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Categoría: Masturbación

El Pene Escondido

Conozco todo tipo de pijas, de todo tipo tamaño y color; pero si tengo que elegir, hay dos que son de mi preferencia: la típica larga y finita; y la ancha y pequeña. La larga porque llega hasta lo hondo y me parte como loca de placer, y la otra porque me abre intensamente, deja a la deriva el clítoris y en el ajetreo le da un sabor sube, delicado, y hasta tierno masaje, que normalmente con la boca filosa, o los dedos brutos, no me dejan disfrutar... pero de todas formas, no hay mejor sexo que el que se toma sus veinte minutos previos para calentarme... después de eso, soy de nadie y me entrego toda... aunque este comentario pareciera de atorranta, en verdad es todo lo contrario, solo he estado con cinco o seis hombres, que me la han hecho pasar de putas y locas, y esta, es una de esas... El tenía el cabello ralo, y los ojos negros, y mucho pelo púbico, lo cual no se le veía el tamaño original de la verga, tampoco me motivaba a chapársela... yo todavía no había cumplido los veintes, pero ya sabía lo que era el sexo. Él tenía la manía de meterme el dedo en el culo... yo, nada que ver ¡Por Dios!... pero su insistencia me fue opacando, hasta que un día le di el gusto. El dedo parecía no tener fin; entraba y entraba... aunque era preferible el dedo; antes que el pequeño y ancho pene escondido. Con mis manos corrí todo ese matorral de pelos y me la engullí por completo; la tenía muy mojada, estaba salivosa, y al succionar parecía que estaba bebiendo una baba tibia y lívida, pero sabrosa... es decir, no me incomodaba. La pija no se le paró más de lo que ya entraba en mi boca, para mí era una satisfacción, ya que más grande, con lo ancha que era, me iba a atragantar. Cambiamos varias veces posiciones, él pensaba que cuando me la metía me la estaba enterrando hasta el corazón, pero mis gemidos y mis estallidos de placer era a causa del clítoris... pero lo importante es lo que descubrí en esos famosos veinte minutos de introducción. Él desenfundó el dedo índice, y con una sonrisa socarrona, lentamente fue zigzagueando en mi vagina hasta perforarme, que cada vez iba escalándome hasta el fondo; gozó el de mi placer, le gustaba ver como yo apretaba los ojos con fuerza, cuando él empujaba y empujaba con frenesí. Mis pómulos se ruborizaron, y él comenzó a violentarse, y con su pequeña pija me empezó a dar por la concha... mientras más llegaba al fondo con el dedo, mas su pene masajeaba exquisitamente mi clítoris... cuando brotó su leche, toda la huasca quedó sobre mi pecho... al terminar los dos... él sacó de mí mi leche, que nunca pensé que tenía tanta... Y entre su dedo largo, y su pene chico, hicieron de él un pene escondido

Datos del Relato
  • Categoría: Masturbación
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