Tenía prisa y como de costumbre cogí un taxi.
¿Adonde,señorita?-me preguntó el taxista.Le dí las señas.Al mismo tiempo me fijé en el tipo.Un verdadero macho, de esos que me ponen la pepitilla punto.El vehículo fue rodando por las calles hasta que,de repente, me dí cuenta.
¡Eh oíga se ha equivocado de dirección! Le dije que iba a...
Sí, lo sé-volvió la cara hacia mí un instante, sonriendo.¡Que bueno estaba el taxista!
Entonces,¿qué le ocurre?-quise saber algo enfadada.
Pues, me ocurre que deseo enseñarle un paisaje que estoy seguro de que le gustará, y por supuesto no le cobraré la carrera.Me encogí en el asiento, un poco asustada.No tardamos en salir a campo abierto y el taxi enfiló un sendero bordeado de árboles,abandonando la carretera.
-Vamos chica, inclínate hacia mí y mira qué paisaje.Lo hice y ví que el taxista se había desabrochado él pantalón y se había sacado un cipote monstruoso,soportado por dos huevazos de avestruz.¡Vaya paisaje!
Te gusta ¿eh? rió el taxista. Saltó del coche y se sentó a mi lado sin guardarse ese pollón magnífico.Me empezó levantando la falda, me quitó las bragas y pudo admirar mi coño que se empezaba a sentir.Acto seguido se arrodilló ante mí, hundiendo su cabezaentre mis muslos y procedió a realizar una buena comida al tiempo que me sobaba las tetas,duras como manzanas.
Poco después me dijo:
Ahora tú, nena y me puso su polla al alcance de mi boca.No vacilé ni un momento.Chupé y chupé.
Así-decía él- toma el biberón que es alimenticio...Mama bien este pollón... tocamé los huevos...Ah que bien lo haces...No, deja, no quiero correrme...Es decir , si que quierocorrerme... pero aquí...¡en tu coño que parece una brasa ardiente!Se abalanzó sobre mí y, tras apuntar la punta de su polla hacia mi raja, de un solo impulso me la metió toda,rozando al hacerlo las paredes de mi vagina y dándome el máximo placer de mi vida.Me inundó de leche espesa y yo me corríal mismo tiempo.Fue inolvidable que olor a sexo había dentro del taxi.