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Categoría: Confesiones

El nuevo del trabajo

Llevaba un par de meses trabajando en un hotel cómo recepcionista y estaba a punto de terminar el turno de esa noche. Siempre nos recogía en la puerta una van que transportaba a los trabajadores a sus hogares. Ese día se había accidentando, y un compañero que había llevado su coche nos había ofrecido llevarnos a cinco de nosotros a nuestras respectivas casas. Entre los que íbamos dentro estaba uno de los chef del hotel, un hombre de unos cincuenta años, bajito, bigotudo y con una mirada muy tímida y amable. Cada vez que lo veía me saludaba de una manera muy cordial, así hizo cuando vio que no quedaba asiento para mi en el auto y el compañero que iba al volante sugirió que la única manera que yo cupiera era sentándome en las piernas de el chef, el cual iba en uno de los asientos de atrás, junto a una puerta. Todos dentro del auto se rieron de que alguien tan alto y grande como yo fuera a sentarse en las piernas de ese hombre gordito y bajito, yo me reí junto a ellos y me senté en las piernas de él, agachándome un poco para no golpearme la cabeza con el techo. Junto a nosotros iban dos chicas que trabajaban junto a mi en recepción y no paraban de hablar entre ellas, y en el asiento de adelante dos compañeros más. Mientras el coche avanzaba yo miraba el teléfono, estaba algo cansado por el día de trabajo, y hasta había olvidado dónde iba sentado hasta que siento debajo de mi algo muy duro, de una manera algo discreta, traté de acomodarme y efectivamente sentía entre mis nalgas algo que no podía ser otra cosa que la verga del chef, al no tener dudas de ello empecé a sentirme desesperadamente caliente, jamás había sentido esa sensación tan divina, fue como una sorpresa, empecé a frotarle mis nalgas suavemente y sentía que su verga crecía y crecía más, sentí que mi culo empezaba a dilatarse involuntariamente y mi verga se me puso a mil, pasó un rato y las compañeras que Iban a un lado de nosotros se bajaron, y el compañero que conducía dijo que por fin iba a poder dejar descansar al señor Augusto (el chef) y todos rieron, incluidos él y yo. Quedé sentado a su lado y en seguida se llevó su bolso a las piernas, supongo para que no se le notara la erección. A pesar de la oscuridad dentro del coche pude divisar su mirada tímida, amable y sonriente. Sin pensarlo mucho, deslicé mi mano suavemente por el asiento que no separaba hasta llegar a su pierna y enseguida le agarré su verga guardada en sus pantalones blancos de cocina, se sentía enorme, empecé a masturbarlo por encima y él cerraba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás, mis compañeros que iban delante hablaban entre ellos y no sospechaban nada, el señor Augusto apartó su bolso y pude ver que tenía la verga afuera de su pantalón, algo tan grande y descomunal que no podía creerlo, de inmediato bajé la cabeza y empecé a mamarsela con violencia , me la metí entera en la boca, el hecho de que mis compañeros en el asiento delante nos sorprendieran en cualquier instante me excitaba aún mucho más, me atragantaba con esa vergota mientras el me acariciaba la cabeza al mismo tiempo que me la follaba, cuando el compañero que iba de copiloto volteó para buscarnos algo de conversación debido a nuestro silencio, me vio con esa verga enorme mentida hasta la garganta y soltó una carcajada, haciendo que el compañero que conducía mirara por el retrovisor muy sorprendido y a la vez riéndose de lo increíble que le parecía -Miren al señor Augusto! No pierde tiempo con la perrita nueva!! Ya lo puso a mamar- miré al señor con su vergota metida en toda mi boca y me devolvió la mirada amable y tímida al tiempo que me llenaba toda la boca de leche y gemía de placer, lo que no sospechaba es que estaba a punto de convertirme en la perrita de mis otros dos compañeros de trabajo. Llegamos a casa del señor Augusto quién se bajó del coche despidiéndose de nosotros mientras el compañero que iba de copiloto se pasaba al asiento de atrás, en dónde yo aún no me recuperaba de la gran mamada que acababa de hacer, al estar a mi lado me dijo que siempre le habían gustado las putitas que se hacían pasar por machitos como yo, así que se sacó la verga de la bragueta y me la metí entera en la boca imaginando que era la del chef que aún me tenía todo mojado, el compañero que conducía no paraba de reírse y de decir que después le tocaría el turno a él, pasaron unos diez minutos y yo seguía con la verga de mi compañero en la boca , me la sacaba para escupirla y lubricarla más, me abofeteaba yo mismo con su verga, de pronto siento que el coche aparcó y todo lo que recuerdo es que el compañero que conducía se pasó al puesto de atrás y me follaba tan duro que yo lloraba y suplicaba, pero parecía que esto les excitaba aún más, yo seguía mamandosela al otro hasta que me desparramó toda la leche en la garganta mientras el que me cabalgaba me preñaba con todo su poder mi culito hambriento, fue ese el día que descubrí que era toda una perra nata

Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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