~~Buenos días, mi Ama. le dije al entrar.
Veo que estás por la labor de cumplir mis órdenes. me dijo incorporándose en la cama.
Sí, mi Ama. le respondí.
Le puse el desayuno sobre sus piernas, me aparté y empezó a comer.
Realmente, aquel desayuno tenía una pinta exquisita y sólo podía pensar en que mi Ama fuese lo suficientemente generosa para dejarme algo.
De repente, mis tripas sonaron con estruendo.
¿Tienes hambre? me preguntó.
Sí, mi Ama. le respondí avergonzado.
Pues no me gusta que me lo hagas saber. Uno de vuestros peores defectos es que hay que alimentaros. Aunque si no recuerdo mal, uno de los principales motivos por los que pujé por ti fue el de que aguantas bastante bien con poca comida. ¿No es cierto? me dijo un poco enfadada.
Sí, mi Ama. le respondí.
Pues demuéstramelo. me instó.
Sí, mi Ama. le volví a responder.
Desde luego, aquella mañana no parecía la misma Ama calmada y dialogante que dejé la noche anterior.
Mi Ama, la Superior Luna, acabó de desayunar.
Toma, limpia el plato. me dijo mientras se incorporaba.
Sí, mi Ama. Gracias, mi Ama. le dije cogiendo el plato.
Lamí el plató tan fuerte que me acabó doliendo la lengua. Por el rabillo del ojo observé como mi Ama me miraba sorprendida.
Eres patético. me soltó antes de dirigirse al lavabo. Aquello me dolió. Dejé de lamer el plato y lo coloqué en la bandeja.
Después de asearse, mi Ama se vistió y empezó a hacer las maletas. Cuando hubo acabado, me ordenó bajarlas a la entrada.
Mientras yo la esperaba, alguien trajo un coche de auténtico lujo a la entrada. Más tarde pude comprobar que era el coche de mi Ama. Tras esperar más de veinte minutos al lado de las maletas, la Superior Ley y mi Ama, la Superior Luna, salieron.
Cuídate mucho le dijo la Superior Ley a mi Ama.
Tu también contestó mi Ama.
Mete las maletas me ordenó a la vez que abría el maletero con un aparato de control remoto.
Sí, mi Ama. respondí.
Mientras metía las maletas la Superior Ley se me acercó por la espalda.
Espero no tener queja alguna por parte de tu Ama, ¿eh? me susurró.
No, mi Superior. respondí.
Eso es espero. me dijo.
Cuando acabé de meter todas las maletas cerré el maletero con golpe fuerte y seco.
Mi Ama salió del coche hecha una furia.
Pero,¿ qué te has creído?! me gritó.
Yo no sabía por qué me gritaba y reculé unos pasos.
Vuelve a cerrar así el maletero y la próxima vez se quedaran tus pelotas dentro. me gritó autoritariamente mientras yo me arrodillaba delante de ella pidiendo clemencia.
Debes tratar mis objetos y pertenencias igual que si me trataras a mí. ¿Lo has entendido, cerdo asqueroso!? me dijo gritando encima mío.
Sí, mi Ama. Lo siento, mi Ama. dije temeroso desde el suelo.
Ahora levanta me ordenó.
Sí, mi Ama respondí rápidamente.
Mi Ama me colocó una venda en los ojos y me obligó a meterme en el hueco del asiento del acompañante. Tras volverse a despedir de la Superior Ley se subió al coche y arrancó.
No sé cuanto tiempo duró el viaje. Pero más de dos horas seguro. En la mitad, mi Ama paró para comprar algo de comida.
¿Tienes hambre? me preguntó al hincarle el primer bocado.
No, mi Ama dije tras recordar el incidente matutino.
Yo creo que sí me dijo relamiéndose.
Ten, lámeme los pies me ordenó acercándome sus pies a mi cara.
Sí, mi Ama respondí.
La verdad es que no era un desayuno pero yo me lo tomé así.
Eso es. Buen chico me decía mi Ama.
Tras desayunar, mi Ama reemprendió la marcha.
¿Vas cómodo? me preguntó al cabo del rato.
No, mi Ama fue lo primero que se me ocurrió.
¿Acaso preferirías el maletero? me preguntó.
No, mi Ama respondí.
Pues entonces te quedas ahí. me dijo riéndose.
Presta atención esclavo. me dijo de repente. Ahora llegaremos a tu nuevo hogar. Mi particular reino. En él, hay más esclavos. Cada uno tiene una función asignada que cumple al cien por cien. En el momento que detecto que no es así, lo substituyo sin ningún miramiento. Tu substituyes a uno. Hay esclavos que matarían por poder estar donde tú estás; así es que, espero de ti el cien por cien las 24 horas de día. Hay una regla muy importante que debes cumplir, no puedes establecer ningún tipo de comunicación con nadie excepto conmigo. ¿Lo has entendido? me dijo.
Sí, mi Ama respondí.
Al final llegamos al destino. Mi Ama me quitó la venda dentro de un garaje en el cual había otros dos cochazos.
Acompáñame de rodillas me ordenó.
Sí, mi Ama le respondí.
Seguí a mi Ama por unas escaleras hasta llegar a un pasillo encerado. Todo era completamente lujoso. Un esclavo nos seguía a una distancia prudencial. Pasamos por una inmensa cocina donde nos paramos.
Almuerzo en media hora. Ensalada. Carne. Vino Tinto y fruta. dijo al vació.
De repente salió un esclavo de un compartimiento y empezó a preparar lo que sería el almuerzo.
Cigarrillo soltó de repente.
El esclavo que nos seguía se adelantó, ofreció un cigarrillo a mi Ama y se lo encendió. Justo después de que le encendiera el cigarrillo, mi Ama le propino una patada en la entrepierna que lo hizo caer al suelo. Sin dar explicación alguna, se dirigió al salón. Yo la seguí mirando como el pobre esclavo se retorcía en el suelo de dolor.
No te preocupes por él. Está acostumbrado. me explicó mi Ama.
Yo no pude salir de mi asombró de lo que había presenciado. Empecé a temer por mi integridad.
Llegamos a un impresionante salón. Mi Ama se sentó en un sofá y fumó tranquilamente.
Tráeme el mando de la televisión. me ordenó.
Sí, mi Ama. respondí.
Se lo ofrecí y Ella lo cogió.
Permanece ahí a cuatro patas. me indicó.
Sí, mi Ama. respondí.
Mientras mi Ama navegaba por los canales, observé que el esclavo que le había encendido el cigarrillo a mi Ama y, posteriormente, había recibido una patada en la entrepierna, llegaba al salón arrastrándose.
Justo cuando llegaba al sofá donde estaba la Superior Luna, ésta extendió el brazo y dejó caer cenizas al suelo. El esclavo se estiró en un último esfuerzo y las cogió al vuelo con su mano.
Mi Ama echó un vistazo para ver si las había cogido o no.
Te ha ido de poco, esclavo. le indicó la Superior Luna.
A partir de ese momento, el esclavo permaneció todo el rato al lado de Ella recogiendo las cenizas de su cigarrillo.
Mayordomo! gritó en momento determinado.
En seguida, apareció otro esclavo en el salón.
Si, mi Ama? preguntó él.
Saca las maletas del coche. Llévalas a mi cuarto y comienza a deshacerlas. le ordenó Ella.
En seguida, mi Ama. respondió él antes de desaparecer.
En esos momentos, yo me preguntaba que tarea iba a desempeñar yo. No tardaría en averiguarlo.
Al cabo del rato, apareció el cocinero.
El almuerzo está listo, mi Ama. dijo al entrar.
Perfecto. Sírvelo en la mesa. le contestó Ella.
En seguida, mi Ama. contestó él.
Tras poner la mesa, la Superior Luna apagó la televisión y se dirigió a la mesa para comer.
No me dijo nada. Así que, no me moví.
A la media hora, la Señora acabó de comer.
Cigarrillo. dijo levantándose.
Sí, mi Ama. respondió el esclavo de los cigarrillos.
Éste se lo ofreció y se lo encendió.
Tras darle una calada, la Superior Luna hizo un amago de darle una patada en la entrepierna. El esclavo cerró las piernas.
Ábrelas. le advirtió Ella.
Por favor, mi Ama. le rogó él.
He dicho que las abras! le cortó muy enfadada.
Por favor, mi Ama, se lo suplico. decía mientras las abría poco a poco.
Eso es. decía la Superior Luna. El esclavo estaba apunto de llorar.
La Superior Luna alzó la pierna hacia atrás y el esclavo cerró los ojos.
Anda, piérdete. le dijo perdonándole.
Si, mi Ama. Gracias, mi Ama. dijo él muy contento antes de marcharse.
Tú! Ven conmigo. me dijo.
Sí, mi Ama. respondí.
La Superior Luna me guió a través de su inmensa casa.
Pasa. me ordenó abriéndome una puerta.
Entré y vi una pequeña estancia pero muy bien iluminada. Tenía unos grandes ventanales que llenaban la habitación de luz.
En medio de la estancia, había una camilla acolchada. En una pared, toallas de todos los tamaños y colores. En la otra, una estantería con muchos frascos.
Esta será la estancia donde desempeñarás tu tarea. Serás el masajista. me explicó mi Ama. Ahí tienes toallas limpias, y allí aceites de masaje. Esperaras a que venga yo a alguna de mis amigas y les harás sólo lo que te pidan. Te lo digo porque eché al anterior masajista por írsele la mano. Así que ya sabes, las manos sólo donde te digan. Sí, mi Ama. contesté agachando la cabeza.
Estarás aquí de las ocho hasta las doce de la mañana. Luego irás al gimnasio hasta las dos. me comenzó a explicar.
También hay un gimnasio?! me pregunté sorprendido.
Luego, tienes media hora para comer. Luego volverás aquí, y estarás hasta las doce de la noche. No te preocupes por el aburrimiento. Tendrás faena. Eso seguro. me acabó de explicar. Allí tienes tu uniforme. me dijo señalándome una pajarita que colgaba de un silla.
Bienvenido a tu nuevo reino. dijo antes de cerrar la puerta