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Categoría: Confesiones

El fisioterapeuta

Me disponía a entrar en aquella urbanización perdido aún en mis pensamientos. Era mi primer trabajo tras tantos estudios, cursos y master que hicieron de mi vida un verdadero sacrificio pero por fin empezaba a ver mis frutos.

Me habían ofrecido trabajo en varias clínicas ciertamente importantes de la ciudad pero a todas las rechacé. Quizás locuras de juventud o quien sabe porqué pero el destino me tenía preparado una experiencia que jamás hubiera podido imaginar. Todo había surgido por mi hermana. Por aquel entonces estudiaba en una prestigiosa universidad becada por sus excelentes calificaciones. En mi familia siempre habíamos destacado en los estudios. Un buen día se puso en contacto conmigo por teléfono ya que por aquel entonces ella vivía en EEUU y me preguntó que si había encontrado ya trabajo. Tal y como dije al principio le comenté que tenía varias ofertas pero que no sabía por cual decantarme. Dicho esto ella me soltó de golpe que entonces ya me tenía trabajo reservado. Tras la carcajada de rigor no pude más que intetesarme por su sugerencia por simple cortesía.

-¿Te acuerdas de mi amiga Clarisa?

-¿Clarisa? Ummm…. Pensé. ¡Ahhh, si claro! Tu compañera de Universidad.

Clarisa era una chica de muy buena familia. La recordaba por las navidades pasadas ya que vino a pasarlas con nosotros porque según nos contó mi hermana, tenía problemas familiares de salud. Era encantadora. A sus 21 años podía verse un futuro prometedor. Responsable, sociable, excelente estudiante y una chica preciosa. Tenía tirabuzones de pelo cobrizo que se dejaban caer por sus mejillas. Y la expresividad de su rostro lo ponían aquellos ojos almendrados de color miel.

-Y dime, hermanita… ¿qué has encontrado para mi?

-Te lo diré. Contestó muy dispuesta. ¿Te acuerdas que su padre tuvo un accidente de coche hace un año?

-Joder chica, no me acuerdo. Solo sé que nos dijiste que tenían problemas de enfermedad en su casa pero no recuerdo que entraras en esos detalles.

-Verás, como sabes, sus padres viven en una urbanización de lujo en las afueras de la ciudad. Las secuelas tras el accidente no han hecho más que empeorar y el estado de su padre en estos momentos es bastante delicado. Cuando lo atropellaron, recibió un fuerte golpe en la espalda y cabeza y el pobre quedó en estado de coma. Según me contó Clarisa, recobró a las semanas el conocimiento pero ya no volvió a ser el mismo. Quedó paralítico de tronco hacia abajo y perdió el habla y movilidad en casi todo el cuerpo. Su mente ya no es lo que era o algo así me dijo. Quedó en un estado deplorable. Según ella, era un verdadero capullo que solo vivía para el trabajo en su Buffet de abogados pero nunca dejó que les faltara nada. Su madre busca alguien de confianza que le haga trabajo de rehabilitación para que sus extremidades no empeoren más de lo debido. Paga 3000 euros al mes o algo así pero requiere máxima disponibilidad. ¿Te interesa?

-¡Vaya! Dije casi sin pensar.

Me quedé algo sorprendido pero las vueltas del destino me ofrecían un trabajo tranquilo, bien pagado y de total confianza.

-¿Cuándo hay que empezar?

-Jajajaja, te mando un correo con la dirección de su casa y te deseo mucha suerte. Para las vacaciones espero verte y me cuentas tu primera experiencia laboral. ¡¡¡Suerte guapo!!!.

Allí estaba yo, ensimismado.

Frente a una verja de grandes dimensiones se podía ver un camino arbolado que conducía justo a una rotonda de entrada al chalet. Estaba claro que la situación de la familia era inmejorable puesto que la zona ya era de las más caras de la ciudad y se podía apreciar que no habían escatimado en gastos para la construcción de su residencia. Inmediatamente después de situarme frente a la verja, se abrió lentamente, con solemnidad. Aquello era precioso. Grandes jardines, setos perfectamente tratados y una entrada con columnas que coronaban una puerta de acceso a la vivienda de color marfil.

Salió a recibirme una chica que se presentó como Elena, del servicio doméstico de la señora Leonor. Me hizo pasar al recibidor y de allí con total cortesía me indicó el camino a lo que imaginaba sería el salón de la casa.

Al entrar me esperaba la señora de la casa. Doña Leonor no era tan mayor como hubiera imaginado. No creo que llegara a los cincuenta años puesto que su presencia era la de una mujer jovial. Se evidenciaba claramente que era la madre de Clarisa puesto que coincidía con ella en el color de su pelo tan característico. Su tez blanca y su figura de mujer madura le daban cierta distinción pero su cordialidad pronto me demostró que era una mujer de un carácter muy natural y de trato fácil. Era tan atractiva como su hija aunque evidentemente con más años. Sus formas redondeadas le daban un cierto toque de sensualidad y el hecho de que mirara siempre a los ojos me hacían sentir entre excitación e incomodidad a partes iguales.

Tal como me había explicado mi hermana el trabajo consistía básicamente en ejercitar la musculatura del señor Ramírez. La señora Leonor amablemente me enseñó la habitación principal donde dormía el paciente. Como no podía ser de otra forma no faltaba ni un solo detalle que no delatara el lujo y el gusto con el que estaba decorada. Grandes cortinas mostraban una habitación amplia, iluminada con un ventanal justo encima del cabecero de la cama. En un lateral de la habitación, junto a la puerta, se podían adivinar dos grandes hojas de madera de diseño que abrían a un enorme vestidor. Las alfombras decoraban gran parte de la habitación.

Dos camas de gran tamaño perfectamente vestidas daban el protagonismo necesario a tan amplia estancia.

Allí se encontraba postrado y con mirada perdida el señor Ramírez. Tras la presentación de rigor y los últimos detalles de cómo sería mi nuevo trabajo empecé la labor para la que se me contrató.

Al principio era algo engorroso el tener que desplazarme dos veces al día ya que tal y como lo ví necesario, el tratamiento requería trabajo de mañanas y tardes. Pero pronto la cosa se fue haciendo menos pesada debido fundamentalmente a la agradable compañía de Doña Leonor, o mejor dicho Leonor. Digo esto porque al poco tiempo de estar allí me prohibió terminantemente que la llamara así porque según sus palabras. "la hacía demasiado vieja". La cosa mejoró aún más cuando la autoritaria señora me "obligó" a almorzar todos los dias con ella para no tener que desplazarme tantas veces. El caso es que el trabajo no era exagerado, la paga era espléndida y el trato no tenía comparación con el que se pudiera tener con un superior o superiora de una clínica privada. Las mañanas las hacía en el gimnasio habilitado en un ala de la casa y por las tardes trabajaba en la misma habitación de matrimonio. Tengo que decir que el desafortunado señor Ramírez tenía gran parte de su conciencia perdida por el grave traumatismo recibido durante el accidente pero por otro lado los días de trabajo demostraron una clara mejoría en la tonicidad de todo su cuerpo. Aquello facilitaba en gran medida el que se pudiera vestir mejor o que recibiera la comida con mayor eficacia. No pasó inadvertido para Leonor, que cada día me trataba con más cariño y admiración.

Por mi parte tengo que reconocer que a pesar de ser una mujer acostumbrada a "mandar", las conversaciones con ella eran de lo más agradable llegando al punto de tratarme como a un miembro más de la familia.

Pasaron varios meses y por aquel entonces conocí a la pequeña de la casa. Beatriz era una adolescente adorable. Tenía 16 años y era casi tan guapa como su hermana mayor. Le diferenciaba su cabello de media melena más bien rubia y sus ojos azules como el mar. Era descarada, risueña y como no podía ser de otra forma congenié con ella desde el primer día. Casi siempre se paseaba por la casa con su inseparable amiga del instituto. Eran ruidosas, a veces poco consideradas pero sin ninguna duda, la alegría de una casa demasiado grande.

Pasaban los días mientras el envejecido señor Ramírez mejoraba su movilidad poco a poco pero sin comunicación alguna entre ambos salvo alguna que otra mirada de complicidad en nuestro trabajo mutuo. Se acostumbró a mi compañía y era evidente que me reconocía nada más llegar. Yo reconozco que cada día que pasaba iba deseando más y más que llegara el momento del almuerzo porque era entonces cuando daba rienda suelta a mi personalidad en compañía de Leonor. Cada vez la miraba más como a una mujer que como a la señora que me contrató. Era amable, cariñosa y atenta. Por si fuera poco me encantaba su físico. Era entradita en carnes pero tremendamente sensual. Sus caderas anchas daban forma a un cuerpo en el que nada faltaba ni nada sobraba. Vestía de forma muy normal y en nuestras conversaciones no se cortaba a la hora de soltar algo picarón sobre la vecina de chalet o el último cotilleo de alguien de la ciudad. Cada vez había más confianza entre ambos y estaba claro que la compañía que nos dábamos era más que agradable.

En nuestras largas charlas llegué a saber que su marido fue un hombre arrogante años atrás. Su enorme éxito laboral, su prestigio como hombre fuerte de la ciudad, no le había hecho más que alejarse de su esposa. Apenas le prestaba atención aunque era evidente que no se molestaba si ella entraba o salía de casa. No dejaba que tanto a ella como a sus hijas les faltara de nada pero su cariño o dedicación a la familia brillaba por su ausencia. Siempre trabajo. Siempre viajes. Siempre reuniones. Siempre así hasta el… accidente.

Ella se dedicó por entero a su marido antes y después de aquel triste suceso. Lo aceptaba tal y como era pero eso no quitaba que en multitud d e ocasiones se sintiera sola y dejada. Le valían sus amigas, sus hijas y algún que otro capricho pero eso no la hacía completa ni feliz.

Generalmente aprovechaba muchas de esas ocasiones para halagarla tanto por su belleza como por su valentía ante la situación. Le decía que aunque se dedicara por entero a su todavía marido no debía de abandonarse a si misma. Ella escuchaba cada una de mis palabras y jamás se sintió molesta por ningún comentario que pudiera hacerle. Al contrario, reía a carcajadas con algunas de las ocurrencias que un chico de 23 años podía decirle.

Era evidente que una mujer de su edad sabría percibir mi atracción hacia ella. Quizás por eso mismo no dudaba en coquetear disimuladamente en muchas ocasiones.

Un día pasó algo inesperado. El pobre señor Ramírez se quedó en estado casi catatónico. Su mirada y su dejadez en el trabajo nos preocuparon a todos. Los doctores cambiaron cierta medicación y gran parte del día lo pasaba dormido. La otra parte miraba por la ventana e ignoraba descaradamente mi presencia. Decidimos que las sesión de la tarde la pasáramos a una hora mucho más tarde, casi a la noche ya que sus horarios cambiaron de forma drástica. Dormía durante el dia y se despertaba durante la noche. Ahí empezó todo.

Una noche mientras yo le hacía ejercicios, Leonor apareció con un camisón negro que realzaba en sobremanera su figura. No pude más que quedarme mirándola sin disimulo.

-¿Molesto? Tengo sueño y pensé que mientras trabajabas podríamos charlar algo mientras cojo el sueño.

-No no… no molestas Leonor.

-Bobo jajajja. ¿Porqué te quedaste así mirando? Ni que hubieras visto a una chica de 20 años.

-Perdón. Tartamudeé. Pero no te esperaba, lo siento.

Ruborizado seguí trabajando con su mirada clavada en mí. El señor Ramírez se dejaba hacer mirando al techo como si con él no fuera la historia.

-He pensado que quizás cuando termines….

-Si, dime Leonor.

-Verás… hoy he estado en el gimnasio y creo que tanta bicicleta me ha fastidiado el cuello. Además tengo las piernas cargadas. Sé que trabajaste con deportistas en tus prácticas. Evidentemente no es lo mismo conmigo jajajaja. Pero ¿podrías hacerme algún masaje luego?.

-Por supuesto -dije sin dudar y nervioso por el encargo.

Pasaron varios minutos con conversaciones intrascendentes hasta que acabé con el pobre inválido. Ella se tumbó hacia abajo en su cama invitándome a acercarme para cumplir mi palabra. Comtemplé por unos instantes sus carnosos muslos y la curvatura de su pelvis. Estaba realmente excitado por la situación pero intenté controlarme todo lo que pude.

Cogí del maletín aceites especiales para la ocasión y froté con fuerza mis manos mientras hablada del día tan caluroso para restar importancia al momento.

Cuando posé mis manos en su cuello y espalda me entraron escalofríos. Su blanca piel, suave y firme a la vez… Subía y bajaba conteniendo mis impulsos.

De vez en cuando no podía evitar mirar a la cama de al lado donde Ramírez seguía mirando si había manchas en el techo. En esos momentos ella dejó de hablar. Solo soltaba pequeños suspiros que no hacían más que torturarme.

-Ummmmmmmmm….. Ufffffffff……..Sergio que manos tienes…… ummmmm

-Si te hago daño me avisas Leonor - dije totalmente con voz ronca provocada por el nerviosismo.

-Si lo llego a saber antes te pago más porque me lo hagas todos los días jajajajaja.

No sé qué le dije, ya ni me acuerdo. Sólo sé que mis manos se dejaban llevar por impulsos. Quité las tirantas del camisón en algún momento y seguí.

Apenas supe cuando bajé. Solo sé que hubo un momento en que tomé conciencia de que mis manos acariciaban sus apretados muslos.

De nuevo silencio.

De nuevo suspiros.

Yo estaba apoyado a un lado de la cama molesto con la postura hasta que decidí ponerme de rodillas a los pies. Ni siquiera lo pensé. Solo me dejaba llevar. Acariciaba cada muslo de arriba abajo llegando hasta sus pantorrillas desnudas.

-Ummmmmmmmmm…..

Estaba erecto y no podía controlarlo. La situación decididamente me desbordaba y… subí a sus muslos. Acaricié con suavidad la cara interna de ellos llegando a sus cachetes.

Silencio.

Apreté sus nalgas en un masaje enérgico y decidido y soltó de nuevo un ligero gemido. Estaba tocando literalmente su culazo y ella no decia nada. O realmente me veía como a un profesional o estaba disfrutando ciertamente del momento tanto como yo.

Eché otro vistazo a la cama de al lado y…. ¡Sorpresa! Sus ojos se habían cerrado.

Aquel detalle sin importancia me envalentonó aún más. Mis pulgares entraban muy dentro de sus muslos tocando descaradamente sus braguitas negras.

No podía más. Levanté hasta la cintura su camisón dejando ver con toda claridad su prenda más íntima y posé de nuevo mis manos sobre su tremendo culo. Cogí ambos pliegues de las bragas y los giré sobre sí mismos para ver todavía más su sensual cuerpo. Apreté y apreté hipnotizado por el espectáculo. Mis dedos se dejaron ir casi inconscientes por entre sus cálidos muslos dando a parar con su inflamada vulva. Inesperadamente ella irguió ligeramente sus caderas para que yo pudiera entrar con mayor facilidad. Eso provocó que buscara sin disimulo aquel húmedo tesoro. Hubo un momento en que uno de sus pies tocó ( no sé si por accidente mi entrepierna). ¡Ya no había secretos!. Tuvo que notar como mi virilidad estaba a punto de explotar.

Retiré poseido de total lujuria sus bragas negras y me tiré sobre su espalda dejando caer mi cuerpo sobre ella.

-Ummmmmmmmmmm………..

Mordí unos de su cachetes mientras mi mano acariciaba aquella entrada rojiza e hinchada. Acaricié con ternura aquellos labios olvidados frotando una y otra vez su sexo prohibido. Estaban calientes, húmedos…. Hinchados.

Ella se dio la vuelta y entonces nos besamos. No había palabras. Solo miradas.

Me miraba con ternura y a la vez con pasión. Se entregaba con la batalla perdida de antemano. La besé con suavidad hasta morderle con ligereza su labio inferior. Acaricié su rojo pelo mientras arqueaba su cuerpo a mis caricias. Retiré Su camisón hasta descubrir sus grandes atributos. Quedé perdido en aquellas tetas inmensas durante largos segundos. Suaves y esponjosas se amoldaban a mi tacto como si fueran parte de mi ser. Mordí sus pezones erectos como piedras. Ella solo gemía de placer pero en susurros casi imperceptibles. Me quité la camisa de enfermero que solía llevar y tiré con rapidez mis anchos pantalones blancos. Ya no había marcha atrás. Nos entregamos el uno al otro con auténtica desesperación. Disfrutaba acariciando su cuerpo desnudo. Su blanca piel me ofrecía inmensidad de sensaciones. Su vello rojizo me pedía ser mordido, lamido y besado hasta el fin. Mi boca se perdió en aquella cueva de placer. Era increíble que aquella mujer tan atractiva hubiera sido abandonada por su marido años antes. ¡Su maridooo!.

Pegué un respingo sobre la cama para mirar hacia el otro lado comprobando con susto de muerte que por alguna extraña razón el hombre dormía apaciblemente.

Leonor cogió mi cara con ternura y me trajo para sí.

-Sergio… Sergio… olvidate de él. Solos tu y yo…. Ven….

Entonces ella tomo la iniciativa. Besó mi torso y se dirigió hacia abajo sedienta de sexo.

Sus hábiles manos agarraron mi pene para llevárselo a su boca. Yo me dejaba llevar extasiado por su autoridad. Engulló en un principio gran parte de mi mástil para después pasear su lengua por toda su extensión. Chupaba la cabeza con autentica devoción mientras su otra mano agarraba con suavidad mis huevos casi explotados de la excitación.

Fue entonces cuando no pude aguantar más y la tumbé boca arriba. Necesitaba sentirme dentro de ella y así lo hice. Abrí sus muslos para adentrarme en el placer de su cuerpo. Ella se agarró a mi cuello ofreciéndose en todo su esplendor.

Mi polla entró al principio con cierta dificultad. No quise forzar para nada la situación. Ella se iba acomodando poco a poco a mi hasta que entré profundamente dentro de ella. Nuestras bocas se buscaban una y otra vez y sus manos se aferraban a mi para no dejarme escapar. Mi lengua buscaba la suya mientras mis impulsos se hacían cada vez más y más fuertes.

Mi poca experiencia me hizo acabar dentro de ella al poco tiempo. Mi excitación era demasiado como para poder controlarme.

Ella no debió de importarle demasiado ya que al ver como me corrí apoyó mi cabeza sobre ella para dejarme recobrar el aliento. Besaba mi cabeza en silencio, disfrutando de tan sublime momento.

Yo la deseaba como nunca antes lo había hecho por nadie así que tras tomar un poco de aire posé nuevamente mi mano en su mojada rajita. Me recibió deseosa abriéndose como una flor en un tibio amanecer. Mis dedos la acariciaron sin cesar, introduciéndose en ciertos momentos en tan cálida fuente.

-Ummmm…. Sergio……….ummmmmmm… no pares……Diosssssssssss.

Yo mordía una de sus grandes ubres chupando cada centímetro de su pezón. Casi sin prestar atención en mi mismo, mi polla de nuevo pedía encontrarse de nuevo con aquella diosa.

Fue en ese momento cuando vi como Leonor descargaba toda su tensión en ligeras descargas de todo su cuerpo.

Cerró los ojos en paz. La besé con ternura en los labios y en la frente. Estaba preciosa.

Pero quería más de ella. Necesitaba sentirla nuevamente mia. Le di la vuelta y ella se dejó hacer agotada por el esfuerzo. Apoyé mis caderas en su prieto culo y sentí el calor que desprendía aquella hermosa mujer. Introduje mi cara entre sus muslos y entonces sin pedirlo siquiera, ella levantó aquel solemne trasero para mi. Me mostraba con total entrega la visión más bella de su ser. Sus muslos abiertos, inclinado su cuerpo hacia delante, con su culazo erguido indecentemente hacia arriba. No pude más que meterme una vez más dentro de aquel tesoro. Su rojizo vello no disimulaba por entonces la tremenda abertura por la que momentos antes mi polla había encontrado sosiego. Mi lengua se introdujo alli absorviendo todas y cada una de las esencias que tan sublime cuerpo me ofrecía.

-Sergio…….. metemela otra vez por favor……. Métela ya…..

-Ohhh Leonor lo siento me tienes loco…… necesito follarte – dije casi sin penar cada palabra que salía de mi boca.

-Hazlo…. Hazlo ya. Métela dentro. Fóllame como no lo has hecho nunca. Hazlo.

Agarré sus caderas con decisión e introduje mi pene de un tirón. Esta vez entró con total facilidad hasta el fondo. Mi cadera chocó claramente con sus cachetes soltando un sonoro ruido.

Miré a un lado para ver al paciente olvidado.. pero seguia allí, inmóvil.

Apreté mis manos a su culo y empezé a bombear con lujuria contenida el interior de aquella mujer deseada.

-Leonor… ahhhhhhhhhh….. me encanta Leonor…. Ummmmmm

-Siiiiiiiii dame asi…. Más fuerte…… dame más…. No pares….

Podía ver como su cabello se dejaba caer alocado sobre su espalda en cada envestida que le daba. Mi cuerpo chapoteaba en cada golpe contra su enorme culo mientras mis manos buscaban ansiosas por debajo de su vientre. Aquellas enormes tetas se pavoneaban de un lado a otro al ritmo de cada entrada. Por un momento puede ver como los ojos de señor Ramirez se abrían de par en par para mirar fijamente al techo.

-Joderrrrrrrrrrrrrrr.

Yo ya no podía parar y encima Leonor gemía ya como una loca. Estaba claro que íbamos a despertar a toda la casa.

Pero mi cuerpo no obedecía a la razón. Yo seguía y seguía.

Mi polla perforaba una y otra vez sus entrañas que en esos momentos chorreaban del lubricante más natural del mundo. Aquellos labios absorbían sin cesar mi pene envolviéndolo más y más.

Yo no podía dejar de mirar al señor inválido que era evidente que estaba oyendo todo aquel escándalo. Sus ojos no podían dejarlo más claro.

Yo entonces me di cuenta de que también era yo el que estaba gimiendo como un cerdo en cada envestida. Aquello no tenía final. Leonor se corrió varias veces antes que yo.

Finalmente lanzé un gruñido animal señal inequívoca de que me había corrido por segunda vez dentro de ella.

Nos dejamos caer ambos desfallecidos. Leonor no pudo evitar lanzar una coqueta carcajada de complicidad tras aquel escandaloso espectáculo que no hizo más que verla todavía más adorable.

Estaba claro que habíamos abierto una puerta de la que no sabíamos cual sería el final . Esa noche salí de su casa totalmente alucinado de tan fantástica experiencia.

A la mañana siguiente desperté preocupado como no podía ser de otra manera.

¿Nos habrían escuchado? Estaba claro que el señor Ramírez lo había hecho pero y los demás?. ¿Cómo se comportaría Leonor al verme?

Pronto salí de dudas. Como otras veces me recibió la chica del servicio con total naturalidad. Ella vivía en un apartamento anexo a la casa pero estaba claro que no sabía nada.

Beatriz esa mañana ya había salido para el instituto y no pude saber mucho más. Leonor me recibió sin embargo con una preciosa sonrisa. Solo me dijo:

-Bueno muchacho… Tienes trabajo… Te veré luego.

Aquello me animó bastante. Me dirigí decidido al gimnasio pero en cuanto vi la cara del señor Ramírez aparecieron de nuevo todos mis temores. Me miraba fijamente, al contrario que otras veces. Fue una situación muy difícil de asumir. Realicé el trabajo lo mejor que pude pero sabiendo que tenía sus ojos clavados en cada movimiento que realizaba. Nunca antes lo había visto tan despierto.

A los pocos días dijo el médico que venía a visitarlo que lo veía más lucido y con mayor atención. No se equivocaba y todos pudimos apreciarlo. Hablé de ello con Leonor y me dijo que a ella ya le daba igual porque a pesar de quererlo sabía de muy buena tinta que su marido se la había pegado con más de una secretaria.

Aquella confidencia me dejó sorprendido pero mi deseo por ella era mayor que todo lo demás.

Pasaron los días y necesitaba estar con ella. Desde aquella noche no había aparecido más en la habitación hasta que yo me hubiera ido. Almorzábamos como otras veces y me sonría con naturalidad pero no me daba señales de nada. Estaba desesperado.

-Leonor…. ¿estas arrepentida? Te pido perdón si hice algo de malo. – Le dije un día.

-Bobo…. Me encantó. Me hiciste sentir más que en toda mi vida. Pero me da miedo todo esto. Tengo una hija mayor que estudia fuera y otra que vive bajo el mismo techo. Tu tienes tan solo 23 años.

-Lo sé pero no sabes lo que me gustas. Me siento bien contigo lo juro. Jamás tuve con ninguna chica la confianza que tengo contigo.

Leonor me miró y se sentó en el sofá a mi lado. Serían las tres de la tarde. Me miró fijamente y me cogió la mano. Nos dirigimos al segundo salón. Era enorme. Al fondo estaba el paciente sentado en su silla mirando desde la ventana como caían pequeñas gotas de agua en el jardín. Justo a su espalda estaban dos enormes sofás mirando a la chimenea. Ella hizo que me sentara en uno de ellos y presencié como se bajaba sus pantalones para mostrarme aquellas pronunciadas caderas que la noche anterior tan loco me habían vuelto. Su sonrisa pícara lo decía todo. Se quitó todo lo de arriba quedando totalmente desnuda . Ella sabía perfectamente lo atractiva que resultaba para mi. Me bajó los pantalones y me besó en los labios. Acaricié sus grandes tetas apreciando en ese momento la calidez de su cuerpo. El sofá era enorme y me dejó echado sobre él quedando a su merced. Mi pene estaba duro como una piedra. Lo agarró con fuerza y empezó a agitarlo.. primero con suavidad… luego más rapido.

-Leonor por diosssssssssss…. Me pones malísimo.

-¿Te gusta verdad? ¿paro?

-Chica mala ven a mi lado por favor.

Ella no obedeció. Al contrario, siguió agitando mi pene con mirada dulce. Luego dejó caer sus enormes atributos sobre el pene aprisionándole en tan tierno lugar. No pude más que empezar a subir hacia arriba introduciendo en aquella masa mi polla excitada. Ella sonreía con maldad y con sus manos apretaba para que no se saliera del lugar adecuado. Estaba a punto de irme pero una vez más me demostró que era una mujer de experiencia que sabía muy bien lo que hacía. Se retiró para sentarse nuevamente a mi lado, me besó y me dejo unos segundos de "tranquilidad".

Seguidamente se subió encima de mi introduciendo en su mojado coño todo mi mástil erguido.

-Ummmmm Sergio…. ¡Qué te he echado de menos!

-Leonor…. Tu marido… ummmm joder Leonor….

-Déjalo. No se entera de nada. Hoy seremos más silenciosos.

Leonor empezó a agitar todo su cuerpo entorno a mi sexo. Yo podía disfrutar viendo como sus tetas caían sobre mi pecho mientras su gordito trasero intentaba aplastar mi polla todavía más adentro. Ví como se cogía el pelo una y otra vez y como se mordía el labio en un gesto que no podía ser mas sensual. Ella misma había momentos que se agarraba sus grandes tetas mientras movía decididamente su culo contra mi. Yo ya no podía disimular más y dejaba escapar gemidos de auténtico placer.

Terminé olvidándome por completo del señor Ramírez. Leonor apoyaba su melena sobre mi rostro y dejaba que con mis manos agarrara fuertemente su culazo para sentir como entraba y salía de mi. Cual fue mi sorpresa que esta vez fue ella quien no tardó en correrse con grandes convulsiones sobre mi polla. Aquello no hizo más que excitarme más aún y no tardé apenas nada en seguir sus pasos.

Esa tarde tarde estaba feliz. Ignoré por completo las miradas del paciente e hice mi trabajo pensando solo en Leonor.

Pasaron los dias y cada vez que podíamos follábamos como locos disfrutando de nuestros cuerpos.

Un dia como otros muchos me crucé con Beatriz. Ese día iba para su cuarto sin su amiga del alma. No hubiera pasado nada fuera de normal si no hubiera sido por el comentario que me hizo.

Estaba claro que sentía adoración por mi ya que siempre nos gastábamos bromas y reíamos cuando charlábamos de cuando en cuando. Pero ese día me dijo algo fuera de lo normal.

-Sergio, ¿Te vienes a dar una vuelta con las bicis por la urbanización?

-Jajja Bea, ni soñarlo. A las seis tengo con tu padre sesión de trabajo. Además me reventarías.

-Jjajajaja eso seguro – Dijo con su risa picarona tocándose el pelo con coquetería.. Pero es solo un rato. Anda venga que hoy estoy aburrida.

-No de verdad Beatriz. No puedo. Otro dia.

-Vaya!!! Tendré que hablar con mamá. Está claro que "te hace trabajar demasiado" – soltó con cierta sorna.

Yo le dediqué una sonrisa con la naturalidad que pude pero aquello me dejó preocupado ¿Qué quiso decir con eso?.

No le dije nada a su madre pero estaba claro que algo sabía.

Ella cambió. Desde entonces Beatriz insistía en hacer cosas conmigo: que si un paseo, que si le ayudaba en tareas, que si le dolía una pierna dolorida por las clases de educación física… Aquella mocosa intentaba seducirme con total descaro. Era un bombón pero no se me pasaba por la cabeza hacer nada con ella tanto por la edad de la chiquilla como por lo que sentía hacia su madre.

Al final pasó lo que nunca pude imaginar.

Era una de las muchas noches en las que esperábamos a que el señor se durmiera. Como había veces en que no lo hacía y yo me mostraba demasiado nervioso, Leonor accedía a irnos a un cuarto de invitados que tenían justo al lado.

Allí estaba yo en plena faena con mi adorable mujer cuando vi como detrás de la puerta había una figura. Había oscuridad pero era evidente que se trataba de Beatriz. Eso hizo que parara de inmediato y disimulara con Leonor diciendo que había sentido ruido en la habitación de su marido. Le dije que quizás le pasara algo y que debía echar un vistazo. Al salir no vi ni rastro de la descarada muchachita.

Al día siguiente fue ella misma quien se acercó.

-Me pillaste jajajaja.

-¿Cómo? Beatriz por Dios. Por favor no digas nada. Tu madre y yo estamos…

-Ya ya… tranquilo chico no pasa nada - dijo la niña con tono de mujer experimentada dándose excesiva importancia.

-¿Qué vas a hacer? Necesito saberlo. Si tu madre se entera de que lo sabes…

-Oye Sergio…. No soy una niña aunque tú no quieras verlo. Pero no diré nada tranquilo pero…

-¿Pero?....

-Pero deberás hacer algo por mi – soltó con una risita infantil.

-¿Algo? - Me temía lo peor.

-Si. Dejarás que de vez en cuando, solo de vez en cuando vea lo que hace s con mamá.

Aquello me pilló de sorpresa totalmente.

-¿Qué veas qué? ¿Estás loca? Chica tu no estas bien. ¡Ni soñando!.

-Ok mañana hablaré con mi hermana y con la familia si hace falta.

-Joder Beatriz. No hagas eso. ¿No entiendes que no es normal lo que me pides?

-Oye Sergio, yo no digo nada y eso debe bastarte no? Te tiras a mi madre niñato. ¿qué más te da que yo te vea o no?.

Aquello fue algo increíble y gracias a Dios pasaron los días temiendo que fuera capaz de hacerlo. Pero no fue así. Pasaba las noches mirando a cada momento la puerta para ver si aparecía aquella niña pero ni rastro.

Pasaron alguna semanas hasta que… allí estaba Beatriz. Estábamos casi a oscuras y no podía parar.

¡Joder! Aquella niñata acabaría conmigo. Quizás era como la madre. A la madre no le importaba nada que su marido estuviera cerca pero eso era por pura venganza pensaba yo. Pero con Beatriz era distinto. ¿Qué sacaba ella con eso?

El caso es que me corrí una vez más en su madre mientras soltaba un gemido de placer incontenible. No sé si eran imaginaciones pero pude apreciar como una sonrisa aparecía en la cara de la niña.

Cierto día me la crucé en el pasillo. Iba con un albornoz y el pelo chorreando. Era verdaderamente guapa pero con alma de diablo.

-Sergio… puedes venir un momento a mi cuarto?

-Beatriz … tengo trabajo y sabes que…

-Jo chico es solo un momento.

-Venga dime.

Al entrar en su cuarto ví como se sentaba insinuantemente sobre el borde de la cama y me miraba a los ojos.

-Mira me duele aquí.

Sus estilizadas piernas mostraban unos muslos mojados por pequeñas gotas de agua.

-¿Puedes hacer algooo?.

-Beatriz conozco ya tus juegos y por ahí sabes que no paso.

-¿Cómo? – chilló enojada.

-Te digo que.

¡Calla! Si no me haces caso contaré todo. Te enteras? Todo todo – recalcó.

-Mira niña estúpida paso de tus amenazas. Ya estoy harto. Si lo cuentas nadie te creerá. Solo le darás un malrato a tu madre y si hace falta seré yo quien se lo diga.

-Si pero te puedo denunciar por lo que estas haciendo con una pobre mujer que lo está pasando mal con su marido.

-Chica tu no estas bien. Ya me da igual lo que digas.

Tras decir aquello salí como un rayo de la habitación. Pasaron los dias y nada ocurrió aunque no podía fiarme de alguien como Beatriz.

A la semana apareció ante mi con una de sus encantadoras sonrisas junto a su amiga Pilar y me dio algo.

- Hola Sergio ¿te acuerdas que hablamos de tu grupo favorito el otro dia?

- ¿Mi qué?

- Si hombre… anda aquí tienes el concierto que te prometí. Te lo he grabado con todo mi amor jajjaaja. Cuando llegues a casa lo ves y te acuerdas de mi vale?

Aquello me amargó el dia.

Estaba loco por llegar a casa y ver que había en ese DVD.

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