Esta tarde noche cuando en la intimidad de la cama me dijiste que a partir de ahora y hasta que me lo digas no íbamos a tener sexo me quede muy intrigado. No quisiste dar ningún tipo de explicación, solo me aclaraste que antes de volver a hacerte mía ibas a hacerme tuyo.
Al día siguiente, llegando a casa me encontré con una tanga de encaje blanco y unas sandalias de tacones en la cama. Rápidamente me quitaste mis ilusiones de revolcón bestial cuando me explicaste que desde este momento tenia que dejar de ponerme calzoncillos y ponerme tangas. También que cada vez que estamos solos en casa tenía que ir calzado con estas sandalias. Tu argumento era que no había ninguna razón por la que hicieras esfuerzos por ser sexy, cosa que me pareciera normal y que a partir de ahora íbamos a compartirlo.
Pensé que era un capricho tuyo que iba a pasarte al día siguiente, pero además de no ser así, mi ropa de estar en casa no te gusto y al cuarto día me pusiste un vestido en los brazos ordenándome de cambiarme. Al salir de la habitación, me hiciste ir hasta ti, y con unos ojos calientes me preguntaste si me gustaba sentirme a tu merced. Al tiempo que te dije que si, me entro una tremenda erección. Mi boca iba hacia la tuya y mis manos hacia tus pechos escondidos debajo de tu camiseta cuando me paraste. Tu cara cambio, me miraste muy severa y me dijiste que no me habías permitido empalmarme. Me hiciste levantar el vestido, sacaste mi polla de la braguita, y mirándome a los ojos con una mirada fría me masturbaste hasta que ensucie el suelo. Mientras limpiaba el liquido derramado me explicaste que no podía tener placer mientras tu no me lo permitias.
Estos días estabas todavía más sexy que de costumbre. Hacías esfuerzos para volverme loco de deseo. Lucias tu ropa más mínima y tus más bonitos zapatos. Yo llegaba a casa del trabajo, me duchaba, y me ponía la ropa que me tenias preparada en la cama.
Recuerdo que fue un lunes cuando al llegar a casa estabas esperándome tranquilamente leyendo una revista en el sofá, vestida con unas botas altas, una falda larga negra y un top blanco apretado. Al verme me ordenaste irme a duchar y vestirme y reunirme contigo en la sala. Iba a ser este día tan esperado en el que podría volver a cogerte ¿? Estabas tendida en el sofá cuando llegue con esta minifalda azul y esta camiseta beige del mismo color que los tacones que me habías elegido. Me hiciste señal de sentarme en la otra esquina del sillón y me dijiste que me había portado muy bien estas dos semanas y que te merecías un regalo por el buen labor que habías hecho educándome. Tu premio era que vaya besándote desde los tacones de tus botas hasta tu cueva despacito, haciéndote gozar, y que te corrieras en mi boca, todo eso con la cabeza metida debajo de tu falda, a oscura, y con mis manos en tus caderas para que no me tocara.
Nada mas oírte decirme lo que querrías de mi tuve una erección impresionante, y casi llego solo cuando mis labios legaron por fin a altura de tu carne, al limite de las botas, en las rodillas. Este olor, esta piel dulce, y yo sin ver nada, besando, lamando, chupando, subiendo muy lentamente cuando solo querría llegar arriba del todo y beberte por fin. Te estaba oyendo jalear y tu manos frenaban la ascensión de mi cabeza. Disfrutabas a tope de estos momentos, y nada mas entrar mi lengua en tu coño empezaste a tener sacudidas y al rato soltaste un liquido caliente y sabroso en mi boca. En este momento sentía el mismo calor mojando mis bragas. No querría salir de debajo de tu falda, allí emborrachándome de este olor, apoyado en tus nalgas. Temía tu reacción al ver que había eyaculado también.
Sin mirarme un solo instante, y todavía en la misma posición me mandaste a lavarme y cambiar de braguita. habías notado de una manera o otra que había llegado al tiempo que tu de lo excitado que era. Cuando volví del baño me dijiste que en dos días ibas a tener una sorpresa para mí.
Era miércoles, teníamos toda la tarde solos en casa y habías dejado un paquete en la mesa con una nota. “Ábrelo, llegaré a las 2. Es tu regalo, hoy te hago mío! Prepárate y espérame pensando que desde hoy cada miércoles será mi día y te devolveré la moneda de las fantasías a las que nos sometemos a diario”.
Esperándote estaba pensando en los miércoles que me esperaban desde entonces, y me veía atado de la cama, en tacones, y tu haciéndome correr con la boca, los dedos, sin permitirme penetrarte.
Al llegar me preguntaste si me había gustado el regalo y te conteste que si. La verdad es que veía este paso como una etapa mas en nuestra intimidad, en la confianza que teníamos el uno en el otro. Te llevaste el paquete en la habitación, y saliste con un vestido largo rojo vivo precioso, por debajo del cual se notaba una polla erecta. Ya te había colocado tu cinturón con este apéndice de látex, reproducción en mas pequeño del mío. Llevabas un bote de lubricante en la mano. En la cama me habías dejado solo una tanga, unas sandalias y un collar por ponerme, así que te estaba esperando desnudo con el sexo bastante duro ya, terminando de ponerse tieso al verte.
Me hiciste sentar en el suelo y te pusiste detrás de mí. Notaba tu polla en mi espalda y me recorrió un escalofrió. tus manos jugaban con mis pezones mientras me decías lo satisfecha que estabas al pensar que por fin me ibas a hacer igual a ti. Girando el cuello te miraba de esquina y te acercaste a mi boca dándome el primer beso verdadero desde hacia dos semanas y medio. Duro una eternidad, tenias el control y tomabas la iniciativa, Te estaba sumisa. Me sentía mujer a merced tuya, me entregaba a ti.
Despacito me hiciste poner a cuatro patas y levantaste tu vestido, dejando aparecer tu miembro apuntando hacia mi. El dolorcito del principio no impidió sentirme feliz de saber que por fin sentía algo parecido a lo que siente el otro cuando hacíamos el amor. Ibas y venias despacio y tus ojos reflejaban la misma satisfacción. Una mano seguía guiando mi culo mientras que con la otra empezaste a acariciarte. Al cabo de unos minutos me dijiste que si lo deseaba podía masturbarme y llegar contigo al clímax.
Fue una tarde maravillosa, justifico la espera, y prometía momentos cálidos en el futuro.
Este relato solo tiene el morbo de la situación descripta. si tu crees que humillando a un hombre logras que otros hombres se exciten, difícil. Por lo menos a mi no ne casa ningún efecto. Vos tenés idea de cuantos hombres fueron abusados de chicos para que vos salgas con este tipo de cosas. Te gustaría que te lo hicieran a vos. Los relatos son para excitar no para ofender. Te voy a dar unas idea para cambiar esto. 1º el flaco se viste y se va para siempre y ella que se quede con su locura. 2º el flaco la seduce la ata y la muele a golpes la sodomisa para que aprenda que no se le hace a otro lo que no estas dispuesto a recibir. Después se puede quedar o irse. Que clase de relación se puede basar en la violencia; la mayoria termina mal.