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Categoría: Maduras

El complot

El complot



 



SINOPSIS: Alentado por sus primas, un joven de 16 años conoce a madura mujer, quien recibe sesiones de sexo de alta temperatura para cumplir sus fantasías eróticas. Ella disfruta plenamente la compañía del muchacho y ambos se entregan a las mejores cogidas que hayan tenido en la vida…



 



ECSagardez



Era una nocha sabatina y calurosa en el puerto de Veracruz, el duro estío provocaba el frecuente consumo de refrescantes bebidas, mientras el baile estaba en todo su apogeo. Las parejas de jóvenes y adultos se movían al ritmo de la música afroantillana (salsa), muy común en esa ciudad…



Mis primas Irene e Italia, me habían invitado a esa tertulia, porque la quinceañera era ahijada de una de ellas. Así que me puse de acuerdo con mis parientas para poder llevar a mis amigos Isidro, Jorge y Reynaldo, sin que pusieran objeción al respecto.



Cerca de las 21 horas, llegamos a la casa donde la fiesta se llevaba a cabo en el patio, a simple vista la diversión nos esperaba y, sobre todo, un buen platillo. Porque si algo caracteriza al pueblo veracruzano es su hospitalidad y cortesía…



Al vernos llegar mi prima Irene de inmediato salió a recibirnos y nos condujo hasta el centro de la fiesta para presentarnos a los anfitriones y a su ahijada, la quinceañera, por lo que enseguida nos dijeron que nos pusiéramos cómodos, en tanto un mesero se acercaba para ofrecernos unas cervezas y refrescos…



Por supuesto rechacé la cerveza y agarré una refrescante Coca-Cola… Pero mi prima no conforme, me llevó a un lugar de la fiesta donde se encontraba sentada una señora, la cual dijo llamarse Marisela… Parecía que tenía tiempo de conocerme, porque enseguida me pidió que si le dispensaba bailar con ella la canción que el grupo musical tocaba…



 



II



Al calor de la plática, por el baile, me comentó que mi prima Italia le había hablado de un primo que era buen bailarín de salsa y tenía curiosidad por conocerme. Lo cual se cumplió esa noche…



Debo decir que la señora Marisela también tenía lo suyo para el baile y de inmediato entró en confianza, porque me tuvo atrapado toda la noche con su plática y su forma grosera de hablar que en lugar de causarme enojo, me causaba mucha risa… Festejábamos de lo lindo cada ocurrencia y saqué también, en ese momento, los mejores chistes de mi repertorio… En verdad que la estaba pasando bien con ella, mientras mis amigos tomaban cervezas y comían los bocadillos que ofrecían los meseros…



Parte de la noche transcurrió sin ningún problema… La señora Marisela seguía a mi lado y estuvimos bailando todas las melodías… Al grado de decirme:



— Oye muchacho que bien bailas la salsa… Nunca había tenido una pareja como tu… Por cierto, ¿cuál es tu edad?



Mi respuesta fue la siguiente:



— Gracias señora… Pero es que lo traigo de herencia, debe saber que nuestro abuelo es de origen cubano y mi papá, pues desde muy joven salía en comparsas… Así que yo heredé el gusto por el baile



— ¿Y tu edad? –preguntó de nuevo-.



— Acabo de cumplir los 16 años



Y el interorgatorio siguió:



— ¿Trabajas o estudias?



— Actualmente estudio el bachillerato en el IIV –repuse-.



Por lo que siguió inquiriendo:



— ¿Y que piensas estudiar? ¿Ya lo tienes pensado?



Mis respuestas ya eran lacónicas y sólo le respondí que periodismo, porque me estaba cansando de tanta pregunta… Sin embargo, debo decir que fui educado por mis abuelos para respetar a los mayores, así que buscaba el momento adecuado para evadirla y buscar a mis amigos para seguir la diversión…



 



III



Experimentada como era la señora Marisela, quien me había dicho tener 51 años de edad, se percató que ya estaba molesto y siguió la plática en otro sendero… Hasta que el grupo musical empezó a tocar canciones románticas que requieren de bailar "pegaitos"…



La invité a la pista, pero ella me pidió que no nos alejarámos mucho del lugar donde estábamos sentados… Así que la saqué a bailar y en su cercanía percibí un aroma dulce, era el clásico olor del perfume Intermezzo, lo conocía bien porque era el que usaba mi prima Lupita y el cual le había regalado… Incluso se lo comenté a la señora Marisela, quien me dijo:



— Vaya con el muchacho, ahora hasta "catador" de perfumes me saliste



Los dos reimos como chamacos y le respondí:



— Es que todo lo que sea femenino me gusta y lo admiro



Ella contestó con una pregunta:



— ¿Todo?



— Bueno, casi todo –le dije-.



Sin embargo, su perfume que me gustaba, además de sentir que sus senos se erectaban… Hizo que mi sistema nervioso recibiera el mensaje que el cerebro le enviaba, hasta llegar a mi glande, que erectó mi verga a lo máximo…



La canción romántica seguía siendo interpretada con magistral destreza por los músicos y la melodiosa voz del cantante y coros… Por alguna razón nuestra cercanía fue el principal cómplice de un buen arrimón entre sus piernas…



Ella notó la dimensión de mi verga erecta que pedía a gritos salir de mis calzoncillos… Y aprovechando la tenue luz donde estábamos bailando, bajó su mano derecha y sólo rozó con sus dedos el paquete, para decirme:



— Se nota que estás bien desarrollado. Sólo una pregunta más: ¿Te gustan las señoras grandes?



Mi respuesta no se hizo esperar:



— Claro que si, usted desde hace rato ha contribuido a que mi miembro esté parado… Su perfume y el roce de sus pezones, hicieron ésto posible… Además de que su simpatía y belleza me han atraido… Sin embargo, no se lo qué usted piense de mi



 



IV



Su respuesta me dejó asombrado, cuando dijo:



Tu también tienes lo tuyo, la única diferencia para que podamos llegar a algo es que eres muy joven y no quiero ser un problema en tu vida



Por un momento perdí el habla y mientras seguíamos bailando, la pieza musical terminó y la acompañé a su lugar, en lo que me disculpe para dirigirme al sanitario a echar una meada…



Mis amigos me siguieron con la mirada y únicamente alzaron los hombros, pero ninguno me siguió para preguntarme que me pasaba… Estaba yo empalmado y ganas me dieron de hacerme una puñeta a la salud de la señora Marisela… Pero… pero… me contuve…



Cuando regresé me dirigí a donde estaban mis amigos, quienes me empezaron a echar relajo y a hacer bromas sobre la relación que había entablado con la señora Marisela y los había abandonado a su suerte… Aunque reconocieron que mi prima Irene o Italia los atendían para que no les faltara bebida ni bocadillos… Estaban súper contentos y disfrutando la bailada…



Seguimos el cotorreo por unos instantes… Pero la tentación de haber dejado sola a la señora me hizo voltear hacia donde ella estaba sentada y para mi sorpresa, su silla estaba vacía…



Enseguida pensé que ya se había marchado de la fuesta y sólo me encogí de hombros… En tanto seguía el cotorreo con mis cuates…



 



V



Pasaron quince minutos, cuando mi prima Italia me llamó al interior de la casa y al entregarme una tarjeta me dijo:



— Ten suertudo… Si te vas en este momento te van a esperar… Yo me encargo de avisarle que vas para allá



Era una tarjeta personal de la señora Marisela, quien por cierto era dentista. Pero había un problema, no traía ni un quinto en el bolsillo. Así que le expuse a mi prima el problema y ella sólo sonrió, abrió su bolso y me dio 20 pesos para que me fuera en taxi… Además de decirme que hablaría por teléfono para que me esperaran…



El domicilio de la señora Marisela estaba ubicado en una de las zonas residenciales del puerto… Por lo que pasada la medianoche llegué y con cierto recelo toqué el timbre…



La luz de la sala se encendió y al abrir la puerta volví a ver a la señora Marisela, quien ya vestía un camisón ligero y transparente con un calzón de nylon color beige que la mostraba en todo su esplendor y erotismo, además de no traer sostén y dejar traslucir sus enormes tetas…



Me invitó a pasar y me dio un beso en la boca… Fue ella la que tuvo la iniciativa y agarrando mi mano, me trasladó a su recámara donde entramos y ya la cama se encontraba preparada para una gran noche de diversión y sexo…



 



VI



Ella se acostó como estaba y yo la seguí embelesado, tenía un hermoso cuerpo, sin ninguna arruga en el rostro, tetas con pezones grandiosos, un marcado ombligo en forma vertical y una leve mata de vellos púbicos… Sus pies también me llamaron la atención, porque los talones tenían un color canela y sus uñas pintadas de rosa… Sin duda, la señora Marisela era toda una belleza y estaba a mi disposición…



Nos besamos por varios minutos y durante el ósculo le tomaba sus tetas, le pellizcaba los pezones, le recorría con mi lengua su cuello, sus orejas y besaba su frente y mejillas con hondo placer…



Ella respondía agitada a mis caricias y mientras yo le lamía su rostro, ella con su mano buscaba mi paquete, hasta que me pidió que me desnudara totalmente… En tanto ella se despojaba de su camisón y pantaleta…



Así lo hice, con la prisa y los errores de cualquier incipiente joven, porque brincaba de un lado a otro, hasta que ella me dijo, sonriendo:



— ¡Quítate los zapatos primero!



Así lo hice, pero el comentario no dejó de apenarme… Se notaba mi atropellado instinto y mi desesperación por estar a su lado…



Cuando estuve desnudo, me estiró las manos y me percaté de la belleza de sus dedos y sus uñas pintaditas de rosa, como la de sus pies… Al acercarme me pellizcó las tetillas y erectas se las metió a la boca y comenzó a chupar, como si quisiera que le enviara leche por ese lugar… Fue una acción tan salvaje que puso mi verga más erecta que de costumbre…



La señora Marisela ya no se aguantó más y lamiéndome todo el cuerpo fue bajando hasta que encontró en su camino mi pene y sin miramiento alguno se lo metió en la boca con tal fuerza que me arrancó un ligero gemido de dolor…



Me bajaba el prepucio y a pesar de que lamía mi miembro con gran sensualidad, no dejaba de ser un poquito salvaje, porque me mordía ligeramente la punta, el cuerpo de la verga y hasta los huevos…



Pero en honor a la verdad, estaba yo siendo transportado a otro estatus del placer… La señora Marisela era muy voluptuosa para mamar y esa nueva experiencia no me dejó opción de nada,porque cuando sintió que mi cuerpo se convulsionaba, incrementó sus lamidas y chupadas que no tuve más remedio que descargarle toda mi carga de sémen en su boca…



Ella no dejó de mamar en lo que yo eyaculaba, mientras de la comisura de sus labios salían los residuos de mi leche caliente y fresca que la madurona mujer no se tragó, sino que jaló una pequeña toalla del buró y se limpió enseguida…



Fue una eyaculación fenomenal en donde hasta yo mismo me sorprendí de la gran cantidad de leche que había arrojado y que se le escapó por la boca a la señora Marisela…



 



VI



Pero la noche seguía su curso y la señora Marisela no quería desaprovechar mi compañía. Así que luego de limpiarse, siguió mamando, hasta que logró la recuperación de mi pene que a esa edad (16 años), no demora mucho en volver a estar como el mástil más alto de un barco…



Ella me pidió que no le mamara, porque no le gustaba que se lo hicieran… Así que eso me provocó un ligero desencanto… Pero no comenté nada al respecto…



Así que la toqué con mi mano derecha y pude comprobar que estaba bien húmeda… Así que se acostó en la cama y alzó sus piernas, mientras con sus manos tomaba mi pene y se lo introducía, no sin antes darse unas ligeras pasadas circulares en sus labios superiores, a la entrada de su vagina… El roce de mi punta con sus vellos púbicos me hicieron sentirme otra vez como un gladiador…



Así que caliente como ya estaba la señora Marisela no vaciló en introducirse mi pene y acompañarme en los movimientos rítmicos y acompasados que los dos llevábamos a cabo…



Mis metidas y sacadas eran frenéticas, no tenía en ese momento el deseo de hacerlo con suavidad, aún recordaba, como ella en su mamada me había mordido ligeramente… Así que le sacaba toda la verga y me deleitaba observarle la gran oquedad que dejaba mi miembro…



Cuando lo hacía así se notaba su desesperación porque le sacara la verga en toda su longitud, aunque la embestida era más potente, hasta que sentía como mis huevos chocaban con sus nalgas…



La excitación de la señora Marisela era contagiante y yo aprovechaba para besarle sus pies y morderle sus talones color canela que me estaban excitando, porque me los ponía en los hombros y yo saboreaba sus dedos y le chupaba el gordito, además de aspirar el aroma que despedían sus plantas…



Así era nuestra lasciva forma de hacer el amor, hasta que en su desesperación porque no le sacara más la verga, cerró sus piernas y cruzó sus pies sobre mi cintura, para tenerme atrapado y hacer mis penetraciones de mete y saca más lentas…



El truco de ella tuvo éxito, porque los dos, sin palabra alguna ni nada que se le pareciera, nos fundimos en un solo cuerpo para recibir de ella su orgasmo y sus intensos gemidos y fluidos que como gran cascada fueron fluyendo hasta manchar mis pelos y muslos…



En tanto yo le aventé, no se si ocho descargas, pero si fueron muchas, porque era tan profunda la penetración que ella misma me dijo después haber sentido los chisguetazos hasta el estómago…



No cabe duda que los dos disfrutamos ese tremendo palo y poco a poco nos fuimos despegando, mientras nos besábamos con mucho amor y como si nos conociéramos de mucho tiempo atrás…



 



VII



Luego nos dejamos caer en la cama y le eché el brazo, mientras ella se refugiaba en mi regazo como sintiéndose apoyada de un joven, que en ese instante representaba la fuerza de la masculinidad…



En la plática surgió que había enviudado desde hacía 13 años y que sus hijos, Irma y Marcelo, vivían en México y Monterrey, por sus trabajos y con sus respectivas parejas… Además de tener cuatro nietos… Pero que siempre estaba sola y en el dia la acompañaba su fiel sirvienta, Malenita, otra madurona mujer que también tenía lo suyo y que me sorprendió cuando la conocí…



Me dijo que desde hacía tiempo su amiga Italia a quien ella atendía de sus dientes en el consultorio que se ubicaba a un lado de su casa, le había hablado de su primo y que tenía deseos de conocerme, porque en sus fantasías eróticas, siempre había anhelado coger con un chamaco. Pero le daba pena salir a buscarlos, por lo que pensarían de ella. Por Lo cual mis primas habían perpetrado el encuentro para esa noche… Porque todo fue promovido por ellas para darle rienda suelta a los instintos sexuales de la señora Marisela…



Así que no estaba arrepentida de haberlo hecho y me dijo que había disfrutado ese palo, ya que tenía muchos años que no la tocaba un hombre, por dedicarse a la atención de sus hijos y a su profesión de dentista…



 



VIII



Tras las confesiones… Yo también le dije que no estaba arrepentido y que me gustaría volver a estar con ella. Así que planeamos vernos los sábados en la noche para disfrutar de nuestro incipiente amor…



Una hora después y cerca de las 2 de la madrugada, tuvimos otra sesión de sexo y fue cuando me serví con la cuchara grande, porque le empecé a lamer todo el cuerpo y me fui hasta sus tobillos, para besarle las plantas de sus pies, lo cual hizo que se pusiera calientísima…



Ella misma me ponía los pies en la boca y así como le lamía, besaba y chupaba el derecho, también lo hacía con el izquierdo… Para mi era sensacional esa forma de besar los pies de la señora Marisela, ya que me gustaron cuando se los vi desnudos…



Nuestra excitación subió a más de 300 grados (calentura total), y poco a poco fui subiendo mi lengua como si recorriera sus piernas, sus rodillas, atrás de ellas y su pantorrilla. Pero mi punto de encuentro fue cuando llegué con una rapidez pasmosa a sus muslos, ella intentó cerrar las piernas para no permitirme el sexo oral…



Pero todo fue inútil, mi velocidad y audacia no lo permitieron y fue cuando ella sintió como mi cabeza se hundía entre sus muslos, para llegar a su monte de Venus y sorprenderla con una rápida metida de lengua en toda su longitud para lamerle sus paredes vaginales…



El sabor que emanaba de la vagina de la señora Marisela no tenía comparación, tenía un ligero sabor salado que poco a poco se fue confundiendo con su humedad y la que le proporcionaba mi lengua…



Ella, por lo tanto se besaba y pellizcaba los pezones… Y de vez en cuando daba ligeros grititos… Mi encomienda en su vagina seguía descubriendo más y más recovecos donde mi lengua pasaba y repasaba, hasta que logré apoderarme de su clítoris. Por cierto de grandes proporciones que lamí en la punta y le di ligeros mordiscos que provocaron en ella una oleada de fluidos que me dejaron todo el rostro empapado… Pero era indudable que disfruté yo también ese orgasmo, porque seguí metido ahí como si nada hubiera pasado…



Cuando levanté el rostro, sin preguntarle nada, me dijo:



— Oye que bien mamas… Ni a mi marido había dejado que lo hiciera, siempre lo rechazaba y eso era señal, a veces, de que termináramos discutiendo en la intimidad… Y cada quien por su lado en la cama



Para ese entonces mi verga estaba a mil por hora, no tenía punto de reposo y fue ella la que me invitó a metérsela y volvió a hacer la operación de asirla con su mano y antes de introducirla, pasar mi punta sobre sus vellos, lo cual me excito sobremanera e hizo que me desesperara…



Ella comprendió que yo también ya tenía deseos de meterla y de un solo golpe se la introdujo, al fin y al cabo estaba bien lubricada…



Con toda la verga adentro, la señora Marisela empezó a tomar la iniciativa de moverse, mientras yo hincado le brindaba toda mi longitud… Sus movimientos estaban cargados de sensualidad, pero a la vez de salvajismo, porque en cada penetración mis huevos chocaban con sus nalgas y ella hacía gestos de que estaba disfrutando y recibiendo mi pene en toda su longitud…



Su cuerpo se estremeció y fue el aviso de que ya estaba a punto de llegar al climax… Se tomó de la cabeza con sus manos y las fue bajando hasta recorrer su cuerpo y en el momento de su tremendo orgasmo, me agarró de los huevos para sentir también mi descarga de sémen que se repitió hasta en ocho ocasiones…



Ella me apretaba los huevos como si estuviera usando un tiraleche… Qué fantástico sentía yo por la forma en que estrujaba mis testículos… La señora Marisela si que sabía sacarle todo el zumo a mi verga…



 



IX



Luego de ese polvazo, nos quedamos dormidos un buen rato y cerca de las 4 de la mañana, me levanté y la desperté porque ya tenía que irme a mi casa. No quería que mis abuelos despertaran y no me encontraran en mi cama…



Ella comprendió la situación y no hizo ni un gesto de reproche… Abrió su bolso y de su cartera sacó un billete de 50 pesos que yo rechacé, pero ella me cerró la mano y me dijo:



— Tonto… No te estoy pagando porque me cojas. Yo entiendo que eres joven y no has de traer dinero para el taxi y ni modo que te vayas caminando…



Su teoría era cierta… Nadamás traía diez pesos, pero a esa hora de la madrugada, los taxistas en cualquier parte del país –México-, hacen su negocio… Así que no tuve más remedio que aceptarlos…



Nos dimos un largo beso y parecía que no queríamos dspegarnos… Por lo que me preguntó suavemente:



— ¿Regresarás al rato?



Y le respondí:



— Si tu lo deseas, yo estaré aquí cuando me necesites



No hubo más que hablar, se había consumado un hecho… La señora Marisela y yo nos habíamos compenetrados y nuestros cuerpos reclamaban no separarse… Así que ese domingo volví y todos los fines de semana me hacía presente…



Fue una relación bonita y estable que duró, hasta que ella tuvo necesidad de cambiar de aires y porque sus hijos ya reclamaban su presencia tanto en la ciudad de México como en Monterrey. Fue entonces cuando se estableció definitivamente en el Distrito Federal, donde en alguna ocasión la volví a ver y recordamos viejos tiempos con espectaculares dias de sexo…



Sin duda, mis primas en su complot, le proporcionaron a la señora Marisela, el deseo de seguir viviendo y cumplir sus fantasías eróticas, para tener sesiones de verga con un joven que yo cumplí con muchas ganas. Cabe mencionar que los billetes siguieron cayendo en mis manos… Pero no confundirme con un "homo mantenuto", sino porque eran para el taxi y uno que otro gastillo juvenil…


Datos del Relato
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