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~~Ahora que Peter se había coscado de mi presencia, mi siguiente objetivo era que se rindiera a mis pies. Soy guapo y soy un tío listo, así que ¿por qué no? Para ello había ideado un plan de conquista perfecto. Ya sé que antes ya lo había intentado con catastróficos resultados, pero ahora tenía una corazonada, sabía que tarde o temprano Peter Wright acabaría cabalgando mi polla como si de una yegua se tratase.
Mientras estaba en mi cuarto escuchando música con los cascos puestos y pensando en cómo hacer que Peter se pusiera cachondo por mí, llamaron a la puerta.
-¿Se puede?-se oyó al otro lado.
-¡Largo, enana!-grité.
-Soy tu padre, Rick, abre inmediatamente-soltó severamente la voz.
Suspiré y me levanté para abrir la puerta. Tuve que sortear un montón de viejas revistas tiradas por el suelo, algún que otro trozo de pizza y creo que varios restos biológicos de la primera guerra mundial. Lo reconozco, soy un pelín dejado, pero sólo un poco. Después alcancé la puerta y la abrí haciendo una reverencia a Su Majestad. A mi padre no le gustaba que hiciera eso, pero a mí me divertía.
-Tu madre me ha dicho que has salido en una obra de teatro-exclamó mirando la habitación entera con cara de asco.
-Así es. Romeo y Julieta, sin ir más lejos.
-¿SÍ? ¿De quién hacías? ¿Mercuccio? ¿Paris? ¿Romeo?
Osea que mi madre le había dicho que había participado en una obra sin especificar ni qué obra era ni qué puñetero personaje hacía, lo cual, me llevaba a pensar que era porque su hijo había mostrado ligeras muestras de ser un travelo.
-¿Te doy una pista? Empieza por J y termina por teta.
-¿Teta?
-Hablando de tetas, a mí me pusieron dos de gomaespuma-asentí.
-Espera, ¿hiciste de Julieta?-me miró con una expresión indescifrable.
En ese momento sonreí porque al fin iba a conocer su reacción respecto a las cosas gays. La verdad es que su opinión me la sudaba bastante, pero si era un “homofabada” de esos o como se diga, iba a tener que esconderlo al menos hasta los 18, cuando tuviera dinero para irme de casa y poder vivir por mi cuenta. Si me echaba de casa con 16 años y la cabeza de llena de pajas como la tenía no iba a sobrevivir ni dos días. Sí, he dicho cabeza llena de pajas y no de paja, vosotros me habéis entendido.
Alzó una ceja y me miró fijamente, después me abrazó y empezó a gritar como un loco.
-¡Pero eso es genial!
-¿Qué coño…?-solté sin poder creerlo.
-Que puedas modular tu voz, adoptar una pose femenina y hacerlo bien demuestra que eres un gran actor, por eso el papel de Julieta para un hombre es el mejor.
Estaba flipando. Mi padre, el tipo más estirado y amargado del mundo, me estaba alabando por haber interpretado el papel de una tía. Por Dios, si hasta yo que soy gay le hubiera dado a mi hijo de hostias. No parecía estar mintiendo, puesto que no había puesto su voz de “en esta casa los baños son muy espaciosos”, cuando en realidad quiere decir “huele tan mal que de la carrera expulsado por el olor que te echas cada vez que entras te parecerá que el mundo entero sigue siendo el cuarto de baño, porque huirás muy, muy lejos”.
-Cuando yo iba al instituto también hacía teatro, ¿sabes? Lo llevas en la sangre. Yo hice de Úrsula en nuestra versión de la sirenita-sonrió.
En serio, no soy muy católico, pero le suplico a Dios que aquella obra fuera en preescolar, porque si no… Sólo de imaginármelo me entraban unas arcadas tremendas.
-Papi, ¿estaœ ahí?-se asomó a la puerta Maggie.
-Sí, cielo-la llamó mi padre.
La enana asomó la cabeza y nos miró con cara inocente. La muy cabrona siempre que estaba delante de papá se comportaba como todo un angelito inocente y dulce, cuando en realidad era la fuente de la que emanaba toda la mierda que me echaba.
-Ni un paso más, intrusa-le señalé.
-P-pero… yo quiero entrar a abrazar a papi…-me miró con ojos llorosos.
Eso de actuar debía estar en nuestra línea genética, porque a ella le salieron dos lagrimones de verdad. Supongo que la mentira estaba en nuestro código genético.
-Papá, sal fuera y la abrazas-suspiré.
-No me seas infantil, Rick-frunció el ceño mi padre.
-No pasa nada, papi. No hace falta que salgas. Rick tiene razón al no dejarme entrar, soy una interesada después de todo. En realidad he venido a por la PSP.
-Dale la máquina ésa a tu hermana, Rick.
Fruncí el ceño y vi cómo a esa maldita criaja se le dibujó una sonrisa en la cara. Esa sonrisa reflejaba una inocencia infinita, al menos a primera vista, porque en el fondo era una oscuridad casi tan profunda como la que tenía que haber en las puertas del infierno. Creía que su plan diabólico era conseguir la PSP, sin embargo, su maldad no conocía límites.
-Dámela tú, papá. Creo recordar que estaba bajo el colchón de la cama-amplió su sonrisa y ladeó la cabeza.
Mi padre se giró para levantar el colchón. Maldita chantajista de mierda, ladrona lameculos y puta de las sonrisas.
-Puedes pasar-musité molesto.
-¡Gracias, querido hermanito!
-Papá, ya la cojo yo luego-detuvo a mi padre tirándole del brazo y abrazándole.
MI padre quedó de espaldas a mí y la cara de la enana sonriendo pérfidamente y sacando la lengua quedó a la vista. Esta cría sí que sabía hervirme la sangre. Después de abrazarla, mi padre se despidió y se fue, dejándonos solos.
-Te voy a matar, perra manipuladora-espeté con desprecio.
-Yo también te quiero, brother. En fin, no estoy aquí para hablar de lo mucho que me quieres, sino para recolectar información.
-¿Y por qué voy a tener que darte yo puta información?
-Porque si no, les diré a papá y a mamá que mi hermano es más de porras que de churros-sonrió.
Yo sabía muy bien que sólo se hacía la chula, porque ella no era capaz de delatarme en algo tan serio, pero aún así decidí hacerle caso, por si las moscas.
-¿Qué mierda quieres?-pregunté.
-La chica a la que vas a invitar… Me imagino que será más bien sierpe que cristal.
-Cada día pareces más tonta, ¿cómo va a ser una tía un cristal?
-¡Idiota, es una metáfora! ¡Me refiero a que tiene más rabo que un toro!
-Esa metáfora igual le gustaría a Marcos… Me la apuntaré-pensé en alto.
-¡¿Me quieres escuchar?! ¡¿Quién es?!
-Qué cotilla...-suspiré.
-Habla.
-El chico del teatro, el que hacía de Romeo.
Su cara se iluminó por completo y una sonrisa de perversión apareció en su rostro.
-¡¿El buenorro?! ¡Oh, Dios, tienes que traerlo aquí!
-No quiero que lo asustes. Y mucho menos que lo violes, así que no-me crucé de brazos.
-Tarde o temprano tendrás que presentármelo. Ay, qué buenorro.
-Si la cita terminara como debería terminar, es decir, en folleteo, me lo traeré-sonreí.
-Fantasma, eso no te lo crees ni tú. Si tú no has hincado miembro en la vida.
Decidí no contarle a nadie lo de Tom. Es más, si por mí fuera, no me lo habría contado ni a mí mismo, pues era algo que quería olvidar. Qué asco, por Dios.
-Lo que tú digas. Ahora largo.
La empujé hacia la puerta y me echó una mirada de esas con tremenda arrogancia cuando estaba al otro lado en el pasillo. Abrió la mano y dijo:
-Ahora mi PSP, por favor.
-Para usted ya no las fabrican. ¡Por pedorra!-sonreí.
Su sonrisa se perdió y le cerré la puerta en las narices. Comenzó a dar golpes en ésta y a decir no sé qué de que quería ampliar su familia de los Sim con un par de hijo negros, pero yo me puse los cascos y dejé de oírla. Ahora sólo me apetecía pensar en la maravillosa velada que le iba a organizar a Peter.
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A la mañana siguiente, llegué tarde a clase, como ya era habitual en mí. Al entrar, el profe, Demon Devil, que nos daba clase de arte, dirigió una mirada a la puerta y me sonrió.
-Buenas-saludé alzando la mano.
-Lo siento, Rick, pero ya sabes que mi clase es como la vagina de una embarazada, cuando ya está todo dentro se cierra el chiringuito y nadie más puede entrar. Así que largo-exclamó el profe.
Me reí ante su comentario y decidí contraatacar:
-Pero hay mujeres que tienen relaciones tras quedarse embarazadas. Es más, una vez oí en la tele que es bueno hacerlo.
-No creo que sea muy bueno embestir al feto una y otra vez. ¿A usted le gustaría que yo cogiera una salchicha y me liara a hostias con su cara?
A decir verdad, no me importaría. Aunque depende, claro está, de la salchicha de la que estemos hablando. Pero teniendo en cuenta que soy maricón, igual habría aceptado ambas, la metafórica y la real.
-Profe, ¿por qué estamos hablando de embarazadas que follan?-le pregunté de repente.
-Porque es un tema muy grato-sonrió de forma pervertida.
-¿Lo ves? Hablar conmigo es muy divertido, así que déjame entrar.
-Largo.
En ese momento la puerta se abrió de nuevo tras mí y apareció David bostezando enérgicamente. Al verme ahí de pie me saludó y miró al profe un poco desconcertado.
-Vámonos, David-le dije-, que este tío ha dicho no sé qué de que su clase huele a vagina y es mejor irse.
-No, el señor Ripley puede quedarse-añadió Demon.
-Ya veo, es evidente que ser el capitán del equipo de fútbol tiene sus ventajas-bostecé yo también porque David me lo había pegado.
Puse mi mano en el hombro de David y le dije:
-Acuérdate de guardarme un puesto en el equipo para el año que viene, aunque sea para llevar las bebidas.
David se rió y fue a sentarse en su sitio, así que me fui al pasillo a darme una vuelta. Me había fijado en Peter, pero él apenas me había mirado. Seguramente no le apetecía verme, aunque claro, en cuanto tuviera oportunidad, iba a hablar con él sí o sí.
Vagué un rato por el pasillo y vi a Jared Davis llevándose a un niño al lavabo. Iba a seguirlos porque mi mente enferma se imaginaba cosas calenturientas, sin embargo, el chaval parecía muy crío y no me iba nada la pedofilia, así que pasé.
En lugar de eso, me fui al patio trasero y me tumbé en la hierba a descansar un rato. Sin darme cuenta me quedé frito en un instante.
Al despertar me di cuenta de que había un montón de gente alrededor. Debía de ser la hora del almuerzo o algo así, porque todo el mundo tenía comida en las manos. Miré mi reloj y efectivamente lo era, había estado durmiendo varias horas. La naturaleza humana siempre ha sido y siempre será una mierda. ¿Por qué digo esto? Porque seguramente mucha gente pasó por delante mía y no me dirigió la palabra, nadie se preocupó de que igual me había dado un desmayo o algo o de que llegara tarde a algún sitio. La gente es un peñazo.
Me levanté y me fui a la cafetería a ver a Peter, no obstante, la entrada estaba bloqueada por la horda de mujeres segregando feromonas ante la expectación de si llegaba David o no. Al verme a mí corrieron a preguntarme. Una chica fea con ganas y con una gafas que más que unas gafas parecían dos vasos puestos contra sus ojos, se acercó a mí.
-Tú eres amigo de David, ¡¿no?!
-¿Eh?-solté.
-¿Dónde está David?
-Creo que ha habido un error. Yo no soy su amigo-sonreí.
-¿Entonces eres familiar suyo o algo?-se sorprendió la chica.
-Para nada. David es mi adoradísimo maridito.
-¡¿Que quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?!-gritó con emoción.
-Se supone que era un secreto, pero no puedo callármelo más-me giré hacia el resto de chicas-. Así que chicas, alejaos de mi hombre u os reviento-sonreí ampliamente.
Todas salieron espantadas al interior de la cafetería maldiciéndome. No es que me importara mucho a estas alturas, sobre todos por dos razones, la primera y más importante es porque al ser gay, lo que pensaran las tías me la sudaba, y la segunda, porque ya estaba un poco acostumbrado a que murmuraran acerca de mí.
Busqué en todas las mesas a ver si veía a Peter, y como no había rastro de él, me acerqué a su amiga Penélope, que estaba comiendo sola. La saludé y le pedí permiso para sentarme, a lo que ella accedió con un poco de vergüenza.
-¿Has visto a Peter?-le pregunté bebiendo de mi batido.
-Pues me ha dicho que tenía que encargarse de un asunto, así que no podía comer conmigo-me informó.
-¿Y de qué asunto se trata?-sonreí.
-No lo sé. No me lo ha dicho.
-Vaya, y yo que pretendía pedirle matrimonio…
-¡¿En serio?!-gritó emocionada.
-Hombre, por supuesto. Quiero tener sexo con él y como soy muy cristiano, hasta el matrimonio nada.
-Pero al ser gay ya contradices a la iglesia, ¿no?-preguntó algo confusa.
Por lo visto todo lo que tenía de fea lo tenía de tonta. Parecía la típica niña inocente a la que no le puedes hacer ni una sola broma porque no la iba a pillar. No me malinterpretéis, no me parece algo despreciable, pero tampoco es que fuera muy entretenido.
-¿Estás… enfadado por lo de ayer?-soltó sonrojada.
-¿Lo de ayer?-pregunté extrañado.
-Lo de que os abandonamos en la obra de teatro.
-¡Ah! Pues ni me acordaba, ¿sabes?-me estiré en la silla-. En realidad os lo tengo que agradecer. De esa forma pude pasar más tiempo con Peter y me gané su confianza.
-P-pero… lo que hicimos fue de cobardes-agachó la cabeza.
-Yo en una situación normal habría hecho lo mismo. Es decir, ¿una obra en un día? ¿Estamos locos? Jajajaja. Pero lo hice por Peter, claro está.
Me miró con una cara muy rara y me sonrió.
-Jones, estás realmente enamorado de Peter, ¿eh?
-¿Enamorado? ¿Yo? ¡Jajajajaja! Puede ser, puede ser-me reí.
Ni siquiera me lo había planteado. Mi prioridad era mojar el churro y encontrar un folla-amigo estable con el que hacerlo, así que eso de enamorarse, si se daba, tendría que esperar aún.
En ese momento entró David en la cafetería y yo me despedí de Penélope para ir a su encuentro. Corrí en su dirección agitando los brazos y sonriendo.
-¡Amor míiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiooooooooooooooooooooooooo!-grité.
Se sorprendió y cuando lo envolví con mis brazos se quedó muy rígido, como sin saber lo que pasaba.
-No, aquí no-fingí vergüenza-. Espera a que lleguemos a casa.
Todas las chicas de la sala me miraban con una ira profunda, a lo que sólo pude sonreír ampliamente. Me acerqué a su oído y le susurré:
-De nada por limpiar el campo de perras.
Me sonrió y nos cogimos de la mano caminando hasta la mesa.
-¿Esta noche vas a meter tu murciélago en mi cueva?-me hice el tímido en la mesa.
-Si te portas bien-sonrió sorbiendo su café.
-Seré bueno. Lo prometo. Pero a cambio… ¿me das un besito?
Se rió y se alzó en el asiento para acercarse a mí y darme un beso en la mejilla. Podía oír cómo esas perras me estaban imaginando muerto en cada una de sus mentes. Me encantaba. Por un momento pasó por mi cabeza la idea de que sería más divertido hacer estas cosas con Peter y no con David. Lo echaba de menos.
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Abrí la puerta de una patada y haciendo mi entrada triunfal saqué un bocadillo del bolsillo y lo mostré al horizonte.
-¡Ya está aquí la estrella!-grité.
Entré en el club de teatro a la hora prevista. Había estado muy aburrido porque Brent había anulado la hora del club de poesía y había tenido que dormir otra vez en la parte trasera del patio.
Rooney, el director del club de teatro se acercó a mí y tras coger el bocadillo me abrazó sin cambiar la expresión de su cara.
-Te quiero. ¿Te quieres casar conmigo?
Si ya decía eso con un bocadillo, al que le compre un piso le hará un santuario en su honor. Sonreí y me puse a saludarlos a todos, aunque como no me sabía sus nombres tiré de los típicos “¿qué tal?” y “¿qué pasa?”.
-¿Y bien?-me senté en una de las destrozadísimas butacas del público-. ¿Dónde está Peter?
Todos me miraron con una cara larga. Entonces el director se sentó a mi lado y empezó a comerse el bocadillo.
-Ha dimitido.
-¿Que ha… qué?-exclamé.
-No ha querido darnos una razón, pero ha venido en la hora del almuerzo a hablar con Rooney-suspiró uno de los chicos.
-Peter no nos ha dicho el por qué, y el director tampoco suelta prenda-agregó Penélope.
-No quería-alegó Rooney.
-No podemos permitirnos perder a la estrella, director-dijo la única otra chica aparte de Penélope.
El director siguió comiendo como si nada sin apartar la mirada de su bocadillo. Entonces yo me levanté y me dirigí a la puerta.
-¿A dónde vas, Rick?-me llamó la atención Penélope.
-Ahora que Peter no está-sonreí-, no tengo por qué fingir que me importáis una mierda.
Dicho esto cerré de un portazo y todos se quedaron en silencio. Jamás me había enfadado fuera de casa, porque yo era una persona muy tranquila y que pasaba de todo, pero aquello de que fuera a dejar el club de teatro hacía que me hirviera la sangre. Iba a verlo, tenía que verlo, necesitaba verlo.
El problema es que no tenía ni idea de dónde vivía y tampoco podía preguntarle a Penélope porque por culpa del calentón le había dicho eso en el club de teatro, así que simplemente me puse a vagar por los pasillos sin rumbo fijo.
¿Por qué ese gilipollas estaba tirando por la borda su espléndida carrera en el teatro? ¿Acaso era por el abandono de sus compañeros? ¿Porque yo le molestaba? No lo entendía, y como quería entenderlo, tenía que verlo. La ansiedad me asfixiaba la garganta de una manera brutal, me estaba ahogando ese sinsaber.
Cuando creía que me iba a desmayar la puerta del departamento de literatura se abrió y salieron Peter y Brent.
-Pues me parece una pena que un talento como el tuyo se vaya a desperdiciar, Peter-le dijo Brent.
¿El profe acababa de llamarlo por su nombre? No… No…. ¡No!
-Creo que el teatro ya no es lo mío-sonrió Peter.
¿Por qué? ¿Por qué me sentía tan mal? Quise hablar, pero no pude reaccionar. Estaba ahí de pie tras ellos, sin poder decir nada.
-Pero si el director me contó que estuviste sublime el otro día como Romeo.
Callaos…
-Ya, pero creo que debería centrarme en otras cosas-contestó Peter.
Cerrad la puta boca.
-Bueno, espero que lo reconsideres en algún momento-sonrió Brent.
-Ojalá. Gracias por tu apoyo, Brent-le devolvió la sonrisa.
En ese momento golpeé la pared con el puño usando todas mis fuerzas y ambos se giraron asustados hacia donde yo estaba.
-¿J-jones?-se sorprendió Peter.
-¿Te pasa algo?-preguntó Brent nervioso.
No respondí, simplemente caminé hacia ellos con una expresión indescifrable en el rostro, agarré a Peter del brazo y salí corriendo arrastrándolo conmigo.
-¡¿Q-qué haces?!
Brent se quedó mirándonos, pero no le dio más importancia al tema y se fue a seguir con sus mierdas de profe mal pagado.
Metí a Peter en el baño a la fuerza y lo estampé contra la puerta del mismo para que nadie pudiera abrir desde fuera.
-¡¿Qué demonios haces?!-me gritó cabreado.
-Cállate.
Le agarré ambas manos con una sola de las mías en plan gallina para inmovilizarlo y acerqué mi cara a la de él. Él se me quedó mirando serio, pero no parecía mostrar miedo alguno.
-Quiero que me la chupes-solté.
-Y yo quiero una mansión con piscina y muchas habitaciones, pero los sueños a veces no se cumplen.
-Eres muy gracioso-sonreí malévolamente-. Sin embargo, no estoy dispuesto a esperar. O te metes mi polla en la boca o todo el instituto sabrá que eres un maricón sediento de polla de profe de literatura.
Sus ojos se abrieron como platos y mi sonrisa se ensanchó aún más. No respondía de mis actos. No sé por qué, pero ansiaba tanto en ese momento follar con él que estaba dispuesto a cualquier cosa, incluso a permitir que me odiara durante el resto de su vida, que es lo que probablemente iba a pasar.
-Está bien-respondió serio.
CONTINUARÁ…
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¡No, cielo santo! ¡Lo he cortado en lo mejor! Lo siento mucho, pero los autores somos unos sádicos y nos gusta hacer sufrir a nuestros lectores, así que os tocará esperar un poco para ver cómo estos dos… ya sabéis.
Creo que los títulos de los capítulos son cada vez más patéticos xD No se me da bien titular nada, así que para esta obra me propuse poner una palabra clave en cada pareja para agilizarme el trabajo (“aprender” y “online”), pero creo que lo empeora.
En fin, no me odiéis y esperad con ansia el próximo capítulo.
OS SALUDA
EL ENTERRADOR
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