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Todo empezó en una comida familiar en la que estaban los padres de mi mujer y sus hermanas con sus hijos, cuando terminamos nos despedimos de todos, besos y abrazos para todos. Pero al llegar a mi cuñada Yolanda, nos besamos en las mejillas pero ella bajó su mano hasta mi culo y me dio una palmada en el glúteo acompañada de un guiño de ojo. Todo me pareció normal, ya que es la menor de las hermanas y la conozco desde que tenía 12 años y siempre bromeábamos. Pero aquella palmada me produjo una excitación que intenté controlar y lo olvidé.
Al cabo de un tiempo salí a la plaza el domingo por la mañana y allí estaba mi cuñada tomando café con sus amigas y vigilando a su hijo pequeño que estaba jugando con sus amigos, me acerqué a saludarla, le hice las preguntas de rigor y le dije.
—He quedado con mis amigos a tomar una cerveza aquí mismo, nos vemos, saluda a tu marido de mi parte.
Acerqué mi cara para darle dos besos en las mejillas pero ella volvió a bajar la mano y darme un cachete en la nalga mientras nos dábamos el primer beso en la mejilla y cuando ladeamos la cabeza para el segundo, con la mano dio un pellizco en el glúteo. No me pude aguantar y en vez de darle el segundo beso le puse la boca en el oído y la dije muy bajito
—No me gustaría morirme sin follarte.
Ella sonrió, y me fui a la mesa con mis amigos, pero no pude dejar de mirarla, sentada unas mesas más allá en la misma terraza. Llevaba un jersey negro de cuello alto, y una falda gris hasta las rodillas y medias negras, El pelo de melenita corta rubia con pendientes de perla. Estaba guapísima, esa mañana cruzamos las miradas varias veces y las apartamos disimuladamente.
El lunes por la mañana a las 9,30h sonó mi móvil unos segundos y paró, lo miré y era Yolanda, que me hizo una perdida, entonces la llamé, me cogió el teléfono y me dijo.
—Perdona, me he equivocado y por eso he cortado
—No pasa nada, adiós.
El los 5 minutos volvió a sonar, era Yolanda otra vez, lo cogí y con la voz bajita dijo
—Soy yo otra vez… es que antes no me he atrevido, si quieres venir a mi casa ahora estoy sola.
Colgó, entonces me apresuré a dejar el trabajo y presentarme en su casa, llamé al timbre y me abrió, subí la escalera y entre en su casa. Estaba vestida con un batín de seda brillante, me hizo pasar y dijo.
—Primero quiero aclarar una cosa, no quiero engañar a mi marido y por tanto te propongo que no nos toquemos.
No entendía aquello, pero la dejé hablar.
—Si quieres, podemos enseñarnos uno al otro y… nos tocamos, cada uno lo suyo
—Enseñar el qué? (dije)
Ella se puso colorada y mirando el suelo dijo
—Nuestras cosas
—Vale!, como quieras
Me agarró de la mano y me llevó al dormitorio, allí estaba todo preparado, la cama vestida de raso con encajes de color blanco, y frente a ella un sillón isabelino con el asiento forrado de terciopelo rojo, me hizo sentar y ella se subió a la cama sentándose sobre ella mirando hacia mí. Me levanté para quitarme la ropa, pero ella me dijo
—No te quites la ropa solo ábrete la bragueta.
Hice caso, y me senté, yo llevaba traje y chaqueta de primavera negro con corbata. Entonces ella se desabrochó la bata y dejó ver su ropa interior, un sostén blanco de encaje a juego con una braga blanca tanga, se sentó en la cama y puso los pies sobre la misma, abriendo las piernas me mostró su chochito cubierto por la braguita minúscula. Mirando su sexo empezó a pasar su dedo sobre la braga acariciándolo por encima y hundiendo ligeramente la tela en la raja, marcando el chochito en la braga. Siguió frotando un rato hasta que se notaba la humedad a través de la tela, mojada por los fluidos vaginales, levantó la mirada y me dijo
—Vamos!… sácate lo tuyo, o no sigo!
Entonces empecé a manosear por encima del pantalón mi sexo, que se marcaba en la tela como si llevara escondido un rábano en los bolsillos, entonces bajé lentamente la cremallera y bajando el slip saqué el pene al exterior, bajando el prepucio lo mostré blandiéndolo como una espada.
Ella sonrió y con un dedo apartó la tela de la braga sacando su conejito al exterior, mirándome con cara de, "mira lo que yo tengo también aquí", rodeado de vello rizado, lo abrió con dos dedos y sacó el clítoris mostrándomelo, con el dedo empezó a manosear aquel garbanzo rojo rosado, mientras yo acariciaba el tronco de mi pene con las puntas de los dedos hasta llegar a la punta, donde la boca del glande rezumaba una gota cristalina de flujo, que con el dedo índice recogí y esparcí por la parte inferior del capullo, en el frenillo, masajeándolo para darme placer.
Estuvimos un buen rato acariciándonos y mirándonos uno al otro, entonces Yolanda se levantó y se quitó el batín y se desabrochó el sostén dejando bambolear aquellos perfectos senos de grandes aureolas hinchadas, se quitó la braguita y me la tiró a la cara, se sentó en la cama con una gran almohada en los riñones que le levantaba ligeramente la cadera, con las piernas abiertas y con una mano por debajo de la pierna empezó a meterse un dedo por la raja hasta llegar al agujero de su vagina, mientras se abría el chochito con la otra mano, empezó un mete-saca de dos dedos en su vagina mientras se acariciaba el clítoris con la otra mano imprimiendo un movimiento circular.
Entonces me levanté y rápidamente me quité el traje hasta quedarme totalmente desnudo, me volví a sentar mirando el precioso espectáculo que me proporcionaba mi joven cuñadita, mientras yo empecé a masturbarme subiendo y bajando con la mano la piel del prepucio con una mano y con la otra me acariciaba los testículos llenos de leche. Yolanda no dejaba de mirarme a la cara recorriendo con los ojos mi cuerpo hasta detenerse en los movimientos de mi mano en mi pene, jadeando dijo:
—Vamos, mueve la mano lentamente para que vea como entra y sale tu capullo en tu mano... así, ¡más aprisa, mastúrbate para mí!
Entonces me levanté y me acerqué a la cama quedándome de pie frente a ella, con el pene frente a su cara mirando cómo se masturbaba, entonces ella imprimió más velocidad a sus dedos y mirando fijamente mi glande empezó a gemir, mientras yo movía mi pene cerca de su cara. Se echó para atrás dejando caer su cabeza en la cama se quedó con el cuerpo arqueado por el cojín que tenía bajo las caderas, levantó el culo y moviendo las careas de arriba abajo con unos movimientos espasmódicos se corrió, juntando y apretando las piernas.
Yo seguía masturbándome cada vez más rápido con la intención de echarle la leche en la cara, pero ella volvió a abrir las piernas y acostada como estaba en la cama, con la almohada bajo el culo, levantó las rodillas hasta ponerlas a la altura de sus pechos, con los dedos se abrió aquella fruta roja hasta los topes dejando ver el profundo agujero, lleno de flujo y excitada dijo
—¡échalo todo aquí... pero no intentes metérmela, por favor!
Entonces mi excitación subió más, moví mi mano con fuerza y como si tuviera una bomba en los testículos subí toda la leche hasta la punta, entonces pare de mover la mano y acerqué mi glande a la abertura soltando un chorro de leche que embadurnó todo el chochito, seguidamente salió otro chorro que no puede controlar que fue a parar a los labios de Yolanda, atiné un poco más y derramé el resto de la leche en el precioso agujero de su vagina que rebosó por la raja hasta llegar al ano. La miré a la cara y ella estaba lamiéndose los labios recogiendo el esperma que le había llegado accidentalmente y llevándoselo al interior de la boca como disimulando, me miró a la cara y después abrió la boca sacó la lengua como mostrando que no tenía nada dentro de la boca, mientras puso los dedos en el chochito los untó de leche y sacándolos posteriormente los llevó a la boca y los chupó hasta dejarlos totalmente limpios, volvió a poner los dedos en su chochito recogió una buena cantidad de leche y la aplicó sobre mi glande untándolo por arriba y por debajo como vengándose por haberla untado ya a ella de esperma.
Nos lavamos, nos vestimos y cuando salía hacia la puerta nos dimos un beso y ella me acercó la boca al oído y me dijo bajito.
De esta manera podemos follar cuando quieras.
A los pocos días, repetimos la experiencia, allí estábamos uno frente al otro sentados sobre la cama con las piernas abiertas mirándonos, masturbándonos a punto de corrernos cuando sonó el móvil de Yolanda que estaba en la mesita. Ella contestó, era su marido, sin dejar de mirarme a la cara y sin parar de mover los dedos sobre su clítoris dijo
—¿Qué quieres masturbarte escuchándome?, muy bien, prepárate.
No conocía esta faceta de mi cuñado, una persona tan seria y formal, actuando como un pervertido en el trabajo. Me lo imaginé dándole a la zambomba mientras su mujer le contaba relatos excitantes.
Pues mira, le estoy mostrando el chochito abierto a tu cuñado Juan, que como sabes me gusta mucho.
Al mismo tiempo que dijo esto sonrió y se abrió con los dedos la raja hasta el extremo de que se veía toda la vagina rosada y untada.
Me estoy masajeando el clítoris cariño, para ti y mirando como tu cuñado, se bombea el pene con la mano, que por cierto tiene la polla más grande que la tuya.
Así estuvimos un rato mientras ella jugaba, con la fantasía de su marido. Se levantó y se dio la vuelta, colocando una almohada en el pecho y arrodillándose para poner el culo en pompa hacia mí, con el teléfono en la oreja seguía hablando a su marido.
—Ahora le estoy enseñando mi culo abierto. Para que se corra mirándolo... Tranquilo cariño no dejaré que me folle, solo si tú me lo pides, así mastúrbate para mí cariño.
El grado de excitación había subido al máximo nivel y Yolanda movía su clítoris con frenesí, estaba a punto de correrse.
—¿Cariño, me dejas que solo me toque con la punta mi clítoris?… solo con la punta, restregar su polla contra mi clítoris… te lo prometo, sin clavarlo dentro… vale, gracias amor.
M hizo la seña con la cara y me acerqué a aquel culo levantado en pompa y apliqué la punta del glande sobre el agujero abierto de su culo, con los dedos ella recogió flujo vaginal y lo untó en el agujero, empecé a restregar suavemente la punta por el agujero, subiendo y bajando la punta por la raja hasta la vagina abierta, sin clavarlo, solo masajeando el glande con la suavidad de la entrada de aquella vagina aterciopelada. Yolanda se dio la vuelta y abriendo las piernas mostró la raja abierta y con los dedos sacó el clítoris, acerqué el pene y lo restregué contra él, subiendo y bajando el pene con la mano, masajeando, le cambió la cara.
—Me voy a correr cariño, así, sigue con la polla, ¡restriégame tu polla en mi chocho!... ¡me corro, me corro!
Se convulsionó y gritó sin reprimirse mientras se corría.
—¡Vamos, córrete conmigo cariño, tira toda tu leche!
Se lo decía a él y a mí a la vez, lo que estaba claro es que su marido se estaba corriendo en el despacho donde trabajaba, seguramente con un pañuelo en la polla para no ponerlo todo perdido, mientras su mujer se volvió a dar la vuelta y tiró el teléfono encima de la cama sin cortar. Se puso a cuatro patas abriéndose el culo con las manos y agachado el cuerpo para abrirse mejor, dijo.
—¡Aquí, córrete aquí, úntame el agujero del culo con tu leche!
Acerqué mi glande al culo y lo restregué otra vez por la raja hasta detenerme en el ano, empecé a moverlo en vaivén hasta que me vino el manantial de leche, entonces apreté el glande contra el agujero de su precioso culo y solté un chorro de leche que la mayoría entró dentro del rectó y parte rezumó por fuera goteando, siguieron tres o cuatro chorros más de esperma que untó todo su culo, resbalando por la raja hasta su chocho abierto que recogió casi todo el esperma que goteó posteriormente sobre la cama.
Recuperamos la respiración y ella recogió el teléfono de la cama y dijo
—¿Te ha gustado, cariño? ¿… Para comer? espaguetis carbonara… ¡no tardes cariño!
Pasaron unos meses sin vernos, parecía que ella no quería que aquello fuese a más, pero un fin de semana quedamos los dos matrimonios con nuestros hijos en el chalet de la familia para celebrar el cumpleaños de su hijo pequeño, que cumplía cinco años. El sábado por la mañana lo pasamos en la piscina nadando y tomando el sol.
Mi mujer y Yolanda estaban tendidos en la terraza junto a la piscina tendidas en sendas hamacas, su marido y los niños jugando dentro del agua, armando un gran jolgorio, mientras yo estaba sentado en otra hamaca, frente a las dos hermanas, observándolas con las gafas de sol para disimular. Mu mujer tenía el respaldo tendido mientras que mi cuñada lo tenía inclinado manteniendo el torso levantado y las piernas estiradas sobre la hamaca. De pronto puso los pies sobre la hamaca y juntando las rodillas con los pies separados, mostraba por debajo su rajita, marcada bajo la tela del bañador, aquello me puso en guardia, ella me miró y disimulando puso una mano por debajo de la pierna y pasó un dedo por debajo de la goma de la braga y la apartó dejando ver la preciosa raja cubierta de vello durante dos segundos, volviendo a soltarla inmediatamente. Entonces yo hice lo mismo y baje la goma del bañador con la mano izquierda y con la derecha esgrimí el pene como si fuera una lanza mostrándoselo durante dos segundos y tapé inmediatamente, Ella separó las rodillas para poder abrir las piernas y volvió a apartar la braga a un lado mientras con la otra mano separó los pelos del chochito y abrió la raja, mostrando la almeja jugosa y rosada tres o cuatro segundos.
Mi mujer se incorporó y los dos disimulamos rápidamente. Al cabo de un rato, cuando me bajó la erección, pensé que lo mejor era salir de aquella situación y me levanté y me fui al interior del chalet a ver la carrera de motos y así evitar las tentaciones. Al cabo de un rato entró mi cuñada ya vestida con un vestido de los de ir a la playa, pasó por delante de mí, bromeando se colocó entre yo y la tele, tapándome la carrera y se sentó sobre mis piernas, o mejor dicho sobre mi pene, restregando el culo unos segundos y se levantó rápidamente, me miró sonriendo y se dirigió a la cocina.
—¡Voy a hacer las ensaladas para la comida!
La cocina está abierta desde el salón y podía ver cómo empezó a cortar las verduras en el banco de la cocina, tenía el culo respingón marcado en el pequeño vestido, la observé un rato y no pude aguantar más y me fui a la cocina. Me senté en una silla detrás de ella para mirarla de cerca y le dije
—¡Levanta la falda y enséñame tu culo que quiero masturbarme mirándote!
—¡No, tranquilízate que puede entrar alguien y pillarnos!
Insistí mientras me bajé la goma del bañador y empecé a mover mi pene subiendo y bajando la mano sobre el tronco.
—¡Vale, pero solo un poquito! (Dijo ella)
Entonces, sin girarse se levantó el vestido por detrás mostrando el culo con la braga puesta, agachó el cuerpo para levantar el culo y con las dos manos se bajó las bragas dejándolas caer al suelo y agarrando los glúteos con las dos manos, los abrió, mostrando la raja abierta del chochito y el agujero marrón del ano, mientras yo, empecé a masturbarme mirando aquel preciosos sexo.
Entonces me levanté con el pantalón en las rodillas y con el pene levantado me acerqué a aquel culo y puse mi pene entre los glúteos con el glande hacia arriba, para no clavarlo en aquella gruta. La rodee con mis manos y apreté mi cuerpo contra el suyo y contra el banco de la cocina, con una manó busqué por delante entre sus piernas la abertura del chochito hasta llegar al clítoris, ella separó las piernas y con mi mano hurgué en su pubis buscando, aparté previamente los rizados pelos que guardan la húmeda entrada, encontré su clítoris y empecé a acariciarlo suavemente, mientras ella se estremecía de placer, con cada movimiento de mi dedo aquel botón se endurecía y ella gemía con sonidos reprimidos para evitar ser oída. Su sexo estaba totalmente húmedo y a punto del orgasmo. Entonces paré y me aparté de ella sentándome en la silla otra vez le dije
—¡Ven, siéntate aquí sobre mi pene!
Ella se quedó mirándome, recogió la braguita del suelo y se la puso en el bolsillo del vestido y se acercó a mí dudando, con cara de niña vergonzosa, puso una pierna a cada lado de las mías y flexionándolas se agachó y antes de sentarse a horcajadas sobre mí, cogió mi pene con la mano para agacharlo y colocarlo por debajo suyo, a lo largo de la raja, asomando por su culo y así evitar que se clave en su vagina, restregó su raja húmeda contra él y empezó a moverse hacia delante y hacia atrás masajeando el pene con su raja. Mis testículos acumulaban ya toda la leche que les cabía, yo estaba acalorado y a punto de reventar, movía sin parar el culo en vaivén, lento pero continuó.
Una de sus manos la llevó hasta su culo y empezó a acariciar el glande que asomaba en cada uno de sus embestidas, yo me agarré a sus caderas y juntando el pecho al suyo acompañé sus movimientos, bajé una mano hasta la raja del culo y la seguí hacia abajo con el dedo hasta encontrarme con su mano que tocaba mi glande y hurgué entre su mano y mi pene buscando el agujero de su culo que encontré porque ella lo levantó lo suficiente para que yo lo encontrase. Le acaricié con la punta del dedo su agujero apretado y poco a poco le metí la punta venciendo la fuerza de sus esfínteres.
Ella seguía simulando el movimiento de follar, pero sin penetración, solo la de mi dedo en su ano. Estaba muy excitada, su vagina chorreaba de jugos que mojaban totalmente mi pene, de pronto estiró las piernas levantando su culo a un palmo de mi sexo, agarró con una mano el tronco de mi pene y con las piernas abiertas acercó su chocho abierto a mi glande aplicándolo a la raja buscando su clítoris, empezó a restregarlo en la raja insistiendo para darse placer. Tenía los ojos cerrados y jadeaba apretando los labios, de repente noté como su ano aprisionaba rítmicamente mi dedo y ella en silencio y con la respiración contenida se convulsionaba sin parar de restregarse el pene el clítoris, hasta que soltó un quejido de placer.
Mi cuñada estaba roja y los ojos relucientes por el orgasmo que aún soltaba los últimos espasmos, apretando la sedosa vagina el tronco de mi pene, la respiración era cansada pero empezó a mover sus caderas hacia adelante y hacia atrás bombeando mi pene en el interior de su vagina, la fricción de las paredes aterciopeladas de su chochito en mi pene era una sensación celestial tras tanta espera.
Yolanda seguía bombeando con sus caderas sobre mi pene, con la respiración entrecortada y con jadeos silenciosos hasta que a los pocos minutos no aguanté más y mis testículos empezaron a bombear leche, en la primera embestida levanté las caderas para llegar lo más profundamente posible y solté un chorro de esperma caliente que golpeó contra lo más profundo de la matriz de Yolanda, los dos subieron hacia arriba más de un palmo, ella jadeó de placer y con los músculos de la vagina apretaba mi glande rítmicamente. Posteriormente hice tres movimientos rápidos con las caderas y solté tres o cuatro chorros de leche en el interior de su vagina, con tanta presión acumulada que casi se podían oír los sonidos de la eyaculación dentro del chocho, me quedé quieto, inmóvil, mientras terminó de manar la leche de mi pene llenando el chocho de Yolanda, que empezó a chorrear leche sobre mis testículos goteando y mojando totalmente la silla donde estábamos los sentados.
Me quedé exhausto acoplado, al sexo de Yolanda, suspiró y pudo levantarse, sacó su braga del bolsillo y la pasó por su chochito a lo largo de la raja untada de leche, se bajó la falda y se fue rápidamente al aseo, me levanté y me puse el bañador con el pene totalmente húmedo y en eso entró mi cuñado a la cocina.
—Qué haces?
—Estoy ayudando a tu mujer a hacer las ensaladas, ya que tú no la ayudas
Aquella noche celebramos el cumple del chaval y todo fue normal, excepto la miradas de complicidad, a la mañana siguiente me levanté tarde y ya estaban todos en la piscina aprovechando el día, me asomé a la terraza del dormitorio que está en la planta de arriba, desde allí se ve perfectamente la piscina y la terraza. Allí estaban mi mujer tomando el sol y los niños nadando con mi cuñado que vio y saludó con la mano, le conteste con otro saludo y me quedé un rato mirando el paisaje, en eso mi cuñada apareció por detrás y me dijo
—No te gires, ni te muevas del balcón
Se arrodilló y se acercó a gatas hacia mí, y con las dos manos me bajó el bañador hasta los pies. El balcón era de obra, de forma que desde fuera solo me podían ver desde la cintura para arriba.
Mi cuñada me separó ligeramente las piernas con las manos y me acarició los testículos con una mano, entonces me apoyé con los codos en la barandilla sacando el culo hacia dentro de la habitación, de forma que todo quedaba suelto, entonces Yolanda se agachó detrás y con la otra mano empezó a mover mi pene. Después me hizo apartar y sentándose en el suelo con la espalda apoyada en la barandilla se colocó delante de mi pene, lo agarró con las manos y se lo puso en la boca, chupando lentamente con la lengua el glande y sorbiendo con los labios en una mamada jugosa, mientras desde abajo mi cuñado dijo
—¿Que no bajas y te bañas? El agua está buenísima
—No gracias (contesté) estoy más a gusto aquí arriba
Con el pene en la boca de tu mujer (pensé), ella al oír a su marido chupó más fuertemente, casi que me corro, tuve que apartar un poco sacando el culo hacia atrás, entonces ella se apartó y se puso detrás de mí arrodillada y con la dos manos me abrió los glúteos buscando el agujero de mi culo, que encontró, acercó la boca y aplicó los labios a la entrada, empecho a lamer con la punta de la lengua la puerta de mi culo.
—Ábretelo tú con las manos (dijo con voz muy bajita)
Le hice caso y con las manos me aparté los glúteos mientras ella aplicó otra vez su boca en el ano, al mismo tiempo con una mano me acariciaba los testículos y con la otra me agarró el pene moviendo la piel hacia delante y atrás masturbándome con suavidad.
—Bájate no seas tonto (volvió a repetir su marido).
—No gracias, no tengo ganas
Mis palabras sonaron, con poca precisión y atolondradas, con la lengua de su mujer metida en mi ano, entraba y salía ensalivada en mi recto mientras su mano intentaba con fuerza sacarme toda la leche de los testículos, la situación me excitó tanto que empezó a brollar leche del glande contra la pared del balcón, dos o tres chorros de esperma que chorreaban por el antepecho hasta el suelo, el tiempo que los esfínteres de mi culo apretaban rítmicamente la lengua de Yolanda, alcanzando un placer enorme. Rápidamente apartó la boca de mi ano y se agacho más bajando con la mano mi pene se lo puso en boca apretando los labios y succionando el pene, dejé correr los últimos chorros de leche, que aún fueron muy abundantes.
Cuando ya no me quedaba ni una gota, soltó el glande de la boca que se quedó colgando semierecto entre mis piernas, y ella arrodillada mirándome dijo
—Esto es el premio por lo de ayer
Se levantó, se relamió los labios con la lengua untada de esperma y con un dedo se untó los labios como si fuese crema de cacao
—Es un buen protector solar (dijo)
Y se fue a la piscina. Me quedé apoyado en el balcón, mirando cómo salía con la toalla en la mano, se acercó a su marido y le dio un beso en los labios, con los mismos que aún estaban untados de leche.
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