Mi nombre es Alexandra, tengo 28 años, mido 1.68 m. Soy de piel clara, tengo el cabello castaño claro, me gusta traerlo largo, me llega hasta la mitad de la espalda, soy delgada, tengo una cara bonita afilada y ojos color café claro me gusta maquillarme ligeramente y usar labiales rojos. Considero que tengo bonita figura ya que me gusta hacer ejercicio solo para tonificar mis piernas y glúteos, mis senos medianos y redondos, mis pezones son rositas y como montañitas. Conservo una cintura definida y un culo muy bien formado, sobre todo cuando uso jeans, se me marcan muy bien mis nalgas levantaditas y al juntar mis piernas se me forma un huequito apretando mi zona íntima, tengo piernas estilizadas que me gusta mostrar cuando uso minifaldas pues tengo la piel muy suave. Me gusta ser muy femenina, seductora y vestir provocativa, aunque siempre procurando mantener una buena imagen ante las personas que me conocen. Soy divorciada sin hijos y vivo con mi mamá en Zapopan, Jalisco.
Hace aproximadamente tres semanas comencé a trabajar en las oficinas de una empresa de publicidad, en una zona residencial donde no entran los microbuses, por lo que al salir de trabajar debo caminar algunas cuadras hasta llegar a la parada del microbús en una avenida principal. Después de dos semanas de caminar por el mismo rumbo decidí romper la rutina y tomar otras calles, donde hay algunas casas separadas por terrenos baldíos con yerbas, una tienda en la esquina y más adelante un taller mecánico.
Cuando pasé por el taller vi a un hombre de tez blanca y fornido de unos 45 años, que vestía pantalón de mezclilla, una playera negra y tenis. Estaba recargado en la barda a la entrada del taller fumándose un cigarro y con una lata de cerveza en la mano. Cuando pasé por ahí yo vestía una blusa negra descubierta de los hombros, con un escote amplio que permitía ver entre mis senos, unos jeans blancos muy ajustados que me levantaban tanto el culo, que me apretaba la vagina dejando un huequito en la entrepierna, llevaba unos tacones negros altos de correas.
Continué caminando aproximadamente unos tres metros, dejando atrás el taller mecánico, cuando de pronto escuché que me hablaron vulgarmente.
—¡Ay zorrita! Qué que culo tan rico tienes. —Me dijo el mecánico, con un tono muy morboso.
Me sentí ofendida y puse gesto de desagrado así que no volteé, pero a los cuantos segundos comencé a sentirme cachonda y me reí por dentro. Pues yo estaba en mis días fértiles y tenía tiempo sin coger.
Esa noche dormí recordando lo cachonda que me sentí cuando el mecánico me dijo esos piropos vulgares. Al amanecer desperté con las hormonas muy agitadas, tenía mi vagina muy lubricada y un deseo irrefrenable de tener sexo. Busqué entre los cajones de mi cuarto hasta que encontré mi enema para limpieza anal y un lubricante íntimo. Me hice los lavados anales hasta quedar completamente limpia, me bañé frotando muy sensualmente todo mi cuerpo, recordando lo que el mecánico me había dicho. Me puse muy cachonda sintiendo el agua caliente cayendo sobre mi piel, me depilé completamente, ya que siempre me gusta tener mi piel muy suave. Acaricié mis senos y estimulé mis pezones durante algunos minutos, hasta dejarlos muy sensibles. Bajé una mano para continuar tocando mi clítoris y me masturbé pensando en ese hombre. El mecánico había despertado en mi un fuerte morbo, quería sentirme cogida por él, ya que tenía meses sin tener sexo, debido a que me divorcié de mi exesposo porque era alcohólico y además infiel.
Sali de bañarme, totalmente excitada, deseosa de que ese mecánico me cogiera, quería vengarme de la infidelidad de mi exesposo, así que me puse una tanguita y brasier negros muy eróticos, me maquillé ligeramente y puse labial rojo, me puse mis arracadas grandes de plata y me planche el cabello. Para vestirme elegí unos jeans que me quedaban demasiado ajustados y tenían un diseño atrevido con algunas rasgaduras al frente para mostrar la piel de las piernas, también elegí una blusa blanca con tirantes muy escotada, pues quería que contrastara con mi brasier negro. Acostumbro usar bolsos grandes así que tome esa ropa y la guarde en él para ponérmela cuando saliera de trabajar. Entre tanto me iría vestida a mi trabajo con ropa casual y discreta y unos tacones negros altos de correas.
Llegué a mi trabajo y el día se me hizo eterno ya quería salir para ir a provocar a ese hombre, me la pasé imaginando como sucedería, hasta que por fin fue la hora de salida aproximadamente las 6 de la tarde, entonces me esperé unos minutos más hasta que ya la mayoría se había retirado, pasé al baño que estaba cerca de la puerta de salida para cambiarme de ropa, me puse los jeans que traía en mi bolso, que me quedaron muy ajustados, me encanta ponérmelos porque levantan mis nalgas y aprietan mi zona íntima dejando formar un huequito en mi entrepierna que me va apretando a cada paso que doy, y con las rasgaduras que tiene al frente se ve mí piel suave y siempre arrebata miradas lascivas de los hombres. También me puse la blusa blanca escotada y mi perfume favorito, que era muy costoso y me lo había regalado mi exesposo hace un año, el cual obviamente ya había usado para hacer el amor con él, por lo que traerlo puesto era parte de mi venganza.
Fui caminando desde mi trabajo unas 4 cuadras sintiéndome muy nerviosa y cachonda por lo entallada que iba, era como si la mezclilla de mis jeans fuera mi piel, mi vagina estaba muy apretada y se marcaba en la tela. Mientras más me aproximaba a ese lugar más excitada me sentía ¡me ofrecería a ese hombre! Antes de llegar miré a los lados para que no me viera nadie, bajé el escote de mi blusa y metí la mano en mi brasier para sacar la mitad de mis pezones a la vista, estaban muy duritos y excitados me ruboricé y sentí como mi vagina comenzó a lubricar, caminé media cuadra más hasta llegar al taller mecánico.
El hombre estaba parado a la entrada del taller, yo caminé con la mirada abajo no podía verlo de frente me dio mucha pena pues él me vería los senos con mis pezones casi saliéndose del brasier, así que caminé muy femeninamente y muy lento mientras simulaba que buscaba algo en mi bolso, cuando ya estaba pasando frente a él, pude escuchar que le saque un suspiro.
—¡Ay chiquita que bonitas tetas tienes que ganas de tocártelas! —Me puse tan nerviosa que preferí seguir caminando sin voltear.
—¡Ay zorrita que culo tan rico tienes! —Me dijo al ver mi culo levantadito y ajustado.
Cuando escuché eso ultimo me sonrojé mucho y con el abdomen estremecido volteé toda nerviosa.
—¿Es enserio? Ayer también escuché que me dijo cosas al pasar. —El hombre se quedó callado, pensó que estaba reclamándole.
—No se preocupe ¡Está bien! Lo tomaré como un cumplido, pero por qué mejor no me invita algo de tomar adentro en su taller. —Le dije sonriendo y coqueteándole con mi cabello.
—Ah, pues con mucho gusto mi reina. Si gustas pasar —Me contestó mientras miraba mis pezones duros casi saliéndose de mi brasier—. Tú dime ¿Qué te gustaría tomar preciosa?
—Qué le parece un six y nos lo tomamos entre los dos. —Le sugerí con mi voz cachonda.
—Ah, como que si se antoja verdad.
—Sí, se me antoja mucho, es que me siento muy caliente, bueno más bien muy acalorada ¡Jajaja! —Me le insinué descaradamente, yo ya estaba muy cachonda, sabia a lo que iba.
—Sí, verdad. Con este clima se siente mucho calor, yo ando igual preciosa. Déjame voy rápido a la tienda.
El mecánico salió y fue a la tienda para comprar las cervezas, tardó unos 5 minutos en regresar, en ese tiempo estuve contemplando el taller. La fachada del taller era muy sucia y con grafitis, no la habían pintado en muchos años, tenía un portón oxidado muy grande, había dos vehículos dentro que el mecánico estaba reparando, el suelo era de tierra, tenía una tina donde había un poco de gasolina y una brocha, tal parecía que estaba lavando piezas de los coches. También vi algunas cubetas de grasa, botes de aceite para coche, cuatro llantas grandes como de camioneta amontonadas en una esquina y una mesa de fierro como de herrería en el centro del taller donde tenía unas piezas de vehículos y herramientas. Había un baño sucio al fondo, que les puedo decir soy una mujer muy observadora…
El mecánico trajo las cervezas, destapó una para cada quien.
—A ver hermosa aquí tienes tu cerveza. —Me la entregó en la mano de forma caballerosa.
—¡Que lindo gracias! —Le di un par de tragos a la cerveza, me urgía alcoholizarme, para desinhibirme.
A mí la cerveza se me sube muy rápido, permanecimos de pie y nos recargamos en la mesa de metal como si fuera nuestra barra ya que todo estaba muy sucio de grasa y no tenía sillas.
—Me llamo Alexandra, pero me puedes decir Alexa ¿Nos podemos tutear verdad? Digo, para sentirnos más en confianza.
—Sí, tu háblame con toda confianza. Tienes un nombre muy bonito, yo me llamo José.
—Ay que bien, yo tuve un novio que se llamaba así.
—Lástima que no fui yo. —Me dijo muy sugerente.
Platicamos algunos minutos sobre sus trabajos en el taller y mi rutina de trabajo en la oficina que era la razón por la que yo pasaba por esa calle. Después le di un trago más a mi cerveza hasta terminármela le pedí que por favor me diera otra, él se volteó para agarrar la cerveza y destapármela, en lo que el hacia eso, yo bajé los tirantes de mi blusa para descubrirme un poco más y quedara a la vista mi brasier.
El mecánico al voltear y entregarme la cerveza, pudo ver mis senos con los pezones casi saliéndose del brasier, yo estaba que se me contraía el abdomen de los nervios y mi vagina comenzó a lubricar más, esta vez sentí que mojé la mezclilla me mis jeans. Yo quería seguir calentando a ese señor.
—¿Eres casado?
—Sí, ya tengo muchos años de casado y tengo tres hijos ya grandes ¿Y tú eres casada?
—No, yo me acabo de divorciar, hace unos meses. Porque mi exesposo era alcohólico y además me fue infiel. Por suerte no tuve hijos con él.
—Que pendejo fue. Como pudo serte infiel si estás bien hermosa. Otros quisiéramos una oportunidad y él desaprovechándote.
—¡Ay que lindo! ¡Gracias!
En ese momento yo ya estaba sintiendo el efecto del alcohol y me sentía muy excitada y desinhibida.
—Sí, de hecho, hace ya casi 4 meses que no tengo sexo con ningún hombre. —Le dije cachondamente, mientras acomodaba mi cabello de manera coqueta hacia atrás y levantando mis senos como montañas a su vista.
El mecánico se puso nervioso y tragó saliva, ya se moría de ganas por cogerme.
—¿De que edad me veo?
—Como de unos 18. —Me dijo vacilándome para no desacertar.
—No, ya enserio.
—Como de unos 26 —Yo me reí muy coqueta.
—Tengo 27 —Le dije sonriendo.
—Pues estás muy joven y hermosa. —Me halagó mirándome muy lujuriosamente.
—¡Ay! ¡Muchas gracias! —Le contesté sonrojada.
Como estoy muy chaparrita, delgada y mi carita es afilada aparento menos edad de la que realmente tengo, eso me hizo sentir halagada. Me terminé rápido la cerveza pues quería que se me subiera el alcohol, yo sé que la cerveza me pone cachonda, y le pedí que me destapara la tercera, me la dio amablemente y le di un buen trago.
Me sentí alcoholizada y desinhibida, la cara se me puso roja y adormecida por la cerveza.
—Quiero mostrarte algo, pero necesito que cierres el portón del taller. —Aunque me excitaba la idea de que alguien me viera, no quería correr el riesgo de que nos viera alguien de mi trabajo.
Cerró el portón y regreso junto a mí.
—A ver hermosa y que es eso que me quieres mostrar. —El me miró con mucha lujuria pues sabía que yo estaba tramando algo con él a solas.
Entonces nuevamente le di un trago a la cerveza y me quité la blusa muy lentamente sintiéndome muy excitada y nerviosa, me temblaba el cuerpo. El hombre puso una cara de lujuria, como una bestia viendo mis tetas, solo en brasier con los pezones de fuera.
—¿Te gusta lo que ves? —Yo sentía mis pezones muy excitados y una tremenda lujuria de estar exhibiéndome ante un desconocido.
—Sí mamacita, estás bien hermosa, que ganas de comerte las tetas.
Le di otro trago a mi bebida hasta terminármela, sentí como me estaba mareando por tomar tan rápido, me sentía caliente de la cara por el alcohol y muy excitada.
—¿Te gusta como huele mi perfume? Ven acércate más para que lo puedas oler mejor. —Le dije señalándole mi cuello con mi dedo índice.
—Hueles muy bien, me dan ganas de cogerte. —Me dijo acercándose a mi oído. Pude sentir su respiración en mi cuello.
Cuando me dijo eso sentí que mi vagina quería que ese hombre me penetrara, pero quise ir más despacio.
—¿Te gustaría ver más? —Yo sentía mariposas en el estómago, estaba muy nerviosa y los pezones se me endurecían más, un escalofrió recorría mi cuerpo.
—Sí mamacita déjame verte bien las tetas.
Me quité el brasier muy lentamente, dejando mis senos expuestos ante ese hombre rudo y sucio de grasa, me sentí muy excitada, mis manos me temblaban de los nervios y mi respiración se agitaba. En ese momento él se lanzó como una bestia sobre mis senos y comenzó a lamerlos, me succionaba los pezones y me daba mordidas que me dolían un poco, se estaba comiendo mis pezones duros y sensibles, se colocó detrás de mí y agarro mis senos con sus manos sucias, manchándolos de grasa y aceite, me pellizcó los pezones muy duro hasta que solté un quejido, me sentí tremendamente excitada, en ese taller que olía a grasa, aceite, gasolina y neumáticos. Estaba sola entregándole mi cuerpo a ese desconocido, mientras yo pensaba que me estaba vengando de mi exesposo, eso me puso muy húmeda, más estando en días fértiles.
En ese momento me sentí tan vulnerable, con ese hombre devorándose mis senos, encerrados en ese taller, tan solo a unos 6 o 7 metros había gente caminando por la banqueta, escuchaba como pasaban afuera los vehículos, y lo único que impedía que nos vieran era ese portón oxidado. Mi vagina me pedía ser penetrada, la sentía muy lubricada, caliente y sensible.
Me arrodillé ante ese hombre desnuda de la cintura a la cabeza y le desabroche la hebilla el cinturón, tomé sus pantalones junto con sus bóxer y los comencé a bajar lentamente, pude ver su cara de morbosidad, le urgía que su verga saliera frente a mí pero yo estaba calentándolo más, quería esa verga reventando de gorda, bajé sus pantalones sucios de grasa comencé a ver su vello púbico, continue bajando hasta que se descubrió su larga y gruesa verga, apuntando ligeramente hacia arriba, con la punta completamente descubierta, se me hizo agua la boca….
Al ver esa verga tan deliciosa, la tomé con mis manos con mucha sutileza, acariciándole los testículos con mis uñas para excitarlo aún más, comencé a pasar mi lengua desde la base de su verga hasta la punta, mientras lo miraba a los ojos con mi cara cachonda. Abrí mi boca y comencé a mamar esa gruesa verga con mis labios rojos, se me hacía agua la boca, estaba salivando como una perra en celo, ahora era yo la que se estaba devorando su verga a lengüetadas, entraba y salía de mi boca rápida y profundamente. De pronto sentí como me tomó del cabello y empujó mi cabeza contra su verga para metérmela hasta la garganta, me la tragué toda, mis labios quedaron pegados hasta la base de su verga, me estaba atragantando y se me dificultaba respirar, pero él me tenía bien pegada a su verga, sentí como se me salían lagrimas por el atragantamiento y me encantó ver a ese hombre disfrutando tanto, la mamada que le estaba dando. Después de unos segundos me soltó y pude recuperar el aliento.
Después de mamársela me levanté.
—Ya estoy lista para que me penetres, me siento muy cachonda.
—Yo ya tengo la verga bien dura zorrita, la mamas muy bien.
—Sí la tienes enorme, está muy rica tu verga, ya la quiero adentro. —Le dije a tono de ruego.
—Te la voy a meter natural hermosa porque no tengo condón.
—Está bien así, me gusta más. Además, tengo un dispositivo intrauterino que mi ginecólogo de cabecera me coloco hace medio año.
—Que bien mamacita así te voy a disfrutar mucho mejor.
Me retiré momentáneamente los tacones, y me quité los jeans despacio frente a ese hombre que se moría de ganas por cogerme, yo estaba muy excitada, sabía que ese hombre me iba a meter la verga brutalmente pues lo había estado calentando muchísimo, terminé de retirarme los jeans y de nuevo me puse mis tacones negros. Caminé hacia el para que viera mi cuerpo desnudo, el hombre me tomó de la cintura y lamió mis tetas de nuevo, mis pezones estaban durísimos como montañas, siguió lamiéndome hasta el cuello, sentí como se me erizaba la piel cada que pasaba su lengua cerca de mi oído.
Huele muy rico tu perfume, eres una zorrita muy fina. Eso me causó más excitación, era como si mi exesposo estuviera ahí viéndonos y yo entregándome a un desconocido frente a él.
El mecánico me soltó por un momento y retiró las cosas que tenía sobre la mesa metálica, se acercó a mí de frente y me tomó de las nalgas, las abrió y me cargó, yo lo abracé mientras el caminaba para llevarme a la mesa, me sentó ahí sobre las manchas de grasa y aceite de coche mis nalgas y mi vagina se mancharon y eso me hizo sentir muy cachonda. Me recosté boca arriba y el me jaló de las piernas para llevar mi culo hasta la orilla de la mesa, y de un tirón me quitó mi tanguita que era lo único que me hacía sentir protegida en ese momento, me sentí completamente desnuda, vulnerable, y tremendamente excitada, ese hombre estaba tomando el control después de haberlo estado provocando y calentando tanto.
Permanecí recostada sobre la mesa boca arriba y con mi culo hasta la orilla, el mecánico abrió mis piernas y se lanzó sobre mi vagina introduciendo su lengua, muy adentro, sentía como la movía dentro de mis paredes vaginales era delicioso sentir su lengua devorándome por dentro, me lamía los labios internos y externos como un experto, de pronto una sensación estremecedora me hizo comenzar a gemir, el mecánico estaba pasando su lengua deliciosamente por mi clítoris, yo por mi cuenta me acariciaba los senos y frotaba mis pezones, comencé a llorar, fue un sentimiento muy lindo, me sentí querida por ese hombre. Recordaba cuando hacia el amor con mi exesposo y ahora estaba vengándome de su maltrato, fueron sentimientos encontrados que me arrebataban gemidos y me estremecían el abdomen.
El mecánico se detuvo y supe que estaba por venir lo mejor, esa verga estaría dentro de mí. Yo seguía recostada sobre la mesa boca arriba, el mecánico estaba de pie a la orilla y levantó mis piernas y las puso sobre sus hombros, les confieso que sentí mucho temor pues tenía una verga muy gruesa y larga, más que la de mi exesposo. Y esa posición con las piernas al hombro permite una penetración muy profunda, sentí como acercó la punta de su verga y la coloco justo a la entrada de mi vagina lubricada. Y con sus manos sucias de grasa, me tomó de las piernas, eso me confirmó que me iba a jalar hacia el para ensartarme de un empujón. El mecánico me miró a los ojos de manera morbosa y con un deseo de cogerme violentamente, yo sabía que era el resultado de mi seducción, estuve provocándolo mucho, así que simplemente le respondí viéndole a los ojos.
—¡Cójame!
Apenas pronuncié esa palabra el mecánico me jaló fuertemente hacia él, al mismo tiempo que de un fuerte empujón me penetró hasta el fondo, sentí como su verga gruesa y larga, se abrió paso entre mis paredes vaginales, hasta que topó en el fondo de mi vientre, fue una ensartada tan deliciosa y violenta, que me arrebató un fuerte gemido.
—¡Aaaaahhhhh!
Estoy segura que se escuchó hasta la calle. Yo lo miré con mis ojos llorosos, tremendamente excitada, y el sacó su verga por completo, para volver a penetrarme fuertemente hasta el fondo en repetidas ocasiones.
—¡Aaaahhh! ¡Aaaahhh! ¡Aaaahhh!
Yo solo podía escuchar el rechinido de las patas de la mesa que se movía cada que me penetraba, lo hacía con mucha fuerza, se escuchaba el impacto de su cuerpo contra mis nalgas, era una penetración frenética, se sentía tan delicioso cada que entraba y salía de mi interior, comencé a sentir un calor en mi vientre que me causaba un sentimiento de debilidad, de indefensión ante esa bestia que estaba matándome en cada embestida. Era como un animal, sentía que su verga iba a mover el dispositivo intrauterino que llevaba dentro. El hombre jadeaba de deseo, me sentí tan plena de ver a ese hombre desahogando sus ganas conmigo, estaba satisfaciéndose totalmente sin importarle si me lastimaba, él solo quería cogerme, yo comencé a acariciar mi cuerpo, sentía mi piel muy sensible, recorrí mi abdomen suavemente hasta llegar a mis senos y los acaricié, queriéndome a mí misma mientras ese hombre me cogía, sentí mis pezones sensibilizarse aún más, se pusieron duros, mis senos eran unas montañas a la vista de aquel hombre.
—¡Aaahhh! ¡Que ricooo! ¡Más rápido! ¡Aaahhh! ¡Cógeme más fuerte! ¡Cógeme!
Él aceleró el ritmo y me empujaba con más fuerza, yo comencé a gemir sin parar pues estaba sintiendo que me iba a venir, el abdomen se me contrajo y mis piernas comenzaron a temblar sobre sus hombros, sentí erizarse mi piel y mis pezones, sabía que ya me estaba viniendo cuando un calor delicioso en mi vagina me hiso entrar en llanto, era un fuerte sentimiento, me sentí plena entregándole mi cuerpo a ese hombre. Él continuaba embistiéndome brutalmente, cada que me penetraba sentía como topaba en mi interior y mi cuerpo se estremecía.
—¡Aaahhh! ¡Aaahhhaaa! ¡Aaahhh! ¡Así papi! ¡Aaahhh!
—¿Te gusta preciosa?
—¡Aaahhh! ¡Sí me encanta! ¡Aaayyy que rico! ¡Que rico!
De pronto sentí como la punta de su verga, me disparaba chorros de semen caliente por dentro, el dejó su verga hasta el fondo de mi vientre durante algunos segundos.
—¡Ah! ¡Ah! —El mecánico jadeaba fuertemente de placer y yo sufría contracciones vaginales acariciando su verga en mi interior.
—¡Tienes perrito en tu vagina preciosa! —Me dijo muy sorprendido y excitado.
—¡Sííí! ¡Aaahhhh! ¿Le gusta, siente rico como aprieto?
—Sí, preciosa. Te la comes bien rico.
Después retiró su gruesa verga y pude sentir como el semen se derramaba entre mis labios vaginales. El hombre terminó satisfecho y cansado, yo por mi parte totalmente complacida, secándome las lágrimas producto del placer que sentí en ese orgasmo y con mi culo adolorido.
Yo que seguía recostada en la mesa, me senté a la orilla y el tomándome de la cintura me bajó con cuidado pues yo estaba aún entumecida. Lo abracé con mi cuerpo desnudo y le di un beso de lengüita, pues estaba muy feliz, me hizo sentir mujer, lo hizo fuerte, con ganas, me cogió como nadie me lo había hecho.
El seguía disfrutando de mi cuerpo, estando yo de pie me lamia desde los pies a la cabeza, me besaba y chupeteaba el culo, sentí como me abrazo de frente llevando sus manos por atrás para abrirme las nalgas, comenzó a dedearme el ano, yo lo miré morbosamente.
—¿Te gustaría meterme la verga por el culo? —Le pregunté sensualmente, aunque con un poco de temor a que él fuese a pensar que yo era una enferma pervertida.
—Sí mamacita, desde que te vi pasar la primera vez, me dieron ganas de meterte la verga bien duro por el culo.
Cuando me dijo eso, me sentí muy excitada. Saber que ese hombre me quería complacer analmente avivó la lujuria en mí. Enseguida tomé mi bolso y saqué el lubricante anal para aplicármelo y quedar muy lubricada, después me fui caminando hacia uno de los vehículos que estaban adentro del taller, me incliné extendiendo mis brazos y dejando mis senos bien pegados sobre el cofre del vehículo, dejé mi espalda arqueada hacia abajo y levanté las nalgas para quedar empinada abriendo mis piernas que lucían preciosas manchadas con grasa y aceite, modelando con mis tacones negros altos de correas, cual si fuera poster de taller mecánico. Yo estaba invitando a ese hombre rudo a penetrarme por el ano.
El mecánico agarró una botella de aceite automotriz y se lubricó los dedos, se acercó y me lamió el ano de una forma deliciosa, para después lubricarme el culo con sus dedos aceitados, se me contraía el abdomen de la sensación tan excitante que me provocaba. El mecánico se acomodó detrás de mí y colocó la punta de su verga en la entrada de mi ano.
—¡Soy toda tuya papi, méteme la verga por el culo!
Entonces él me tomó de la cintura muy fuerte y me jaló hacia atrás contra su verga, a la vez que de un solo empujón me penetró analmente hasta el fondo aventándome contra el cofre, pude sentir la sensación de que una verga entrara por mi culo abriéndose paso en mi interior violentamente. Sentí una fuerte punzada, ese dolor desgarrador característico del sexo anal sin dilatación previa, cuando su verga topó en mi interior sentí que me rompía, fue tan excitante y doloroso a la vez. El mecánico siguió penetrándome analmente muy duro, cada que me la metía sentía como topaba hasta el fondo, empujándome contra el cofre yo estaba llorando y gritando sin parar, mi llanto se hizo presente, no pude evitarlo estaba derramando lagrimas saladas con mi rímel escurriendo, gritaba tan fuerte y de forma desgarradora, con mi llanto entrecortado, la gente que pasaba por la calle debió escuchar los gritos e irse de paso, mi corazón latía muy fuerte y sentía reventado el culo, me ardía mucho. Hasta que perdí las fuerzas, sentía que me desmayaba, mis piernas estaban entumidas no podía seguir de pie, estaba rendida con mis senos sobre el cofre.
—¿Estas bien hermosa? —Él mecánico se detuvo por un instante.
—Sí, me duele mucho, pero es normal. Soy masoquista y disfruto que me duela mucho.
Él continuó ensartándome su verga sin piedad, mientras yo le gritaba cachondamente.
—¡Ay que rico papi! ¡Sí, méteme la verga bien duro! ¡Así, papi, así! ¡Más rápido! ¡Rómpeme mi culo! ¡Se siente rico papi! ¡Que rico! ¡Ay! ¡Así! ¡Aaayyy!
Él lo hacía brutalmente me causaba dolor y yo lo gozaba, era un objeto de placer para él, con el que estaba satisfaciéndose como un animal. Sentí que me ardía el culo como si tuviera cortadas, sabía que ya estaba teniendo mi sangrado anal que había deseado tanto, pues me da una sensación de dolor y placer ya que la sangre me genera fricción y me arde, lo que me excitó más y le grité mientras gemía.
—¡Ay papi que rico! ¡Así, me duele mucho! ¡Que rica verga mi cielo! ¡Desgárrame el culo! ¡Que rico me sangra el culo! ¡Sí! ¡Así! ¡Cógeme más profundo papi!
Ese hombre aguantaba mucho con la verga erecta, después de media hora por fin escuché los jadeos del mecánico y sentí como sacó su verga ensangrentada para darme un último empujón hasta el fondo, el mecánico disparaba chorros de semen caliente dentro de mí, apretándome fuerte contra él durante unos diez segundos, lo que me lastimó mucho por dentro, pues el seguía moviéndose restregándome su verga y abriéndome las nalgas muy fuertemente como si quisiera llegar más adentro para lastimarme. Me sentía violentada con la punta de su verga topándome.
—¡Que rica estás zorrita! —Me dijo muy excitado.
Me abrazó y apretó mis senos con fuerza lastimándome y pellizcando mis pezones, me beso el cuello, en ese momento comencé a llorar entre dolor y de sentimiento femenino, sentía mucho calor en mi vientre y mi piel erizada y sensible pues ese hombre duro mucho penetrándome y me sentí muy vulnerada eso fue algo que estúpidamente me hizo sentir querida, ese hombre había gozado de mi culo, me había cogido con todas sus fuerzas desquitando sus ganas conmigo. En ese momento un calor arrobador envolvió mi cuerpo, me sentí plena.
Cuando el mecánico saco su verga manchada de sangre y aun erecta de mi culo, sentí como se escurrió su semen mezclado con mi sangre anal entre mis piernas.
—Ay zorrita que rico se te ve ese agujero bien abierto.
—Sí, así se me queda abierto cuando me penetran analmente.
—Hasta me dan ganas de chupártelo. —Me ruboricé al escuchar tal halago.
Él se acercó a mi ano dilatado, y metió su lengua dándome una caricia profunda dentro del ano, fue algo tan hermoso lo que sentí, me daban ganas de llorar de lo lindo que se sentía su lengua lamiéndome por dentro del ano. Él se levantó y me dio un delicioso beso de lengüita.
—Gracias mamacita que rico es coger contigo. —Me dijo muy apasionado.
—Gracias a ti amor, que buena cogida me diste.
—Cuando gustes, ya sabes que aquí estoy a tus ordenes preciosa.
—Vas a ver que un día de estos, te visito de sorpresa. —Le dije mirándolo con mis ojos brillosos de satisfacción.
Comencé a vestirme, pero ahora con la ropa que llevaba en la mañana, ya que no podía llegar a mi casa tan provocativa, así que el me miró y sonrió pues supo me había vestido provocativa solo para él. Después me despedí y quedé de visitarle pronto. Continué mi camino rumbo a la parada del microbús, lo abordé y llegué a mi casa.
Esa noche fui a la cama sin bañarme, me acosté desnuda y disfruté acariciando mi cuerpo entre las sábanas, me sentía plena, ese hombre me hizo sentir mujer, me quedé dormida gozando del semen que el mecánico eyaculó en mi interior, así como del olor que las manchas de grasa y aceite de motor habían dejado en mi cuerpo.
Alexandra Love.