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Categoría: Lésbicos

El mamito

Lauro se paró en el umbral de su puerta. Respiró, se acomodó sus dos testículos como pudo y tocó con pena aquel pequeño pajarito que llevaba entre sus piernas... sentía cierta frustración al pensar que un hombre tan grande y fornido tuviera por espada aquella cosita tan pequeña... jamás perdonaría a su padre por haberle dotado de aquella insignificante verga.

Levantó su mirada, eran las 8:00 a.m., la vecina lo había levantado con el ruido de la máquina de cortar la grama. Brincó de la cama, se bañó rápidamente y se impregnó en perfume. Se fumó con desesperación un cigarrillo de marihuana...aquel vicio, que comenzó como una diversión, ya lo estaba consumiendo, necesitaba algo más fuerte pero no tenía ni un centavo...

No se podía perder aquel espectáculo que disfrutaba todos los sábados. Allí estaba Magdalena, enseñándole aquella enorme pantalla de televisión, la saliva corría por sus labios, la lujuria se apoderó de él. Estaba hermosa, con unos pantalones cortos que le marcaban el monte de Venus. Su cabello negro y largo caía coquetamente sobre sus hombros, aquellos labios pronunciados, aquella mirada de mujer decente lo envenenaban...

__ Un día de esto vas a ser mía, sabrás lo que es un macho completo.

Pero su alegría se disolvía cuando pensaba que aquello que estaba entre sus piernas no le haría ni cosquilla a aquel tanque del ejército. Sólo pensaba en sus movimientos, en su ritmo sistemático y sensual... Aquellos pantaloncitos lo tenían al borde de la locura...

Magdalena se dio cuenta que la estaban mirando. Llamó a su esposo para que la ayudara...

Lauro se encabronó, volvió al interior de la casa y fue a la cocina, su mujer se había ido con su madre, estaba cansada de vivir con aquel hombrecito abusador y drogadicto. Buscó un trago y encendió otro cigarrillo de marihuana, estaba desesperado... miró por la ventana hacia el patio de la vecina, allí estaba sola de nuevo, doblada, mostrando todas sus riquezas hacia él. el placer, la lujeria volvieron a apoderarse de su cuerpo, sintió que un gusanito se levantaba con dificultad, bajó su cierre de cremayera, lo miró con pena y le habló como si se tratara de una persona...

__¿Qué... por qué me miras así? No tengo la culpa de que seas tan insignificante...¿Crees que me siento bien?¿Crees que disfruto a una mujer contigo? Sé que te esfuerza por hacer tu trabajo... te lo agradezco... sabes que he hecho lo posible para que crezca un poco pero todo ha sido en vano, ya tengo cayos en las manos de tantos masajes que te he dado...

Luego reía como un loco... y volvía a su monólogo...

__No me reclames... eres pequeño pero divertido, además tienes mucha experiencia... y las mujeres se enloquecen contigo, chiquito pero juguetón...

El ruido de la máquina lo volvió a la realidad. Allí estaba ella... sudada como una yegua, sentía deseos de pasar su lengua por aquel cuerpo sudado, recorrer todas las avenidas, senderos, caminos, brechas que condujeran a aquel monte negro que se ocultaba, como un tesoro divino, entre aquellos muslos tan bien formados...

Lauro respiraba aceleradamente, estaba enamorado de Magdalena pero ella ni caso le hacía.

Volvió al cuarto dormitorio. Se miraba con detenimiento. Aquellas pantallas en sus orejas, su enorme medallón que colgaba en su pecho, sus sortijas y aquella peste a marihuana lo envolvían en una nube de pensamientos.

Estaba arruinado, todo estaba desordenado en su cuarto, había bebido sin parar, había consumido todo tipo de sustancias... apenas podía sostener aquel cuerpo... volvió al balcón... allí estaba su tormento... la miraba, la deseaba, quería poseerla... vio cuando su marido se había ido... ella estaba sola, sería la oportunidad de su vida... tendría que decirle que la amaba, que estaba locamente unido a ella...

Magdalena volvió al interior, el teléfono había sonado... Lauró regresó a su cuarto... buscó por todas partes, necesitaba curarse, sólo le quedaba un cigarrillo y medio litro de don Q.

El tiempo transcurrió lentamente, el sol castigaba la mañana, los autos continuaban contaminando el ambiente y Lauro volvía a sentir aquella sensación tan extraña... aquella mujer tenía que ser de él de cualquier manera.

Cambió de ropa, se puso unos espejuelos negros. Se puso unos tenis, se quitó sus joyas, su medallón, se quitó sus pantaloncillos pero no quiso mirar a su pigmeo que estaba erecto... se puso una camiseta... quería estar liviano... entraría por la puerta de la cocina... la empujaría sobre la cama y allí daría rienda suelta aquella lujuria que lo consumía...

Ya no le importaba nada... si se resistía la mataría... tenía que ser de él, sólo de él, aunque fuera por unos minutos. Ella se lo había buscado, un año, 52 sábados al año lo había estado torturando con aquel cuerpo, con aquella figura, con aquellas miradas...

Cuando iba a salir el ruido de un automóvil lo detuvo. Volvió a mirar por la ventana. Era un auto deportivo, rojo, hermoso... no vio a ninguna persona... pero aquel auto no era el de Víctor, esposo de Magdalena...

La nube de los celos nublaron sus pensamientos, el ácido de los celos quemaba sus neuronas... sentía que un volcán corría por sus venas... no era posible... no era posible... aquella mujer no le podía hacer aquello a él...

Sintió odio, el líquido del odio inundó todo su ser... maldijo a todos los santos y rompió de una patada una figura de la virgen que su mujer mantenía en su cuarto... Volvió a su nevera... nada... buscó entre los gabinetes de su cocina... sólo encontró una botella de licor 43 medio vacía... la mezcló con una botella de alcohol que estaba sobre la mesita de noche... bebió, bebió, bebió... estaba aturdido...

Cargó su pistola... sintió que su tranquita se desmayaba... volvió a hablarle...

_¡Ólvidate de nuestros planes!...¡Esa cabrona nos engaña! Los mataré, los mataré...

Y mirando a su triste amigo, a su pequeño pajarito le dio una bofetada por pendejo y por ser tan insignificante... se subió el cierre de cremayera y caminó como un sombi hacia la puerta trasera de la cocina de su adorable tormento...

__¡Ay, mi vida... mátame de gusto!... sí, sí,... qué rica eres... tanto tiempo sin verte... por favor, dame más, más, ay, ay, ...

Lauro se acercó, entró lentamente, la puerta estaba abierta... camino silenciosamente por el pasillo... la puerta del cuarto estaba semi abierta...
aguanto fuertemente su pistola, tenía su dedo sobre el gatillo, levantó su mano... cubrió su rostro con una medio de su mujer...

Hubo silencio... solo se escuchaba el silencio de la mañana, sus latidos... pequeñin se levantó erecto...movió su pierna derecha y dejó que su mano empujara un poco la puerta...

Allí estaban las dos... desnudas, sensuales, con una sonrisa en sus labios...

__¡Ven amor!... esta es tu oportunidad- murmuró su mujer mientras besaba apasionadamente a Magdalena.

Fin
Datos del Relato
  • Categoría: Lésbicos
  • Media: 5.47
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Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
lellelele
invitado-lellelele 03-07-2003 00:00:00

esta genial, me parecio buenisimo y no me imagine el final.

Perversión 20
invitado-Perversión 20 27-06-2003 00:00:00

tengo k decirte que me ha dejado igual, amigo, esperaba que redactaras como ese pobre hombre desata su rabia contenida y deja de sentirse tan inferior. Un beso

Diana
invitado-Diana 22-06-2003 00:00:00

Wao, "te la has devorado" como decimos al norte del sur.Que clase de cuento. Felicidades.

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