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Mi nombre es Clara, y me dedico a la venta de productos por catálogo. Justamente la empresa para la que trabajo, organizó un encuentro de tres días a realizarse en un complejo turístico en la zona de Los Cardales, en Buenos Aires. La invitación era para dos personas, e invité a mi esposo a acompañarme, pero él como siempre estaba muy ocupado. Fue entonces que mi hijo Matías se ofreció a acompañarme, ya que estaba gozando de unas pequeñas vacaciones.
Soy una mujer de 46 años, una estatura de 1,60 metros, según los dichos tengo hermosas piernas que coronan en un hermoso culo, mi cintura se afina, mi vientre todavía se mantiene plano (juego al hockey), mis pechos son de medida 85, cuello estilizado, un rostro bonito con pocas arrugas, y una cabellera lacia rubia, y a todo esto sumen una piel blanca. Esta descripción debe tener algo de cierto ya que cuando camino provoco muchas miradas de varones (y algunas mujeres también).
Mi hijo tiene 27 años y está felizmente casado con Florencia, una niña infartante de 22 añitos, con un cuerpo escultural, donde se destacan sus pechos. Matías es alto, de contextura delgada, fibroso, de pelo negro igual que su padre, pero con mis facciones. Con solo mirarnos, nadie duda que es mi hijo. Florencia también tenía actividades impostergables y no dudó en alentar a Matías a acompañarme.
Llegamos al complejo, y el recepcionista enseguida se da cuenta de que éramos madre-hijo, cuestión innegable por nuestro parecido. A partir de allí, comenzó a buscarnos una habitación con dos camas individuales, ya que la que nos habían preparado era una matrimonial. Al estar lleno el hotel, la misión fue imposible, a lo cual manifestamos que no había problemas, y que de alguna manera nos arreglaríamos.
Entrar a la habitación ya era de gran agrado. Piensen en una algo 5 estrellas y tendrán razón. Nos esperaba una botella de champán, chocolates, y frutillas.
Nos preparamos para ir a la cena de bienvenida. Matias se desviste para ir a tomar una ducha, y queda solo en bóxers. Sin proponérmelo miré su bulto, pero sin ningún tipo de pensamientos raros. Cuando sale del baño, entro yo envuelta en una bata. Al salir, le pido a Matías que mire para otro lado mientras me vestía.
Bajamos a cenar, nos divertimos bastante, la comida era buena y la bebida abundante. No soy de tomar mucho alcohol y esa noche no fue la excepción, salvo dos copitas de vodka. Matías tampoco bebió demasiado. Bailamos, y nos felicitaban por como manteníamos el ritmo, pero enseguida se daban cuenta que éramos madre e hijo.
A medianoche, volvimos a la habitación, y a Matías se le ocurrió abrir el champan helado, el cual tomamos entre los dos junto a las frutillas. En determinado momento me sentí como flotando en una nube, señal que la bebida hizo efecto. Matías mientras tanto hacía zapping en un TV de 50 pulgadas y se reía por pavadas que pasaban en la tele. Aproveché para cambiarme y prepararme para dormir. Cuando estaba de corpiño y culote, mi hijo se da vuelta, me observa, y dice
Que lomo tenés viejita.
Este lomo ya tiene sus años, contesté
El cuerpo de Florencia es espectacular, pero no tenés nada que envidiarle.
Salvo 25 años más, dije.
El diálogo se daba sin que yo me sienta incómoda, pues seguía sin ponerme el pijama para dormir. Cuando terminé mi última frase, Matías también se desvistió y quedó solo con sus bóxers. Otra vez el bulto amenazante, y yo sin mala intenciones. Matías retomó el diálogo y me preguntó el secreto para mantenerme en ese estado, a lo que respondí que era una dieta sana sumado a la práctica de deportes.
Aproveché el momento para mirar el cuerpo de Matías, y allí si di un suspiro de orgullo al ver lo bueno que estaba. Matías agarró la almohada para acostarse en la alfombra y por supuesto se lo prohibí. La cama era de esas enormes y éramos madre-hijo.
Antes de acostarse, Matías abre el frigobar y saca una medida de whisky, invitándome a hacer lo mismo. Como ya íbamos a dormir, acepté. Imaginen mi cabeza donde se mezclaba el vodka, el champan, y ahora el whisky. Si estaba en una nube, ahora subí a la estratósfera. Me tiré a la cama sin pijamas. A partir de allí, se me aparecían imágenes como fragmentos. Como que abrí mis ojos y en la TV pasaban una porno. De nuevo dormitaba. Abrí mis ojos y me pareció que Matías movía su mano como masturbándose. De nuevo dormitaba. Abrí mis ojos y de nuevo imágenes de sexo en la TV, y Matías suspirando. No cabían dudas, se estaba pajeando. ¡¡¡Allí, al lado de su madre!!!. De nuevo dormitaba. Abrí mis ojos y sentí una mano que acariciaba mis piernas. Dormitaba. Ahora sentía que me sacaban el corpiño y amasaban mis tetas. Dormitaba. Labios sobre mis pezones. Dormitaba. Mi culote era deslizado hacia mis tobillos. Dormitaba. Mi concha era un surtidor de jugos, la lengua de Matías se aceleraba en mi clítoris. Dormitaba. Gemía mientras sentía que una verga de buen tamaño se deslizaba entre mis labios vaginales y me penetró. Entre despierta y dormida, solo recuerdo haber gritado de placer mientras Matías intentaba hacerme callar con un beso apasionado.
Amanece. Entra el sol por la ventana. Despierto pensando en el extraño sueño que tuve. Mientras pienso que me gustó, me doy cuenta que estoy desnuda, y que restos de esperma seco hay sobre mi peludo chocho. ¡no fue un sueño!. Es que en verdad cogí con mi hijo?. Lo miro durmiendo, le saco la sabana. Estaba desnudo, con su poronga dura como todo semental a la mañana. Mis pensamientos van a mil. ¿qué hice?. Pero mi calentura pudo más que mi razonamiento. Sin dudar tomé su mástil con mi mano, y dirigí mi boca a su glande. Ahora era yo quien me aprovechaba. Sentí como vibraba su pene y en instantes mi boca se llenó de semen, que tragué como pude. Algo quedó afuera y corría sobre mi barbilla.
Matías se despertó y me mira. Ve a su madre con restos de esperma en su boca. Su pija no bajó, sino que al contrario, es como si hubiera aumentado al doble de su tamaño y dureza. Me miró a los ojos y exclamó:
Desde niño siempre busqué espiarte. De adolescente mis pajas en tu honor fueron y son memorables. En Florencia encontré una esposa cogedora y puta en la cama, pero las ganas de cogerte estuvieron y están. Por fin saboree tus jugos, tus tetas, tu boca en mi miembro. Pero mi sueño todavía no ha terminado.
Dicho esto, me puso de cuatro y comenzó a lubricar la cabeza de su pija en mis labios vaginales. Rozaba mi clítoris y mi goce comenzó a aumentar. Tan caliente estaba, que no quise escapar cuando el glande buscó mi rosado culito. Era virgen por ese agujero. Siempre le tuve miedo al dolor del sexo anal.
Sin embargo, entró su cabeza, y lentamente siguió el resto de su miembro. Sus dedos acariciaban mi coño. Estaba en una mezcla de goce y dolor. Sentí su pija entrándome hasta los huevos. Sus manos agarraron mi pelvis y comenzó el vaivén. A medida que seguíamos, el placer era cada vez mayor, tanto que mi concha comenzó a largar fluidos como si me hubiese meado, mi s gemidos aumentaron, y mi hijo se descargó en mi recto. Sacó su pija de mi virgen culo, y me fui al baño a descargarme y asearme. Mi hijo me acompañó, y juntos nos bañamos.
A los 47 años había estrenado mi culo, y Matías, mi hijo, fue el que consiguió el trofeo.
Cuando volvimos a nuestras casas, nuestra vida siguió la normalidad, salvo que en por lo menos dos o tres ocasiones en el año, sigo teniendo la poronga de mi hijo en el culo.
invitado-ru 31-08-2016 00:01:41
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invitado-invitado 21-08-2014 13:36:58
Excelente relato mandame tu email para compartir historias |
invitado-invitado 21-08-2014 13:36:52
Excelente relato mandame tu email para compartir historias |
invitado-fred 20-08-2014 19:53:30
excelente historia , me puso cachondo |
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muy bueno..!! tu marido, ni enterado de que estas entregando el ojete.....