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El morbo por el culo de doña Felisa fue mi perdición-Reincidencia

 

Ni yo mismo puedo comprender mi obsesión por doña Felisa, mejor dicho, por el culo de ella. En relatos anteriores, conté como había empezado mi relación con esta señora mayor que se había transformado como mínimo, en un hábito de ocurrencias mensuales. Ahora me encontraba trabajando fuera de mi ciudad, y cada tanto pensaba en lo contradictorio de esa relación. Por un lado, me fascinaba el culo de esa mujer y los placeres que me proporcionaba y por otro, me producía aprehensión tener sexo con una persona tan mayor.

A todo esto, Felisa que había descubierto las delicias de nuestros encuentros sexuales sin límites, no cesaba de convocarme a reunirme con ella. Tanto era su apego, que, a pesar de sus 63 años, había decidido para halagarme, ir al gimnasio para mejorar sus formas físicas, Y en verdad había conseguido importantes cambios en su figura. Después de la muerte de su marido Pancho, cuya larga enfermedad le hizo bajar unos kilos, las visitas al gimnasio habían logrado mejorar su figura. Está claro que no hubo milagros, pero la realidad es que había logrado una apariencia física más que aceptable, aunque su culo era su signo más destacado.

Mientras tanto, yo mantengo mi soltería que me permitía tener romances más o menos apasionados con mujeres de mi edad o menores, aunque doña Felisa seguía figurando entre mis adicciones. Seguramente si me analizara saltaría el origen de esa obsesión, pero como definitivamente yo gozo con ese pedazo de culo, no me preocupo.

Felisa me llamaba frecuentemente al celular preguntándome cuando regresaría, es así que no bien instalado en mi departamento recibí al día siguiente el consabido llamado. Demás está decir la alegría de la veterana cuando supo de mi regreso y tanto insistió, que acordamos vernos al día siguiente, para lo cual repetiríamos la logística y el horario de encuentros anteriores.

Esta vez Felisa fue muy puntual, no bien subió al auto me llenó de besos y caricias mostrándose muy contenta. Ya en el hotel habitual y como era su costumbre, marchó a la toilette para higienizarse las partes, como ella acostumbra decir. Al salir me invitó a hacer lo mismo.  Cuando volví a la habitación la encontré desnuda completamente simulando modelar. Debo confesar que la encontré más apetecible que en la última oportunidad y así se lo hice saber.

  • Es que durante tu ausencia me he matado en el gimnasio para bajar otros kilos y endurecer los músculos. Te aclaro que he sido el hazmerreír de mis hijos y nietos que se cachondearon conmigo. Tuve que mentirles que me lo había recomendado el médico. 
  • Pues ha valido la pena Felisa, te veo rejuvenecida y en un estado físico que me calienta mucho más. Hasta diría que tu hermoso culo del cual soy tu más fiel admirador, está más redondo, prieto y provocador.
  • ¿Te gusta Marcos? Dime que si majo, pues ese sacrificio lo hice solo para agradarte.
  • Se agradece Felisa y ya veré como compensarte en la cama. Mirándote me he puesto muy cachondo y super caliente. Ya verás. Mientras tanto bebamos una copa de cava que he traído para festejar el reencuentro.

 

No fue una copa sino un par de ellas las que bebió mi amante. Como seguramente no está acostumbrada, el alcohol le hizo rápido efecto y se puso muy alegre y dispuesta. Antes que la bebida arruinara la jornada, la tomé de la mano y la llevé a la cama.

 

Puesta de espaldas lo primero que llamó mi atención fue su pelambre púbico, si bien con la abundancia que a mi me gusta, esta vez lucía prolijamente recortada. No cabía dudas que Felisa se había preparado muy bien para la ocasión. La sesión comenzó con un ligero beso en los labios para de inmediato ponerme a chupar cada una de sus tetas. Como ella es muy sensible en sus pezones, comencé a lamerlos y chuparlos para ir calentándola. Con una mano magreaba cada una de sus tetas mientras con la otra rozaba su vagina, en tanto mi boca jugueteaba con ambos pezones.

  • Ah…gimió…cuanto extrañaba estas caricias tuyas. No se cómo pude aguantar tanto tiempo sin ellas. Pero no te entretengas y sigue, sigue que estoy poniendo como una moto.

 

  • Y más caliente vas a estar cuando te coma el chumino, querida Felisa.

 

  • Pues sigue la faena chaval, sigue que vamos bien.

 

De a poco continué con mi sesión de chupones y lamidas por su cuerpo hasta detenerme en su pubis. Sacudí mi cabeza sobre sus vellos, cosa que me gusta hacer, ante de empezar a darle caña con mi boca en su jugosa, porque así estaba, vulva. Sería por el tiempo transcurrido sin pasar por esos bajos, pero encontré que su chumino estaba más apetitoso y sus jugos mas sabrosos, razón por la cual comencé a devorarlo. No solo lo chupaba, sino con mi nariz pasaba por todo su largo aspirando su aroma al tiempo que mi lengua se introducía por su cueva buscando penetrarla. Claro que evitaba tocar su clítoris porque sabía que al hacerlo iba a desencadenar su primer orgasmo. Así que seguí dando lengua y chupadas durante un buen rato, para satisfacción de Felisa que con una mano me revolvía el cabello y con la otra se apretujaba una teta murmurando vaya saber que cosas, en tanto su respiración se hacía cada vez más agitada y su cuerpo se tensionaba, hasta que como imaginé cuando empecé a chuparle el clítoris no duro ni un minuto y se entregó con una corrida brutal gritándome lo satisfecha que estaba.

 

  • Cielos, cuanto placer me has dado Marquitos. Me has dejado el chumino hecho un jardín de babas de la corrida que me pegué.  Mira como tienes la cara, toda empapada con mis jugos. Joder niño, nunca me lo has hecho como hoy.
  • ¿Te gustó Felisa?
  • ¿Que si me gustó? En mi vida he gozado tanto como hace un rato. Eres el campeón de los chupa-coños.  ¿Y ahora por dónde va la cosa? Sigo muy caliente y necesito tu picha.
  • ¿Quieres más guerra? Pues ahora verás.

No solo Felisa estaba caliente. Después de la mamada, que yo gozaba tanto como mi amante, tenía la verga dura apuntando para arriba y pidiendo atención. Y la tuvo de inmediato. Dudé un instante si hacerlo por el chocho o por la retaguardia. Me decidí por hacerlo a lo perrito porque tendría sus dos agujeros a mi disposición. Antes de comenzar a darle verga, acaricié, besé y lamí en repetidas oportunidades el culo de mi fantasía. Realmente gozo muchísimo cuando tengo a disposición ese monumento de carne. Me regocijo pasando mi mano por su superficie, pasar mis dedos entre sus cachetes, abrirlos y chupar la zona y su agujero. También pasar mi lengua por toda su extensión y colmarlo de besos. Ese culo es un fetiche para mí.

Con Felisa en cuatro ofreciéndome su retaguardia y ambos agujeros para mi deleite, comencé a frotar mi pene sobre la superficie del canal entre cachetes. Iba y venía de arriba para abajo y viceversa facilitado por la lubricación que salía del coño de Felisa quien no paraba de decirme que estaba gozando a mares y también pidiendo la penetrara de una vez. Finalmente me decidí por su chocho. La lubricación que éste ofrecía permitió que de una sola estocada llegara al fondo del mismo. Empecé mis acometidas furiosas que tanto apasionan a doña Felisa. Ella misma colaboraba empujando su culo hacia mi pelvis. Tanto empeño le dimos a la tarea que no tardamos en corrernos entre gritos de euforia que compartimos. Tremendo polvo que nos dejó exhaustos a ambos.

Nos despatarramos en la cama de espaldas y tomados de la mano, tratando de recuperar la respiración. Fue entonces que ella comenzó un soliloquio largo y confidente.

  • La verdad Marquitos que tú me haces muy feliz con estos encuentros. Hasta conocerte no tenía la más mínima idea de lo fabuloso que es el sexo total sin ataduras. Cuando yo era joven el sexo era un tema tabú solo reservado para los matrimonios, y yo llegué virgen a él. El pobre Pancho era tan ingenuo como yo y toda nuestra vida la pasamos follando mucho al principio, pero con el tiempo casi nos fuimos olvidando. Y lo hacíamos de la manera convencional, es decir, solo el mete y saca hasta que Pancho se corría. Muchas veces yo me quedaba con las ganas y tenía que darme placer haciéndome el dedo. Alguna vez intentó darme placer en los bajos, pero decía que chuparme el chumino le daba asco. Y lo de darme por el culo, decía que era inmoral. Recuerdo que lo llamaba el placer nefando. Pobre, se murió sin saber lo bueno que es. Y yo iba por ese camino si no hubiera sido por ti que te atreviste a proponérmelo. Bendito sea el día que acepté tu propuesta. ¿Te acuerdas de ese día?

 

  • Claro que si Felisa. El responsable es tu bendito culo que me volvió loco y aún hoy me sigue dando placer.

 

  • ¿Bendito sea mi culo si por él hemos llegado a esto, no te parece Marcos?

 

Mientras seguía charlando, Felisa me soltó la mano para empezar a acariciar mi falo y mis testículos. Tanto hizo que poco a poco la verga comenzó a crecer junto con el entusiasmo de mi amante que deseaba que la fiesta continuara.

 

  • Veo que mis caricias están resucitando tu verga. Con las ganas que yo tengo de que me folles, me pregunto, ¿cómo lo harás mi cielo?

 

  • ¿Y a ti como te gustaría?

 

  • Pues me encantaría que te acostaras y yo montada sobre ti.

 

  • No perdamos tiempo entonces

Ni lerda ni perezosa, Felisa me puso de espaldas y se montó encima plena de dicha y mostrando una cara golosa. Antes de auto penetrarse tomo mi picha y la paseó por sus dos agujeros, como yo había hecho antes. Finalmente, después de varias pasadas atinó hacia su ojete. Se dejó caer lentamente gozando la penetración con los ojos cerrados y mordiendo sus labios. Cuando sus cachas tocaron mi pubis, puso cara de éxtasis y me dijo…

  • No sabes cuanto placer me da sentirte dentro mío. Es algo que no puedo describir. Me gusta un montón. Pero ahora vendrá lo mejor

 

Comenzó a cabalgar, despacio y luego más rápidamente, parecía haber recuperado su vigor juvenil. Lo hacía tan bien que la verga no salía de su ojete a pesar de sus movimientos. Sus tetas se sacudían al ritmo de su cabalgata y me motivaron a tomarlas con las manos y apretárselas, y pellizcarle los pezones para darle más placer. Me miraba y se sonreía mientras me guiñaba un ojo. No cabía dudas que estaba gozando en plenitud. Para que negarlo, yo también estaba delirando de placer. Aguanté todo lo pude porque el ritmo era brutal, Felisa no cesaba en su cadencia. Cuando sentí que mi corrida era inminente se lo hice saber

 

  • Felisa, estoy por acabar. Me estás matando.

 

  • Espera Marcos, espera que nos corremos al mismo tiempo. Cielos que gozada. Ya me viene, ya me viene Marcos.

 

  • Ahí va, te doy mi leche Felisa.

 

  • Que dicha, que dicha, me vengo. Ah…

Y nos corrimos al mismo tiempo gritando nuestro placer a toda voz. Felisa se dejó caer sobre mi cuerpo. Estaba exhausta, después de la brutal cabalgata no le quedaban más energías, sin embargo, se volteó y tomando mi verga se la llevó a la boca para disfrutar de las ultimas gotas de semen y dejarla limpia.

Como siempre, la tiranía del tiempo conspiraba contra el placer, ya no quedaba mas que ir por una ducha rápida y volar. Antes de despedirnos doña Felisa con un beso me hizo prometer reincidir lo antes posible.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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