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Lo estaba aguardando, ansiosa. Como cada vez, el ritual del masaje.
Curiosa manera tenia su Señor de estar presente, aun en sus ausencias.
Se lo había explicado pacientemente : - Debes colocarte frente al espejo, desnuda, con el collar puesto, y acariciarte como si tus manos fueran una extensión de las mías…tocarte cada centímetro de tu piel, usando este aceite de lavanda, entrecerrando los ojos y pensando, cuando lo haces, que Yo te estoy mirando, tocando, gozando de tu cuerpo para mi placer. -
Eso tan simple, acariciarse frente a un espejo, sutilmente le recordaba tantas sesiones, donde ese mismo olor se asociaba con placeres intensos, sentidos.
El había sido muy claro: - Tu placer, perrita, es mío, tanto como tu dolor. Pero sólo si me lo ofreces, tu eliges…es tu decisión entregármelo, lo entiendes, verdad?
Claro que entendía, mientras se acariciaba lentamente, recorriendo sus piernas con movimientos voluptuosos, que el aceite hacia más sutiles, llegando con sus manos hasta el lugar que El había prohibido tocar: - El coñito no, quiero que sientas todo tu cuerpo, pero no lo puedes tocar, y por supuesto, ni pensar en correrte.
Y sus manos, que se movían con una cadencia que sabía ajena, porque cuando cerraba los ojos, sentía las manos de Su Señor en su cuerpo, y cuando los abría, veía reflejado en el espejo la imagen de una perrita satisfecha, caliente, sintiendo ramalazos de placer inundándola, una sonrisa de gozo que le provocaba la presencia de Su Dueño, tomando posesión de lo que le era propio.
Los dedos juguetones, comenzaban a rodear los pezones, etéreos, apenas la punta del dedo mayor, creando círculos alrededor de sus puntas, casi sin tocarlos; la respuesta, inmediata, firme, la punta de sus pezones erguidos, firmes, orgullosos, felices de ser mimados…
Como siempre, un suspiro de frustración, aguantar el deseo de culminar. Lo consiguió, no por falta de ganas. Había aprendido, como una gimnasia mental, a mitigar los impulsos sensuales que le provocaban estos estímulos, para aguantar, cuando su Amo la sondeaba con un: - ¿No pensaras correrte, perrita salida, verdad? Aguanta para mí, para mi placer…
Su coñito se llenaba de jugos, pero con mucho esfuerzo, ella aguantaba, y la sonrisa de satisfacción de Su Dueño, era su premio maravilloso.
Cuando llegó su Dueño, lo recibió gozosa, presentándose ante El, como le había enseñado, expuesta a su placer, con su collar como única vestimenta, inclinándose para recibirlo.
¿Cómo estas, mi perrita inquieta? – le dijo, como siempre, atento, cordial, risueño - ¡Que bien hueles, parece que acabas de recibir un masaje! ¿Lo disfrutaste? – preguntó divertido, sabiendo que le había costado, como siempre, aguantar para El.
Si, mi Señor, mucho – contestó alegre, como cada vez que El llegaba, mientras recibía la caricia de su Amo sobre su cabecita, como la perrita mimosa que se sentía cada vez que El la tocaba.
Le trajo su bebida, fresca, a punto, como a él le gustaba, soportando la pequeña bandeja entre sus dientes, y volviendo de la cocina en cuatro patas, como a su Dueño le gustaba…su perrita, atenta a su placer.
Se lo agradeció gentilmente, y miró sorprendido las nuevas pantuflas de cuero, cómodas, frescas que le ofrecía su inquieta sumisa. Una sonrisa traviesa le iluminó el rostro y le dijo: - Voy a leer el diario, mientras tanto, tú vas a jugar al juego de la estatua. ¿Quieres, mi dócil perrita?
Ella se inclinó obediente, y luego fue a buscar los elementos que necesitaba. Los recordaba muy bien. Las pinzas con la cadenita, el vibrador con el mando inalámbrico que a su Dueño tanto lo divertía, las esposas, pero él le dijo: - Sin ayuda, quiero que estés quieta, porque quieras entregarme tu inmovilidad; sólo si tú lo deseas, no quiero que tengas nada que te obligue – peor aun, sólo su fuerza de voluntad, y su deseo de entregarle lo que tanto le costaba.
Le puso las pinzas, verifico que estuvieran prietas pero no en demasía, lo suficiente para que ella pudiera refugiarse en el dolor, sutil pero presente, que le provocaban. Sabía que lo iba a necesitar y su perrita se lo agradeció con una sonrisa.
“Bueno, perrita, empieza, yo mientras tanto, voy a leer el diario, hay material interesante este domingo” le dijo mientras ponía el mando del vibrador en una posición baja.
Ella se colocó en la posición que le había enseñado, piernas abiertas, manos en la nuca, espalda erguida, pechos arrogantes, expuestos a la vista de su Amo, que, estaba muy cómodo apoltronado en su sillón favorito, con todos los suplementos del periódico a su alcance.
Ella le dirigió una mirada anhelante, esperando que El la mirara, se deleitara como siempre, con la visión de una sumisa entregada, pero su Señor parecía muy interesado en la lectura del suplemento económico; tan sólo un “comienza, perrita, y, ya sabes lo que me gusta…silencio y quietud”
Lo que le costaba a ella estar quieta, inmóvil, tratando de mantener la postura, pensando en controlar el vibrador que tenia en el coñito, las pinzas, los brazos, la postura erguida, esperando un “lo estas haciendo muy bien, perrita”…pero nada. Su Señor seguía muy ocupado con el maldito suplemento económico, como si las acciones que subían o las que bajaban, fueran mas importantes que la visión de su cuerpito que pugnaba por mantener un estado de inacción, como a él le gustaba, “silencio y quietud”, era la consigna; ella sabia, silencio interior era lo que le exigía, no pensar, obligarla a sentir, sentir cada partícula de su cuerpo, vivenciarla para poder entregarlo; quietud, estar en equilibrio interno, a pesar de los estímulos, ser una esfinge entregada a El.
El demoníaco aparatito inalámbrico, seguramente debía tener alguna forma de programación, porque su Señor seguía, para su aflicción, muy interesado en el periódico, ahora en la parte deportiva, y sin embargo, sentía que su coñito estaba vibrando mucho mas intensamente que antes; quizás se debiera a su excitación, sin embargo, ella estaba muy concentrada en mantener el equilibrio que su Dueño tanto paladeaba cuando, orgulloso, para alentarla le decía “muy bien, mi perrita, me complace mucho lo que veo…” Claro, eso no ocurría hoy, el periódico ocupaba toda su atención, y ella era, simplemente … una estatua en medio del salón.
Y el tiempo pasaba, su Señor seguía muy ocupado con las noticias, su coñito cada vez mas empapado, los pezones mas doloridos por las pinzas que apretaban sin piedad, la maldita cadena que colgaba de ellas, que no debía rozar la piel, el vibra que seguía aumentando la velocidad, ella no podía creer, era como si la mano de Su Señor estuviera manejándolo, pero no era posible, él estaba leyendo las noticias.
En una ocasión, le dirigió la palabra, para decirle: “recuerda que no quiero tu control, sino tu placer, no me complace que te niegues a orgasmar, quiero que lo hagas, pero cuando yo lo indique. ¿Entendiste, mi perrita salida?” como dulcemente la llamaba.
Y fue mas difícil, aun, porque controlarse era fácil, pero, lo que El quería, era controlarla, recibir su orgasmo, pleno, sin restricción. Sabía que ella hacia esos juegos mentales para resistir, y lenta, sabiamente, iba minando sus defensas, de la manera mas sutil, suave y contundente…la dejaba que se sintiera confiada, controlada, y en ese instante, la obligaba a sentir intensamente, provocando más y más, aumentando sus ganas de entregarse a El, sin limites.
Y fue muy duro, porque, no pudo, ni quiso tampoco utilizar los recursos que le permitían aguantar hasta que su Amo le indicara que podía liberar todo esa pasión que tenia dentro. Sabia que lo que El deseaba.
Lo miró muchas veces, con esa mirada suplicante de deseo, de orgasmo contenido, pero él seguía absorto en el cuerpo principal del dominical.
Ella no lo podía creer, pero pensó que Su Señor quería una estatua. Ese era su deseo. Y ella estaba cumpliendo con eso.
El vibrador seguía cambiando la velocidad, o quizás tenia el coñito tan sensible que lo imaginaba .
Ya estaba al límite, había perdido la noción del tiempo transcurrido; iba a decirle a su Señor que no podía mas, que las fuerzas se le acababan, no podía resistir mas, sentía que su orgasmo ya no podía contenerse…
El dejó el periódico de lado, y suavemente le pregunto, con una sonrisa de orgullo y una mirada brillante por lo que veía: “ ¿mi perrita…quieres correrte para mí?”
Ella estalló, violenta, apasionadamente, en una catarata de sensaciones intensas, su coño no paraba de vibrar, sus piernas temblaban, perdió el equilibrio y cayo de rodillas, en una sucesión de orgasmos tan intensos y plenos, que no creía posible.
Entendió, cuando El la contuvo entre sus brazos, quitando las pinzas y masajeando suavemente los pezones aplastados para que volviera la sangre, sabiamente, cuidándola como siempre, que todo el tiempo la había estado observando y el periódico había sido una excusa, el vibrador no estaba programado, y la explosión de su orgasmo había sido cuidadosamente conducida por El, a quien ella llamara alguna vez, el Dueño de sus placeres.
Cuando, mas tranquila, ya repuesta, le preguntó sobre una noticia de primera plana, El, mirándola intensamente, le respondió: “No lo se, no he leído todavía el periódico”
Y ella, sonrió satisfecha, y se acurrucó como lo que era, una perrita mimosa, acariciada por su Amo.
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