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Categoría: Maduras

El masaje

Quiero contarles la experiencia que estuve recientemente con mi esposa.



 



Resulta que por motivos de trabajo y por alta presión de la oficina, por el cierre de año, me sobrevino repentinamente un fuerte dolor de espalda y cuello, lo que llaman stress.



 



Era día viernes en la tarde, cuando mi esposa me llamó para que la llevara a la peluquería, ya que le iban hacer la manicura. Al principio me negué, pero ella insistió porque dijo que no podía manejar después de tener las uñas arregladas, por lo que tuve que aceptar a regañadientes.



 



Al llegar nos atendió Maritza que era la manicurista y para que no me quedara aburrido esperando, Ana le pidió que me pasara con Raquel que era la masoterapeuta para que me diera un masaje relajante para calmar mi dolor.



 



Como realmente me sentía muy adolorido acepté, me hicieron pasar a un pequeño cubículo muy bien decorado, donde se desprendía un rico, relajante y sensual olor.



 



Raquel me dijo que me desvistiera y que sólo dejara puesto mi interior y que luego me acostara boca abajo. Raquel era una chica de aproximadamente 40 años, poco agraciada, bajita, de piel blanca, sin mayores atributos, o por lo menos eso aparentaba con su vestimenta, llevaba puesto un mono ancho de esos que usan los médicos, por lo que no se notaban los detalles de su cuerpo.



 



Una vez acostado, puso un cd de música instrumental y me colocó una toalla sobre mis nalgas me imagino que para taparme, ya que se trataba de un masaje terapéutico, que no tenía nada que ver con los masajes eróticos que se anuncian en la prensa. Aplicó un poco de crema sobre mi espalda y comenzó deslizar sus manos firmes y fuertes sobre mi cuello, con movimientos que hacían calmar el dolor, luego deslizó sus manos sobre mi espalda haciendo la misma técnica. Hasta ese momento todo iba muy bien, el masaje estaba dando resultados, pero cuando paso de mi espalda a las piernas me rozó suavemente mis nalgas, lo que me hizo sobresaltarme. Se acercó a mi oído y me dijo que me quedara tranquilo y me relajara. Siguió con su técnica ahora masajeando firmemente mis muslos y pantorrillas, con fuerza pero de manera suave al mismo tiempo, se sentía muy rico, eso era lo que necesitaba, luego tomó mis pies y de manera muy profesional presionaba las plantas y halaba cada uno de mis dedos, logrando relajarme totalmente.



 



Se acercó nuevamente a mi oído y me pidió que diera la vuelta, me colocó nuevamente la toalla sobre mi pija que estaba totalmente flácida y relajada, pero en ese momento también colocó una toalla caliente sobre mi cara, que formaba parte del tratamiento.



 



Inicialmente sentí sus fuertes y suaves manos en mi cuello y garganta, luego disfrute el recorrido de sus manos por mi abdómen, sus manos calientes siguieron bajando y de manera muy sutil rozó mi pija y mis testículos, en ese momento mi pija reaccionó y comenzó a levantarse, inicialmente me dio pena, pero nuevamente se acercó a mi para tranquilizarme, siguió con mis piernas y pies, cada vez que apretaba mis muslos sentía un gran placer y pija cada vez se ponía más dura. Cuando ya me tenía excitado, ya que mi respiración estaba acelerada y dejé escapar algún gemido de placer, dejó de tocarme y me dijo en voz baja que le diera 5 minutos y que ya regresaba, que me quedara acostado que aún no había terminado la sesión. Escuché la puerta al salir u a los pocos minutos nuevamente entró. Aún mi pija se encontraba dura y yo sólo pensaba en llegar a casa para tirarme a mi esposa.



 



Escuche unos movimientos raros en el cubículo pero no le presté importancia, ya que sólo deseaba salir de allí y cogerme a mi esposita. Pero mayúscula fue mi sorpresa cuando mis manos estaba siendo atadas a la camilla, Raquel me dijo en baja voz que era parte del masaje, por lo que me quedé tranquilo. Respiré profundamente y seguí relajado. Ella me dijo que me quitaría la toalla de la cara pero que no debía abrir mis ojos hasta que ella me lo ordenara. No entendía lo que estaba sucediendo pero mi excitación era tal que acepté. Se alejó un poco y me dijo que podía abrir mis ojos pero lentamente, estaba algo oscuro ya que el cubículo estaba iluminado solo con velas aromáticas, pero podía distinguir a Raquel al frente, de repente unas manos detrás de ella comenzaron a desabotonar la blusa de su mono, no lo entendía pero me parecía excitante, al quitarla pude observar en la penumbra su silueta, llevaba puesto una brassier blanco, que lentamente también fue despojado por aquellas manos misteriosas, dejando al descubierto aquellas voluminosas tetas, eran enormes, blancas, con pezones rosados muy grandes, eran como talla 40. Aunque eran muy grandes, no se notaban caídos., se veían firmes. En ese momento la persona que estaba tras ella se asomó y me sorprendió al ver a Ana, diciéndome: " Se que te gustan las tetas grandes, por eso quiero regalarte estas"….. Eso me puso a millón, mi pija iba a reventar, Ana se acercó y colocó nuevamente la toalla en mi cara y me dijo que sólo me dedicada a disfrutar, ya que ese era mi regalo.



 



Sentí nuevamente unas manos sobre mis piernas y de repente aquellas voluminosas tetas comenzaron a recorrer mi pecho y abdomen, las manos que recorrian mis piernas subieron y quitaron la toalla que me tapaba, bajaron mi interior y alli estaba mi verga levantada y dura, botando líquido seminal, aquellas manos suaves que eran las de mi esposa tomaron mi pija y suavemente se deslizaban una y otra vez. Luego sentí un cálido aliento en mi verga, unos cálidos labios estaban chupándola, era muy rico sentir como movimientos magistrales trataba de meterla toda en su boca, mientras las ricas tetas seguían desplazándose sobre mi cuerpo.



 



Luego sentí como una de ellas se montó en la camilla y acercó su concha a mi boca, estaba perfectamente depilada, con labios gruesos muy lubricados, se deslizaba muy suavemente sobre mi boca dejándome juguetear con mi lengua en su clítoris, al mismo tiempo mi pija era puesta entre aquellas hermosas tetas, haciéndome disfrutar al máximo ese pajazo. Yo estaba como loco alucinando ante esa situación chupando el coño de mi mujer y siendo masturbado por las tetas de la masajista.



 



La situación era aún más excitante ya que me encontraba atado de manos y no podía participar, totalmente dominado por ese par de calientes mujeres.



 



Los jugos de la concha de Ana caían en mi boca y yo disfrutaba de aquel elixir, sus movimientos comenzaron a ser más rápidos ya que estaba muy excitada y a pùnto de correrse en mi boca, mientras mi pija estaba estaba a punto de estallar ya que la masturbación que me hacía Raquel con sus tetas era maravillosa. Ana soltó un gemido de placer al regalarme sus jugos de su orgasmo y en ese momento mi verga soltó toda la leche contenida bañando las tetas de la masajista, luego ella en acercó su boca a mi pija y chupó los restos de semen que aun chorreaban.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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