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EL MASAJE (2ª PARTE)

"Mi amigo le hizo un masaje a mi mujer"

 

Pasados unos días decidí aceptar la oferta de Juan e ir a su casa para que me hiciera un masaje. Seguía teniendo molestias en la espalda y sabía que Juan me dejaría muy bien. Lo llamé por teléfono y quedamos por la tarde en su casa.

Cuando llegué estaba sólo, por que su mujer estaba aún trabajando. Juan es ATS y tiene en casa una pequeña consulta donde tomar la tensión y administrar vacunas a sus pacientes. Allí es donde me llevó y me hizo tumbar en su camilla, aunque antes me pidió que me quitara la camisa y los pantalones para poder empezar a trabajar. Además me dio un antifaz para los ojos que no me dejaban ver nada. Me dijo que así me relajaría más y podría disfrutar más del masaje.

Siguiendo sus instrucciones, me quedé en ropa interior y me tumbé de espaldas en la camilla, sin ver nada debido al antifaz. Juan, igual que la última vez, empezó a acariciarme la espalda con mucho cuidado, desde el cuello hasta la cintura y de un lado a otro. Poco tardó en desabrocharme el sujetador para poder trabajar mejor. Al poco tiempo empezó con el masaje en las piernas, desde los tobillos hasta los muslos. Creo que esta vez, como estaba con los ojos tapados, y sin miedo a que nos descubriera mi marido, aún me sentía mas a gusto, y ya no tenía tanta vergüenza como la primera vez.

Después de un rato de masajes en las piernas, y sin que yo me lo esperará, cogió las bragas y tiró de ellas hacia abajo hasta quitármelas, y prosiguió su masaje en mi culo, magreando mis nalgas con insistencia, y pasando su dedo por toda la raja del culo.

En estos momentos llamaron a la puerta y Juan tuvo que ir a abrir. Yo temía que fuera su mujer, pero a los pocos segundos volvió y siguió con su masaje en las piernas y en mi culo. Lo que pasa es que volvió con un amigo suyo, con el cual estaba hablando mientas me estaba tocando. Yo nos los veía, pero oía como hablaban entre los dos sobre sus cosas, como si yo no estuviera delante, pero lo cierto es que yo estaba allí y además prácticamente desnuda, aunque por suerte estaba de espaldas.

Pero esta situación duró poco, porque Juan me pidió que me diera la vuelta, y yo no me negué. Y esta vez, al girarme perdí el sujetador que tenía desabrochado, quedándome completamente desnuda delante de Juan y de un amigo suyo al cual no podía ver porque tenía los ojos tapados. En seguida noté dos manos que empezaban a magrear mis pechos y mis pezones, y otras dos manos que acariciaban mis muslos y que enseguida se pusieron encima de mi coño. Noté como metían un dedo dentro de mi vagina mientras acariciaban mi clítoris. Por otro lado, Juan o su amigo estaba tocando mis pezones y me estaba poniendo a mil. Tuve un gran orgasmo, pero las caricias continuaban, y yo seguía estando muy caliente.

De repente, alguien cogió mi mano y la puso en su pene. No se quien de los dos era y tampoco me importaba, pero yo empecé a masturbarlo con gran intensidad. En este momento. las caricias en mi clítoris cambiaron por una penetración. Me estaban follando mientras yo estaba masturbado a alguien. El no saber quien era si Juan o su amigo desconocido, aún me ponía más cachonda. Llegué a un segundo orgasmo, casi al mismo tiempo que noté como alguien se corría en mi vagina y el otro en mis manos y mis pechos.

Pensé que todo había acabado, pero me equivoqué. Me dieron la vuelta, y uno empezó a meterme un dedo en la boca y el otro un dedo por el culo. Y lo siguiente fue que cambiaron sus dedos por sus penes. Empecé a chupar una polla mientras otras me la estaban metiendo por el ano. Nunca había hecho algo igual, pero estaba tan excitada que no me importaba, es mas estaba gozando mucho. Al cabo de un rato, todos llegamos al orgasmo, y yo recibí en la boca y en el culo todo el esperma de Juan y su amigo.

Tardé un buen rato en recuperarme, y cuando lo hice me saqué el antifaz. Y por fin puede ver a su amigo. Resulta que era un antiguo compañero mío del colegio, el cual hacía veinte años que no veía. Cuando íbamos juntos a clase, quería enrollare conmigo, pero yo siempre me había negado. Veinte años después lo había conseguido.

Me marché de casa de Juan, pero me hizo prometer que volvería pronto. Y la verdad, no me costó mucho la promesa, porque nunca había disfrutado tanto.

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