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Tarde de sábado, no demasiado pronto. El mejor plan para mí este día, es ir al cine. Tras llegar a los multicines y aparcar, me decido por una peli. Una película de acción, con un poco de risas que nunca vienen mal.
Cojo el ascensor y junto a mí, sube una pareja. El alto, unos 50, con barriga, lo típico de los hombres y más a esa edad. Ella rondará también los 50. Pantalón corto, buenas piernas, ni muy delgadas ni muy gordas. Tiene unos defectillos en la cara, pero es guapa. Hablan de que harán cuando lleguen a casa. Ella propone pasar luego el aspirador. Llegamos arriba y salimos del ascensor. Me despido. Me quedo mirando el culo de ella. Está fenomenal.
Tras dos horas y algo, termina la película y salimos de la sala. Qué casualidad, la pareja también estaba en la misma película, porque salen delante mío. Siguen hablando de que harán cuando lleguen a casa.
Ella entra en el baño y el la espera fuera. Me acerco a él y le ofrezco mi tarjeta. Realizo trabajos de todo tipo en casa. Limpieza, pequeños arreglos, etc.
-No pude evitar oírles cuando subimos en el ascensor.
-¿Un manitas para todo? ¿Y además realiza tareas de limpieza? Pregunta mientras lee mi tarjeta. Es interesante. Le preguntaré a mi mujer. Justo viene por ahí.
Ella sale del baño en ese momento. Pese a sus 50 años, es todavía un pedazo de mujer.
-Mira cariño, este joven se ofrece para realizar tareas en el hogar. Y limpieza tal vez. ¿Qué te parece?
-¿Cuánto cobra? Pregunta ella.
-8 euros la hora. Le contesto.
-No es muy caro. ¿Qué hacemos cariño?
-Podemos contratarle. ¿Mañana trabaja?
-Es domingo y no suelo hacerlo, pero ustedes me han caído bien. Mañana puedo estar en su casa a la hora que les venga bien.
-No muy temprano, no madrugamos en domingo y no queremos hacerle madrugar. Le pagaremos 10 euros por venir el domingo. ¿A las 11 le parece bien?
-Claro. Pero no es necesario que me paguen más.
-Que sí. No es problema.
Nos despedimos después de que me dieran su dirección. Le di la mano a él y cuando iba a dársela a ella, me plantó dos besos en la mejilla.
-Ah por cierto, me llamo José Luis.
-Nosotros Clara y Antonio. Un placer.
-¡Hasta mañana! Mientras se iban, volví a quedarme mirando el culo de ella. Que suerte tiene este tío de tener una mujer así.
A las 11 de la mañana en punto, estaba llamando al timbre de la casa de esta pareja. Me abrió Clara, que estaba en pantalón corto y con una blusa clara. Llevaba debajo un sujetador color carne. Al agacharme a coger mi bolsa, me fijé de nuevo en sus piernas. No eran perfectas, tenían algo de celulitis, pero eran bonitas.
-José Luis, pasa por aquí, por favor. El grifo de la cocina parece que no funciona bien. ¿Podrías echarle un vistazo?
-Clara, le dijo su marido. No seas maleducada, ofrécele algo de beber a José Luis.
-Uy, claro. ¿Dónde tendré la cabeza? ¿Qué te apetece beber?
-Algo sin alcohol. Gracias.
Tras beber un poco, me puse con el grifo. No iba bien y le pedí a Clara que me abriera la pila de la cocina por debajo.
Yo estaba agachado mirando la cañería, y tenía a ella un poco abierta de piernas frente a mí. En ese momento me di cuenta de que un botón de su pantalón no estaba bien abrochado. Podía ver a través de él y me fijé en que no llevaba bragas.
Llevaba el chocho sin depilar apenas. Un bulto empezó a crecer en mi pantalón.
Ella seguía trasteando con el grifo, según le iba indicando, y yo seguía recreándome en su chocho, haciendo que arreglaba la cañería.
Después de un rato, decidí terminar de arreglarlo todo, para que no sospecharan. Acabé de beberme el refresco y otro que me dieron y tras acabar de limpiarlo todo y pasar un poco la aspiradora, me pagaron 20 euros por 2 horas de trabajo. Me despedí de ellos, hasta que volvieran a necesitarme.
Cuando llevaba un rato de camino con el coche, me di cuenta de que me había dejado una llave inglesa en la casa y decidí dar la vuelta. Al llegar, en lugar de tocar la puerta, me asomé a la ventana de la cocina, pero no vi a nadie. Mire por el salón, pero tampoco vi a nadie. Entonces escuché unos gemidos que venían del otro lado de la casa.
La casa era bastante grande y aunque solo había visto la cocina y el salón, supuse que los gemidos venían de su habitación. Me asome a una ventana y bajo la persiana algo bajada, pude verlos haciéndolo.
Él estaba encima de ella empujando. Su barriga botaba mientras se lo hacía. Ella estaba abierta de piernas y con ellas un poco levantadas. Levanté un poco la persiana y debí tirar algo al suelo, porque en ese momento dejaron de hacerlo.
Corrí a la puerta y toqué el timbre, como si una cosa no tuviera que ver con la otra.
Al rato Clara abrió la puerta. Se la notaba jadeante y arreglándose la blusa.
-Lo siento, pero me dejé una llave inglesa. Le dije.
-No pasa nada. Pasa y cógela.
Su marido no salió.
-¿Estaban ustedes...? ¿Les he interrumpido?
Ella bajó la voz. -Estábamos haciendo el amor. Pero no pasa nada. Mi marido ya casi había terminado. Últimamente no dura mucho. ¿Sabes? a veces echo de menos cuando tenía 20 o 30 años y nos tirábamos horas haciéndolo. Tú debes saber lo que es eso. ¿Verdad?
-Pues sí. Lo sé. Si necesita, ya sabe, algún trabajo extra, llámeme.
Me despedí y me fui.
A los dos días, Clara me llamó. Se la notaba cortada, su voz se entrecortaba. Quedamos para un par de horas después. Su marido trabajaba.
Al llegar a casa, me confesó que hacía mucho que no tenía un orgasmo con su marido, solo masturbándose y quería sentir un orgasmo con un hombre. Estuvo pensándolo desde que me fui el domingo, y al principio se sintió mal, pero ahora se había decidido.
-No sé, Ud. dirá por dónde empezamos.
-Llámame de tu, Clara.
-Está bien. Pero antes de nada, ¿podrías echarle un vistazo al grifo de nuevo? Parece que no funciona bien.
Llegué a la cocina y revisé el grifo. Se atascaba un poco. Me tumbé otra vez en el suelo y le indiqué a Clara que lo abriera y cerrara. Ella obedeció y se abrió un poco de piernas, dejándome ver su potorro. Cuando quise darme cuenta, se había quitado el pantalón. Para entonces, estaba erecto.
Salí de debajo de la pila y me levanté y la besé en la boca.
Ella me tumbó en el suelo y se marchó un momento. Volvió con un preservativo y me lo puso. Se agacho y se la clavó. Empezó a cabalgarme con fuerza y empezó a gemir, primero bajito, susurros y luego más fuerte.
-Ah, ah, ah, gemía.
Yo estaba disfrutando mucho y me alegraba que ella también.
A las mujeres hay que hacerlas disfrutar siempre en el sexo. Que la mujer disfrute, es el 75% del éxito de la relación.
Al cabo de unos minutos, Clara se corrió con un gemido que no fue muy fuerte. Pero por su cara, había disfrutado bastante. Yo todavía aguantaba un poco más y después de cinco minutos más, me corrí también.
Ella se salió de mí y me dio las gracias por haberla hecho disfrutar.
-De nada, ha sido un placer, jeje.
-Te pagaré la visita.
-No, no tienes que pagarme nada.
La visión de ella de pie, desnuda de cintura para abajo, volvió a ponerme a tope. Le quité el sujetador y la apoyé contra la pila. Cogí otro preservativo, y la penetré inclinada contra la cocina. Follamos así durante un rato. Ella se moría de gusto, mientras yo aguantaba un montón.
Me dio por decir su nombre.
-Clara, Clara, Clara, Clara.
-Sigue, sigue, así, así, así....me decía.
Luego ella se agarró al armario de la cocina y los cacharros empezaron a temblar.
-Aaaaah, ¡me corro! gimió ella.
-Espera, espera, me voy, me voy, me vooo... yyyy. Y me corrí seguido tras ella.
Nos tumbamos en el suelo extasiados y nos recuperamos.
-Ha sido magnifico, me dijo. Cuanto tiempo hacia que no gozaba así. Me has hecho sentir mujer después de mucho tiempo.
Luego me vestí y ella se puso el pantalón y la blusa por encima, sin sujetador. Me acompañó a la puerta y no dejé que me pagara por la visita.
-Hasta la próxima, le dije.
-Te llamo pronto, tranquilo.
Pasaron dos semanas hasta que Clara volvió a llamarme. Quedamos a las 5. Me presenté puntual y toqué al timbre. Me quedé a cuadros cuando abrió su marido.
-Hola José Luis, me dijo, pasa.
-Ahora es la ducha la que no funciona, me dijo Clara.
Me puse a revisarla. La verdad, parecía atascada. Así como el desagüe.
No me fijé en ese momento que Antonio traía una silla de tijera y abriéndola se sentó frente a mí.
Yo andaba trasteando con la ducha, cuando veo que Clara se desnuda delante de mí. Me puse rojo como un tomate.
-Tranquilo, me dijo Clara. Lo sabe.
-¿Que sabe el qué? Intenté disimular.
-Que hemos follado. Esta de acuerdo y quiere verte hacérmelo para aprender.
Dios, no sabía que pensar.
Ella empezó a besarme y yo me puse nervioso con él delante. Al principio mi polla no reaccionaba pero luego empezó a enderezarse y tras dudar yo un poco, nos pusimos a ello.
La subí la pierna derecha y empecé con el mete y saca.
-Ah, ah, ah, gemía.
Su marido nos miraba mientras yo me la follaba. Lo que al principio me pareció algo extraño para mí, acabo convirtiéndose en algo morboso.
-Cariño, ¿qué te parece? ¿Me folla bien?
-Sí, Clara. Te folla muy bien.
-Antonio, me gusta que me des tu aprobación. Le dije mientras me la seguía follando.
Al poco se sacó la polla y empezó a masturbarse mientras yo seguía dándole lo suyo a Clara. Era bastante surrealista vernos así. Yo follando con su mujer, mientras su marido se masturbaba.
Terminamos después de un rato y el seguía masturbándose. Se levantó al poco y fue a correrse en la cara de su mujer.
Lo dicho, era surrealista a más no poder.
Después de aquello, Antonio me pidió que me quedar a cenar con ellos. Yo les dije que no en un principio, pero insistieron tanto y me dijeron que me pagarían bien, que no pude resistirme.
Cenamos animadamente y charlando de todo un poco. Cuando acabamos, me pidieron algo también surrealista. Solo que para entonces con el efecto del vino, ya me había acostumbrado.
Antonio me pidió que me follara de nuevo a su mujer, con el delante, esta vez en su cama de matrimonio. Yo acepté sin pensarlo, quizá porque estaba un poco ebrio y quizá también en parte por el dinero que me habían prometido por mis “servicios” y como no, por lo buena que estaba Clara.
Nos desnudamos los tres y Antonio se sentó en una silla que tenían en su dormitorio. Tumbé a Clara boca arriba y empecé a calentarla comiéndola el chocho.
Miraba de reojo a Antonio y a este se le iba empinando. Su mujer gozaba como una loca mientras se lo comía.
Cuando la tenía a punto, se la metí con cuidado. Empecé a bombearla, mientras su marido empezaba a meneársela. Le subí las piernas bien alto y seguí follándomela.
-Ah, ah, ah, Clara, Clara, Clara.
Lo que al principio me había dado mucho corte, ahora era muy morboso para mí. Ver como su marido nos miraba mientras yo me la follaba, era lo más.
Clara se moría de gusto y de repente se giró y se quedó mirando a su marido. Se mordía el labio inferior y aunque estiró su mano izquierda hacia él, él no se movió. Seguía meneándosela sentado en la silla.
Después de un rato, decidí cambiar de postura. Se la saqué y la puse a cuatro patas, pero de cara a la pared, de formar que no pudiera ver a su marido. El solo podría ver mi culo y sus piernas.
Estuvimos un buen rato así, y Clara se corrió un par de veces. Entonces le pedí a Antonio que se acercara. Él estaba a punto y se corrió en la cara de su mujer, que se tragó su semen.
Ya recuperados los tres, me di una buena ducha, me vestí y tras pagarme, me marché. Ellos quedaron en llamarme otro día.
El otro día, en el cine, encontré una pareja con una mujer muy apetecible. He decidido seguirles y voy a ver si contratan mis servicios...
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