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El Picapiedra

Estaba yo de compras en un almacén cercano a Penonomé, un área minera. Entre los clientes vi a un tipo como de 1.78 de estatura, un poco musculoso, trigueño, de unos 30 años, cabello negro largo y lacio, cargaba unos jeans tan apretados que le marcaban no solo su paquetote sino también un tremendo culo. Cargaba unas botas sucias, llenas de tierra y una camisa de cuadros con chaleco de obrero. Viéndolo me quedé casi babeando. Un tipo como esos, así vestido, en ese lugar, era excitante. No pude menos que dar vueltas y vueltas por el almacén buscando una oportunidad para llegarle a este ejemplar de macho tan rico.

Me puse en el mismo corredor mirando de reojo, esperando mi oportunidad para buscarle conversación. Nada. Luego, muy acertadamente, me puse en la fila detrás de él en la caja. Que culote, como se mecían esas nalgonas cuando caminaba y como se tenía que ajustar el jeans tan apretado. De repente veo que el vendedor se enreda con las instrucciones de la máquina que compraba el mango este tan rico y me meto en la conversación a leer las instrucciones en inglés. Que conveniente, pienso yo.

Después de leer todo y explicarle lo que decía comencé sutilmente mi interrogatorio. De donde era, que hacía en la empresa, etc., etc. Se llama José y es de la ciudad de David. Está comprando esa pieza porque la necesitan en su trabajo. Vino de apuro y se regresa a su trabajo por 21 días más- Le di mi tarjeta de presentación como cortesía pero Uff. Solo de sentir su aliento a macho, sus cejas delgadas y cara de hombre e imaginarme esos labios gruesos y sensuales en mi verga quedé mareado.

Salí del almacén y me fijé en el tipo de nuevo. Su aire rudo era atractivo. Su indumentaria me decía que era uno de los trabajadores de confianza de la mina que siempre estaba en el mismo trajín. Arrancó el auto y se fue.

Dos semanas después….

Estoy entrando a cenar a un restaurantito en Penonomé y ¿a quién me topo en la fila? A José, el minero. De nuevo con sus botas sucias y pantalón ajustado. De nuevo con su chaleco de obrero, de nuevo esa arrechura que me invadía al ver al macho este. Lo saludo y conversamos. Está solo, vino a reparar nuevamente unas piezas que no le entregaran sino hasta el día siguiente. Me invitó a sentarme con él a cenar y ahí le saco más información. Casado, sin hijos, criado en el campo. Reparo en sus dedos toscos y gruesos, sus manos callosas y cara totalmente lampiña. Me comenta que se está quedando en una pensioncita barata, sin aire acondicionado y que encima sus jefes lo dejaron a pie ese día. Muy amablemente lo invito a tomarse un par de cervezas ahí mismo, Después de eso el que comenzó a interrogarme fue él y yo, haciéndome el tonto le comento que estoy tratando de remodelar una casa que tengo cerca.

A los 20 minutos me dice que se va antes que se acaben los buses. Claro, yo te llevo, le digo yo. En el camino le pregunto si no quiere llevarse unas cervezas a su pensión y por supuesto que acepta. Ya sentía yo esa tensión sexual ese instinto mío me decía que debía seguir intentando. Camino a la pensión le pregunto muy sutilmente si me puede prestar el baño porque no aguantaba las ganas de orinar. Me estaciono y me indica el cuartito en el que se estaba quedando, un cucarachero bastante maluco, sin nada más que dos camas sencillas y un abanico ruidoso. Cuando salgo del baño le digo “chucha, tanto que uno se zurra con estos hijueputas y te meten en este cuarto tan caliente. Si quieres puedes irte a mi casa y allá hay cuartos cómodos y más frescos vacíos.” A esta altura ya José tendría que decidirse. Muy amablemente me dice que le da vergüenza, pero yo insisto. Solo es esa noche y no me iría mal tomarme unas cervecitas con alguien para no aburrirme.

Listo, se decide, busca su cepillo de dientes y una muda de ropa y nos vamos de nuevo. Camino a mi casa el tipo sigue bajando pintas como si fueran agua. El Clásico gorrón que aprovecha guaro gratis. Apenas llegamos se queda viendo todo como estuviera en un palacio. Nada del otro mundo pero para él esto es la gloria. Seguimos tomando y se acabaron las cervezas. Le pregunté si le gustaba el ron y le sirvo un trago fuerte, pesado. Se lo tomó con gusto, feliz de tener un lugar “lujoso”, tragos gratis y buena atención y mucha risa.

Le dije que me iba a bañar en la piscina por si él quería y me dijo que no, gracias. Se iba a quedar viendo TV. A menos de 5 minutos lo escucho llegar al jardín y le dije, “tírate, el agua está rica”. Se quitó el pantalón que cargaba y que pedazote de verga que se le marcaba, unos huevos que eran un bulto que le colgaba más debajo del culo.

No tenía un cuerpo espectacular, algo de pancita, pero se veía macizo, músculos naturales y piernas gruesas, de trabajar. Nada de gimnasio. Me disculpé y regresé a la cocina, le serví otro trago cargado y me serví yo solo Coca Cola. Siguió tomando como bestia.

Al rato se sentó en el borde de la piscina y me le quedé viendo con cara de hambriento. Tenía las piernas abiertas y se echaba para atrás. La verga apenas se le marcaba por el calzoncillo. Salí y regresé con otros dos tragos y le puse uno al lado. Casi le termino la botella y con todo eso se zampó el trago de una vez. Me senté a su lado y me dijo que estaba un poco mareado. Salió y se dirigió a orinar, se bajó el calzoncillo en frente mío y se puso a orinar mis plantas. Una verga regular pero con dos huevotes, tal como lo había imaginado. La matita de pelos que tenía arriba de su verga oscura se veía como maleza, abundante y gruesa. Me hice el tonto y lo acompañé dentro de la casa.

Nos volvimos a sentar en la sala, él envuelto en una toalla y con el trago casi vacío en la mano. Se echaba a reír de cualquier pendejada y le pregunté si no echaba de menos a su mujer cuando estaba en la mina. Me dice, “si loco, tu sabes que uno allá necesita un culito pa´ el aburrimiento”.

- Bueno, eso se puede arreglar.

- ¿Cómo pá ve?

Me le acerqué y comencé a sobarle la pinga bajo la toalla. Le pasé las manos por el pecho, el cabello, los hombros… De una vez se le despertó la boa. Se le fue poniendo dura, erecta, tiesa. Metí las manos bajo la toalla y hurgé en su calzoncillo. Los huevones, acariciándolos con mi mano mientras él hacía lo mismo con mi pinga. No tengo una verga tan grande, si acaso siete pulgadas y media, gruesa cabezona... El la agarró con curiosidad y me la estrujó bastante. Calladito me agarró las nalgas y me fue acercado a el. Se le sentía el aliento alcoholizado. Me pasó la lengua por las tetillas y luego comenzó a succionar como si fuera una teta, me apretaba el pecho y luego me lo mordía. Uff, el dolorcito que sentía era extremo, delicioso.

Me le fui encaramando encima y bajé a mamarle la verga. Casi me la trago hasta el fondo. Dura, gruesa y corta, peluda. Olía a verga, a macho trabajador. Con todo y que se había bañado en la piscina el olor era intoxicante. Bajé a mamarle los huevos y estaban espectacularmente grandes, duros y deseables. Seguí pajeándolo y mamándolo con ganas. El me agarró el huevo y lo peló, lo sobó y lo estrujó suavemente. Mi verga mide 7 pulgadas y media, dura, incircuncisa, cabeza rosada, venosa y recta.

Me puse de pie y él se agachó un poco y me comenzó a chupar la pinga, primero lamiendo como si fuera un barquillo y luego tragando todo lo que podía, hasta el fondo. Mamaba pinga mientras me sobaba el culo, una arrechura deliciosa que me ponía a mil. Me apretaba las nalgas y pasaba sus dedos callosos por el borde de mi culo, por mis nalgas y piernas.

Le agarré la nuca y le seguía empujando mi verga hasta el fondo, salía babeada y resbalosa, con una sensación más placentera por ver a este macho medio borracho más que por la técnica de mamar en sí. Nos terminamos de encuerar y salimos de nuevo al patio. Ahí se paró contra una pared y lo seguí tocando, acariciando con rudeza. El me mordía las tetillas y los hombros, me seguía apretando las nalgas con ganas increíbles.

En una de esas me pide permiso para ir a mear. Yo me ensalivé la mano y comienzo a sobarle la cabeza de la verga, rápidamente hasta que se le salió un chorro de orina caliente, quemándome. Me cayó encima y el chorro llegó hasta mi pecho. Apenas sentí esa vaina ardiente me arreché demasiadisimo. Era como si estuviera teniendo sexo, una sensación intensa. El me apretó contra sí mientras meaba.

Continuaré en otra ocasión. Voy a hacerme una pajita…

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