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La historia continúa. Ahora, Alondra, la madre del HIJO DEL ZAPATERO, tiene un encuentro, demasiado cachondo con su empleado ….
A las 8 de la noche Alondra se dispone a cerrar el negocio de la zapatería, recoge el calzado que quedó por ahí, hace el corte de caja, anota los pedidos de sus clientes para el día siguiente y la mercancía que habrá de surtir su esposo, don Alfredo. Ella se siente fatigada, cansada y se sabe merecedora de un buen masaje que la relaje. Se recuesta en el sofá, lugar donde la clientela se prueba el calzado, suspira y con sus manos, sobre su ropa, empieza a recorrer sus grandes pechos, su abdomen, sus caderas, sus nalgas, su conchita… como esto no es suficiente, se levanta su vestido e introduce su mano por entre sus calzones para sobar los labios mayores de su peluda panocha, excita con maestría su clítoris varias veces, luego mete lentamente un dedo en su rajita y emite un leve, pero profundo suspiro que se eterniza:
--¡Hummmmmm!¡Ahhhhhhhh! ¡Hummmmmm!... ¡Qué rico! ¡Ahhhhhhhh! ¡Cómo quisiera una vergota en este instante! ¡Grandota! ¡Para mamarla! ¡Para chuparla! ¡Para lamer su cabezota!¡Para que me perfore! ¡Lamer los huevotes!¡Ahhhhhhhhh! Sentirme cogida, penetrada. ¡Hummmmmmm! ¡Ahhhhhhhhh!
Saca su dedo de la vagina para lamer sus jugos y lo moja con su saliva al mismo tiempo, vuelve a meter su dedo en el agujero. Repite la acción una y otra vez acelerando los movimientos; en ocasiones emplea otra variante e introduce un dedo humedecido en su ano lentamente, en seguida se encaja dos, tres, los resbala con su saliva hasta que se pierden, los saca suavemente, los vuelve a introducir surge un gemido sensual y cachondo:
… ¡Ahhhhhhh, …..CAAAAAABRÓN! ¡Hummmmmmm! ¡Ahhhhhhh! ¡Que ricura!
Inicia un mete y saca, ya sea en su rajita, ya sea en su hermoso culito que más que apagar el fuego que lleva dentro lo enciende, lo aviva, más y más… hasta que
…. ¡Ahhhhhhhhhhhhhh! ¡Hummmmm! ¡Me vengoooo! ¡CAAABROOOOON! ¡Me vengooooo! ¡Ahhhhhhhhhhhhh! ¡PINCHE MADRE! ¡Ahhhhhhhhhh! ¡Qué ricooooo! ¡Mmmhhhhhh! ¡Ahhhhhhhhh!
Después de moverse lujuriosamente y de emitir tremendos gritos de placer que debieron ser escuchados 100 metros a la redonda, la bella dama queda aparentemente relajada, tendida en el sofá, con el cabello desparpajado, con el vestido a la cintura, sus tremendas y torneadas piernas al aire, al igual que sus calzones. Sus jadeos van disminuyendo, su respiración se va normalizando, sus movimientos se tranquilizan. Pero lo que acaba de suceder es sólo el detonante, Alondra es como una bomba atómica, la reacción en cadena no se hace esperar:
¡ERNESTO! ¡ERNESTO! ¿Dónde chingados andas? ¡Ven Ernesto! ¡Tengo que terminar esto!
El mozo, su fiel empleado, que esta ocupado en el almacén acomodando la mercancía que llegó por la tarde y que seguramente ha escuchado los gritos de placer de su ama y que sabe ser discreto con lo que sucede en el negocio, responde al llamado:
-- ¡Sí señora! ¡Dígame! ¡Aquí estoy! ¡A sus órdenes!
¡Te tardas un chingo! Cuando te mande llamar vente de pedo, ¿No ves que me está consumiendo la calentura? Arrímate para que me des un buen masaje y se me quite lo cansada y caliente que estoy.
Es que estaba arriba de una escalera y me tardé en bajar, pero en seguida la atendiendo…
¡Ya deja de hablar y empieza a sobarme el cuello!
El jarocho se arrodilla junto al sofá, le toma por el cuello y con las yemas de los dedos pulgares inicia un suave y largo masajeo que se extiende hasta los hombros, lo mismo hace con cada brazo, siguiendo con los voluminosos senos, su plano abdomen, sus atractivas piernas, hasta llegar a los pies, donde le son quitadas las zapatillas que en ese momento trae puestas, y delicadamente el empleado los besa y chupa los dedos, uno por uno; con su lengua pasa y repasa entre cada dedo, lame cual perrito faldero. Alondra siente ese cosquilleo característico que provocan las caricias en los pies; casi, imperceptiblemente, jala al muchacho hacia ella y le propina un tremendo beso en la boca, mezclando las salivas, las lenguas y las miradas llenas de sensualidad y de agradecimiento; a los besos siguen los jadeos y más saliva. Para entonces la dama ha alcanzado el placer que da un buen masaje y una buena caricia, ella se complace en tener un fiel servidor.
Ernesto, mi amor,, perdóname por haberte regañado, tú debes comprender a las mujeres, así somos de volubles, ahora voltéame con cuidado boca abajo y sigue con tu trabajo.
Alondra es tomada de la cintura y es puesta tal y como ordena. Su silueta remarca la comba de sus nalgas ya que trae un atuendo de una sola pieza y la tela es de raso fino, de tal modo que entre nalga y nalga se forma un surco sugerente y atrayente como fuerza magnética, tanto que el mozo a pesar de conocerlo, no se cansa de admirar el cuerpazo que se carga su ama. Pequeños golpes en los hombros, masaje en los costados, en la cintura, en los glúteos, en la pantorrilla y la bomba está por explotar de nuevo:
¡Ya déjate de chingaderas! ¡Estoy ardiendo1 ¿No ves que me estoy quemando PENDEJO? ¡Pronto, ANIMAL! Levanta mi vestido, quítame los calzones, masajea mis nalgas, chupa mis pelos y méteme tu lengua en mi coño, en el ojete, donde quieras. Pero, ¡Hazlo ya!
El morenazo, que no desconoce el trato que debe dar a su patrona, y que a pesar de haber experimentado muchas veces el placer de poseerla, también siente que la sangre le hierve. El imperativo de Alondra es algo que deseaba desde hacía rato, mete sus manos entre el vestido, siente la tersa, cachonda, desnuda y suave piel de la calenturienta mujer, busca los calzones de seda, los encuentra y con sus manos los va retirando lentamente, ayudado por Alondra quien levanta sus caderas para facilitar el trabajo y ¡listo! Fuera la prenda interior. Al mismo tiempo las redondas, blancas, carnosas, firmes y atractivas nalgas de la mujer quedan al aire…, desnudas, pelonas y … ¡TAN BLANCAS! ahora se le ve mejor ese canal, esa abertura característica que dejan un buen par de redondas nalgas… hasta parece que invitan a la invasión de un buen garrote y, a eso se dirige Ernesto, quien rápidamente se desnuda quedando en pelotas y el cual pretende asumir la posición de ataque, pero…
¡Quieto, bonito! ¡Quieto! Parece que hoy estás más caliente que yo, será porque hace días que no cogemos, ten paciencia, tú sabes que eres mi macho preferido. Ya sabes que me vas a coger como te de la gana, que me vas a encajar tu herramienta por donde lo desees, pero, por lo pronto, lo mejor es que primero me des mi ración de mamada y agasajada como te dije hace rato. Abre mis nalgas y mete tu lengüita en mi coño, trágate mis jugos, pásate a mi culo, lámelo, escúpelo, chúpalo, gózalo. Es más, me voy a empinar para que lo hagas mejor. Voy a recoger mi vestido para que veas mis nalgas y se te facilite el trabajo:
Las órdenes son cumplidas al pie de la letra, el mozo toma con sus manos las grandes caderas de la dama, toma cada una de las tersas, grandes, blancas y brillantes nalgas, las aparta y quedan frente a sus ojos un bello culito que intenta perderse entre unos cuantos pelos y una rajita ardiente llena de pelambre; dirige su boca y su lengua hacia la raja, quien húmeda ya por la acción previa del masajeo está ansiosa de ser invadida…
¡Ahhhhhhhhh! ¡Hummmmm!¡Qué bien se siente! ¡Ooohhhhh! ¡Ahhhhhhhhh! Mejor por aquí hubiéramos empezado. ¡Hummmmmm! ¡Qué bien lo haces mi negro! ¡Sigue!¡Hummmmmm! ¡Ahhhhhhhhhhhh! Mi conchita es feliz… ¡Ahhhhhhhhhh! ¡Maravilloso! Ahora siento que tu lengua juega con mi culito, ¡Métela corazón! ¡Métela en mi hoyito! ¡Haz feliz también a mi ojete! ¡Ahhhhhhhhhh, CABRON! ¡Hummmmmm! ¡Qué sabrosa lengua! ¡Ahhhhhhhhhh!
Alondra se siente desfallecer ante las caricias que le brinda su criado, un lengüetazo en la raja, otro en el ano. El mozo se atreve más y mientras chupa el coño, introduce el índice en el ojete, luego invierte la maniobra, succiona el ano y mete cuanto dedo puede en la vagina, de repente una nalgada, luego otra, y otra, una mamada aquí, una mamada allá, el cuerpo de Alondra se convulsiona, su respiración se agita, grita desmesuradamente, hasta que:
--Papasitoooooo, ¡Mi negrito! no aguanto más… ¡Hummmmmmmm! ¡Ahhhhhhhhh! Me corro de nuevo! ¡Ahhhhhhhhhhh! ¡Qué placer me brindas, mi animalito! ¡Hummmmm! ¡Ahhhhhhhhhhhh! ¡Me vengoooooooo! ¡BESTIA! ¡Ahhhhhhhhh!
Una vez más, Alondra queda desfallecida, tendida en el sofá, pero esta vez sin calzones, sin aliento, con las nalgas pelonas expuestas, con el culo a la vista, con un espectador al que se le queman las habas por entrar en acción. Ernesto ya estaba caliente en el almacén, tenía muchos minutos escuchando los jadeos y gemidos de Alondra, es más, en sus adentros deseaba desde mucho antes, ser llamado por su patrona.
Alondra, una vez que despierta del placer que ha tenido en dos ocasiones seguidas, reacciona y …
-- ¡Pobrecito! ¡Mi Ernestito! ¿Quién lo regaña, chiquito? No se apure, ahorita le damos su premio de consolación. Te prometí que me cogerías y los vas hacer, por la panocha, por el culo, por donde tú quieras. Haber, arrime su macana para mamársela, déme ese pedazo de fierro caliente, déjeme tocarle y chuparle ese par de huevos ¡Por favor! ¡Venga!
El costeño, gustoso, se soba la verga y los huevos, con las dos manos se los estira, antes de ponerlos al alcance de Alondra, la cual toma la macana, besa el glande, lo rodea con su lengua, lame el tronco y el par de amigos que le cuelgan al jovenazo, solo se oye:
Slooop, sloopp, ¡Sloooooooop! ¡qué manjar! ¡chiquito cada vez la tienes más grande! Slooop! ¡Slllooooopppp! ¡Mmmmhhhhh! ¡Ahhhhhh! Por eso te cuido, para que no te corra Alfredo… ¡Slooopppp! ¡Sloooopppp! ¡Que huevotes! ¡Parecen de toro! ¡Hummmmmmm! ¡Cómo te voy a dejar ir! ¡Slooooop! ¡Slloooop! ¡Sllloooooopppp! ¡Hummmmmm! Tienes una vergota, grandota, bien paradota ¡Como de burro! ¡Hummmm! ¡Eres un mangazo! ¡Ahhhhhhhh! ¡Qué rico palote! ¡Hummmmmm! ¡Ahhhhhhhh!
Diciendo y haciendo, Alondra agarra con sus suaves y delicadas manos, el tolete del costeño, lo mira y lo admira, saca su lengua y besa la puntita, lentamente mama el garrote del morenazo, succiona al máximo los jugos preseminales, los traga, lame cada centímetro cuadrado de carne ya sea del miembro erecto, ya sea de los huevos colgantes; con su linda boquita cubre un huevo, luego el otro, quisiera que la verga se le perdiera también en su boca, lo intenta, pero es imposible, es demasiada carne; sin embargo el placer de mamar es indescriptible, el olor a macho la excita. Con sus manos y su boca toma un ritmo frenético de mete y saca, que se va acelerando; luego se detiene, pausadamente vuelve a mirar tiernamente la verga, con su lengua la recorre y lentamente se la va tragando, caliente, erecta, negra; contrastan los colores de la piel, blanca de la dama, de ébano del joven. Llegado su momento, el mozo siente que de tanto haber esperado y de tanta y tan buena mamada…
¡Mmmmhhhhhh! ¡Aghhhhhhh!¡Señora! ¡YA, NO MAME! ¡Señora! ¡Me vengo! ¡Me vengo! ¡DEJE DE MAMAR! ¡Ahhhhhhh! ¡No aguanto! ¡Mhhhhhhh! ¡Ahhhhhhhhhhh! ¡Mejor, siga! ¡Siga MAMANDO! ¡Me vengooooo! ¡Mmmmhhhhh! ¡Ahhhhhhhh! ¡SEÑORA MIA! ¡Ahhhhhhhhhhh! ¡MI PATRONA! ¡Qué bonito! ¡Ahhhhhhhhhh! ¡TODO POR USTED! ¡MI AMA! ¡Ahhhhhhhhhhhh!
Y ahí queda la escena en la que chorro, tras chorro, de semen va saliendo por la manguera del veracruzano; un chorro cae en el hermoso rostro de Alondra, otro se lo traga entero, alguno cae sobre su vestido, sus cabellos también alcanzan y su boquita se ve impregnada del líquido masculino. Ella lame, traga y va limpiando con su lengua cualquier vestigio de leche que haya quedado por ahí. Ernesto, como agradecido, toma la cabecita de Alondra, acaricia sus sedosos cabellos, se inclina y le da un calido beso en la frente, mientras, ella se abraza amorosamente de sus piernas y con su lengua y sus labios da una última mamada, en señal de satisfacción, a ese garrote que siempre la ha hecho feliz.
Continuará
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