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El negro chupete de mi mujer

~Después de satisfacer la fantasía sexual de mi güera con aquel negro, como que entro en nuestras vidas un impase, en el cual no tuvimos sexo por varios días, primero, porque mi vieja quedo bien rosada de su conchita por la tremenda verga negra que se comió y segundo, porque hubo un enfriamiento en nuestras relaciones, yo sentía que mi mujer se sentía culpable por la fantasía que vivió y yo por permitirla, por lo que tuvimos que platicar largo y tendido, para sincerarnos entre nosotros y quitarnos el dejo de culpa que nos dejo esa sesión.

Entonces fue que llegamos a la conclusión, de que una fantasía sexual bien preparada y aceptada por los dos, no nos caía nada mal, sino al contrario, nos unía mas, hablamos, como se dice, al chile pelón de nuestras preferencias sexuales, por ejemplo, mi mujer, me dijo, que le hubiera encantado comerse la vergota de ese negro que se cogió, le dije, molesto, esa no me la sabia, porque en todo el tiempo que llevábamos de casados, nunca me has dado gusto con la boca, ella con los ojos vidriosos de deseo, me dijo, con voz melosa, bueno nunca es tarde para comenzar.

Como estábamos en la cama, dicho y hecho bajo su cabeza a mi bajo vientre y de un solo movimiento saco mi verga, que para entonces estaba bien erecta y se puso a mamarla, al principio con la inexperiencia de una mujer en su primera vez, con la voz entrecortada por el placer que me estaba dando, la empecé a guiar, para que aprendiera, la verdad me salió muy buena mamadora, porque en un rato me saco toda la leche, misma que se la eche en la cara, la agarre desprevenida, yo pensé que me la iba a ser de pedo, pero nada más se rio, después de bañarse, se durmió acurrucada pegada a mí, pensé, como hacer para cumplirle su fantasía.

Después de esa platica, fuimos más abiertos, en relación con el sexo y decidimos dar cumplimiento a la fantasía de mi güera, que era comerse una buena verga negra, fue entonces, que todos los sábados empezamos a visitar los antros de la zona rosa y de otros lugares, en donde sabíamos que acudían esta personas, todo con el fin de buscar a la persona idónea que pudiera cumplir con tal fantasía.

Un sábado, después de acudir a una reunión con unos amigos, con motivo del día del cumpleaños de uno de ellos, nos sentimos con ganas de tomar una copa, fuimos a la zona rosa, entramos al lobby bar del Hotel Calinda Geneve, para hacerlo.

Para la ocasión, mi güera iba vestida a todo lo que daba, vestía un vestido de una sola pieza de color azul, que le caí libremente sobre el cuerpo y le quedaba bien ajustadito, el vestido de marras, dejaba ver el par de tetas que se carga, unas caderas amplias y sabrosas, y ese par de nalgas que me ponen como loco cuando la pongo en posición, además, únicamente traía una tanguita de color negro, que la verdad se le notaba bastante al agacharse.

Por esas cosas de la vida y casi por casualidad, en frente de nosotros se sentó un tipo de color, feo el cabron, de entre 30 y 35 años, era alto y un poco grueso, sin llegar a gordo, al sentarse, se le quedo viendo a mi güera.

Después de un rato, discretamente mi güera, me dijo que el negro ese se le quedaba viendo bien cachondo, yo le dije, que me dices, no era lo que andábamos buscando, le dije muy quedito, si te gusta dale entrada, paso como una hora, se notaba que el negro le encantaba el chupe, porque en el rato que les digo, se aventó sus buenos alcoholes.

Varias veces se levanto y al hacerlo, abría mucho las piernas, dejándonos ver como se le marcaba la tremenda verga que se cargaba, lo que admiro de los pinches negros, es que aparte de estar bien mamadolores, siempre viven lejos y se apellidan gordillo.

Le dije, a mi güera, entonces que güera, te gusta el negro, si te gusta, lo invitamos a la mesa y a ver que sale, ella me dijo, con esa mirada de zorrita que pone cada vez que se pone cachonda, me dijo que si, entonces, pues decidimos invitarlo, con un ademan llame al mesero y le dije, llévele una copa de mi parte al señor ese y dígale que lo invito a tomarse una copa con nosotros, el mesero hizo lo que le pedí, el negro se me quedo viendo y con una mueca accedió.

Le hicimos campo en medio de los dos, dijo llamarse Terence, ser de Nueva York, nosotros nos presentamos, más bien, mi mujer lo hizo por los dos, ya que ella habla ingles, no perfectamente, pero se hace entender, empezamos a platicar de México y no sé qué madres más.

Pedimos más tragos, para esto y para tener control de la situación, yo ya no tomaba nada, nada mas observaba al negro, para ver si tomaba la iniciativa para lo que íbamos hacer, en una de esas, me di cuenta, que el negro, creyendo que no lo veía, deslizaba la mano derecha varias veces por la pierna de mi güera, al ver que las cosas iban por donde yo quería, di el siguiente paso, le dije, a mi güera, que le preguntara al negro, si no tenía un lugar intimo en donde ir, porque aquí ya se estaba acabando el ambiente.


Pinche negro, no se lo dijeron dos veces, presto y raudo, el nos invito a pasar a la habitación que tenia rentada, con los ojos le dije a mi güera, ya estuvo, nosotros accedimos a su propuesta y subimos a su habitación, estando ahí, Terence, saco unas botellitas del servibar y no las ofreció, el se empezó a explayar.


Porque nada más nos sentamos, mi güera en la cama y yo en un sillón frente a ella, el sin sentarse, nos empezó a contar parte de su vida, entre otras cosas superficiales, nos dijo, que esperaban encontrar mucho sexo durante su estancia en México, al hacerlo se le quedo viendo a mi vieja todo excitado, viendo que los ojos del negro brillaban de lujuria cada vez que veía a mi mujer, yo le dije, güera, dile al negro lo que quieres hacer y si él está dispuesto y de acuerdo a hacerlo, era obvio que preguntara esto, a leguas se veía que el pinche negro quería saltar sobre ella.

Ella palabras mas y palabras menos le contó la fantasía que tenia, al oír esto el negro, sin dar tiempo a nada se quiso abalanzar sobre mi vieja, yo lo contuve y le hice saber por medio de mi vieja, que había reglas que cumplir, primero, que él fuera muy delicado con mi vieja y que al penetrarla lo hiciera con delicadeza y obviamente con condón, el accedió y en un santiamén se quito la ropa y se quedo desnudo, quedando a la vista en toda su extensión la tremenda verga que se cargaba, que pinche envidia, me dije.
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El negro se tendió en la cama, colocando los brazos debajo de la cabeza, mientras lo hacía, mi güera se coloco un pequeño conjunto de dos piezas con motivos gatunos, que me imagino lo traía en la bolsa, con un condón en la mano se coloco entre las piernas del negro, antes de colocarselo, con su mano empezó a sobar esa vergota desde la base hasta la cabezota, palpando su grosor y su dureza, mientras lo hacía, sonreía con una sonrisita picara.

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