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El culo mas grande de todo el barrio – i parte

Recién con un año de matrimonio y 25 años de edad,  nos cambiamos de casa con mi esposita a un tranquilo y consolidado barrio.  Por un lado teníamos de vecino a un carabinero jubilado y su esposa, ambos de avanzada edad  y por el otro lado, a otro matrimonio de adultos mayores, dueños de una botillería, con hijos ya grandes.  El carabinero con suerte me saludaba, y su señora casi ni se veía, mientras que la otra pareja, completamente distintas, muy sociables,  desde un principio fueron muy amables y nos dieron una cordial bienvenida. 



                        Pasó el tiempo y mi mujer se hizo muy amiga de la señora Mercedes, una mujer muy simpática, de unos 53 años, gorda , culona , muy alegre y sociable,  por lo que era habitual que ella frecuentara nuestra casa. Por mi parte, también hice buenas migas con su marido, Don Alberto, que a pesar de tener casi 60 años, al igual que su mujer, su forma de ser era muy alegre y conversador.  Era frecuente que el se sentara afuera de su casa y me invitara a tomarme un trago conversando un sin fin de cosas. A pesar de nuestra diferencia de edad, me entretenía bastante conversando con el. 



                        A mí me gustaba mantener un jardín bonito, al que le dedicaba bastante atención. Mi vecina, la Sra. Mercedes también tenía el mismo hobby y varias veces coincidimos estar arreglando nuestros jardines al mismo tiempo, conversando a través de la reja de plantas o herramientas de jardinería etc.



                         Reconozco que desde un principio sentí una morbosa atracción hacia el culo de mi madura vecina. No era grande , ¡ era  enorme!  , un megaculo , por decirlo de alguna forma. Dos gigantescas  masas de carne, tremendas , que se bamboleaban al caminar y que inevitablemente me hacían mirarlas y desearlas, a pesar de tener a mi lado un culo perfecto como el de mi veinteañera mujer. Me imaginaba la suerte de mi vecino de tener un culo de esas dimensiones para hacerle lo que quisiera.



                        Fue justamente en uno de esos encuentros de jardinería, cerca de las 5 de la tarde, donde con un sol abrazador, había bebido unas 6  latas de cerveza, sin estar borracho, pero si algo “contento”, en donde mis ojos se concentraron en el tremendo culo que tenía mi vecina.  Me quede absorto mirando el tremendo culo en pompa de mi madura vecina, que agachada retiraba la maleza de su jardín, dándome un espectáculo fenomenal de esa parte de su cuerpo que tanto me gustaba.  Tan concentrado estaba, que no me percaté, que ella mirando hacia atrás, se dio cuenta que su vecino estaba embelesado viéndole el culo y solo después de unos segundos, me di cuenta que había sido sorprendido.   No dijo nada, solo sonrió, pero desde ese día, empecé a notar un cambio departe de ella,  mostrándose más conversadora conmigo,  incluso algo mas coqueta.



                        Por mi mente comencé a pensar que esa mujer que me doblaba la edad y que fácilmente podría ser mi madre, se había sentido alagada al sentirse observada de esa forma , deseada por un joven de mi edad y no me equivoque. Luego de un tiempo, comencé a sentirme incluso acosado por ella, su forma de atenderme, de mirarme , de tocarme más de la cuenta y  yo por mi parte también comencé a demostrar  interés por ella , hablando mas con ella, mirándola de una forma seductora, era evidente la mutua atracción , hasta que llego el día ….



                        Una noche de verano, como muchas otras, en que habíamos estado los cuatro conversando el patio de mi vecino, yo tomando cerveza y mi vecino una botella de vino con su señora, entre risas y risas, mi señora, mala para trasnochar se fue a acostar y luego de una hora más o menos, mi vecino completamente ebrio se quedo dormido en el sillón del patio. Ayude a mi vecina a entrar las cosas a la cocina y ahí, sin prender la luz, solo con la del pasillo , ella deja las cosas sobre el mueble de cocina, yo también y se queda dándome la espalda en silencio.  Envalentonado por las cervezas que llevaba en el cuerpo mas la calentura que me producía esa veterana , me acerco a ella por detrás y descaradamente la abrazo, apretándole las tetas. Ella no se sorprende , ya que hace rato esperaba una reacción así de mi parte , se entrega , se  deja tocar y echando su cuerpo hacia atrás , terminamos frotando nuestros cuerpos fuertemente , sintiendo sobre mi verga ese enorme culo que hace tanto rato me tenía caliente.



                        Fueron solo dos minutos, donde mis manos manosearon a gusto el redondo cuerpo de mi vecina por todos lados , mas , cuando quise levantar su vestido y follármela ahí mismo en la cocina , me detiene y me dice que ahí no, que me espere, que mejor la ayude a llevar a su marido al cuarto y que de ahí me dejaría. 



                        Salimos de la cocina, con mis manos tocándole el culo, saliendo al patio, donde Don Alberto permanecía muerto de curado.   Entre los dos lo tomamos y lo llevamos al cuarto, dejándolo tendido sobre la cama.   Me dice en secreto que me despida, y que la espere en el patio.  Doña mercedes se queda acostando a su marido. Despidiéndome fuertemente de Don Alberto y de ella, salgo al patio, apagando la luz y esperando ansioso a mi vecina. Al poco rato veo la silueta de mi gorda , madura e infiel  vecina acercándose sigilosamente hacia mí.



 



            Desesperado me abalanzo sobre ella, la apoyo contra la pared y la beso apasionadamente. Como un pulpo mis manos se apoderan de todo su redondo cuerpo, apretando con fuerza sus grandes nalgas al fin , manoseando descaradamente sus tetas, sobando su sexo mientras ella gemía en silencio mientras su joven vecino desquitaba las ganas acumuladas con su robusto cuerpo. Sin mucho preámbulo, ansioso de poseer ese cuerpo que hace rato me tenia caliente meto mis manos bajo su vestido y le bajo sus calzones hasta los tobillos, deleitándome con esas enormes nalgas frías al fin entre mis manos , apretándoselas fuertemente.  Como pude me desabroche los pantalones y ya con ellos abajo comencé a tratar de penetrarla.



 



            No fue una tarea fácil, ya que su baja estatura y su poca agilidad no me dejaban penetrarla bien. Solo sentía su concha estilando en jugos, mojarme la cabeza de la verga.  Opté por darla vuelta y haciendo que se doblara, ataque por atrás,  consiguiendo penetrarla al fin.  Era una situación completamente morbosa, estar follándome a mi madura vecina, semi vestida , con el vestido sobre su espalda, sus blancas y enormes nalgas a la luz de la luna,  yo haciendo mi mejor esfuerzo por penetrarla lo más adentro que fuese posible, en el patio de su propia casa, con mi mujer al otro lado de la pandereta y su marido durmiendo en su cama.  De todas formas, el enorme culo de mi vecina y en la posición que estábamos, no me permitía llegar hasta el fondo, por lo que luego de un rato, la convencí que  nos acostáramos en el pasto.



                        En medio de la oscuridad de su patio, me acosté de espalda y ella pasando sus piernas a mi lado, se sentó sobre mí. Fue ahí donde al fin pude meterle toda mi verga a mi gorda vecina, enterrándosela hasta lo más profundo de su mojada concha. Sentí como su vagina se llenaba con mi verga, y me deleite apretando esas nalgas que me tenían caliente, subiéndola y bajándola , enterrándosela hasta el fondo,  sintiendo como sus flujos vaginales me mojaban mis pelos. Me hubiese gustado haberle chupado las tetas , pero por la forma de su vestido , era muy difícil sacárselo. 



                        Por unos 10 minutos la tuve asi, hasta que avisándome que se corría, comenzó a moverse muy fuertemente, dejándome caer todo el peso de su cuerpo, golpeando con furia sus grandes nalgas contra mi cuerpo , hasta que entre gemidos acallados comenzó a correrse abundantemente dejándome todo mojado.  Lo morboso de la situación, mas su forma de correrse, me hizo correrme al mismo tiempo, alcanzando ambos un monstruoso y silencioso orgasmo.  Nos levantamos rápidamente y nos vestimos.  Le dije lo mucho que había disfrutado y que me gustaría estar nuevamente con ella, pero en un lugar mas cómodo y con mas tiempo. Me dijo que ella también lo deseaba y que ya encontraría la forma de estar nuevamente conmigo y disfrutar más rato.  Salí silenciosamente de la casa de mis vecinos y me metí a la mía.  Tenía marcado el pasto en el culo, restos de pastos en la verga y el pasoso olor de la vieja concha de mi vecina. Era increíble la cantidad de jugos que botaba la concha de mi vecina y lo fuerte de su olor. Me lave lo mejor que pude y me acosté. A mi lado mi mujer dormía plácidamente sin pensar siquiera lo que había sucedido al otro lado de la pandereta.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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