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Me llamo Alicia y tengo 20 años. Hace tres años estoy de novia con la misma persona y en estos tres años me las he arreglado para evitar tener sexo con él, antes de él tuve un corto noviazgo con un tipo que me quitó la virginidad y la verdad fue un sexo tan insaboro que no quise volver a tenerlo.
En estos tres años he preferido satisfacerme yo misma, de mil y una maneras, quizás alguna vez les cuente las travesuras que he hecho a solas para lograr obtener placer.
Hace unos días, de regreso a mi casa me encontré en la puerta con Diego. Diego es el mejor amigo de mi novio y es el novio de mi mejor amiga. Todos habíamos quedado de encontrarnos a las 5 de la tarde en mi casa, pero el se había adelantado. Me dijo que no tenía nada mejor que hacer y que había preferido esperar la hora conmigo.
Sin darle mayor importancia y por la confianza que le tenía lo invité a pasar, nos pusimos a conversar en el living de la casa de cosas que no recuerdo, hasta que sin saber como terminamos hablando de nuestros novios.
Todo iba bien hasta que el me preguntó de cómo andábamos en la intimidad, se notó que no le fue fácil preguntarlo porque busco las palabras más raras para tratar de decir cosas simples, de todas formas a mi tampoco me resultó sencillo responder.
Después de calmar el rojo de mi cara, le dije que la verdad con Luis no habíamos intimado, que no me llamaba la atención por ahora porque el recuerdo que tenía de tener sexo no era algo lindo.
Cuando me dijo lo siento, traté de explicarle con más detalle, porque creo que se había tomado una falsa impresión. Le dije que no se preocupara, que no me había pasado nada malo, nada traumático, era sólo que tenía una idea de que había otras cosas mejores que el sexo.
Le dije que con Luis, aunque no habíamos tenido sexo, habíamos incursionado con nuestra sexualidad y en algún momento nos habíamos llegado a tocar. Nunca habíamos estado desnudos pero si habíamos sentido nuestra desnudez por debajo de la ropa que llevábamos.
Me escuchó en silencio, hasta que no pudo aguantar más y me dijo que no podía creer lo que le decía, que no podía creer que con Luis nunca hubiese cogido porque él le había contado varias veces lo bien que se la pasaba contigo y lo desinhibida que era.
Me sentí muy mal con lo que me dijo y me quise desquitar devolviéndole la pregunta, cómo andaba su sexualidad con Ana. Me sorprendió su respuesta, porque era lo mismo que me había contado ella, que no andaba bien, que ella quería hacerlo diferente a como el lo sentía y no podían evitar que uno de los dos no acabará cada vez que lograban tener sexo.
Y que piensas tu que es lo malo, le dije. Pero no tenía respuesta, sencillamente dijo que eran distintos, que a pesar del cariño que se tenían físicamente no eran compatibles.
Tratando de distender un poco su seriedad, le comenté entre risas que tal vez lo tuviera chiquito, que yo conocía unas hierbas para que le creciera un poco. Otra vez creo que dí un mal paso.
Me dijo, la verdad pienso que es todo lo contrario, parece que ella es la que tiene su sexo pequeño y que no se puede adaptar al mío.
Pensé, que se creerá Diego, hablar de mi sexualidad con Luis, enterarse que no me llevo bien en la intimidad con él, reclamar de su novia y más encima decir que es súper dotado. De qué estará hablando, qué estará pensando. Y me jugué una carta de venganza, una carta ganadora que pusiera final a la conversación.
Ya, así que no lo tienes pequeño, a ver muéstramelo y de diré si estas en lo correcto o sólo lo tienes grande en tu imaginación. Estaba segura que no se atrevería y si por casualidad se atreviera a enseñármelo tenía preparada una gran carcajada para reírme en su cara por su pequeño pene.
Estuvimos un rato en un juego nervioso para ver quién le doblaba la mano a quién, hasta que en un movimiento rápido se bajo los pantalones, se sacó la polera y se bajó los boxers, quedando desnudo frente a mi y dejando a centímetros de mi vista su pene.
Sólo su pregunta de qué te parece rompió el silencio que había.
La carcajada que había pensado se me quedó atrapada en la garganta y un fuerte calor me recorrió el cuerpo. De verdad Diego no tenía nada que ver con los recuerdos que mantenía de mi primera y no tenía nada que ver con lo que había tocado de Luis.
Diego ya tenía un cuerpo de hombre, había desarrollado su musculatura en todo el sentido de la palabra. Lo recorrí entero con la mirada hasta llegar a su pene. Al final de su vientre colgaba un pene grueso y largo que me estremeció, el sólo pensar que algo así entrara en una mujer me puso calentísima.
Mi parecer de Diego cambió, en ese instante se me olvido que era mi amigo y vi sólo a un hombre frente a mi.
Otra vez me pregunto que te parece.
No pude mentir y le dije que de verdad tenía un gran pene y que claramente el problema no era él. Me latió el corazón cuando Diego se me acerco más hacia mi, dejando al alcance de mi mano su pene.
Mi cara de caliente debe haberle dejado claro que me moría de ganas de tocarlo y apenas me dijo que si se lo tocaba el no se lo diría a nadie, me adelanté un poco más y lo tome en mis manos. Apenas lo hice Diego soltó un quejido de placer al mismo tiempo que su pene comenzó a crecer ya endurecerse hasta llegar a una dimensión que no la hubiera imaginado.
Estaba caliente, venoso, duro. Mientras más lo tocaba Diego dejaba escapar mas quejidos y su pene daba pequeños saltitos como si quisiera crecer aun mas.
Sin pensar en las consecuencias le pregunté a Diego si podría guardar un secreto, cuando me dijo que sí lo miré a los ojos y le dije quiero que lo hagamos ahora.
No tuve que convencerlo, porque con mis palabras Diego se vino sobre mi, me tiró hacia atrás en el sillón y desesperadamente me trató de tocar entera. En dos segundos tenía la falta en la cintura, la camisa y los sostenes a la altura del cuello y una mano que trataba de quitarme la tanga.
Cuando logró sacarme la tanga, Diego me susurró, estás segura. Yo también en susurros le respondí, si cojeme ahora. Mientras me daba un largo beso con su boca abierta, llevó la punta de su pene a la entrada de mi concha y la dejó lista para penetrarme.
Entonces se acomodó sobre mi, se levantó un poco y mientras me miraba comenzó un movimiento corto pero constante de entrar y sacar su pene de mi concha. No tenía problemas de lubricación pero el grosor de su sexo no hizo fácil la tarea.
Otra vez me dijo, estás segura Alicia. Diego es la última vez que te digo que me la metas. Entonces con más decisión Diego me comenzó a coger, poco a poco su verga se clavaba en mi y cada vez que entraba un poco más sentía un placer tremendo, como si cada ves que lo hacía me diera un pequeño orgasmo.
Con tanto placer no me di cuenta que Diego estaba completamente dentro de mi, yo sólo atinaba a abrazarlo y besarlo y a dejar que su sexo me recorriera por dentro hasta tocar lo más profundo de mi, tocar zonas que nunca nadie había tocado y a darme el placer más intenso que hubiera tenido.
Sudorosos seguíamos disfrutando de un ritmo constante de meter y sacar. Se desesperaba por chupar mis tetas, mantener su vigor y levantar mis piernas para intentar llegar aún más lejos.
Sin casi poder hablar le avisé que estaba por lograr un orgasmo, era la primera vez que iba a tener uno por penetración y hubiese querido que el acabase junto conmigo. Pero entrecortadamente me dijo que me viniese porque el había terminado ya dos veces.
Grité como nunca mi placer y apreté mis piernas en su cuerpo hasta que toda la energía que tenía se desvaneció en intensas contracciones de placer que me recorrieron por todo el cuerpo. Poco a poco bajamos de intensidad y poco a poco comenzamos a tomar conciencia de lo que habíamos hecho.
Miré el reloj, era casi la hora que habíamos quedado de encontrarnos todos, corrí al baño a lavar mi sexo y poner mi ropa en su lugar. Le grité a Diego para que ordenara mientras tanto. Luego corrí con un paño para eliminar los rastros de sudor y fluidos que hubiesen quedado mientras Diego se metía al baño.
Volvimos al living nos sentamos como cuando entramos por primera vez. Nos miramos y le dije este va a ser nuestro secreto y no pude evitar regalarle una sonrisa de satisfacción. El me respondió Alicia ha sido tan rico lo que hicimos que jamás nadie lo va a saber.
Entonces llamaron a la puerta, tenía que ir a abrir, eché una mirada final para ver que estuviera todo en su lugar y abría la puerta a Luis que se me acercó y me dio el típico beso que nos dábamos para saludarnos, sólo que esta vez me estaba besando sobre los besos de Diego.
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