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Desde que nací hasta el miércoles.
Quisiera dejar claro desde este instante que no soporto a mis primas. Las odié de niño, las odié de joven y las odio ahora. Y, sin embargo, aquí estoy manejando 750 km. para llegar a casa de mi tía Elisa. Mi madre viaja a mi lado y, sí, ella es la razón por la que dentro de algunas horas voy a volver a ver a las “brujas del mal”.
Seguramente habrá quien diga que exagero. ¡Pues, no! Si alguno de ustedes es el hijo menor en una familia donde predominan las mujeres, sabe de qué le estoy hablando.
Mi madre y sus hermanas, tía Eli y tía Jess, llegaron a la capital a estudiar. Conocieron a sus esposos, se casaron y eventualmente regresaron a su tierra, a excepción de mi madre que permaneció aquí con mi papá. Cuando nací, aún vivían todas ellas por acá y nos frecuentábamos mucho. Al poco tiempo se fueron y cuando hubo que estudiar la prepa y la licenciatura, las mandaron de nuevo a nuestra casa. Finalmente se graduaron y se regresaron a la dimensión maligna de la que habían salido reptando, cuando yo iniciaba la preparatoria. Tengo casi siete años de diferencia con Eli y casi cinco con Ana y Jess.
De niños, era yo su juguete. Otra muñeca más en su colección, por así decirlo. Me hacían jugar a la comidita o a la casita, no podía ver la tele en paz porque no les callaba la boca y lo peor… una vez, hasta me pusieron uno de sus vestidos.
De jóvenes, cuando las mandaron de vuelta a la capital para que hicieran sus estudios, se volvieron presumidas y vanas. Yo era algo así como su mayordomo: “¿Me traes esto o aquello porfis? ¡Aaay, no seas malito! ¿Vas a la tienda y me traes unos chocolatitos? ¿Le llevas esto a mi tía nene?” ¡Por su culpa seguí siendo El Nene hasta la prepa! Siempre hablando de aquello que estuviera de moda. Hablando de novios y de chisme y medio, no podía ver la tele en paz porque no les callaba la boca y lo peor… cuando pedían permiso a mi madre para salir a algún lado o con alguien, la respuesta era: “Sí, pero llegas antes de las ocho y te llevas al nene”.¡Cómo que si el nene fuera algún tipo de anticonceptivo o algo así!
Finalmente me libré de ellas. Mi vida es ahora feliz. Mi padre en el negocio, mi madre en la casa y yo en la universidad a punto de graduarme. Pero la felicidad no es un estado permanente…
- ¡Aleeeeex!
- ¿Sí, mamá?
- ¿Estás en tu cuartooooo?
- ¡Síííííí!
- Veeeen
- Vooooy
¡Así somos de intelectuales en casa!
Mamá y Papá estaban en la sala. Papá tomaba cerveza. Mamá soltó la bomba.
- ¿Alex, tú me acompañarías a visitar a mis hermanas en casa de tu tía Eli?
Con el amor que sólo un hijo puede mostrar a su madre le dije que no.
- Quiero adelantar mi seminario de titulación para poder graduarme lo más pronto posible. Y sólo lo puedo hacer si voy a la facultad durante las vacaciones de verano. (Mentira vil, la verdad es que sólo esperaba la aprobación de mi proyecto para presentarlo y graduarme. Un semestre más de trámites y listo).
- ¡Aaayy, no me digas!
- Sí má, lo siento. ¿Por qué no va Papá contigo?
Mirada de furia de mi padre, estratégicamente posicionado, a espaldas de su amada esposa.
- Ya le dije, pero no puede dejar el negocio solo por tanto tiempo. (Mentira vil. La empresa de papá podía funcionar muy bien sin él. Sólo necesitaba un teléfono y una computadora con conexión a internet).
- ¿Tanto tiempo? ¿Pues cuánto piensas estar por allá?
- Dos semanas.
- ¿Y por qué no vas sola? Es sólo una hora y media de vuelo.
- Ya sabes que no vuelo. No soporto los aviones.
- Si me caso con una hermosa modelo sueca, jamás vas a conocer a tus nietos ¿Lo sabes verdad?
- ¡Déjate de vaciladas! Tu tía Eli quiere celebrar su cumpleaños reuniendo a la familia en su nueva casa de la playa.
- Tía Eli, quiere celebrar su tercer divorcio reuniendo a la familia en su nueva casa de la playa que se le quedó en su separación del tío… ¿Cómo se llamaba éste? Es difícil acordarse de todos.
Mi padre ríe y se ahoga con su propia cerveza.
Mi madre se le queda viendo con ojos de desaprobación y se marcha a la cocina por un trapo para limpiar el charco de cerveza que hay sobre la mesa de centro. Mi padre se pone de pie, coloca una mano en mi hombro y me lleva al jardín. Pone una cerveza en mi mano y me dice con gesto serio:
- Ya eres un hombre y es tiempo de que hablemos.
- ¿No es un poco tarde ya para tener esta conversación?
- Ésta… es otra conversación.
- ¿Cómo puede ser otra si nunca tuvimos la primera?
Entrecerrando los ojos con gesto impaciente, Continuó:
- Quiero decir… que es el momento de hablar de solidaridad, de unión familiar. Hay veces que las cosas pueden no gustarnos pero aun así las hacemos porque amamos a la otra persona. Quiero que acompañes a tu mamá.
- No soporto a las insufribles de mis primas. Preferiría que me hicieran la circuncisión… otra vez, antes que tener que escuchar sus insoportables voces y sus estúpidos comentarios. De ninguna manera voy a ser su mayordomo nuevamente y menos aún su chambelán. Lo siento papá, El Nene ha muerto.
Ambos bebimos y vimos crecer el pasto del jardín en silencio.
- Te entiendo. La verdad es que me pasa lo mismo. Yo no aguanto a tus tías con sus comentarios tontos sobre mi matrimonio con tu madre, esas estúpidas bromitas insinuando que si he pasado tanto tiempo con ella es porque, tal vez, me entretengo por otro lado. Como que si fuera raro amar a una mujer y permanecer unidos de por vida. Si ellas se divorcian cada dos semanas es su problema, pero si las vuelvo a oír decir algo al respecto… te juro que voy a contestar de mala manera y no quiero lastimar a tu madre. A ti, por otro lado, tus tías te adoran. Aún recuerdo los gritos que le puso tu tía Jessica a tus primas cuando te pusieron el vestido ese. Recuerdo como tu tía Eli se quedó tres días junto a ti cuando saliste de la operación de las anginas. ¿Entiendes? Es por tu madre, es por tus tías, es por mí. ¿Cuento contigo?
- Soy sobornable.
- ¡Perfecto! Un bono por el viaje y otro por el curso que vas a dejar de tomar.
- Mi auto se está desbaratando.
- Al regreso del viaje te quedas con el de tu madre y a ella le compro la camioneta que me ha estado pidiendo.
- Gastos de representación y compensación por angustia emocional.
- No abuses.
- Lo de la angustia emocional no es una broma.
- Ok. Ok.
…………..
La casa de la playa está a unos veinticinco kilómetros de la ciudad y es bastante grande. Rodeada de amplios jardines, con una gran alberca y a buena distancia de las demás casas del lugar, que son también muy grandes y bonitas. La playa es hermosa pero nadie se mete a nadar ahí, al ser mar abierto el oleaje es muy fuerte, así que la única gente que se ve por ahí son los pocos vecinos del lugar que muy ocasionalmente salen a caminar. El clima es muy caluroso todo el año y en verano, como ahora, parece una caldera.
Llegamos cuando empezaba a anochecer y mis tías salieron a recibirnos. Besos y abrazos. Risas y todo eso. Pasamos a la sala y hubo la clásica charla de siempre. Mis tías insistieron en saberlo todo sobre la escuela, sobre mi vida social, sobre mis planes, en fin, una mini biografía de más de ocho años de ausencia.
Durante la merienda me enteré que mis primas salían todas las noches a la ciudad porque se aburrían en casa, llegaban ya en la madrugada y dormían hasta tarde. Después de la comida, a la alberca y posteriormente se cambiaban para salir de nuevo. Con un poco de suerte y un par de amuletos contra los malos espíritus no tendríamos que vernos mucho.
Eli chica.
La mayor de todas. Siempre dando órdenes con las manos en la cadera. Enormes y redondas caderas que ella sabía resaltar muy bien con las mini-mini-faldas que usaba. Cabello castaño oscuro y corto que dejaba ver un cuello fino y unos hombros amplios y delineados que conducían a unos pechos más bien chicos que estaban rematados por unos pezones ligeramente oscuros con areolas tan grandes que cubrían casi la mitad de sus pechos.
Ana.
Hermana menor de Eli. La más boba de ellas, siempre contando chistes de los que nadie se reía. Siempre con una sonrisa en el rostro que, cuando no decía nada, era muy hermoso. Pecosa. Las pecas le cubrían los pómulos y bajaban por el pecho hasta los pechos, más grandes que los de su hermana y que se mecían al compás de su caminar. Pezones grandes que se superponían a los senos y parecían estar siempre erectos, proyectándose más de tres centímetros hacia el frente. Se notaban siempre sin importar que ropa se pusiera encima. Cabello castaño claro que caía ondulante sobre sus hombros también cubiertos de pecas y una cadera muy bien formada aunque, ni cerca de las dimensiones de la de su hermana mayor.
Jess chica.
Hija única de mi tía Jess. Ella era un fenómeno raro. Desde niña fue muy dada a los libros, el arte y la música. La única de ellas capaz de tener una conversación semi-inteligente. Con la edad, evolucionó para convertirse en una especie de emo-punk-nerd que permanecía callada gran parte del tiempo, con una mirada de “no existes, no existo y René Descartes era un idiota”. Cuando abría la boca era sólo para hacer algún comentario ácido y manifestaba su felicidad sacrificando cachorritos al señor de la oscuridad. ENORMES tetas proyectadas hacia el frente que mantenía siempre ocultas bajo sus playeras todas negras y que, por su forma y tamaño, no podían dejar de moverse con cada movimiento que hacía y, por encima de éstas, en el cuello, un collar muy parecido al de un perro que mi papá quiso mucho. Pantalones negros con la cintura baja que permitían ver claramente la raya donde iniciaba la separación de sus nalgas completamente esféricas y que se le pegaban a las piernas que eran ligeramente cortas pero bien torneadas.
¿Cómo sé todo esto? Recuerden que fui su mini-mayordomo. Cuando estuvieron en mi casa estudiando la prepa y la universidad, con frecuencia me tenían en su recámara sosteniendo sus ropas mientras ellas se las probaban frente al espejo. Acercándoles cosas, buscando debajo de la cama el zapato que no encontraban, yendo a la cocina para traerles un refresco, horas ¡horas! sosteniendo playeras, blusas, pantalones y hasta ropa interior mientras ellas decidían que iban a usar esa tarde para salir a pasear con los amigos. Yo estaba en primaria aún y no tenía ningún interés en ver a un trío de guacamayas parlanchinas hablando de ropa, modas y chicos, aunque estuvieran semidesnudas.
Estábamos acostumbrados a vernos con poca ropa y, cuando éramos niños, hasta sin ella, sin que esto provocara ningún tipo de conflicto moral o de cualquier otra índole. ¿Alguna excitación por mi parte al verlas con los senos al aire o sus redondos traseros al cambiarse las panties? ¡No! De hecho, cuando por fin podía salir ya de su habitación me sentía mareado debido al tremendo olor a perfumes, talcos, cremas, fijadores para el pelo, etc. Era yo, literalmente, como un mueble más de la casa, un perchero sería lo más cercano. Aburrido y enojado también, por haberme perdido programas de la tele que me gustaban o por no poder jugar por mi cuenta.
Aunque todas tienen una profesión en la actualidad, ninguna ha sabido jamás lo que es un empleo. Todas ayudan en los negocios de mis tías, Eli funciona como una especie de gerente a cargo de vigilar la operación de todos los negocios. Jess se encarga de la distribución y Ana de las compras y el almacén. Todas tienen horarios flexibles y siempre tienen dinero y tiempo libre, una buena parte del trabajo puede hacerse por teléfono. Sus mamás les han dado tarjetas de crédito y cuentas de cheques, además de que ciertos gastos como combustible y alimentos los cargan a alguno de los negocios. Mis tías querían, de esta maneara, compensar las temporadas duras por las que tuvieron que pasar sus hijas años atrás.
Dos chicas algo gorditas iban a la casa cada tercer día a hacer la limpieza general de la casa junto con un jardinero viejito que atendía los prados y la alberca. La casa estaba siempre limpia y en orden. Para la hora de la comida, la servidumbre ya se había marchado y mis primas sólo se ocupaban de tender sus camas, lavar los platos y llevar la ropa a la tintorería.
Los primeros días fueron geniales. Cuando vi a mis primas por primera vez, nos saludamos con cierto afecto. Pero, al mismo tiempo, con algo de indiferencia. Después del saludo ellas a lo suyo y yo a lo mío, apenas y nos veíamos. Por la mañana desayunaba con mi madre y mis tías. Nos reíamos un poco y después a la alberca. Mis tías, que en verdad me quieren mucho, iban a casa por bebidas y snacks para que no tuviera que salir del agua. Jugábamos cartas bajo la sombra de alguno de los árboles del jardín ante una mesa llena de golosinas para mí y después, de vuelta a la casa. Para el momento en que bajaban mis primas a la alberca, yo ya estaba en mi habitación durmiendo o viendo televisión o jugando en la computadora.
Felicidad en el paraíso. Pero… se atravesó el jueves.
Jueves
Años atrás los jueves era el peor día de la semana para mí. Mi madre y sus hermanas tenían por costumbre tener su “Jueves de chicas”. Se la pasaban casi todo el día fuera y me dejaban bajo el cuidado de mis primas que me hacían ver mi suerte. En esta ocasión se marcharon desde temprano a la ciudad y volverían hasta tarde. Cuando bajé a la cocina, ellas ya no estaban. Abrí en silencio el refrigerador para prepararme un sándwich y entonces oí ruidos en la planta alta… ¡Estaba solo en tierra de orcos!
Salí a la alberca para nadar un rato antes de que las arpías bajaran. Nadé y luego me recosté en un reclinable a la sombra de unos árboles, cerré los ojos bajo los lentes oscuros y empezaba a sentir que el sueño me invadía cuando siento de pronto que algo obstruye la luz. Abro los ojos tras las gafas oscuras y veo una hidra de tres cabezas viéndome.
- Si ya estás bien cocido de ese lado deberías voltearte. – Ana, con otra broma nada graciosa y su perpetua sonrisa.
- ¿Por qué nos has estado evitando, nene? ¿Ya no nos quieres? – Eli, con su voz de sargento de caballería que, hasta cuando quiere hacer una broma, suena a reclamo.
Jess, muda, se alejó para poner sus cosas en otro de los reclinables un poco más allá de dónde estábamos sin ningún interés por la conversación.
- No, no es eso. Es simplemente que no tengo hábitos nocturnos como ustedes. (Vampiros, hombres lobo y demás espantos, pensé).
- Como desde que llegamos no hemos pasado ni un rato juntos todos, pensé que sería bueno estar un rato con la familia.
- Escogiste un mal día. –Dije yo acostado con las manos atrás de mi cabeza y los ojos cerrados tras las gafas. – Es jueves.
Jess, al otro lado de la alberca se ponía bloqueador, recostada en su reclinable. Eli arrojó su toalla sobre el reclinable a mi izquierda y Ana arrastró en reversa otro reclinable desde donde estaba Jess para ponerlo a mi derecha. El movimiento provocó que la parte inferior de su bikini rosa se metiera incómodamente entre sus nalgas que se mecían hacia mí mientras jalaba el mueble. Ya a un lado mío, se jaló el bikini para sacarlo de entre sus nalgas casi a quince centímetros de mi cara, dejándome ver por solo unos segundos su entrepierna por la parte de atrás. Se volteó hacia mí y, con su eterna sonrisa, se tumbó despreocupadamente.
- ¿Jueves de chicas, eh? –Continuó Eli.
- Sí. Los viejos hábitos no mueren fácilmente.
- Bueno, ni modo. Tendremos que acostumbrarnos supongo.
- Ya estamos acostumbrados. Toda la vida ha sido así.
- No toda la vida. Sólo lo hacen cuando están las tres juntas.
Ana preguntó:
- ¿Qué creen que pase en los jueves de chicas? ¿Por qué nunca nos llevan? Nosotras también somos chicas, después de todo.
- La idea es precisamente que un día de la semana lo puedan dedicar a ellas sin interferencia ni de maridos ni de hijos. (O en el caso de mis pobres tías, entes del mal como ustedes, pensé)
- ¿Ustedes creen que vayan a algún bar y coqueteen con algunos chicuelos?
Eli protestó:
- ¿Cómo crees Ana? ¿Nuestras madres…?
Ya que habían arruinado mi perfecta mañana (por no mencionar mi infancia) y, como de costumbre no les callaba la boca, para variar. Decidí que bien podía yo arruinarles el día a ellas. ¡Karma!
- Seguramente se encierran en una habitación oscura con varios apuestos fisicoculturistas y dan rienda suelta a sus más bajas pasiones. – Dije con voz indiferente.
- ¡Nene! - Protestaron ambas hermanas al unísono. Al fondo me pareció ver que Jess sonreía, si es que al rictus que se dibuja en su cara se le puede llamar sonrisa.
- Que sean nuestras madres no quiere decir que no sean de carne y hueso. Ellas también tienen su corazoncito.
- Deja de decir estupideces. – dijo Eli.
- Piénsalo bien. Tres señoras solas, de mediana edad pero aún muy guapas. Con dinero, lejos de casa. Sin hijos pequeños de quien preocuparse. Cualquier cosa puede pasar…
El minúsculo cerebro de Ana tardó bastante tiempo en procesar la información. Después de que un par de sus neuronas agonizantes hicieron click, entendió que se trataba de una broma y se rio con ganas.
- ¡Baboso! – dijo dándome un golpecito en el hombro.
- Van de compras niña, van de compras. - Le dije - ¿Nunca has notado el montón de bolsas con las que regresan los jueves por la noche? Llegan con zapatos, ropa, perfumes, cosas de esas y, a veces, hasta traen algo para nosotros.
- ¡Ahhh! ¡Entonces de ahí venían todas esas cosas…!
- Pues sí, Ana, sí. Ahora descansa y deja de pensar en estas cosas antes de que te hagas daño.
¡Ok! – Ana sacó su bloqueador y empezó a ponérselo. Eli la miraba echando los ojos hacia arriba y procedió a imitar a su hermana. Después de aplicar bronceador en brazos y piernas dijo:
-Oye nene, ¿te molesta si saco a pasear a las nenas?
Al principio no entendí bien de que me hablaba, pero sólo un instante después comprendí a que se refería.
¡Todo mundo a jugar el juego deee… fastidia a tus primas!
- ¿Las nenas?
- Sí. Ya sabes…
- ¿Ana y Jess? No necesitan mi permiso, ya están grandecitas. – Dije, fingiendo demencia.
- No tonto, que si no te molesta que me quite el sostén.
- ¡Ahhh! Ok. No, no me molesta, si a ti no te molesta que yo ande con una erección todo el día.
- ¡Nene! - Dijo Ana – ¡Que cochino! Si somos primos.
- Además, - Dijo Eli – Desde niños nos hemos visto casi sin ropa.
- Sí, pero ya no estoy en la primaria. Hemos crecido y ya las cosas no son iguales.
Eli, con todo el sarcasmo del mundo se me quedó viendo a la entrepierna y dijo.
- Pues mira… Crecer, así que digas crecer… Algunas cosas parece que siguen iguales.
¡Ah! ¿Quieres guerra? ¡Pues guerra tendrás!
- Ok, ok. Está bien. Si quieres quitarte el sostén, adelante.
Eli se quitó el sostén y frotó sus pequeños pechos con el bloqueador. Yo me incorporé a medias, bajé un poco mis anteojos y viéndole las tetas brillantes por el bloqueador le dije:
- ¡Oye, ya! ¡Déjate de juegos, no seas payasa! Dijiste que las ibas a sacar. ¿Dónde las escondiste?
Ana, empezó a reír a carcajada abierta y Jess, desde donde estaba, se había quitado los lentes oscuros mirando atentamente la escena.
- Por cierto, sé de una pomada excelente para los piquetes de mosco. Supongo que esos te deben dar mucha comezón.
Ana, se sujetaba el estómago y no paraba de reír. En algún momento se resbaló y quedó sentada en el suelo con lágrimas escurriendo de sus ojos a causa de la risa. ¿Mencioné antes que no era muy brillante?
- En todo caso. Debe ser una ventaja. Así no opones resistencia al aire. Eres… digámoslo así… aerodinámica.
La risa de Ana ya no se oía. Simplemente tenía la boca abierta sin emitir sonido alguno y los ojos cerrados con lágrimas rodando sobre sus mejillas pecosas. Su rostro estaba rojo y congestionado. Si se tratara de otra persona, me hubiese preocupado, pero era claro que sus neuronas habían dejado de recibir oxígeno hacía ya mucho tiempo.
- JA… JA… Muy chistoso.
Me dijo Eli y después, viendo a su hermana le dijo:
- No es gracioso Ana, deja de reírte.
Dando bocanadas para tratar de llevar aire a sus pulmones y todavía riendo, Eli contestó:
- Sí, si lo es. Por favor nene di algo gracioso sobre su trasero.
- No hay nada gracioso acerca del trasero de Eli. La última vez que fue al parque y se sentó en un prado, dos niños desaparecieron. Eso… no es gracioso.
Ana no pudo más. Tuvo un ataque de risa incontenible y un chorrito de orina salió de entre sus piernas. Llevó una mano a su entrepierna y se la apretó con fuerza. Aún riendo, y no sin dificultad, se incorporó y corrió, trastabillando un poco, hacia la casa mientras pequeños chorritos de orina goteaban de su traje de baño.
Eli y yo nos pusimos de pie y la vimos alejarse.
- Me preocupan los genes de esta familia. He decidido que jamás tendré hijos. Les recomiendo que hagan lo mismo chicas.
Tomé mi toalla, me puse las sandalias y caminé hacia la casa.
- La alberca es toda suya. Pueden nadar en traje de Eva si gustan.
Al subir las escaleras que comunican la casa con el jardín donde está la alberca y después de dar vuelta para entrar a la sala. Pude ver como Jess se quitaba el sostén como Eli y caminaban hacia el agua. La vista del culo perfecto de Eli y las gloriosas tetas de Ana me provocaron una erección y sentí en el pecho algo que sólo había sentido con algunas chicas previo al sexo. Fue la primera vez que vi a mis primas, no como a los monstruos de mi infancia, sino como mujeres bellas y apetecibles. Sacudí la cabeza y entré a casa.
…………..
Una ducha rápida, una playera y un short ligero. Después a la cocina por otro sándwich y un refresco. Me fui a la sala, puse la tele y empecé a ver una película sentado en el sillón de tres plazas frente a la pantalla.
De pronto, una sacudida que casi hace que tire el refresco que tenía en la mano. Y una voz juguetona que gritaba.
- ¡Hola nene!
Mi corazón latía a mil por hora. El susto fue tremendo. Voltee a ver a mi prima Ana que había brincado desde atrás del sillón para aterrizar a mi lado mientras reía como de costumbre. Entrecerré los ojos con gesto impaciente y le dije:
- Es su misión en la vida no dejarme nunca ver tele en paz, ¿Verdad?
- ¿Que estás viendo?
- Oliver.
- ¿La de caricaturas con perritos y gatitos?
- No, Oliver Twist. La novela de Charles Dickens.
- ¡Qué aburrido! Voy por un refresco.
Se puso de pie y noté que venía vestida únicamente con una playera larga, pero que apenas y llegaba debajo de sus nalgas. Abrió el refri y buscó en él. Se agachó para sacar una botella de cooler y cuando lo hizo, por un par de segundos, se descubrieron sus nalgas desnudas y se abrieron un poco dejándome ver su orificio posterior y su vagina depilada que por breves instantes se abrió ligeramente. Se incorporó, cerró el refrigerador y se acomodó de nuevo pegada a mí, a pesar del gran espacio en el sofá. Nuestros cuerpos estaban unidos por los hombros y las piernas. Era un sofá para tres personas, pero ella estaba tan pegada a mí que ocupábamos menos de la mitad.
Sentí el roce de su pierna contra la mía, sentía su cabello ondulado que caía sobre sus hombros tocando mis mejillas al tiempo que aspiraba su aroma fresco. Mi pene cobró vida nuevamente. Me le quedé viendo fijamente mientras ella veía la televisión. Sus pezones, que eran imposibles de ocultar a pesar de la ropa, eran ahora claramente visibles a través de la delgada playera. Estaba cruzada de piernas y mi imaginación volaba pensando en su culo y su panocha desnudos tocando el sillón de piel. Vimos la película juntos un rato en silencio y de momento me dijo:
- Hoy me hiciste reír mucho nene.
Pasó un momento antes de que pudiera contestar.
- Sí, lo noté.
Volteamos a vernos y su sonrisa iluminaba su rostro.
- Siempre me han gustado los hombres que me hacen reír.
- Te habrán gustado una gran cantidad de ellos entonces… Quiero decir… Siempre te veo sonriente.
- No, ¿Cómo crees? Me gusta estar contenta y me río a cada rato pero lo que me agrada es una persona ingeniosa, como tú. Hacía tiempo ya que no me reía así. Hasta tuve… bueno ya sabes…
- Un pequeño accidente.
- Sí, eso.
- Lo lamento, no fue mi intención.
- Está bien. Creo que hasta me gustó un poquito, me hizo como cosquillitas cuando se me salió. Oye. ¿Es cierto lo que nos dijiste?
- ¿Qué cosa?
- Ya sabes, eso de la erección.
- Ah. Eso. Pues lo dije de broma, pero la verdad es que es cierto. Cualquier hombre, al ver una mujer hermosa y con poca ropa o sin ella, reaccionaría así, supongo… Ya no somos niños y ustedes son muy… guapas.
Ella giró su cuerpo para verme quedando en tres cuartos de perfil y pude ver claramente su panocha entre sus piernas cruzadas.
- ¿Te excitamos?
La pregunta me sorprendió. Siempre hubo confianza entre nosotros pero esto era demasiado.
Cuando niños Ana era la única que no me trataba como a un trapo. De hecho, era ella la que me hacía jugar a la casita. Tomaba, a escondidas, galletitas de la cocina y simulaba con ellas que me hacía la comida. Yo era el papá, ella la mamá y sus muñecas eran nuestros hijos. La parte de las galletitas estaba bien, pero cuando había que simular que poníamos a los hijos a hacer tarea y esas cosas, francamente me fastidiaba. Curiosamente, la mejor parte era cuando, en el juego, nos íbamos a dormir juntos como esposos. Hacía que me acostara en la alfombra de la sala, me cubría con una mantita y me abrazaba. Me gustaba mucho la sensación de sus brazos a mi alrededor, así como el calor y la suavidad de su cuerpo. La gran mayoría de las veces nos quedábamos dormidos y así nos encontraban nuestros padres que se enternecían con el cuadro.
Regresé al presente y con algo de pena contesté:
- Bueno… hasta hace unos momentos la verdad es que no, pero justo ahora no lo sé. – Contesté sin poder dejar de ver su entrepierna. – Somos primos y… bueno… eso no estaría bien.
Ella estiró su mano y la puso sobre mi short. Sintió mi verga dura bajo éste y sonriendo dijo:
- ¡Eres un cochino! ¡Ya se te puso dura!
- Oye… no… yo…
Se montó a horcajadas sobre mí y puso sus manos en mi nuca mientas descansaba su vagina sobre mi pene cubierto por el short.
- Eres un cochino nene. Te gustaría cogerte a tus primas, ¿Verdad?
En ese momento sentí algo que nunca había sentido. Una mezcla del odio que les tenía con una combinación de excitación total y el sentimiento de culpa por tratarse de mis primas.
- ¡Cómo crees! - Traté de hacerla de lado pero ella no se movió.
- Lo que siento entre mis piernas dice otra cosa. Dijo con su sonrisa franca.
- Es un reflejo Ana, ahora bájate.
- Nunca contestaste la pregunta de Eli ¿Ya no nos quieres?
- No se trata de querer o no Ana. Bájate ya.
- Contesta la pregunta nene.
- ¡No, Ana! ¡No las quiero!
Ana se quedó quieta viéndome con tristeza en los ojos. Me sentí mal no por lo que dije, sino por cómo se lo dije. Ella siempre fue muy linda conmigo, no cómo sus hermanas.
- Ana, yo… Perdón. No lo tomes a mal pero no fue fácil vivir con ustedes cuando fuimos niños… Tú siempre fuiste linda conmigo y todavía me acuerdo cuando nos quedábamos dormidos mientras me abrazabas… La única razón por la que pude soportar a Jess y a tu hermana fue por el recuerdo de esos pequeños momentos contigo. Después se fueron para regresar ya de jóvenes y entonces sí fue imposible tolerarlas. No es que no las quiera. Somos familia y hubo algunos buenos momentos pero…
Con mirada de asombro Ana me preguntó:
- ¿Todavía te acuerdas de cuando jugábamos a la casita? ¡Pero si eras muy pequeñito!
- Sí, todavía me acuerdo. Es una de las pocas cosas que recuerdo de esa edad. Nunca se me ha olvidado.
Ana volvió a sonreír, se me acercó y me dio un tierno beso en la boca.
- ¡Mi vida, pero qué lindo! ¿De qué es de lo que más te acuerdas?
- Bueno… pues de… el calorcito de tu cuerpo… y tu olor… y tu piel que se sentía muy suave…
Ana empezó a moverse por encima de mi short con suavidad. Por un momento no supe que hacer. Quería quitarla de encima y salir corriendo a mi habitación pero también quería quedarme ahí sintiendo su cuerpo y respirando su aroma.
- ¿Te acuerdas de cuando estabas en nuestra habitación y nos cambiábamos de ropa?
- No es uno de mis mejores recuerdos, pero sí, si me acuerdo.
- ¿Y no te gustaba vernos sin ropa?
- ¡Ana, tenía como… ocho años o… algo así. Yo lo que quería es que me dejaran salir a ver la tele.
- Yo me acuerdo que te nos quedabas viendo, Especialmente a Jess cuando andaba sin sostén. No le podías quitar la vista de encima a ese enorme par que trae en el pecho.
- Yo sólo quería salir de ahí.
- Todavía recuerdo una vez que Eli se agachó para cambiarse las pantaletas y se te cayó la mandíbula mientras lo hacía. Pero lo que más recuerdo es cuando te acercaste a mí una vez que me viste sin sostén y me preguntaste por qué tenía tantas pecas. Te dije que no sabía y me preguntaste que cuántas tenía. Yo te dije que muchas, que las podías contar si querías y usando tu dedito empezaste a contarlas mientras yo sentía cosquillas.
- Creo que me acordaría de algo así.
- Bueno, y ahora ya más grandes ¿Qué te parecemos? Y no mientas.
- Muy guapas.
- ¿Te provocamos una erección?
- Sí, Ana. Están todas muy guapas. ¿Te bajas ya?
Durante todo este tiempo no había dejado de frotarme con el movimiento de su cadera. Se empezaba a ver la excitación en su cara y seguramente, también en la mía. Bajó las manos y jaló mi short hasta dejar salir mi erección.
- ¡Mira nada más cómo estás! Eres un pinche caliente nene.
Con una mano acomodó la punta de mi verga en su entrada y se sentó en ella. Deslizándose lentamente para dejarme sentir la penetración.
Mis defensas cedieron, La poca resistencia que estaba yo oponiendo, se desvaneció al sentir la suave penetración. Las paredes de su vagina lubricada y caliente como una estufa se abrían poco a poco para dejar pasar el falo. Finalmente entró toda y pude sentir su culo haciendo presión sobre mis piernas. Permaneció así un momento y después empezó un suave movimiento hacia adelante y atrás que poco a poco se volvió más rápido y más intenso.
- ¿Te gusta meterme la verga nene, te gusta?
Lo único que salió de mi boca fue un gemido apagado.
- Apuesto a que se te para cuando le ves el culo a mi hermana. ¿Te gusta el culo de mi hermana verdad?
Ojos cerrados tratando de pensar en otra cosa sin conseguirlo. La imagen de las nalgas de mi prima contoneándose bajo sus minifaldas provocaron otro gemido. Mis manos dejaron de luchar con los brazos de Ana para hacer que me soltara y se fueron a sus nalgas. Las apreté, las amasé y las separé para dejar que mis dedos sobaran su ano.
- Estás pensando en su culo ¿Verdad cochinote? ¿Te gustaría que viniera a sentarse en tu verga, verdad? ¿Qué se matara a sentones mientras ves cómo se le sacuden las nalgas cada vez que te las deja caer para tragarse tu pito, no?
En ese momento abrí los ojos para apartar la imagen de Eli en minifalda, pero el resultado fue peor. Ana tenía su mirada fija en mis ojos y en su rostro la sonrisa de siempre, pero ahora completamente diferente. Sus labios sonreían, pero el resto de la cara estaba transformada por el placer. Empezaban a formarse gotitas de sudor en su rostro cubierto de esas pecas que, en ese momento, resaltaban aún más la belleza de su cara. Bajé mis ojos a sus pezones completamente erectos que amenazaban con rasgar la tela de la playera.
- ¿Le estás viendo las tetas a tu prima nene? ¿Quieres que tu primita te muestre sus tetas? Si quieres te las enseño. ¿Las quieres ver nene, las quieres ver?
Con voz ronca por la excitación le dije que sí. Sin dejar de mover sus nalgas, se separó de mi cuello y se quitó la playera. Allí estaban esos pezones largos que apuntaban hacia mí, agarrados de esas tetas que se mecían al compás de sus movimientos. Mis manos dejaron su culo y se fueron a sus tetas. Pellizqué suavemente sus pezones, los jalé y los torcí con dulzura, acerqué mi boca para chuparlos con avidez. Ella gimió de placer con voz ronca y luego dijo:
- Si, nene, así. Imagínate que son las tetotas de Jess. Chúpalas, acábatelas.
Se acercó a mi oído y me dijo en voz baja y entre jadeos.
- Sé que te gustaría meterle la verga entre las tetas. Apuesto que te encantaría acabarte de criar con esas cosotas que tiene en el pecho ¿No?
- ¡Ahh… Sííí…!
- O mejor aún… de a perrito para que vieras como se le cuelgan y se mecen con tus empujones. ¿Sí?
- Siii… Sííí… Sííí…
- Eres un puerco nene... Quieres cogerte a tus primas… Te estás cogiendo ya a una. ¿Te gusta nene? ¿Te gusta estarte cogiendo a tu primita la boba? Dime… dime pervertido.
- Sííí… Muchooo… Muchooo…
- Pinche cochinote. Cogiéndote a tu pobre primita, metiéndole tu vergota en su pobre panochita. ¿No te da vergüenza? Pinche nene… ya me voy a veniiirrrr…
- Sí… Yo también… Ya no aguanto Ana… Ya no…
Yo quería avisarle para que se saliera. No quería accidentes.
- Sí nene, sí. Dámelos todos… Suéltalos, lléname la panochitaaa…
Explotamos. Ella se convulsionó, se arqueó y se tensó apretándose fuerte contra mí, me clavó las uñas en la espalda y se quedó así, dándose pequeñas sacudidas. Yo le dejé ir la mayor cantidad de semen que había soltado nunca. Yo mismo me asombré al sentir como salía chorro tras chorro de semen que inundó su panocha. Yo también la apreté con fuerza contra mí y así me quedé, gozando de las contracciones de su orgasmo.
Al cabo de un par de minutos, ambos empezamos a aflojar y quedamos en esa posición extenuados y jadeantes tratando de recuperarnos. Cuando se sintió con fuerzas nuevamente se enderezó aún con mi verga adentro y con esa preciosa sonrisa, que había dejado de parecerme estúpida, me dijo:
- ¡Qué venidota nene, que venidota! ¿Te gustó?
No podía mentir:
- Es la cogida más genial que me han dado nunca.
Con cara de felicidad, como la de una niña chiquita a la que le dicen que su dibujo es el mejor de la clase me preguntó:
- ¿De veras nene, de veras?
- Sin ninguna duda.
Me apretó en un fuerte y amoroso abrazo, se separó, me dio un rápido pero intenso beso en la boca y dijo:
- Ahorita vengo.
Se desmontó y fue a la cocina. Tomó un rollo de servilletas de papel y lo trajo al sillón. Con una delicadeza que no creí que tuviera, limpió cuidadosamente mi pene, después limpió el sillón donde se habían depositado la mezcla de mi semen y sus jugos y finalmente, abrió las piernas para limpiarse ella misma. Recogió todo el papel que usó y fue a tirarlo en el bote de la cocina. Luego se dirigió al refrigerador y sacó un cooler para ella y una cerveza para mí volviendo a mostrarme todos esos rincones ocultos en medio su precioso trasero. Regresó a mi lado y me abrazó como si fuéramos novios. Bebimos un par de tragos y entonces le dije:
- Ana, creo que te debo una disculpa.
- ¿Por qué?
- Pues porque siempre te traté de boba y simple y pues… hoy me di cuenta de que…
- ¿De qué sé coger muy bien?
Me avergoncé un poco y mi rostro debió mostrarlo porque ella me dijo:
- Está bien nene. Todo mundo cree que soy boba y simple y… es cierto. Me río de cualquier cosa y trato de no preocuparme por nada. Pero no soy estúpida. Hay una gran diferencia. Tal vez la que deba disculparse soy yo.
- ¿Y eso?
- Pues me doy cuenta de que debimos haberte hecho la vida muy difícil cuando eras niño. Yo me enojé mucho el día que Jess te obligó a ponerte el vestido ese y me alegré hasta el alma cuando, su mamá nos regañó. Especialmente a ella. También me di cuenta de cómo Eli te trataba como a un criado enviándote a hacer un mandado tras otro. En verdad lo siento. Me doy cuenta de que estás resentido. Lo noté cuando nos saludaste con esa… amabilidad indiferente, cuando nos vimos por primera vez después de casi ocho años. Yo estaba emocionada de volver a verte. Siempre te quise mucho. Me dio mucha tristeza tu cortesía fría y como no soporto la tristeza quise hacer algo para remediar, aunque sea un poco, el daño que te causamos… Seguramente preferirías estar en otro lado. Mi tío te obligó a venir, ¿verdad?
- No, no me obligó. Digamos que hicimos un trato. Pero hablando de otra cosa… entonces esto fue sexo por lástima o por culpa.
-No, no, no. – Dijo Ana viéndome a los ojos muy seria por primera vez. – No. Yo pensaba invitarte al cine y a cenar y luego… tomarnos una copita en un barecito muy simpático en el centro de la ciudad. Pero hace rato en la alberca…
- Te hice reír.
La sonrisa volvió a su rostro.
- Sí, pero no fue eso. Vi como pusiste en su lugar a la creída de mi hermana y entonces…
- ¿Entonces…?
- Entonces te vi diferente. No como a un niño sino como a un hombre que no iba a permitir que cualquier mandona de segunda lo molestara… ¡Me dio tanto gusto…! Lo hiciste sin enojarte, con estilo y sobre todo…
- Con humor.
- Sí, con humor. Me reía, no tanto de tus chistes sino de la cara de mi hermana que no podía creer que hubiera alguien que se le pusiera al tú por tú. Una sensación rara se apareció en mi pecho y de repente me sentí muy feliz como…
- ¿Como cuando sabes que vas a tener sexo?
Con cara de niña tímida y sin dejar de sonreírme contestó
- Sí. Me hice pipí, no de la risa sino, de la excitación. Vine a la casa a cambiarme y cuando bajé y te vi cómodamente instalado frente a la tele, muy seguro de ti mismo… bueno… no pude más.
- Entonces el show del refrigerador…
- ¿Te gustó?
- Me encantó. Todo fue genial.
Me abrazó fuertemente de nuevo y así permanecimos un rato. Ella aún desnuda y yo con los pantalones abajo. Nunca me había sentido tan bien en toda mi vida. Sin embargo la inquietud se apoderó de mí.
- Ana… no habrá problema con… bueno…
- ¿Embarazo? ¡Ah, no me importa!
- ¡Qué!
Muerta de la risa me tranquilizó:
- No te preocupes nene, todo está seguro.
- ¿Y Eli y Jess?
- ¿Qué hay con Eli y Jess?
- ¿Se molestarán por esto? Quiero decir, obviamente no le voy a contar a nadie, pero si se dan cuenta se puede armar una broncota.
- Por Eli no te apures. Ella no es un problema. De hecho, hasta creo que antes de que terminen las vacaciones también te la vas a coger a ella.
No podía dar crédito a lo que escuchaba. Era simplemente demasiado que asimilar.
- Jess, por otro lado, puede hacernos la vida difícil. Está resentida ¿sabes? Mi mamá se ha casado varias veces y de todos sus matrimonios sacó algo de provecho, además de que siempre ha trabajado mucho. Tiene ahora mucho dinero y una vida muy cómoda. Tu papá tiene su propia empresa de importación y exportación y le va muy bien según sé. Eli, tú y yo vivimos bien, con comodidades y hasta lujos. Jess por otro lado… A pesar de ser muy inteligente, no pudo ir a buenas escuelas porque su mamá no las podía pagar después de que su marido la dejara por esa fulana más joven. Se quedó con casi nada. Jess no podía comprarse ropa de moda, pagar la cuenta en un café, comprar los libros que le hacían falta y bueno… Creo que sabes de qué te hablo.
- Sí, entiendo.
- No pienses mal. Es una gran chica y siempre vamos juntas a todos lados. Somos como hermanas y cuando mi mamá empezó a hacerse de algún dinero puso un negocio con mi tía y su situación cambió. Abrieron más negocios y Ahora mi tía Jess también tiene una buena posición económica. Le da sus lujos. Ropa, perfumes, dinero para gastar... en fin, de todo. Pero de repente se asoma la amargura por ahí. A veces se aísla, hace comentarios molestos y siempre trata de hacer menos a los demás. No lo hace con nosotras, pero no estoy segura de qué vaya a pasar contigo.
- Ok, ya veo.
- Bueno, tampoco hay que preocuparse mucho. No creo que vaya a pasar nada. Sólo hay que tener cuidado las próximas veces.
El corazón me dio un vuelco.
- ¿Próximas veces? Yo pensé que ésta era una compensación por…
- No. Esto es mucho más que eso… Acabo de tener el orgasmo más grande que haya tenido jamás, lo tuve con una persona que me gusta y a la que amo desde niña. No, nene. Yo quiero más. Cuando terminen estas vacaciones familiares no sé si nos volveremos a ver así que pienso aprovechar cada ocasión que se presente. ¿Te molesta?
- ¡De ninguna manera!
- Bien, entonces, está dicho. Ahora te dejo. Eli y Jess no tardan en venir. Voy a mi habitación a arreglarme y nos vemos al ratito.
Me plantó un beso en la boca y se levantó para ir a la planta alta, sin molestarse en ponerse nuevamente la playera.
Mi erección regresó.
…………..
Aún quedaba toda la tarde del jueves por delante. Me sentía abrumado, confundido. No sabía qué hacer ni cómo reaccionar. La mejor experiencia de mi vida había ocurrido con una de mis primas. No sólo eso, me había prometido más encuentros con ella y más aún, había dejado entrever la posibilidad de me cogiera a su hermana también.
Me fui a mi habitación y me quedé dormido pensando en todo esto. Lujuria, culpa, liviandad, remordimiento. Soñé que estaba yo cogiendo con Eli, ella estaba recargada en el mostrador de la cocina y yo la penetraba por detrás mientras mis tías nos veían sin darle importancia. De repente llegaba mi madre y me daba una regañada de los mil diablos mientras Eli presionaba su trasero contra mi verga diciendo “¡No pares nene, no pares!”. En eso oí fuertes golpes en la puerta y me incorporé de un salto.
- ¿Estás ahí? ¿Puedo pasar?
Era la voz de Eli. Sentado en la cama, todavía medio dormido y confundido por el sueño le dije que pasara.
- Con gesto serio, pero, aún en bikini sin el sostén, me dijo:
-Vamos a comer ¿Vienes? – De pronto, fijándose atentamente en mí dijo: - Estás sudando, ¿Por qué no pones el aire acondicionado?
- Ah… sí… gracias. Ahorita bajo.
- Ok. Te esperamos.
Cuando por fin pude reaccionar me puse de pie y me di cuenta de que tenía una erección de miedo. Mi verga no es muy gruesa, pero si es larga. No había chance de que Eli no la hubiera notado. Me levanté al baño y me lavé la cara. Me vi en el espejo y casi no pude reconocerme.
Bajé al comedor y ahí estaban ellas ya sentadas comiendo en la cocina. Ana se puso de pie muy alegre y fue a servirme pollo rostizado con unas papas y una cerveza. Puso mi plato y la cerveza junto a su lugar y me senté a su lado.
Aunque no se veían enojadas, si estaban muy serias. Excepto Ana que sonreía todo el tiempo. Jess, que se había vuelto a poner la playera sobre sus generosos pechos, comió rápidamente y dijo. “Ahí se ven. Yo me regreso a la alberca”. Dejó su plato en el fregadero y se fue. El resto de nosotros terminó de comer en silencio salvo por el ocasional “Pásame la sal” o “¿Quieres más?” Ana seguía con la playera de hace rato pero ya se había puesto unas pantaletas, terminó de comer y se levantó alegremente de la mesa. Llevó su plato al fregadero y regresó a mi lado dando saltitos de niña chiquita. Me besó la mejilla y dijo:
- Nos vemos al rato nene. Voy a mi recámara a tomar una siesta.
Y se alejó dando sus saltitos.
Eli y yo la seguimos con la mirada y dijo muy seria:
- Tienes razón. Creo que yo tampoco quiero hijos.
Me causó risa su comentario y me animé a decir:
- Veo que las nenas siguen de paseo.
Elí seguía con sus tetas al aire.
- No pensé que te molestara, después de todo apenas y se pueden ver ¿No?
- Oye tú empezaste.
- Si, ya sé, ya sé.
- De hecho, si me permites un cumplido… ¡Se ven bastante bien!
Le hice el cumplido como una oferta de paz. Esperaba un “Gracias” o un “¿Te parece?”. Pero Elí no era alguien con quien jugar. Tenía un carácter fuerte y era la bruja mayor del aquelarre.
- Ah, ¿Sí? ¿Por qué? - Dijo en tono desafiante.
- Oye, te lo digo en serio y no es por molestar. Si no quieres que haga más comentarios, pues no los hago. Lo lamento si te enojaste. Pero fuiste tú la que empezó.
- Esto no tiene nada que ver con mis tetas o con tus bromas. Es acerca de mi hermana.
- ¿Ana? ¿Qué pasa con Ana?
Contesté lo más seguro que pude, pero sintiendo un nudo en el estómago.
- ¿Le dijiste lo mismo a ella? ¿Qué tiene tetas bonitas?
- ¿Qué? – dije tratando de fingir que no sabía de qué me hablaba. Aunque ya veía venir el broncón.
- ¿Te cogiste a mi hermana?
- ¿Qué?
- ¡Que si te cogiste a mi hermana! La conozco de toda la vida. Sé perfectamente cómo se porta después de haber tenido sexo. Pone esa cara ridícula y se la pasa dando saltitos y canturreando como tonta toda la tarde. Ya no es la niña que estaba a mi cargo, tampoco lo es Jess. Pero a pesar de que todos digan que soy una mandona, me preocupan y lo que hago, lo hago para protegerlas.
Se puso de pie tomó su plato y el mío y los llevó al fregadero. Regresó y se sentó frente a mí al otro lado de la mesa.
- ¿Me merezco tus bromas? Probablemente. Sé que no fui la mejor de las primas. Ok, lo entiendo y no tengo problemas con eso. ¿Te hice ver tu suerte de niño? De acuerdo. Desquítate conmigo. Pero si te atreves a dañar a mis hermanas, no sabes lo que te espera. Así que contesta. ¿Te cogiste a mi hermana?
El temor que sentía se transformó en enojo. ¿Con que derecho se hacía pasar por la buena del cuento? Acudieron a mi mente todas las veces que me fastidiaron ella y Jess cuando yo era un niño.
Exploté. Con una mirada que podía traspasar acero solido la miré a los ojos y le dije:
- ¿Quieres saber si me cogí a Ana? ¿De veras quieres saber? Bueno, te lo digo.
Me acomodé en mi asiento e intensifiqué mi mirada. Pude notar que ya no se sentía tan segura de dominar la situación. No estaba acostumbrada a que retaran su autoridad.
- Con toda honestidad te puedo decir que no. No me cogí a tu hermana… Ella me cogió a mí. Prácticamente me violó.
- No es cierto ¡Estás mintiendo!
- No, no miento. Primero se agachó frente al refrigerador y me ofreció una vista panorámica de su culo con todos los detalles que habitualmente no se ven. Después vino a mí y se me montó. Me dio la cogida de mi vida… Cabalgó mi verga hasta que se vino entre sudor y jadeos.
La mirada desafiante de Eli había desaparecido. Su enojo fue reemplazado por angustia.
- ¿Y quieres saber por qué lo hizo? Déjame decirte. Lo hizo porque te tiene coraje. Porque se dio cuenta de cómo me tratabas de niño, pero nunca se atrevió a decirte nada porque te respeta y también te teme. Quería invitarme al cine y a cenar para disculparse por la manera en que tú y Jess me trataron. Pero cuando vio lo que pasó entre tú y yo en la alberca se alegró y… y… se excitó y… vino y… y… me cogió mientras yo trataba de ver una película.
Aumentando el énfasis de mi voz continué:
- Así que, si estás enojada y quieres golpear a alguien, puedes empezar por golpearte tú misma, porqué tu eres la causa de lo que pasó. Y ni se te ocurra querer ir a regañarla porque entonces vas a ser tú la que se tenga que cuidar de mí. Ya no soy el niñito ese que podías mangonear a tu antojo. Y créeme… yo soy un alacrán que no te quieres echar encima. No juego limpio cuando me enojo y ni mi madre ni mis tías se pondrían contra mí. (Esto último para agregar un toque de drama).
Lo más insólito pasó entonces. Jamás había visto llorar a Eli. No creo que nadie la haya visto llorar jamás. Lloraba desconsoladamente. Dentro de mí sentí la satisfacción de la victoria, quería gozar ese momento, quería tener mi celular en la mano para grabar el evento. Quería terminar de aplastarla, decirle que todo era su culpa y que se lo merecía por ser la perra que era. Pero entonces la imagen de Ana vino a mi mente. No quería lastimarla y sabía que quería mucho a su hermana. Así que, contra toda mi voluntad, decidí consolar a Eli. Fui al mostrador tomé unas servilletas que estaban ahí y di la vuelta para sentarme a su lado. Le ofrecí las servilletas y puse una mano sobre su hombro.
- Sé que tratas de protegerlas. Pero no puedes seguir siendo tan dominante. Ya están grandes… Ya estamos grandes todos y no son tontas. Déjalas ir. La infancia quedó atrás y tu trabajó terminó. Ya no están sin sus padres en casa de una tía. Cada quien tomará su rumbo y… vale la pena dar un consejo de vez en cuando, pero controlarlas como solías hacerlo… simplemente ya no es posible.
En ese momento su resistencia cedió apoyó su cabeza en pecho y me abrazó diciendo entre sollozos:
- Deben pensar que soy un ogro… una bruja.
Yo sí lo pensaba, pero no se lo iba a decir en ese momento.
- No, te quieren mucho. Pero también resienten el trato de niñas que les das. Por lo menos Ana lo resiente.
- ¿Y tú? ¿Tú me odias?
- No te voy a decir mentiras. Me hiciste pasar muy malos ratos. Tú y Jess. Y sí, sí guardo algún resentimiento. Pero eso está atrás. La única manera de que tú y yo tengamos algún problema en el presente es si quieres seguir mangoneándome como solías hacerlo.
Siguió apoyada en mi pecho un rato y cuando se calmó, se incorporó y volteó a verme para preguntar sin dejo de enojo alguno:
- ¿Y lo que pasó entre tú y mi hermana?
Le solté el hombro y entrelacé mis manos sobre la mesa.
- No lo sé. Sé que no fue lo correcto. De hecho, en un principio le dije que no me parecía bien y traté de detenerla, pero…
- Conociendo a mi hermana, sé que no va a parar.
- ¿Sabes? Y por favor no lo tomes a mal, sé que es difícil para ti, pero… Nunca sentí nada igual en toda mi vida. Todo su amor, toda su pasión. Me dijo que me amaba y… una sensación abrumadora me está comiendo por dentro. Sé que no debemos, pero…
- Mi hermana no sabe de medias tintas. Cuando le gusta alguien simplemente no se detiene.
- Sé qué debo hacer Eli, pero no sé si pueda… creo que yo también… la amo, desde niño la he querido. Y si viene de nuevo a mí creo que no voy a poder resistirme…
- ¿Qué hacemos entonces?
- Le voy a decir a mi mamá que recibí noticias de la universidad y que tengo que regresar a tomar mi seminario de titulación para no perder un semestre. Me regreso a casa…
- ¿Estás dispuesto a hacer eso por nosotras?
- No, Eli. No por ti. Lo hago por ella. Si debo ser honesto, aún te guardo algún rencor, pero a ella la protegería con mi vida.
Me levanté y le dije:
Me voy a mi habitación. Cuando lleguen mamá y mis tías diles que no me siento bien y que me fui a dormir temprano. Mañana hablo con mi mamá y me regreso a casa.
Caminé hacia mi habitación y al pasar frente al fregadero le dije:
- Por cierto, no pienso lavar los platos.
Viernes
A eso de las ocho de la mañana me desperté al escuchar gritos en la planta baja. Me levanté y abrí la puerta sin salir de la habitación.
- Cálmate hija, cálmate.
- ¡Siempre está metiéndose en mi vida mamá, siempre! No me deja ni respirar.
- Pero ¿qué pasó mi amor? Dime…
- Pasa lo que siempre pasa, quiere controlar mi vida. Nada de lo que hago le gusta, siempre me dice que soy una tonta…
- ¿Le hiciste algo a tu hermana Eli?
- No mamá, sólo quería hablar con ella…
- Para controlar mi vida otra vez…. Déjame sola. Ya soy adulta y me voy a largar de la casa para ver si así me dejas en paz de una vez por todas, te ODIO.
Oí pasos corriendo y una puerta azotándose. Después otros pasos subiendo y la voz de Eli al tiempo que golpeaba la puerta:
- Ana, ábreme, vamos a hablar.
Luego la voz de mi tía con tono severo.
- Eli vamos al estudio para que me expliques porqué tu hermana se quiere ir de la casa.
- Pero mamá…
- ¡Nada de mamá, baja de inmediato!
Cuando sentí que se hizo el silencio me animé a bajar.
Jess chica ya no estaba en la cocina, sólo su mamá y la mía.
- ¿Qué pasó? - Me atreví a preguntar sabiendo ya por donde iba la cosa.
- Pues que ya íbamos a llamarlos para el desayuno cuando Ana entró hecha una furia a decirle a tu tía que su hermana la estaba fastidiando otra vez y en eso llegó Eli y empezaron a discutir a gritos.
- ¿Y Jess chica?
- Tan sorprendida como nosotras, cuando tu tía se fue al estudio con Eli, dijo algo como: “Esta familia está para el manicomio” y se fue a la alberca.
Mi tía me preguntó:
- ¿Tú sabes de que se trata todo esto?
- Bueno… ayer que no estaban ustedes algo le oí decir a Ana acerca de que Eli controlaba su vida o algo así y después, platicando con Eli al terminar la comida, algo dijo sobre su deber de proteger a Ana y a Jess. Pero todo se veía bien, sin gritos ni nada.
Mi tía suspiró.
- Eli debería entender que ya no son niñas y que no puede seguir diciéndoles que hacer… en fin. Por lo menos lo hace de buena fe. Pero siéntate, déjame servirte el desayuno.
Nos sentamos a la mesa y desayunamos con calma, sin hacer mayor comentario al respecto. Pasaron unos veinte minutos y al terminar el desayuno intenté levantarme para dejar los platos en el fregadero y mi tía me detuvo.
- Déjalo nene. Yo lo hago.
Mi mamá aprovechó para decirme:
- Crees que puedas hablar con ellas para ver si se calman las cosas. Es por tu tía. El domingo es su cumpleaños y quisiéramos que se la pase bien.
- Bueno… Mira… Esto es…
- ¿Qué pasa mi amor? ¿Algo malo?
- No mamá, nada. No te preocupes es sólo que… Me mandaron un corr….
- ¿Alex puedo hablar contigo por favor?
Era Eli parada en la puerta de la cocina que no me dejó terminar la frase. Mi mamá me apuró.
- Ve hijo, ve. A ver si puedes ayudar.
Me levanté de la mesa y salí con Eli a uno de los jardines, el que está junto a la cochera. Ahí hay una pérgola llena de enredaderas que dan sombra sobre una mesa con sillas. Nos sentamos en ellas y Eli preguntó apresurada:
- ¿Ya le dijiste a mi tía que te vas?
- No, estaba a punto de hacerlo cuando me llamaste.
- No le digas nada. No te vayas.
- Pero… ¿por qué?
- Hoy en la mañana le dije a Ana que habíamos platicado y que decidiste que lo mejor era irte…
- ¿Pero, por qué? - La interrumpí. - Debiste dejar que le dijera yo. Seguramente pensó que era obra tuya.
- Sí, eso pasó.
- Y entonces se enojó ¿No?
Nuevamente se soltó a llorar y con frases entrecortadas por el llanto me contó:
- Su… su rostro se tran… transformó en una máscara de… de tristeza como nunca la había visto. Ella siempre tan… sonriente y tan feliz. Pude ver cómo le rompí el corazón. Luego se enfureció y me dio miedo. Nunca la había visto así… Me insultó… como nunca lo… lo había hecho. Bajó… bajó dando gritos y… y…
- Sí, esa parte la oí. Pero… ¿Ahora qué quieres hacer?
Eli tomó mis manos y las puso contra su pecho.
- Júrame que no te vas a ir, júrame que vas a arreglarlo todo… No soporto ver así a mi hermana, simplemente no puedo… Quiero que vuelva a reír. No importa si nunca me perdona… pero no la quiero ver con el corazón roto… especialmente cuando fui yo quien lo rompió.
- Pero… ¿sabes lo que me estás pidiendo?
Con la voz apagada dijo:
- Sí, lo entiendo muy bien… No sé qué pensar ni que sentir lo único que quiero es que vuelva a sonreír.
- No estoy muy seguro, tal vez no sea lo mejor…
- Ayer me dijiste que la protegerías con tu vida… Ahora te pido que lo hagas.
Guardé silencio un momento y pensé la situación. Finalmente le dije:
- Sólo volver con ella no es suficiente. Si en verdad queremos arreglar las cosas, debemos hacer que no te guarde rencor, de otro modo las cosas pueden ponerse mal otra vez.
- Eso sería maravilloso… ¿Crees que puedas hacerlo?
- Va a ser difícil, pero tal vez lo logremos.
Eli sonrió llena de felicidad y se me colgó del cuello.
- ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!
- Pero no va a ser fácil. Tendrás que hacer exactamente lo que te diga.
- Lo que sea. Tú dices y yo lo hago.
- De acuerdo empecemos por el principio. ¿Qué le dijiste a tu mamá?
- Que habíamos peleado por un chico que conoció en la disco el miércoles en la noche. Y que se enojó conmigo. Le dije que me dejara arreglarlo y me dijo que si no estaba resuelto el asunto antes de la comida se armaba la grande. Le dije que ella te hacía caso y que te iba a pedir que hablaras con ella.
- Bien hecho, ahora tengo que hablar con ella a solas. ¿Puedes hacer que mi mamá y las tías salgan de casa unas horas?
- Seguro, les voy a decir que vas a hablar con ella y que sería mejor dejarlos solos y así podemos aprovechar para comprar las cosas necesarias para el domingo.
Eli hizo lo que acordamos aun a pesar de la resistencia de Jess, que no quería ir a la ciudad. Pero una mirada fulminante de su mamá la convenció de que no tenía más remedio. Mis tías aceptaron de buena gana esperando que yo pudiera ayudar a solucionar las cosas. No voy a mentir, una perversa sensación de placer me invadió. Elí me estaba dando permiso, de hecho, me preparaba el terreno para que me siguiera cogiendo a su hermana.
Cuando todos se marcharon, toqué en la puerta de Eli.
- ¡Lárgate! ¡No quiero hablar contigo maldita vaca!
- Ana, soy yo.
Pasos corriendo y de repente se abrió la puerta Ana se colgó de mi cuello y me abrazó diciendo:
- No te vas a ir ¿verdad? Dime que no te vas a ir.
- No, Ana. No me voy a ir.
- ¿No me quieres? Me dijo viéndome con la tristeza marcada en la cara.
- Te quiero Ana, te quiero mucho. Lo que pasó entre nosotros fue lo más maravilloso que me ha ocurrido nunca. Es sólo que…
- ¿Qué? ¿Qué…?
- Bueno, Eli habló conmigo y pues como somos primos…
- La muy infeliz decidió que tenías que irte ¿No? Te dijo que te fueras y luego fue a verme para decirme que… ggghhgh ¡cómo odio a la perra de mi hermana!
- No, Ana. No. Tu hermana te quiere mucho e hizo lo que hizo porque creyó que era lo mejor.
- ¡Pues no lo fue!
- Lo sé. Lo sé. Ahora tranquilízate. Ya pasó todo.
- ¿Me quieres nene, me quieres? Yo te quiero mucho. Desde que éramos niños.
Empezó a besarme con una pasión que no había yo conocido nunca. Su lengua recorrió todos los rincones de mi boca. Me jaló hacia ella y caímos en su cama. Ella aún estaba en pijama. Me sacó la playera y se quitó la suya. Empecé a besarle el cuello y a morderle suavemente el lóbulo de la oreja. Mientras mis manos se deleitaban con sus pechos.
- Si nene, así. Te amo, hazme tuya otra vez.
Si debemos ser francos, la primera vez ella me hizo suyo. ¿Pero quién soy yo para detenerme en un asunto de semántica? Las cosas empezaban a tomar su curso.
Terminamos de desnudarnos y ella bajó su mano para alcanzar mi verga. La movió suavemente mientras me besaba. Después, dejó mi boca para empezar a mamármela. Su boca hizo maravillas. Fue una chupada sin prisas, acompasada. Se la metía toda, hasta la garganta. Y luego la sacaba para chupar la cabeza mientras me frotaba con sus manos. No aguanté más y la jalé hacia mí. La puse de espaldas y me acomodé entre sus piernas. Ella las abrió con una mirada de deseo que no hubiera podido ocultar, aunque quisiera.
- Sí nene, sí. Penétrame. Dame tu verga. Cógete a tu primita.
- Si Ana, sí. Me vuelves loco. Quiero que seas mía.
- Ya soy tuya amor. Tuya, tuya, tuya. Haz conmigo lo que quieras.
Le regresé el favor del día anterior y la penetré lentamente. Ella podía sentir cada centímetro metiéndose en su panocha.
- Sí mi amor, sí. Entiérrame el pito, cógeme. Soy tu amante, soy tu mujer, soy tu puutaaa…
En este punto el bombeo se volvió frenético. Sudábamos, gemíamos jadeábamos. Sus piernas abiertas al aire se movían al compás de mis embestidas. El olor a sudor y a sexo inundaba la habitación. Ella arañaba mi espalda y se arqueaba hacia atrás. Cerraba los ojos y cuando los abría estaban en blanco. Recibía mi verga con placer y no dejaba de hablar.
- Si, así. Párteme con tu vergota. Entiérramela toda, hasta los huevos mi amoorrr… ¿Te gusta cogerme? ¿Te gusta darle verga tu primita, nene? ¡Dale… daleee! ¡No te pareeeess!
Seguimos así un tiempo más y se vino. Me enterró las uñas en la espalda me mordió entre el hombro y el cuello, se contrajo como la vez anterior en medio de pequeños espasmos y nuevamente sentí las contracciones de su orgasmo alrededor de mi verga palpitante. Yo me quedé casi a punto de venirme. Pero no me molestó no terminar. El espectáculo de su venida valió la pena.
Cuando se relajó se zafó de mi verga dura como el mármol y se agachó a besarla con ternura varias veces repitiendo:
- ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo!
Dejó mi verga y se abrazó de mi cuello llenándome de besos. Volvía a sonreír. Esa sonrisa franca de niña le había vuelto al rostro.
- ¡Pobrecito! No alcanzaste a terminar ¿verdad?
- No importa… valió la pena.
- ¡No sabes cuánto te amo!
- Lo sé preciosa, lo sé.
- No. No lo sabes. Y para que veas cuánto te quiero te voy a hacer tres regalos. El primero: ¿Ya te has cogido a alguna chica por el culo?
Se separó de mí y se puso en cuatro ofreciéndome las nalgas. Volteando a verme me dijo:
- Es tuyo mi amor. Mi culito es tuyo. Quiero que lo tomes y me lo perfores. Quiero que sueltes tus chorros de semen adentro de mi culito.
- ¿De veras? ¿Me vas a dejar que…?
- Es tuyo para que hagas con él lo que quieras. ¡Anda, toma tu regalo!
- Esta sería mi primera vez así… no sabría que hacer…
- ¡Todo lo que quieras!
Me puse detrás de ella y empecé a besarle las nalgas mientras mi mano le acariciaba la panocha. Lentamente me fui acercando a su agujerito y empecé a besarlo. Con cada contacto sus nalgas se sacudían casi sin control y cuando saqué la lengua y empecé a lamerlo contrajo las nalgas y se dejó caer en la cama.
- ¡Por Diooosss! ¡Qué ricooo!
Volvió a ponerse en cuatro y abrió bien para permitir que continuara. Mi mano volvió a masturbarla y a jugar con su clítoris. Continué usando mis labios y lengua en su precioso agujerito rosa y cuando sentí que estaba ya muy mojada me coloqué en posición. Mi verga estaba más dura que nunca y aún mojada por los jugos de su venida. Apoyé el glande contra su agujero y el contacto la hizo sacudirse.
- Sí nene, dámela. Déjamela ir…
Se agarró las na
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