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El Obseso superdotado 8a

1.930 - 8A


-- Si, podrás, ya lo verás, tú déjame hacer.

Comencé a sacársela despacio y me fui deslizando por las redondeces de su macizo cuerpo, mamándolo de arriba abajo hasta quedar entre sus robustos muslos y entonces vi la sangre manando de su coño desgarrado. Protestó cuando le pasé la lengua, no quería que le lamiera el chumino y siguió protestando avergonzada de que mis ojos contemplaran su intimidad con toda claridad mientras le lamía la sangre con suaves lengüetazos, tragándomela mezclada con la rosacea leche de su orgasmo. Ni siquiera se movió cuando aspiré su vagina, sorbiéndole la esperma de sus entrañas.

Tenía el coño molledo y pequeño con un ligero y agradable olor almizcleño y su rosada y brillante carne íntima, un suavísimo y exquisito sabor de fruto marino. Lamí con suavidad los finos labios, ligeramente flácidos, de su desgarrada vagina sin que tampoco diera muestras de placer alguno. Me sorprendí de la pequeñez de su clítoris cuando lo chupé, aspirándolo y pasando tenuemente la lengua por el precioso botón que se endureció dentro de mi boca al poco tiempo, extrañándome nuevamente que tampoco entonces mostrara signos de complacencia..

Bajo aquella amorosa mamada noté que, al poco tiempo, se quedaba rígidamente inmóvil, dejé de sentir su respiración y al levantar la mirada hacia su rostro volví a ver sus ojos desmesuradamente abiertos, cambiando de color casi de repente. Noté en mi barbilla como sus pequeños labios vaginales, antes flácidos, se erguían ahora congestionados adquiriendo la tersura de un suave raso carmesí. Supuse que estaba a punto de llegar al clímax, aunque por ningún otro síntoma lo demostrara. Estaba seguro de que los chupeteos sobre el clítoris la llevarían al orgasmo muy pronto.

De no haber estado atento me hubiera sorprendido, pero noté en mis mejillas como la rigidez de sus opulentos muslos aumentaba y bajé la boca hasta su vagina justo en el momento en que el primer borbotón de leche, espesa y tibia, caía sobre mi lengua.

Coloqué mi boca abierta sobre su entrada vaginal, aspirando el esperma que fluía a borbotones de sus entrañas, saboreándola antes de tragármela. Su orgasmo fue tan prolongado que manaba leche cada vez que aspiraba y, cuando dejó de salir, los labios vaginales perdieron su tersura y la oí suspirar aún más profundamente que la primera vez como si regresara de la eternidad.

Su cuerpo perdió poco a poco la rigidez y la monté de nuevo, metiéndole mi congestionado mástil lentamente en la viscosidad de su vagina.

Me entraba la verga muy apretada, pero se deslizaba sin tanto esfuerzo. La miré mientras la penetraba despacio, sus ojos recobraron su color natural y volvió a cogerme el rostro entre las manos para besarme profundamente. Seguí hundiendo mi porra en ella y apreté cuando mi glande tropezó con su útero, deseaba enterrarla hasta la raíz. Se quejó:

-- Me haces daño, niño. No aprietes tanto.
-- ¿ Te ha gustado, Nela ?
-- Claro que me ha gustado, pero no me gusta que me hagas gozar así, es asqueroso.
-- No tiene nada de asqueroso. Tu leche sabe a ambrosía, creo que es la que me da tantas ganas de follar continuamente.
-- Ya lo noto, ya. Pues sigue, mi niño, yo ya no puedo más.

Permanecí inmóvil sobre su cuerpo, opulento y macizo. El cuerpo de Nela me recordaba el de Las Tres Gracias, aunque ella no era tan opulenta. Me excitaba sentirla bajo mi cuerpo; mamar las magníficas redondeces de sus esplendorosas tetas y de sus preciosos pezones; acariciar sus poderosas ancas bajo mis manos; hundir mi rostro entre sus rotundos muslos y comerle a lametones su carnoso y pequeño chumino, tan pequeño como el de la emperatriz Josefina, según aseguraba Napoleón a su fiel compañero de cautiverio, el gran mariscal Bertrand.

Comencé a correrme desaforadamente y fue ella quien, para darme más placer, me apretó las nalgas para hundir más mi larga y gruesa verga en su delicado chumino. Gimió de dolor, y su rostro se contrajo en una mueca de sufrimiento, pero lo soportó hasta que notó que dejaba de estremecerme. Intenté comerle el coño de nuevo, pero no me dejó. Para ella había sido suficiente, aunque estaba dispuesta a que me corriera cuantas veces pudiera. Y lo hice dos veces en poco más de una hora. Cuando comprendió que se estaba haciendo tarde me dijo:

-- Tenemos que dejarlo, debo hacer la comida.
-- ¿ Cuándo volveremos a hacer el amor ?
Se quedó pensativa, luego sonrió para decirme:
-- ¿ Estás seguro de que deseas volver conmigo ?
-- Todos los días, Nele, todos los días.
-- Algunos días no podrá ser - respondió sonriendo de nuevo.
-- Si, ya sé, pero todos los demás si que lo haremos, ¿ verdad?
-- Si podemos. Yo te lo haré saber.
¿-- ¿ Cómo?
-- Cuando veas en el patio esa maceta de pequeñas hortensias que tengo encima de la coqueta, vienes a mi habitación sin que nadie te vea. Te estaré esperando.

Miré las pequeñas hortensias, la besé y comenzamos a vestirnos y le pedí que no se pusiera las bragas. Me miró extrañada, aunque sin hacer comentarios. No se las puso y antes de salir de la habitación tuve el capricho de levantarle las faldas, tumbarla en la cama y metérsela de nuevo. Me dejó gozarla sin protestar y salió de la habitación sin hacer más comentarios.

Después de comer me fui a la biblioteca, tenía pendiente una traducción de una parte de La Guerra de las Galias de Julio César. Estuve más de media hora con el tema, ya no recuerdo si era el decimocuarto o el decimoquinto capítulo, lo que sí recuerdo es que me levanté para consultar el diccionario y al regresar hacia la mesa, vi a la pequeña Pepita con un cesto de ropa caminando hacia el granero.

Me vino a la memoria la primera vez que me cepillé a la imbécil de Elisa en ese lugar. Me dije que quizá tuviera suerte y me dejara follarla. Con probar no se perdía nada. Si aceptaba eso saldría ganado. Sólo me faltaría Marisa para convertir la casona en mi harén particular. Sonreí camino del granero pensando que si conseguía cepillármelas a todas, también se convertiría la casona en un quilombo de tomo y lomo.

La chica no me oyó llegar hasta que estuve casi detrás de ella. Pensé que siendo tan bajita la partiría en dos al metérsela. Se giró con un susto de muerte llevándose una mano sobre la teta izquierda.

-- ¡ Qué susto me has dado, Toni ! Uuuuuffff - resopló recogiendo la prenda que se le había caído al suelo. Viendo sus prominentes tetas pensé en las muchas veces que se las había pellizcado. Ella se dio cuenta y movió la cabeza.
-- Lo siento, Pepi, no era esa mi intención asustarte. Perdona.
-- Ya ha pasado, chico, pero es que caminas como un fantasma. ¿ Qué haces aquí ? - preguntó volviendo a la faena y dándome la espalda.
-- Venía a ver si querías follar conmigo un ratito - dije, mirándola con mi mejor sonrisa cuando se giró asombrada.
-- ¿ Queeé ?
-- Eso, que podríamos disfrutar juntos de un buen polvo, si quieres.
-- Pero, tu estás loco - y se echó a reír
-- Eso ya lo sé, pero estás tan buena que pensé......
-- Pues no pienses tanto - cortó rápida siguiendo con su faena.
-- Vamos, mujer, te gustará - le cogí por la cintura girándola hacia mi verga. La notó casi entre sus tetas.
-- Suéltame, que nos puede sorprender Nela.
<< Ya te tengo, pensé>>, inclinándome para besarla. Ladeó el rostro para que no la alcanzara y le mordisqueé el lóbulo de la oreja, apretando mi verga contra sus pechos.
-- Déjame, Toni, no seas loco, tendremos un disgusto si.....
Le tapé la boca con la mía, metiéndole la lengua. Se quedó quieta, dejándome hacer y, poco a poco, respondió con la suya a mis caricias. La levanté por las nalgas, sintiendo la carne tibia bajo mis palmas de la mano.
-- Toni, no seas loco, nos van a ver.
-- Detrás del heno no nos verá nadie, preciosa.

Me tumbé encima de ella metiendo la mano entre sus muslos, húmedos y viscosos hasta las rodillas. Incluso las bragas estaban mojadas. Se las quité sin protestas. Su chumino tenía un penetrante olor ácido que me disgustó tanto que por nada del mundo hubiera puesto la boca en él.

Pero podía follarla porque la picha no entiende de olores y encalabrinado, me bajé los pantalones colocando mi congestionada verga contra su cenagoso chumino. Sus piernas me llegaban poco más abajo de las rodillas, pero sus muslos eran cálidos y su coño hervía de calor. Le abrí los labios de la viscosa vulva con la verga pensando en lo difícilmente que mi grueso y largó mástil podría entrar en su vagina. Me equivoqué.

Se lo tragó todo al primer envite enterrándome en su caliente viscosidad hasta los huevos. Se revolvía bajo la penetración como una lagartija, culeando como una barquita sobre las olas. De forma pasmosa comenzó a correrse casi al instante con grandes gemidos y mordiscos de los que tenía que librarme como podía. << Joder, pensé, vaya ganas de follar >>

Comencé a correrme a su compás y terminé antes de que ella finalizara su orgasmo con grandes contracciones de su efervescente vagina. Respirando a bocanadas como una locomotora preguntó con voz balbuciente:

-- ¿ Has acabado ?
-- Igual que tú.
-- Pero sigues empalmado - susurró mirándome muy sonriente - ¿ quieres hacerlo otra vez ?
-- Claro - y comencé a bombearla de nuevo con largos y pausados vaivenes.
-- Métemela hasta el fondo, Toni, hasta el fondo - murmuró a mi oído levantando las caderas y mordiéndose los labios.

Yo me preguntaba admirado donde coño tendría el fondo y como era posible que una mujer tan joven y pequeña tuviera un chumino tan ancho y profundo. Sólo cuando me di la vuelta y la arrastré encima de mí dejándola sentada sobre mi verga, noté en la punta del congestionado capullo el pico de su útero. Se relamió los labios.

-- Caray que grande la tienes, Toni. Es enorme, me llega hasta el fondo ¿ sabes ? Nunca me habían follado así - comentó mirándome con los ojos entrecerrados.
La detuve un momento en sus saltos de caballista para preguntarle:
-- ¿ Quien te ha follado por primera vez ?
Me miró mordiéndose los labios, intentando seguir con sus saltos de jinete sin contestarme.
-- ¿ Con cuantos has follado, Pepi. ? - volví a preguntar sin permitirle que se moviera.
-- Yo no follo, me follan y sólo fueron dos - pensé ¡ vaya distingos ! Estuve a punto de reírme, pero comenté:
-- Pues debían de tener un buen mango.
-- Ni la mitad del tuyo, guapo. Eres un preguntón, ¿ Es que no tienes ganas de correrte otra vez?
-- Claro que sí, dos o tres veces, Pepi.
-- Ja, ja. No podrás.
-- Ya lo verás, pero primero dime a que edad te follaron por primera vez.
-- A los ocho años, ¿ seguimos o no ?
-- Si, en cuanto me digas quienes fueron.
-- ¿ Por qué tengo que decírtelo ? Fóllame si quieres y si no......
-- Dímelo, Pepi, y lo haremos dos o tres veces más.
-- ¿ Dos o tres veces más ? ¡ Estás de broma !
-- Ya lo verás, pero primero dime quienes fueron.
-- ¿ De verdad no lo sabes ?
-- Claro que no.
-- Coño, pues debes de ser el único en esta casa que no lo sabe. Fueron mi padre y mi hermano, me follaban todas las noches.
-- ¿ Y tu madre no protestaba ?
-- ¿ Protestar? Tu estás de broma. La obligaba a follar con mi hermano, mientras miraba y me follaba a mí.
-- ¡ No puede ser ! Te lo estás inventando.
-- Jorder...¡ que no me lo invento, Toni ! Salimos en los papeles y todo. Me follaba él y me follaba mi hermano, y lo mismo hacían con mi madre, hasta que los descubrieron y los metieron en la cárcel. Luego, los del Ayuntamiento me buscaron trabajo y me vine a servir a tu casa. Pero muévete, me voy a correr sin esperarte más tiempo ¿ sabes ?
-- ¿ Cuantos años tenía tu hermano ?
-- Diecisiete.
-- Y le gustaba follarse a su madre.
-- ¡ Joder ! Ya lo creo. Mi hermano tenía la tranca más grande que mi padre y aguantaba más tiempo que él. Al final mi madre se corría como yo, porque mi hermano era capaz de estarla follando media hora hasta que la oía gemir cuando se corría.
-- ¿ Y a ti te gustaba ?
-- Al principio no, pero luego, vaya si me gustaba
-- Anda, córrete, quiero sentir otra vez tu leche en mi verga - y la atraje sobre mi pecho.
Comenzó a levantar las ancas arriba y abajo, sacándose y metiéndose la verga con rápidos vaivenes, acariciándome la dura barra deliciosamente con su viscosa y caliente vagina.

Al poco tiempo comenzó a correrse y , al sentirla, me corrí mientras su leche bañaba mi mástil con suave caricia. Siguió corriéndose con violentas contracciones de su vagina, gimiendo cada vez más fuerte hasta que le tapé la boca con la mano para que, además, no me mordiera. Le gustaba más follar que a un tonto un lápiz. Cuando se calmó volví a preguntarle:

-- ¿ Te corrías como ahora cuando te follaban ellos ?
-- Oh, no, ni mi padre ni mi hermano tenían una tranca tan enorme. La tuya es de caballo, muchacho.
-- ¿ Te gusta follar, eh ?
-- Oh, si, es lo que más me gusta ¿ a ti no ?
-- Claro, mujer.
-- Podemos seguir, si quieres.
-- Si, pero dime, ¿ cuanto tiempo te estuvieron follando tu padre y tu hermano ?

-- Hasta que tuve el aborto y los descubrieron, tenía dieciséis años. Tengo un hermano pequeño que seguramente también es mi sobrino. Bueno, ya está bien de charla. Vamos a follar en serio porque estoy cansada de tanta pregunta.

Volvimos a corrernos dos veces más. La chica era tan insaciable como yo y cuando se fue me aseguró que podía follarla cuando quisiera. Le dije que si, siempre que se lavara la kika todos los días. Me miró extrañada, pero prometió que así lo haría. Al salir del granero me pareció que los visillos de la cocina se movían levemente. << Bueno, pensé, si Nela nos ha estado espiando no creo que se enfade por que me folle a Pepita porque ella misma me aconsejó que buscara las mujeres en la casa >>

Había perdido una mujer, Margot, pero había ganado dos, Nela y Pepi y ya tenía cuatro para no aburrirme. Si Nela supo que me follaba a Pepita nunca me hizo comentario alguno y tampoco lo hizo cuando comencé a intentar follarme a Marisa. No hubiera tardado mucho tiempo en conseguirlo si no hubiera ocurrido lo de Teo y Nere. Fue a principio de verano antes de irnos de vacaciones a Carnota al año siguiente
Datos del Relato
  • Autor: Aretino
  • Código: 16199
  • Fecha: 14-03-2006
  • Categoría: Varios
  • Media: 6.2
  • Votos: 45
  • Envios: 0
  • Lecturas: 5387
  • Valoración:
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