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Categoría: Maduras

El diario de Melinda

Hola, me llamo Melinda y acabo de cumplir cuarenta años. Ahora mismo estoy usando el regalo que me dio mi nieta Yolanda; un diario con un candado para que nadie que yo no quiera lea mis pensamientos.



Estoy sola, se acabó la fiesta y mi hija se marchó para su casa. Mi marido falleció hace ya cuatro años y yo aún sigo de luto y no sé por qué. Mientras él vivía yo no le hacía caso y, siendo sinceros, le engañé varias veces con amigos suyos. Lo peor de todos con el que ahora es mi yerno, Gustavo.



Ese día pasó sin planearlo. Vino mi hija Alexia a presentarnos a su nuevo novio, el mencionado Gustavo. Estuvimos cenando como una familia normal y corriente, pero yo mataba, o me parecía a mí, que Gustavo me miraba de una forma bastante fogosa. De repente sentí que me tocaban la rodilla; miré hacia donde Juan, mi esposo, donde estaba sentado y él no estaba. Se había levantado. Entonces me di cuenta que esa mano que estaba en esos momentos acariciando mis muslos no era de otro que no fuera Gustavo. Yo me podía haber levantado y hacer que no pasara nada pero la verdad no me apetecía nada hacerlo. Dejé que su mano jugara con mi cuerpo todo lo que él quisiera hasta que se hartase. Cuando terminamos la cena, mi hija se dispuso a recoger los platos y mi esposo la ayudó. Y ahí estaba yo, enfrente al nuevo novio de mi hija y con ganas de probar que más podrían hacer esas dulces manos que ya recorrieran mis largas piernas. Porque yo miso 1,85 m, soy morena y tengo unos ojos verdes que ningún hombre se resiste a mi mirada, y por si fuera poco, tengo un buen pecho que al fin y al cabo en eso es lo que se fijan los tíos, pero sigamos donde estábamos.



El dijo que quería ir al baño y me guiñó un ojo. Yo pillé su idea y le dije a mi hija que le iba a enseñar donde estaba el baño. Cuando llegamos nos metimos dentro, me agarró fuerte el culo, me puso sentada en el videt y nos empezamos a besar sabiendo el peligro que eso traía, pero a mí todo lo peligroso me excita de sobremanera. Yo me subí un poco la falda y me bajé las bragas. Estaba totalmente poseída por ese hombre extraño que lo acababa de conocer hace unas horas, pero pensando que si él era el novio de mi hija seguramente sería un buen chaval. Estuvimos los dos en el baño una media hora.



Abajo, nos empezaban a echar de menos y mi marido subió a ver qué pasaba, entró en el baño y nos pilló infraganti: Gustavo en pelotas y yo arrodillada frente a él. Ya os podéis imaginar haciendo el qué. Me di cuenta que eran tales las prisas por estar junto a ese hombre que nos habíamos olvidado de echar el pestillo a la puerta. Mi marido no hizo ni dijo nada, solo marchó y cerró la puerta. Entonces nos vestimos y bajamos y vi por primera vez a Juan llorando y mi hija también estaba llorando.



Cuando yo iba a empezar con las disculpas pensando que Juan se lo había dicho a Alexia, ella vino, me abrazó y me dijo que me tenía que dar una buena noticia. Yo esperaba ya cualquier cosa y ella me comenta que se iban a casar y que estaba embarazada. De todo lo que yo me podía esperar, eso nunca pasara por mi cabeza. Yo miré a Gustavo y él me sonrió y me dijo: "me encantó la comida que hiciste suegra". Yo sabía que esa frase tenía doble sentido, además también lo sabía Juan que estaba sentado en el sillón llorando a moco tendido.



Cuando se fueron, Juan se vino hacia mí y me pegó unas cuantas bofetadas mientras me decía que él sabía que yo lo engañaba con algunos compañeros de su trabajo pero que nunca me perdonaría que engañase también a nuestra hija. Yo la verdad, no sabía que decir, no pensaba en mi hija casándose con él y menos que no nos dijera nada antes de tomar esa gran decisión.



Por la noche fui a la habitación a dormir y Juan no estaba ahí. Pensé que yo no me merecía ese hombre que sabía que lo engañaba pero que nunca me dejó sola cuando tenía problemas o me encontraba triste por cualquier tontería. Me quedé dormida pensando como tenía que hacer para recuperar el amor que algún día sentí para casarme con él.



Al día siguiente me levanté y me sentí extraña sin el beso de buenos días de Juan. Me vestí, bajé al salón a mirar donde se había metido Juan pero no estaba. Supuse que se habría marchado ya a trabajar pero cuando entré al baño para ducharme ahí estaba él, colgado de la cornisa. Se había suicidado y cumplió con lo que me había dicho, que nunca me perdonaría.



Pero eso pasó ya hace cuatro años y tengo que empezar de nuevo a vivir la vida como dios manda. Ahora intento salir todos los fines de semana con mis amigas aunque los años no pasan en valde. Aunque esas tetas perfectas que tenía se van cayendo y este culito mío se va engrandeciendo, no me quejo de lo que ligo.



Cuando salimos los sábados por ahí de marcha yo y mis amigas, soy de las que más ligo. Me encanta cuando me entran chavalitos jóvenes que se ponen nerviosos mientras me hablan para invitarme a tomar algo. Yo acepto encantada. La verdad creo que yo sólo pago la entrada de la discoteca porque las copas me las pagan esos pobres chavalitos que piensan que se pueden ligar a una madurita como yo, y para que les enseñe de verdad que es una mujer y no esas niñas pijas que hay hoy en día. La verdad, me divierto mucho cuando salgo y se me olvida todo lo penoso que es mi vida: vivir sola en una casa grandísima, mi hija que vive en otro país y solo viene a mi cumpleaños y en alguna que otra navidad y que desde que lo hice con mi yerno ya hace cuatro años, no volví a estar con otro hombre. Tiene narices que se tenga que morir Juan para que yo le sea fiel.



Con la modernidad de estos tiempos, mi hija me regaló un ordenador y una cámara que ella la llama "webcam" y me dijo que así ella me podría ver mientras hablábamos por internet. A mí me pareció fascinante que yo aquí en España pudiera hablar con mi hija que estaba en Estados Unidos, y la verdad, sale más barato que llamarla por teléfono.



Al final me empezó a enganchar eso de chatear y conocer nuevas persona y en vez de salir con mis amigas como otros fines de semana me quedaba en casa chateando. Ahí encontré a muchos hombres y a algunos le hacía algún juego erótico, hasta que conocí a un tal Diego que usaba el Nick "Sack". Él me comentó que tenía 37 años y que era de La Coruña. Eso me asustó porque siendo del mismo lugar puede que ya lo conociera en persona. Le pedí una foto pero el dijo que no tenía. Yo le puse la cámara hacer como el reaccionaba y no dijo nada extraño ya que por suerte no nos conocíamos. Yo le mentí, le dije que era d Barcelona para que él no me pidiera una cita. Estuvimos hablando durante muchas horas sobre muchos temas. Me comentó que era soltero y sin compromiso. Él me dijo que tenía que salir y se fue, no sin antes pedirme el correo electrónico para que siguiéramos en contacto siempre que pudiéramos.



Al día siguiente estaba deseosa de volver a hablar con él, estaba muy aburrida hasta que por fin se conectó y no se por qué se me puso una sonrisa de oreja a oreja.



Estuvimos así durante meses, todos los días hablando por lo mínimo siete horas cada día. Pero en un tiempo él no se conectó y me asusté por si le pasara algo o estaba enfermo. Después de dos semanas sin saber anda de él lo volví a ver, me alegré mucho y también le regañé por tenerme así de preocupada. Él me dijo que le perdonara y que no se conectara porque su ordenador se había puesto enfermo. Me pidió mi número de teléfono para llamarme para que no me preocupara si él no estaba al otro lado de la pantalla. Yo se lo di encantada sin acordarme de la mentira del principio y él se dio cuenta que el número que le di era de un teléfono de la Coruña. Se enfadó algo, y la verdad tenía razón para estar enfadado. Yo le pedí disculpas y si podía haber algo para que me perdonara, pero él me dijo que no pasaba nada que no se podría enfadar con la persona que más quería en el mundo. Eso a mí me ilusionó mucho porque yo estaba enamorada de él locamente.



Le pedí de quedar con él para ir al cine, él aceptó pero el día acordado é no estaba allí. Me diera un plantó. Cuando me conecté él me dijo que él había estado allí, me dijo como fui vestida y también que era muy guapa y que cuando lo viese no le haría caso. Yo le dije que era tonto u que no pensara eso, que pensara que me enamorara su interior y que el físico no me importaba mucho, que yo sólo quería estar con él como una pareja normal y nada de cibernovios. Él me lo agradeció y me dijo que tenía un secreto bastante importante que no me comentó y que él también había sido mentiroso al principio.



Cuando yo pensaba que el hombre del que estaba enamorada me iba a decir que estaba casado, me dice que tiene 17 años. Yo me quedé muerta en la silla puse "chao" y me desconecté. El teléfono empezó a sonar, miré quien llamaba y era él. No le cogí. Estuve un mes sin conectarme ni aceptar sus llamadas pero la verdad lo echaba de menos y pensaba en todos esos meses hablando y yo enseñando algo de mi cuerpo por la web cam. No lo podía creer, estaba enamorada de un chaval de tan solo 17 años, ¿pero no se dice que el amor no tiene edad? Y me dispuse a llamarlo. Me acerqué al teléfono, lo levanté y marqué su número. Él me contestó: "hola, ¿Qué tal estás princesa?" eso me gustó mucho. Yo le pedí que me perdonara, que tenía que reflexionar sobre lo nuestro y que al final pensé lo mucho que lo quería y que la edad no importaba y lo invité a mi casa para conocerlo y poder estar con él por primera vez. Me puse mis mejores galas y esperé ansiosa a que el timbre sonara para descubrir como era físicamente este nuevo amor que ocupaba mi corazón en estos momentos. El tiempo pasaba y no sonaba el timbre. Cuando me dispuse a sacarme la ropa nueva sentí un "din-don", me puse muy nerviosa me miré al espejo y abrí la puerta. Y ahí estaba él, un niño adolescente, alto, moreno, ojos castaños, y delgado.



Nos quedamos uno frente al otro sin decirnos nada, sólo mirándonos de arriba abajo y ese silencio tenebroso lo rompió el con un "¿puedo pasar?", y yo le dije que "si, claro".



Entramos y nos sentamos en el salón. Yo saqué la comida que había preparado y estuvimos comiendo sin dirigirnos la palabra, sólo mirándonos de reojo.



Así pasamos toda la cena hasta que llegó el postre. Ahí le dije sin pensarlo si se quería poner más cómodo y que hacía un poco de calor. Él no hizo nada pero yo me fui desvistiendo. Él no me sacaba ojo de encima. Yo lo agarré y le fui sacando la camiseta, los pantalones y los calzoncillos. Lo notaba muy nervioso y me dijo que él nunca antes estuviera con una mujer y que yo sería la primera. Eso me alagaba pero también me preocupaba porque yo no estaba acostumbrada a estar con principiantes, pero le dije que yo sería su profesora del sexo. El sonrió y asintió con la cabeza. Nos fuimos corriendo para la habitación, ahí empezaron los primero problemas para poner el condón. Se lo tuve que colocar yo porque él no sabía ni ponerlo. Después cuando empezamos el acto sexual yo tenía que hacer todo, el sólo como quien dice estaba asistiendo y poniendo el arma masculina.



El no se atrevió a tocarme, solo al final se puso un poco a jugar con mis pechos, pero a los veinte minutos escasos ya se había acabado todo. Se corrió pero ni me avisó y en toda la noche su mástil no se volvió a levantar. Fuimos al salón, puse una película porno y estuve jugando con su palito pero no había nada que hacer. Después de eso nos vestimos y salimos de marcha. Todo el mundo nos miraba por ir acompañada de un niño tan jovencito y eso en vez de importarme me puso más contenta. Le agarré la mano y le besaba delante de todo el mundo como si fueranos una pareja normal y corriente de enamorados. La noche pasó y él tenía que volver para su casa y yo para la mía a sentirme otra vez sola. Pero ahora sabía que encontrara a una persona que me haría compañía y muy feliz al estar a su lado. Los días siguieron pasando y yo cada día, más me enamoraba de él, y él de mi por lo que me comentaba cuando hablábamos pero también me dijo que tenía que esperar a que el cumpliera los 18 para no tener problemas con la justicia por estar con un menor. Eso no lo comprendí pero la verdad él tenía razón. Ahí es cuando empezamos a perder el contacto y a enfriar nuestra relación. Yo no me lo sacaba de la cabeza pero por mi piso sentí rumores de las jovencitas de que Diego estaba con una y con otra, y yo me ponía furiosa. Me moría de los celos, la persona que más quería y el parecía que ya me olvidara o que sólo me utilizara para echar su primer polvo y todo lo que me dijera por el chat fuese una gran farsa. Yo lo llamaba, me conectaba al chat pero no había rastro de Diego, parecía que se lo tragase la tierra, por lo menos hacía mí porque los rumores eran continuos.



Al fin de semana siguiente en vez de pasármelo delante del ordenador esperando a Diego volví a salir con mis amigas de marcha, entramos en el pub más conocido del lugar el "Hospital Cristal" y que casualidad que en ese sitio me encontrara con Diego. Fui rápida a hablar con él, a pedirle explicaciones, pero el nada, no me hacía caso. Cuando vino una chica lo besó y le dijo: "¿qué haces hablando con esta vieja, Dani?", y el dijo: "nada, es una loca, déjala estar". Yo ahí eché una sonrisa. No era Diego. L a verdad es que ese chico tenía razón, estaba loca pero por Diego, y solo lo veía a él en todas partes y eso no tenía que ser bueno.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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