Por fin encontré en este mundo un lugar donde olvidar mi soledad, ahí te conocí. Entablamos una conversación que duro hasta la madrugada y distinguimos en los dos gustos e ideas semejantes. No puedo creer que entre tanta gente pudiera encontrarte y que llamaras mi atención por una sola palabra dicha al azar. Olvide el mundo entero y me concentre en ti.
En muy poco tiempo me hiciste falta. Todo el día estabas en mi mente, imaginando que harías, a donde irías y si acaso me pensarías. Eras tan diferente que te podía comparar con un unicornio, un ser único, mágico, e irreal; alguien que me permitió abrir completamente mi interior, mis deseos y frustraciones, lo que nadie conoce e imagina de mí, mis secretos más íntimos... solo tú los adivinaste.
Fue increíble la manera en que nos conocimos. Cuando ingrese al chat, jamás hubiera imaginado hasta donde seríamos capaz de llegar, nunca pensé que el Internet fuera un medio tan eficaz para acercar a dos personas.
Nos buscábamos todos los días, esperábamos ansiosos el momento de platicar, de cachondearnos virtualmente.
Las cosas fueron aumentando rápidamente y el deseo se acrecentaba frenético. Nuestras vidas empezaron a girar en torno a conocernos, cada día era más difícil estar lejos.
Esa primera llamada fue una locura, que hizo crecer enormemente el deseo. El susurro de tu voz fue para mí un baño cálido, hubiera jurado sentir tu aliento en mi oído. Tus palabras me excitaban, mis labios se hinchaban y palpitaban, sentía una corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo y mi mano desesperada buscaba satisfacerse, adentrarse en lo mas profundo, regodearse del calor húmedo, sentir la hinchazón y acariciar ese botón erecto. Frotarlo e imaginar que tus manos eran esas dulces caricias que me proporcionaba. Oía tu voz entrecortada, sabía lo que hacías, te encontrabas en la misma situación.
La impaciencia se apodero de nosotros, no pensábamos, no dormíamos, las llamadas fueron cada vez más continuas, más largas, más perversas. Era excitante la espera de otra llamada, de otro encuentro en el chat.
Llego el día que mi ansiedad no pudo más, te invite a conocerme, salió de mi boca sin siquiera darme cuenta, quedaste sorprendido. La distancia entre los dos era considerable, pero no lo dudaste. Acordamos una fecha, mas el tiempo se hacia interminable; los días parecían meses, pero antes de la fecha acordada me diste la sorpresa, vendrías antes de lo esperado. Mi corazón quería salirse y en mi estómago sentía mil mariposas revoloteando, mi sexo se estremecía solo de pensar en ti, de pensar que todas esas fantasías creadas en el chat las haríamos realidad.
Quedamos de vernos en un parque, te dije como iría vestida y donde estaría, sin preguntarte como te reconocería. Pretendía que solo tú me vieras, sentir tus ojos observándome.
Me encontraba en el kiosco mirando a la gente, buscando tu rostro, esperando que te acercaras, descubrirte. La impaciencia llegaba por momentos y me angustiaba pensando que no vendrías; mas me contentaba sintiendo el viento sobre mi cara.
De repente supe que habías llegado; vi a un hombre caminando, tratando de pasar desapercibido. Continuaste por el camino y te perdiste por ahí; intente ser paciente, pero mi cuerpo quería explotar, el solo echo de saberte ahí electrificaba cada célula de mi ser. Disimuladamente te acercaste, subiste las pequeñas escaleras y te recargaste en el barandal lejos de mí. Yo sentía tus ojos observándome.
Lentamente fuiste acercándote, mi corazón latía con fuerza y en un segundo estabas frente a mí. Me llamaste por mi nombre y yo a ti. Tomaste mis manos y besaste mi mejilla. Me volvía loca, quería lanzarme a tus brazos, más sin embargo espere. Mi deseo era demasiado, ¡eras tal como yo te había imaginado!
Buscamos un lugar más solitario para poder charlar, fue una situación extraña, el estar frente a frente nos cohibía, tratamos de relajarnos, de platicar; pero alguien tenía que dar el primer paso, te pedí que te acercaras y te entregue mi boca.
Que experiencia mas sublime, tu boca ardía igual que la mía y tu lengua fue la mejor parte, la llenaba toda y jugueteaba dentro de ella, fue un beso largo, no podíamos separarnos y sin darme cuenta tu mano se poso en mi pecho, apretando suavemente. El calor fue en aumento, las sensaciones eran demasiadas, no podíamos parar; pero la realidad volvió a nosotros, ¡era hora de cerrar!
Nos separamos de mala gana, y caminamos hacia la salida del parque, buscamos un lugar para cenar y charlamos animadamente, parecía que nos conociéramos desde siempre. Yo no podía dejar de observarte, quería grabar tus facciones en mi mente; no olvidar ningún detalle, recordarte por siempre, ¡no sabía si volvería a verte!
Al salir me tomaste de la mano y me llevaste a un rincón. Repagaste tu cuerpo al mío, la gente pasaba y observaba, pero no importaba, tomaste mi mano y la guiaste hasta tu bulto hinchado, introduje disimuladamente mi mano y le toque. ¡Que delicia!, sentí el calor y la humedad mientras tu lengua y la mía danzaban desesperadas. Tus brazos me rodeaban aprisionando mi cuerpo. Tratamos de contenernos y seguimos caminando buscando un lugar donde estar a nuestras anchas. Era difícil controlarnos, cada rincón oscuro era un pretexto para abrazarnos. Por fin encontramos un pequeño lugar, no lo que hubiéramos querido, pero al fin y al cabo estaríamos solos. Al entrar y cerrar la puerta, me atrapaste entre la pared. Metiste tu enorme lengua en mi boca mientras tus manos recorrían mi cuerpo. Mi corazón latía con fuerza, no me daba cuenta de lo que hacía, solo eran sensaciones que nunca olvidare.
Nos acercamos a la cama y me arrodille ante ti, abrí tu pantalón y descaradamente tu virilidad apareció, la tome entre mis manos y llene mi boca con ella. Saboree cada milímetro, al igual que tu sabor y el calor que emanaba; vi la sonrisa en tus labios en respuesta a mis caricias. La humedecí completamente mientras mi lengua la recorría; la succione buscando tus líquidos, ¡deleitándome! Me atragante con tus testículos, los manejabas maravillosamente, permitiendo que cada uno de ellos inundara mi boca. Nos recostamos en la cama, ya no podíamos más. Tus besos y tus caricias me volvían loca, hicimos el amor de manera indescriptible; me apresaste entre la cama y tu ser, tu boca quemaba mi piel al recorrerla.
Yo me dejaba amar, abriste mis piernas suavemente buscando la humedad de mi ser, haciéndome estremecer. Sentí como entrabas suavemente llenándome plenamente, mis piernas te abrazaban, te atraían a mí. Tomaste mis manos y las llevaste hacia arriba, tu boca recorría mi cuello, me sentía indefensa, no sabia que hacer o que decir, solo quería complacerte.
Tu cuerpo y el mío se acoplaron perfectamente. Recorriste mi cuerpo de principio a fin y mi boca hizo lo mismo con el tuyo, lamiéndolo completamente. Disfrute de tu sabor en mi boca e hice arder tu cuerpo en cada contacto. Conocí todo tu cuerpo, cada parte de tu ser, aun recuerdo tu mirada y todas esas caricias que inventamos entre los dos.
Disfrute de ti de mil maneras y nos dejamos llevar por la pasión que traíamos dentro. Las mordeduras en mi piel me hicieron estremecer de placer. ¡Las huellas duraron muchos días después, mi espejo no mentía, no fue un sueño!
Los dos fuimos entes llenos de lujuria que desbordamos por todos los poros voluptuosidad y locura. La noche no fue eterna, mas no hubo descanso entre nosotros, sabíamos que el tiempo trascurría, ¡que nuestro tiempo se extinguía!
Al día siguiente fue una despedida corta, no supimos que hacer o que decir, ninguno de los dos sabía que pasaría después. Me acompañaste a la parada del autobús y me viste subir a el, tardo en continuar su camino y aproveche para buscarte entre la gente y verte una vez mas; aunque mi deseo era… que fueras tras de mí.
Te vi allá a lo lejos en la parada del camión y mi corazón se sintió vació, estaba segura que no volvería a verte….
Pasaron días hasta volvernos a encontrar en el chat, platicamos de cosas superfluas, nos llamamos algunas veces mas, pero todo lo que teníamos para dar, lo hicimos esa noche, entre esas cuatro paredes de un hotel.
Fin
Alejandra E.G.
2004