EL PADRE DEL ALUMNO
El señor Rodríguez salió de su casa un poco mas temprano que todas las mañanas. Ese día había decidido pasar por la escuela de su hijo. Luego de haberse despedido de la esposa que aún dormitaba, salió a la calle donde el perfume de una nueva primavera abundaba y se podía oler a distancias.
El señor Rodríguez iba vestido de impecable traje marrón. Clásico. Debía tomar el ómnibus que pasaba frente a la escuela. El bus pasó puntualmente y eso no era costumbre en aquella ciudad.
El bigote prolijo, las manos limpias y uñas pulcras eran un distintivo en la presencia del señor Rodríguez. Le preocupaba su hijo que andaba un poco descuidado con la escuela y tenía que hablar con el profesor de ciencias sociales unas de las materias en que andaba flojo.
Bajo en la esquina que correspondía a la escuela. Noto que el sol estaba empezando a calentar y eso le hizo darse cuenta que empezaría a sudar. Sacó su pañuelo del bolsillo y se lo paso por la frente que ya empezaba a gotear.
Entró en el edificio escolar y avanzó hasta una oficina que decía “sala de profesores”. Se detuvo en la puerta y golpeó suavemente. La puerta se abrió y pidió hablar con el profesor de ciencias sociales. Le dijeron donde podía encontrarlo y allí se dirigió.
Golpeo nuevamente esa otra puerta y del lugar salió un joven sonriente. Lo hizo pasar y se sentaron frente a frente, escritorio de por medio.
__Señor profesor, soy el padre del alumno Rodríguez.
__Ezequiel… Ezequiel Rodríguez…
___Sí__ contestó el padre.
__Me presento dijo el joven y el señor Rodríguez se sonrió -Nahuel Benitez-.
__¡Oh! Claro, encantado -estrechó la mano el señor Rodriguez-.
__Ezequiel no es un mal chico.
__Claro que no, un poco, tonto.
__En el sentido que el cree que es vivillo.
__Exacto profesor, usted entiende.
__¿Un café?__ preguntó el profesor.
__Sí claro, gracias, profesor.
__Llameme Nahuel hombre -el chico mostró una gran sonrisa y ese fue un cosquilleo en el vientre del señor Rodriguez que seguía sudando sin perder la compostura-.
Lo observó por primera vez un poco mas detenidamente. La nariz suave, los pómulos rozagantes, una boca de labios marcados y gruesos. De estatura normal, hombros anchos. Cuando se puso de pie para servir el café miro su trasero de buen porte.
__Decía que su hijo no es un mal chico, está distraído tal vez, ¿Tendrá novia?
__No lo sé Nahuel, a mi no me ha dicho nada
__Hablan entre ustedes
__Para ser sincero, no mucho, vio como son los pibes a esa edad
__Sí, tal vez hablan más con otra gente que con sus padres, es cierto
__¿Usted , digo Nahuel podrá ayudarme con el?
__Pero claro hombre, por supuesto - Nahuel se dio cuenta que el hombre sudaba a mares. -Quiere quitarse el saco señor Rodríguez- comentó servicial
__No, no esta bien es que llega está época y sudo más de lo normal
__Espere -dicho esto puso en marcha un ventilador de techo que refrescó el ambiente en minutos. Rodríguez se sintió aliviado y le cayó mucho mejor el muchacho.
__¿Mejor?
__Mucho mejor… qué propone usted profesor, digo Nahuel
__Que lo observemos, no lo agobiemos, yo le voy a seguir hablando, creo que se encaminará
__Hare lo mismo - en eso el profesor estiró el cuello y lo movió de un lado a otro, como si algo molestara-.
__Perdón Nahuel, le molesta algo.
__Es el cuello, lo siento duro, debe ser la tensión y la época.
__Sin ningú animo, me dedico a hacer masajes, tal vez le ande faltando alguno
__Quizá, ¿Tendría algún turno?__ preguntó el profesor atento.
__Si quiere llegarse a eso de las ocho, a esa hora estoy terminando y lo podré atender tranquilo.
__Me parece bien.
__Aquí tiene__ dijo Rodríguez, dándole una tarjetita.
__Allí está dirección, teléfono, todo, en fin.
Dicho esto el señor Rodríguez se levantó de la silla y Nahuel lo observó y le pareció más enorme que cuando había llegado. Observó las grandes y cuidadas manos, la pulcritud en su vestir, el perfume que le llegaba del cuerpo masculino lo fascino sin saberlo. El señor Rodríguez salió de la oficina y se marcho.
Pasaron las horas. El trajinar del día fue cayendo. Nahuel miró la tarjeta. Espero el colectivo en la esquina de Savio y Garibaldi, allí subió. Hizo el recorrido que lo llevaba al encuentro con el señor Rodríguez sentado, extrañamente no subió mucha gente en ese viaje. Bajó en la esquina correspondiente. Cruzó la plaza y entró en el edificio amplio. Entró en el ascensor y bajo en el cuarto piso. Busco el departamento H. toco a la puerta.
El señor Rodríguez abrió la puerta. El corazón de Nahuel dio un respingo. El hombre se encontraba en bata. Una bata clara y al parecer sedosa.
__Entra Nahuel -dijo el hombre-.
__¡Buenas! ¿Cómo está señor?
__Muy bien, no te asustes pero estoy en ropa de trabajo, ¿Te incómoda?
__Claro que no.
__Bien, bien , pasa, pasa… Allí tienes una toalla, necesitaré que te pongas. cómodo
__¡Ah! Muy bien, muy bien__ diciendo esto, Nahuel, entró en el baño. Se sentía cómodo y a la vez excitado. Ese hombre tenía algo que le gustaba. Cuando salió el señor Rodriguez le preguntó si quería tomar algo.
__Yo me serví un whiskicito, ¿Quieres?.
__Esta bien, con hielo.
Sintió el ruido del hielo y el líquido al caer en el vaso. Miro a su alrededor y el ambiente era grande. Bien iluminado. Observó que la camilla de masajes era mas bien una cama bastante mas grande que las que suelen usarse. El señor Rodríguez le alcanzó el vaso, chocaron las copas, bebieron unos tragos.
__Bueno, empezamos -invito el hombre- acóstate por aquí boca abajo.
__Muy bien -Nahuel se acostó y el señor Rodríguez apreció en esplendor el culo del joven, sintió el primer cosquilleo en su virilidad-.
Comenzó a poner un aceite en la espalda blanca del joven. Acarició levemente los hombros y fue haciendo círculos en la piel del muchacho que se relajaba al mismo tiempo que su piel se electrizaba con las manazas del hombre en su cuerpo.
El señor Rodriguez puso una suave música, apenas audible. Corrió hacia abajo la bata. Roció la cola dura con el aceite fragante y apretó con sus dedos.
Pellizco suave las nalgas y Nahuel sintió el choque erótico en su verga que busco endurecer. Las manos corrieron por los muslos, hasta la mitad de las piernas del joven y el señor Rodríguez volvió a subir hasta el culo del joven. Abrió los cachetes, paso un dedo por el agujero, casi imperceptiblemente. El suspiro de Nahuel lo dijo todo. Eso le encantaba y esperaba más. Allí fue el señor Rodríguez y acarició mas fuerte, ahora deteniéndose en el anillo fresco. Su verga levantó la bata. Se la quitó y quedó desnudo.
Nahuel no se había dado cuenta porque estaba como en un sueño. Con los ojos cerrados. El hombre hundió despacio un dedo en el orificio, entró sin resistencia. Lo metió completo y comenzó a entrar y sacar. El joven se movía penetrándose solo. El señor Rodríguez se fue moviendo hasta colocarse frente al chico. Arrimó su pija tremenda hasta los labios del joven profesor. Este lamió la cabeza y escuchó el fuerte respiro del hombre. Lentamente fue tragando la poronga.
Mientras era penetrado por el dedo del masajista. Ya la boca se había tragado la pija y chupaba con desesperación. Con tremenda gana. La lengua se detenía en la cabeza del señor Rodríguez que brillaba y nuevamente tragaba el sable, duro como piedra. El señor Rodríguez se sacudía en estertores de calentura gutural, con desesperación.
Ese muchacho chupaba la verga mejor que su esposa.
Ahora Nahuel sentía dos dedos del hombre en su ojete horadado, caliente y volcánico. El joven ahora estaba agarrado al mástil y acariciaba los huevos de Rodríguez, los tocaba, los apretaba suave y comía la pija. La masajeaba, chupando sin descanso y escuchando que el hombre gemía y gemía. El grito del hombre cubrió todo el departamento, cuando la leche comenzó a salir, el joven no dejó escapar gota alguna, trago y trago sin descanso. Los dedos del hombre salieron del culo del chico y en unos minutos quedaron casi temblando. El hombre aún de pie con su verga bamboleante y el chico pasando la lengua como a un helado que buscaba derretirse pero no.
El señor Rodríguez se tumbó al lado del chico. Los dos desnudos. Se miraron, calientes el chico acercó su boca a la del hombre y se fundieron en un eterno beso. Las lenguas se chocaban sin descanso. El señor Rodríguez tomo la verga del profesor y lo masturbó. Lo acarició, jugó con el animal endurecido y rígido. Hurgo en sus huevos. Después fue metiendo en su boca el fierro de Nahuel que se sacudía ardiente y salvaje. Las manos atrevidas del joven llegaron al trasero enorme del hombre, este se abrió como una flor ante el muchacho, lo dejo hacer. Nahuel acarició el oscuro agujero del señor Rodríguez.
Entró con sus dedos finos en el él, sintió que el hombre gozaba, la verga comenzaba a erguirse nuevamente y el empezó a besar alternativamente aquella pija y el hueco, recorriendo los testículos jadeantes del señor Rodríguez. Llenó la boca del hombre con su tibio semen. El señor Rodríguez se bebió el néctar y su poronga se sintió más febril. Busco el agujero del chico, lo acostó boca abajo y estuvo un rato besándolo y abriéndolo con la lengua. Luego de unos instantes apoyó la cabeza de su verga, el chico se fue moviendo deseoso, y el hombre fue entrando despacio, Nahuel gemía y se aferraba a los enormes brazos del hombre, empujaba con su cola blanca al instrumento del hombre que entró en el túnel por completo y se aferró al pecho del chico. Rozó con la punta de los dedos las tetillas duras. El muchacho lanzó gemidos y suspiros y exclamaciones calientes, aún más cuando sintió el chorro hirviendo en su cola abierta y dispuesta. La boca del hombre mordió el cuello, beso, exclamó ardiente hasta casi desfallecer y luego quedó quieto dentro del chico que también entró en una somnolencia feroz de deseo cavernícola, animal.
Cuando Nahuel despertó estaba solo. Ya era muy tarde. Se duchó. Encontró una nota que decía que podía quedarse cuanto quisiera. El debía regresar a su casa. Además había un juego de llaves.
Pasaron los días. Una tarde de esas el señor Rodríguez entró al departamento donde trabajaba dando masajes, esa tarde de sábado la tenía libre. Cuando entró se quedó inmóvil. Se encontró con Nahuel con una pollerita muy corta, culo para arriba, limpiando el piso. El señor Rodríguez observó sin apuro. Fue quitándose la ropa. Por sobre el hombro de vez en cuando lo miraba Nahuel, deseando. Su cola húmeda de calentura y cremas estaba lista. La verga del señor Rodríguez lo tomo por asalto así como estaba de rodillas. Lo penetró sin rodeos y el aulló de placer. El hombre lo bombeaba sin parar, con ritmo loco y frenético. El chico se mordía los labios y gemía.
El señor Rodríguez mojaba la oreja y abrazaba fuertemente al muchacho que recibía la pija feliz y enardecido. En un momento lo levantó en vilo así enculado como estaba y se sentó en el sofá más próximo. El muchacho se apoyó en las rodillas del hombre y se sentaba sobre el hierro y volvía a levantarse. Luego de un rato apoyo los pies en el suelo y la clavada era más lenta, más suave. En un momento Nahuel se sacó la verga del culo giro y volvió a metérsela pero está vez de frente al hombre. Lo beso en la mejilla, luego llegó a la boca del hombre, las lenguas se encontraron. El muchacho lamió las tetillas del hombre. Las saboreaba, las mordía y volvían a buscarse las lenguas. Lentamente el hombre fue descargando dentro del chico que lo sacudió al señor Rodriguez hasta dejarlo sin aliento.
Se quedaron pegados un buen rato. Se besaban. La verga del chico estaba dura, apoyándose en el cuerpo del hombre. Este salió del culo del chico. Llegaron a la cama y se tiraron. El señor Rodríguez atrapó la pija del chico. La tragó sin descanso. Beso los huevos del muchacho que se retorcía como un pez herido. El hombre de repente llevó la mano del chico hacia sus nalgas. Nahuel comprendió, y hurgó en sus cachetes, llegó al objeto, primero lo acarició, luego busco entrar en el hoyo, sus dedos húmedos de líquidos entraron al hueco, se hundía allí sin remedio. El señor Rodríguez dejo la lanza de muchacho y se colocó con la cola para arriba. Levantó el culo. El chico agarró las caderas, apoyo la punta de la pija en la entrada del hombre y presiono, la verga fue entrando despacio y el hombre gemía diciéndole que siguiera clavándolo. El muchacho se prendía de las caderas del señor Rodríguez y lo cogía sin descanso. Entraba y salía. Se detenía y volvía a empujar.
__¡Ay!¡Así! ¿Qué rico mi machito! ¿Dale cógeme, cógeme!__ así gritaba y repetía el decoroso señor Rodríguez mientras la vergota del chico iba y venía dentro de el.
El chico sacó la poronga del hombre. Este dio un giro quedó de frente al muchacho. Levantó las piernas y las apoyo en los hombros de este, así el hombre fue embestido otra vez y la verga se perdió en las profundidades de su culo pasional. El chico golpeaba una y otra vez los huevos en las nalgas del hombre cuyos gemidos soltaban y llenaban el aire del departamento. Nahuel dio unas sacudidas, vibro, se estremeció y la leche llenó el ano del señor Rodríguez. El chico cayó sobre le pecho del hombre, su verga se fue desinflando hasta salir de aquella envoltura. Los besos del chico llenaron la boca, las mejillas, el cuello del hombre. Se abrazaban sin descanso y rodaban por la cama sin control alguno.
Entrada la noche el señor Rodríguez despertó de su ensueño, y escuchó a lo lejos el correr de agua. Pensó que llovía, pero al tiempo se dio cuenta que era la ducha. Se levantó y allí se dirigió. Entro en el. Estaba Nahuel todo enjabonado. Desnudo. Único. Entró en la ducha el hombre y abrazo a la criatura por detrás. La pija del señor Rodríguez dio un respingo y se levantó de forma veloz. La del chico no tardó en seguirlo. Las manos agarraban carne y miembros, los dedos se hundían en agujeros conocidos y nuevos. Todo era pasión y encuentro nuevo, los huevos inflados se movían de un lado a otro. Las manos apretaban, sacudían, acariciaban. Las lenguas mojaban, lamían, chupaban. Al borde de la bañera el señor Rodríguez se sentó y sobre el se fue sentando Nahuel y el hombre lo penetró. Después cambiaron de posición y el que se sentó sobre el chico fue el hombre y la espada del chico enculó al hombre. Terminaron tirados en el piso regándose de semen, de leche, de néctar, se saborearon, se tomaron, no dejaron gota por beber y después de un rato volverían a empezar.
Por supuesto que al hijo del señor Rodríguez le fue mucho mejor en ciencias sociales. Ellos siguieron viéndose por años y años. Nunca vivieron juntos ya que el señor Rodríguez siguió viviendo con su señora esposa. Nahuel tuvo muchos amantes. Nunca vivió en pareja con nadie. Cuando el señor Rodríguez dejó este mundo el lo sintió mucho-.
Lujurioso y caliente100x100. Ya sabes lo que me gustan tus relatos. No sabía que también escribías en esta Web y con el nombre de Mario. He vivido experiencias similares y solo me queda decir....¡¡¡Que gusto!!!....¡¡¡Que gusto!!!.