan desnudos...
Ella se agacha, y se mete su verga en la boca, media más de 20 cm, era gruesa y cabezona, apenas le cabía en la boca. Alberto me hace seña para que me acerque, me desnudo, mi verga estaba durísima, más pequeña que la de Alberto pero súper parada.
Se acuestan y mete su verga dura en la concha peluda y mojada de mi esposa, yo le pongo mi pija en la boca para que la chupe. Ella empezó a acabar dando gritos y a decir cosas, me miraba y gritaba…
─ ¡Mira como me cogen cornudo hijo de puta! ¡Mira los espejos! ¡Mira cómo está pija grande y dura entra por mi concha! ¡Dile que me la meta en el culo! ¡Dileeee so cabron! ─ Me gritaba.
Alberto saco la pija...
─ ¡Date vuelta puta! ─ Le ordeno ─. ¡Te voy a chupar el culo para que Alberto te lo reviente y te lo llené de leche caliente!
Le chupo el culo y la concha, le dilató con los dedos mojados por los jugos de su concha, acabo gritando un par de veces mientras la dilataba.
─ ¡Agarra mi pija y poncela en la entrada del culito! ─ Me dice Alberto.
La verdad era grande apenas cabía en mi mano. Afirme la punta de esa cabezona pija y el empezó a empujar. Se fue metiendo lentamente, me dolía mas a mi ver cómo ese monstruo se metía en el culo de mi esposa. Ella se quejo y se quedaron un ratito quietos.
El empezó a moverse para adelante y para atrás cada vez más rápido, la cara de mi esposa era todo un poema. Primero gritaba de dolor, pero ya después, sus gritos eran de lujuria. Acabo varias veces gritando con esa verga que la hacía disfrutar.
─ ¡Chúpame la concha! ─ Me dijo.
Primero dude. Pero cuando empecé a chupar y tragarme sus abundantes jugos, tener tremenda verga a centímetros de mis ojos y boca, no me importo nada. Alberto acabo, lleno su culo de leche y yo llene la boca de mi esposa con una tremenda acabada.
Nos quedamos los tres en la cama mirándonos por el espejo del techo, mi esposa se veía hermosa, con sus senos con los pezones duros y su concha peluda, con sus manos jugaba con nuestras vergas
─ ¡Alberto que hermosa tu verga! ─ Le decía a Alberto y luego le dio un beso, baja y se mete la verga en la boca.
─ ¡Amor siéntate hay! ¡Quiero que Alberto me coja otra vez y tu mires como la puta de tu mujer se traga está inmensa verga por todos los agujeros! ─ Me dice.
Empezaron a besarse y tocarse. Alberto sacaba los dedos empapados de la concha y se los ponía en la boca a mi esposa para que los chupara. Lleno su concha, su culo y su boca con esa verga gorda y venosa mientras mi esposa me veía y me decía…
─ ¿Te gusta puto como se cogen a la puta de tu mujer?
Acabo muchas veces. Alberto lleno sus pelos de leche y lo que quedaba, en la boca. Descansamos, nos vestimos, tomamos un trago y Alberto le pregunto a mi esposa…
─ ¿Te gustó?
─ ¡SIII! ─ Dijo ella ─ ¡Lo haría mil veces más!
El me dio la mano, un abrazo, y me dijo
─ ¡Tienes una hermosa mujer!
Le agarro la cara de mi esposa, le dio un chupón y le pregunto.
─ ¡Quiero quedarme con tu tanguita! ¿Puedo?
─ ¡Si, quítamelas!─ Le contesto ella.
Se empezaron a besar, el la puso frente de mi, levanto su vestido y empezó a sacarle la tanguita tocando su peluda y mojada concha. Salimos del motel, en un par de cuadras él se bajó.
Nos despedimos con la promesa de vernos otra vez, y empezamos el regreso a casa...
─ ¡Gracias amor por dejarme cumplir la fantasía de que otro hombre me cogiera! ─ Me agradece ella.
A mitad de camino me dijo…
─ ¡Estoy que me meo!
Paramos, se bajó, se paro frente de las luces del auto, abrió sus piernas, se abrió su concha, y empezó a mear sobre el capot del auto.
─ ¡Bájate quiero que te hagas una paja por lo vivido hoy! ─ Me dijo mientras seguía meando sobre el carro.
Mi verga ya estaba dura, de su concha todavía salía orine.
Me dijo…
─ ¡Mójala acá!
Largo los últimos chorritos de orine sobre mi verga, y yo en dos o tres sacudidas eche mi semen sobre el capot, encima de los meados de ella. Me beso y seguimos viaje a casa, ella se durmió y despertó cuando llegamos.
─ ¡Mañana me bañó! ¡Quiero despertar con el olor a leche, sudor y saliva de otro hombre! ─ Me confeso.
Nos abrazamos y nos dormimos....
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