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Categoría: Confesiones

El esclavo

Desperté con todo el cuerpo dolorido, las manos atadas a la espalda y una soga al cuello, pero en el fondo había algo placentero en todo aquello. Cuando el aturdimiento desapareció me di cuenta de que había una de las más bellas esclavas persas haciéndome una felación…

“¿Pero qué clase de broma es esta?”

De repente la apartaron de mi a la fuerza y escuche una ruda voz diciendo:

“Ya es suficiente, lo queríamos despierto y erecto.”

Entonces tiraron fuerte de mi soga y me arrastraron por esos lúgubres pasillos laberinticos durante unos minutos, pero al fin vi la luz al final, y se podía adivinar un bello jardín allá afuera.

En cuanto salí a la superficie la luz del sol me cegó, tan solo llegaba a vislumbrar algún guardia y esclavos alrededor, pero cuando por fin puedo fijar la vista, allí estaba ella, desnuda, sentada en el borde de su piscina, era la impresionante Reina Egipcia.

Ella permanecía de espaldas a mí, parecía impasible ante todo aquello. Entonces el soldado que me arrastró hasta allí, me arrimo hasta dejarme justo detrás de la reina, pidiéndome que me arrodillara.

“Complace a tu reina”

¿Era aquella una trampa mortal? ¿Cómo un enemigo convertido en esclavo tras la feroz Batalla de Karkemish? Además, estaba atado de manos, tan solo tenía mis labios y mi lengua para poder complacer semejante belleza de mujer.

Lo tenía todo perdido, así que por qué no aprovechar aquella ocasión. Me arrimé lentamente a ella y empecé besando su hombro, recorrí su suave piel arrastrando sobre ella mis cálidos labios hasta su cuello, el cual volví a besar y lamer camino a su oreja, introduje mi lengua en lo más profundo de ella y noté un escalofrío por su parte, entonces apreté con mis labios su lóbulo y acto seguido me abalancé a morder con fuerza su cuello. No pudo resistir soltar un gemido, pero se levantó inmediatamente quitándome de encima, a lo que reaccionó su guarda personal inmovilizándome, pero ella con un simple gesto los persuadió para que me soltaran.

Ella con ese cuerpo tan bello, esas curvas bien dibujadas, todavía no me había mostrado su rostro, entonces inclinó levemente su cuerpo hacia delante para dejar su trasero en pompa. Inmediatamente tiraron de mi correa para llevar mi cara hasta su sexo, el cual empecé a devorar casi instintivamente. 

Sus finos y sabrosos labios, en línea a toda su silueta entera, se abrían al paso de mi lengua hasta introducirla lo máximo posible y disfrutar de su sexo, el cual cada vez se mojaba más, empapándome la comisura de la boca y dejándome saborear su sabor a sexo, su flujo cada vez más intenso y abundante, de repente abrió sus nalgas con sus finas manos para que pudiera incrustar todavía más mi hocico en ella hasta que esas manos pasaron de sus nalgas a mí nunca apretándome fuerte contra ella y gimiendo como jamás habría imaginado que semejante reina lo haría por mis acciones, corriéndose una y otra vez sin parar.

Bastó con tan solo un chasquido de sus dedos para que pasara de estar amorrado a su trasero a puesto de pie ayudado por su escolta y entonces escuché su dulce pero penetrante voz…

“Fóllame perro”

La penetré de inmediato, la sacudía con todas mis ganas y solo la escuchaba gemir y gemir, notando su flujo chorreando por las piernas y es que la impresionante Reina Egipcia es multiorgásmica, lo cual me excitaba cada vez más y más y… cuando estaba a punto de eyacular muy dentro de ella, casi en sus entrañas, ella lo intuyó y realizó un gesto para que me apartaran. Acto seguido, su asistenta personal colocó una bata de seda sobre sus hombros sin cruzársela, dejando a la vista sus pechos y empezó a caminar hacia su trono, sentándose en él y por fin mostrándome su bello rostro.

“Hacedlos entrar”; luego dirigiéndose a mi... “Se trataba de que yo, tu reina, disfrutara, no tú, así que por eso te dejé apunto de eyacular, ahora llega tu castigo esclavo”

Cuando acabaron de sonar esas duras palabras de su boca, noté la presencia de dos hombres totalmente musculados, eran unos verdaderos gladiadores romanos. Estaban desnudos, con sus aparatos totalmente erectos siendo masajeados por sus manos para mantenerlos en ese estado.

Me quedé mirando esas pollas, eran enormes, potentes, con las venas marcadas, entonces la miré a ella y me mordí el labio inferior, le guiñé un ojo y me arrodillé para comenzar a comérmelas, las tenía agarradas ambas con las manos e iba turnándome una y otra en la boca. Miré a la reina de reojo y aún con cara de póquer, estaba disfrutando de lo que veía. Manteniendo mi mirada fija en ella me metí las dos pollas a la vez en mi boca, me estaba atragantando con tanta carne en mi boca, pero sirvió para ver como ella empezaba a masturbarse.

Con sus dos miembros en la boca los miré a los ojos y ellos entendieron lo que estaba deseando así que uno de ellos se puso detrás mía y me penetro bruscamente sin previo aviso, metiéndome hasta la garganta la polla de su compañero. Quería gemir como una perra, pero no podía con ese cacho de carne dentro. Se fueron turnando mi boca y culo a su antojo en varias posturas hasta que acabaron llenándome la boca de leche calentita, ummm que rica estaba.

Yo estaba de rodillas, mi miembro duro como una piedra y palpitante apunto de eyacular a lo que ella se dio cuenta, se levantó de su trono y se arrodillo frente a mi, agarró mi polla casi como acariciándola, se arrimó a mi oído y me susurro…

“Córrete para mi”

Entonces escupió sobre mi glande y me masajeó muy dulcemente a lo que no tardé en correrme abundantemente sobre sus pechos con esos finos, pero durísimos pezones. Comenzó a jugar con sus dedos índices con el semen y sus pezones, llevándose uno repleto mi semen a la boca con cara de niña traviesa.
Datos del Relato
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