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Ese día me había despertado temprano. Bajé al baño del primer piso en bóxer, oriné, lavé mis manos, me miré al espejo y suspiré.
- ¡Si va a ser, que sea! – pensé, y me dirigí a la habitación de mis padres.
Allá estaba mamá acostada, despierta, sola, tapada con una frazada blanca.
- ¿Puedo acostarme a tu lado? -dije.
- Sí, ven, aunque ya estoy por levantarme -dijo.
Mientras estaba acostado al lado de ella, me di la vuelta, dándole la espalda y me quedé pensando
- Le digo, no le digo. No sé qué hacer… - hasta que me armé de coraje y empecé a hablar.
- Sabes, mamá. Hay algo que siempre he querido contarte, pero no me atrevo a decirlo porque no sé cómo reaccionarás…
Ella rio.
- Vamos, dímelo. Si no me lo dices no podré saber cómo voy a reaccionar…
- No sé si quiero hacer esto en realidad -dije. Pero creo que es necesario. Digo, eres mi madre y estamos en confianza. O sea, confío en que si te cuento esto será un secreto entre nosotros. No puedes traicionar mi confianza…
- Cuéntame. No se lo voy a decir a nadie
- Tú sabes que yo te quiero mucho, ¿verdad?
- A veces pienso que no me quieres -dijo ella.
- ¿Por qué piensas eso? No… Estás muy equivocada.
Te quiero, te amo, te adoro… quizás demasiado. Y eso me asusta un poco.
- ¿Cómo así? -preguntó
- Bueno, me aseguraste que puedo confiar en ti y lo voy a hacer. Después de esto no hay vuelta atrás.
- Dime, qué pasa.
- A veces en Buenos Aires… cuando estoy allá… yo te extraño mucho…
- Yo también te extraño cuando no estás acá, mi bebé…
- No me digas mi bebé… digo, ya no soy tu bebé. Creo que ya estoy grande.
- Bueno, cómo quieres que te diga entonces…
- Mi hombre -dije yo.
- Mi hombre, te quiero mucho. Te extraño…
- Como te contaba. A veces cuando estoy allá en Buenos Aires te extraño mucho… y a veces me masturbo pensando en ti. Sé que no está bien, pero lo hago. ¿Y sabes qué es lo peor de todo? Que lo disfruto… me encanta tocarme pensando en ti, especialmente cuando tomo cocaína. Me calienta de sobremanera. Leo relatos, busco videos de hijos haciéndolo con sus madres... aunque no sé si son reales.
Y pienso en situaciones… si no fueras mi madre, te juro que estaría enamorado de ti y haría todo lo posible por tenerte a mi lado y demostrarte lo mucho que te amo…
- pero hijo… eso no está bien
- Yo sé mamá. No está bien, pero no quiero dejar de hacerlo porque me excita demasiado… digo, es cuestión de poder. Creo que en todas las relaciones entre personas hay una cuestión de poder. Y tú que eres la única mujer en mi vida… bueno, tiene lógica. Para mi tiene lógica.
La única chica que me importa está lejos y no me da pelota, no la veo y no me quiere en su vida. Entonces cuando me voy a masturbar pienso en ti. Te imagino desnuda en esta cama…
No sé. Ya que estoy siendo sincero, te confieso que a veces cuando no estás acá, vengo, abro tus cajones, reviso tu ropa interior… la huelo, me masturbo con ella, acabo sobre ella… la lavo, y después la dejo ahí… como si nada hubiera pasado…
Me miró, pareció sorprenderse y se levantó y fue al baño. Estuvo allí cerca de diez minutos.
En ese lapso me sentí tan idiota. ¿Cómo podía haber sido tan sincero con ella? No quería arruinar nuestra relación… ¿tendría que irme de casa? ¿Le contaría a papá? No lo sabía.
Cuando por fin salió, se quedó parada frente a mí y dijo
- Me perturba que te toques pensando en mí. No me agrada… tienes que superar eso. No es normal. Hay más mujeres en el mundo. ¿Justo te tienes que tocar pensando en mí?
- Yo sé, mamá. Lo he pensado y recontra pensado. Y creo que tengo una propuesta… una solución…
- ¿Y cuál sería esa solución?
- Déjame hacerte el amor. Te juro que voy a hacerlo como nadie. ¿Sabes por qué? Porque te amo.
Quiero besar tu cuerpo completo, tu cuello, tus brazos, tu espalda, tus piernas… quiero hacerte sentir culpable de que sientas tanto placer cuando eso pase… porque la culpa es parte del placer...
- Eso no está bien… estás loco. Tienes que ir a médico. A un psicólogo... o a un psiquiatra... -dijo.
- Yo sé que estoy loco, pero dame una oportunidad.
Veo a los otros hombres cómo te miran, eres preciosa… te juro que cuando pase, todo se habrá solucionado.
- Estás loco... -
- Estoy loco, te digo. Vamos. Hagamos esto. Déjate llevar. ¿Tú confías en mí?
- Sí
- entonces…
- No sé…
- Viste, dices no sé. Podrías haber dicho: no, pero lo estás pensando. Vamos, déjate llevar…
Me levanté de la cama y me dirigí hacia el cajón donde ella guarda su ropa interior. Escogí una tanga blanca y un sostén del mismo color.
- Ponte esto -le dije. Te voy a hacer un masaje…
- ¿Un masaje?
- Sí, un masaje. Te juro que nada más…
- Bueno, pero solo un masaje… -dijo.
- Obvio, no haré nada que no quieras… -mentí, porque la verdad es que me excitaba la idea de someter a mi madre a todas las perversiones que tenía en mente en ese momento.
Mamá se fue a cambiar al baño y cuando volvió yo no podía creer lo que estaba sucediendo.
Sentía que de a poco la convencía para hacer eso que siempre había querido. Estar entre sus piernas, pero no como su hijo… sino como su amante…
- Acuéstate boca abajo -dije.
- OK. Pero recuerda que será solo un masaje -dijo ella. Parecía nerviosa. Insegura.
- Sí, no te preocupes…
Ella se acostó boca abajo, y yo me puse cómodo para hacerle el masaje…
Me senté a su lado, y empecé a acariciarle la espalda…
- Te deseo, mamá. Gracias por dejarme hacer esto…
- Es sólo un masaje, no te confundas. Si no fueras mi hijo no te dejaría hacer esto.
- Lo sé, pero es un primer paso
- Primer paso nada. Es un masaje y punto… -dijo.
- Y es obvio. Si yo me enterara que dejas que otro que no sea papá haga esto ¿sabes qué haría al enterarme? Mataría al sujeto y luego vendría por ti, pero no a matarte. Te violaría. Y lo haría cada vez que pudiera. Y luego me suicidaría si se lo cuentas a alguien. -
-Estás muy loco. Te desconozco.
-Era una broma, mamá. No lo mataría, no te hagas la importante... pero sí capaz te violaría. Me excita la idea.
-No lo harás. Te denunciaría
-No lo creo -dije, tratando de sonar seguro.
Masajeé su espalda y la besé en la espalda. Luego besé su cuello.
Cerca de su oreja le dije…
- Todo esto es muy complicado. Estoy aguantándome las ganas de saltar sobre ti y hacértelo como si no hubiera mañana…
- No pasará -dijo ella.
- Eso crees -pensé…
Luego de masajearle la espalda, me levanté y me dirigí hacia sus pies. Comencé a besarlos… luego le chupé cada dedo…
- Me encanta que me dejes hacer esto, mamá
- ¿dónde aprendiste a hacer esto?
- Algunas amigas me enseñaron…
Después de besar y chupar sus pies, empecé a besar sus piernas. Pasaron aproximadamente cinco minutos en los que yo estaba besando y pasando mi lengua por sus piernas… hasta que llegué a los muslos.
Estaba frente a su culo… pensaba tantas cosas.
Quería violarla… no podía resistirme…
¿Le contaría a papá si la violaba? ¿Me denunciaría? No quería saberlo… así que desistí de esa idea y besé sus muslos…
- ¿Te gusta? ¿Sientes algo?
- Es incómodo. Se siente raro.
- Date la vuelta -dije.
Ella se dio la vuelta y nos miramos…
-Ahora te voy a masajear y besar desde este lado. Cierra tus ojos -dije.
Ella dudó, pero al cabo de 5 segundos y una mirada que me delataba, los cerró y comencé a besarla. Empecé por los pies, luego las rodillas. Salté su entrepierna y me dirigí hacia su cuello… la agarré del cuello y ella abrió los ojos.
- Eres mía. Siempre lo serás -dije. Cierra los ojos y déjate llevar.
Besé su cara, su frente, sus pómulos…
Bajé a sus hombros y continué besándola hasta llegar a sus pechos…
- Sácate esto -dije. Refiriéndome al sostén. Quiero ver tus pechos… tocarlos, besarlos…
- No quiero hacer esto, para, por favor… No me siento cómoda. Eres mi hijo.
- Yo sé que te está gustando, vamos… déjate llevar. No lo pienses, disfruta. Confía en mí. Soy tu hijo, lo sabes. No te haré nada que no quieras -mentí.
Pareció dudar de nuevo, pero lo hizo. Se sacó el sostén y quedé frente a ellas. Eran tan lindas, tan perfectas…
Las agarré con mis dos manos y empecé a acariciar sus pezones…
Podía sentir su excitación, su cadera se movía levemente cada vez que yo movía mis dedos sobre sus tetas…
- Sabes que no va a pasar… ¿verdad? -dijo ella, con un tono débil, pero seguro.
- No tienes idea -pensé.
- No sé. Todavía falta mucho. Creo que voy por buen camino -dije.
Acerqué mi boca a sus tetas y comencé a besarlas.
Pasaba mi lengua por sus pezones… estaba tan excitado, que, si antes había pensado que quería violar a mi madre, ahora estaba seguro… pero no quería que sucediera de esa manera… digo, al menos en esta ocasión no… ya llegaría el momento.
- Estamos solos, ¿sabes?
Me gustaría oírte gemir… si te excitas puedes hacerlo, es normal…
Dicho eso, besé sus caderas y tomé sus manos. Se las puse firme formando un triángulo detrás de la cabeza, tratando de demostrarle que en ese momento yo tenía el control absoluto de la situación y que podía hacer con ella lo que quisiera. Incluso violarla... La idea rondaba en mi mente, pero ya estábamos ahí. Y violarla sería una estupidez, y podría arruinar mis planes a futuro, así que nuevamente desistí de la idea.
- Cuando esté ahí donde voy ahora, quiero que me tomes del pelo… fuerte -dije.
Ella no dijo nada.
-Tus manos -dijo- Suéltame.
Solté sus manos, creyendo que todo había acabado. De pronto, sin decirle palabra, se quitó la ropa interior. Yo no podía creerlo, estaba ahí, con mi madre. Besándola, haciéndola sentir quién sabe qué cosas y ella parecía estar disfrutando. Yo lo hacía, no era tan descabellado que ella disfrutara…aparte sabía que nadie nos molestaría durante esa mañana. Mi hermana estaba en el colegio y mi padre había salido de viaje a una ciudad cercana y no volvería hasta pasado el mediodía. Verla ahí acostada sobre la cama, desnuda… excitada… mojada... me ponía muy caliente. Quería hacerla sentir única, amada… y así sería…
Me tumbé en la cama y busqué su entrepierna. Besé las orillas de sus piernas, pasé la lengua… quería prolongar el momento… hasta que llegué ahí. Al lugar que estaba buscando.
Ella estaba depilada, y eso era algo que a mí me gustaba. Quería besarla, pasarle la lengua, chuparla, tocarla…
- ¿Te gusta?
- Un poco -dijo.
- Me parece perfecto… es la primera vez, pero no será la última.
- Esto no está bien…
- Nadie se enterará. Será nuestro pequeño secreto -dije.
Dicho eso. Comencé a besar su entrepierna mientras ella gemía de placer. Pasaba mi lengua por su clítoris y hacía diferentes movimientos… arriba, abajo, al costado. La L, en círculos. Luego empecé a hacer el abecedario con mi lengua.
Sus caderas se movían, su espalda se arqueaba… estaba sudando. Podía notar que estaba mojada… Quería hacerla acabar.
- Me encanta chuparte -dije… y me levanté.
Fui al baño y estuve allí cinco minutos pensando en lo que estaba sucediendo. Mi bóxer estaba húmedo, había eyaculado, pero sentía que podía hacerlo. Mal que mal, no podía decepcionar a mi madre...
Cuando volví a la cama, me di cuenta que ella seguía ahí, acostada. Se estaba tocando...
- ¿Necesitas una mano con eso? -pregunté
- Puedo sola -dijo. Sin dejar de tocarse.
Yo me reí.
- Va a pasar… ¿sabes? -dije -Mírame. Piensa en mí. Te amo... y ahora te voy a hacer el amor...
Me puse a su lado y bajé mis manos hacia su entrepierna. Empecé a masturbarla con la mano derecha, mientras mi mano izquierda se acercaba a su cara. Ella gemía. Entonces puse mi dedo pulgar en su boca… y ella lo chupó.
- Ya está -pensé.
- Sabes que después de esto te toca a ti, ¿no? -dije, sin parar de tocar su entrepierna…
- Cállate y sigue -dijo, con voz entrecortada.
Seguí tocándola hasta que sentí sus caderas moverse a un ritmo acelerado y paré. Había acabado…
- No digas una sola palabra -dijo ella. Quédate así como estás…
Le hice caso.
Me saqué el bóxer negro que llevaba y mi pene quedó al aire. El calzoncillo tenía rastros de semen, claramente, porque al besarla me había calentado demasiado… pero sabía que no era el final…
- Así que te tocas pensando en mí -dijo, dirigiéndose a mi entrepierna.
- No voy a dejar de hacerlo -dije.
- Bueno… no me molesta -dijo, mientras tomaba mi pene erecto con su mano derecha…
- Sigue. Sigue…
- El bebé se toca pensando en mami… -dijo, con tono irónico. - Y ahora mami le da una mano…
- Me encanta -dije.
- Suficiente -dijo.
- pero estoy por acabar… no me hagas esto
- Hoy no -dijo. Y se levantó.
-Entonces ponte de espaldas y déjame acabar en tu cuerpo… sobre ti -dije.
Ella dudó, pero yo la convencí y lo hizo.
Cuando la tuve de espaldas nuevamente, supe que no era la misma situación anterior. Así que me senté de espaldas a ella, busqué su culo y empecé a masturbarme sobre sus nalgas.
- Eres una puta -le decía, mientras me tocaba y frotaba mi pene contra sus nalgas…
- Seré una puta, pero soy tu puta -dijo ella.
- Un día de estos te voy a violar
- No creo -dijo ella.
- Bueno, créelo, porque así será -dije. Y acabé sobre su espalda…
Había tenido una experiencia sexual con mi madre por primera vez y sabía que no sería la última.
Dentro de todo, era mucho mejor de lo que había pensado. Además, ver su reacción cuando dije que la violaría, me dio la confianza para hacerlo…
(CONTINUARÁ)
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