El día más importante de mi vida, me iba a casar con el hombre del que estaba locamente enamorada, faltaban escasos minutos y ya seríamos marido y mujer, una vez dentro de la iglesia la puerta se abrió y le vi de nuevo, no pude resistirme, .., y aunque tal vez no debiera, me pudieron más las hormonas, fui hasta él y le di dos besos, hacia más de tres años que no le había vuelto a ver, pero en cuanto nuestros ojos se cruzaron una sonrisa es esbozo en nuestros rostros.
Era el primo de mi futuro marido, Adolfo.
Conocí a Adolfo en un viaje a Mali, yo iba con Ricardo, mi novio, y nos lo encontramos en el hotel, al principio no me cayó muy bien, era creído y arrogante, te miraba por encima del hombro dándose unos aires de grandeza inexistentes para mi en aquel momento, pero una noche que Ricardo se puso malo y no quiso salir, le pidió que me llevaba por ahí y me enseñara el lugar, no me entusiasmo la idea, pero accedí.
Fuimos a cenar y la pasamos hablando y conociéndonos, resultó que coincidíamos en muchas cosas, eramos bastante parecidos, ... bebimos en exceso y eso nos incitó. Después de la cena fuimos bailar a una disco al lado de un lago. Nos tomamos unas copas y nos hicimos los dueños de la pista, sentía como se colocaba detrás de mi y me agarraba las caderas moviéndolas a su son, me volvía loca, pues mi novio no era un gran bailarín y no le gustaban aquellas cosas, me apretaba contra su cuerpo mientras susurraba al oído lo guapa que estaba y lo que quería hacer conmigo aquella noche. No me ofendí no nada parecido, yo también estaba deseosa de cumplir sus deseos y los míos.
Salimos de la discoteca, atravesando el gentío y nos dejamos caer a la orilla del lago, entonces se nos ocurrió que en aquella noche calurosa no estaría mal darnos un bañito, ..., nos miramos cómplices y nos quitamos la ropa, ..., la luz de la luna bañaba su cuerpo dándole el aspecto de estar esculpido en mármol, tenía un cuerpo perfecto. Él se zambuyó primero, dejándome en medio de aquel paraje desnuda, se seguí, ..., el agua estaba tibia, el calor pasó.
Nadé hasta él, y por unos momentos nos quedamos mirándonos, pensamos lo mismo y nos fundimos en un largo y húmedo beso.
El lago no era muy profundo, así que fuimos hasta donde no se nos veía y hacíamos pie, allí sólo nosotros fuimos testigos de lo que pasó. Comenzamos por besarnos mientras tímidamente tocaba mi cuerpo, me cogía de los pechos con ansia, me apretaba las nalgas, y yo me dejaba hacer sin pensar en quien me esperaba en el hotel, en ese momento no podía pensar, ..., él era bastante más grande que yo, me cogió de la cintura y me alzó, quedamos la misma altura, podía sentir lo excitado que estaba al igual que yo, me sumergí y lo comprobé, apenas pude hacer nada, no podía respirar y realmente era todo un fuera de serie, así que subí y le dije que me lo hiciera ya; me agarró más fuerte y me preguntó que como la quería, despacito o de golpe, ..., dudé, le miré y le dije "de golpe", así lo hizo, grité de placer al sentir aquel miembro dentro de mi. No podíamos apenas movernos, el agua nos llegaba al cuello, así que nos fuimos a la orilla y entre la maleza seguimos, ahora ya sí que pude saborear lo que tenía entre las piernas, me tumbó en la arena y se puso entre mis muslos, jamás me lo habían hecho tan bien, después me dijo que me diera la vuelta y me hizo el amor de todas las maneras posibles que yo no conocía. Cuando acabamos nos sentamos en la arena, abrazados mirando como el sol aparecía por el horizonte.
Caminamos cogimos de la mano hasta la puerta de el hotel, en el ascensor nos besamos y en la misma puerta de mi habitación nos despedimos dándonos un lento beso, casi sentí pena, le miré y me dijo:
- Ya sabes que esto es imposible - y fue a su habitación.
Después entre yo en la mía sin hacer ruido. Ricardo aún dormía, me sequé el pelo con una toalla y me acosté a su lado.
- ¿Qué, lo pasaste con Adolfo cielo? - me preguntó dándose la vuelta y abrazándome.
- Bien - dije secamente - no es tan estúpido como pensaba.
- Ya te lo dije es que eres una malpensada - fue lo último que dijo antes de seguir durmiendo.
Ese día, cuando le volví a ver en la iglesia lo recordé todo, pero el pasado, pasado está y mejor olvidarlo, jamás se lo dije a Ricardo, ni se lo conté a nadie, sólo el lago fue testigo de lo que ocurrió.
Mi nombre simplemente es ese, pero soy española. No metería mis relatos en ninguna categoría, ¡pero como hay que elegir! de todos modos me gusta escribir de todo.