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"Soy camarera de piso de un hotel, y lo que cuento a continuación podría hacer que me despidiesen..."
Soy camarera de piso, me encargo de arreglar algunas de las habitaciones del hotel cuando los clientes las dejan libres. El establecimiento es un céntrico edificio de varias plantas en el centro de la ciudad, muy frecuentado por hombres de negocios que vienen a sus reuniones de trabajo.
Uno de los clientes viene puntualmente la primera semana de cada mes, y suelo coincidir con él en el pasillo cuando estoy haciendo su planta y él baja a desayunar. Siempre pide la misma habitación y la deja puntualmente a la misma hora cada día que se hospeda.
Pero un día, cuando entré a hacer su habitación, él todavía estaba dentro, pero como no había ningún cartel de “no molestar” y, habitualmente su habitación está vacía a esas horas, entré sin llamar primero, suponiendo que estaría desayunando.
Para mi sorpresa me lo encuentro totalmente desnudo, a punto de entrar en la ducha, no pude evitar que al bajar la vista, avergonzada, me llamara la atención su tremenda polla, a pesar de estar en reposo, que hacia aún más apetecible su torneado cuerpo.
Me disculpé mientras retrocedía sobre mis pasos para abandonar la habitación, él con una sonrisa aceptó mis disculpas mientras yo me tapaba los ojos, azorada y avergonzada.
– No te preocupes, no ha sido culpa tuya, a estas horas debí haber puesto el cartel de no molestar, el caso es que anoche el cliente canceló la reunión de esta mañana por motivos de salud, por lo que hoy me lo he tomado con más calma. Pero ya te dejo libre la habitación y me voy a desayunar antes de que cierre el comedor.
Unos minutos más tarde salió mientras yo esperaba fuera. Su habitación está al final del pasillo y siempre es la última que hago antes de acabar mi turno. Se disculpó con una sonrisa por tenerme esperando y entré a hacer su habitación.
No puedo quitarme de la cabeza la imagen de su cuerpo desnudo, y mientras limpio la ducha me lo imagino con el agua tibia resbalando sobre su cuerpo, mientras se enjabona. Lo visualizo limpiado su larga polla, que va endureciéndose entre sus manos… mmm… Se me están empapando las braguitas y me estoy retrasando.
Me dirijo hacia la cama y hago algo que nunca antes había hecho, acerco las sábanas a mi cara mientras las retiro, huelen a él, y mi cabeza se vuelve a llenar de ensoñaciones.
Estoy cada vez más mojada, no puedo evitarlo y empiezo a tocarme, me envuelvo en las sábanas para deleitarme en su fragancia y hago volar mi imaginación.
Deslizo mi mano bajo mis bragas, que parece que se me hubiesen caído al mar de lo empapadas que están, y comienzo a acariciar mis labios, sin soltar las sábanas que sostengo frente a mi cara.
En mi mente se empieza a formar la imagen de él entrando por la puerta y sorprendiéndome en tal como estoy, lo que lejos de hacerme reaccionar y volver a mi trabajo, me deja paralizada de deseo.
La idea me seduce y aún me excito más. Me gustaría ser sorprendida y ver su reacción, y por supuesto en mi estado, la única opción que contemplo es que al verme él me acompañe y sacie la sed de sexo que me ha provocado.
Me estoy volviendo loca de lo caliente que me he puesto, solo me apetece tumbarme en la cama y masturbarme embriagada por su perfume, no quiero pensar en las consecuencias que eso pueda tener, me siento poseída.
Me dejó llevar, me tiro sobre la cama y me cubro con las sábanas, me revuelvo entre ellas, me desabrocho la ropa, mis dedos se hunden en mi sexo, pellizco mis pezones, me muerdo el labio, cierro los ojos y mi mente lo trae ante mí, con su polla empalmada en la mano apuntando a mi cara. Mmmm
De pronto, alguien tira de las sábanas y me encuentra así, es él, sorprendido de verme así, medio desnuda, pajeándome sobre su cama. La pregunta que sigue es obvia:
-¿ Qué haces?
Aunque la respuesta es evidente. Me estoy masturbando y no hay forma de fingir que hago otra cosa. Así que le explico lo que ha pasado apelando a su comprensión, esperando que, de algún modo se sienta halagado por haberme puesto tan cachonda y no reprenda mi comportamiento tan poco profesional.
Me escucha entre perplejo y divertido, lo que permite que me relaje, y me dice que no me preocupe, que por su parte esto quedará entre nosotros. Aliviada y sin darme cuenta a tiempo de mi instintiva reacción, me cuelgo de su cuello en un abrazo de agradecimiento.
Unos escasos segundos bastan para que, a pesar de darme cuenta de lo inapropiado de mi reacción (debería haberme compuesto, levantado y terminado de hacer la habitación), el olor que emana de su cuello me obnubile los sentidos y prolongue el abrazo unos deliciosamente largos segundos de más.
Él me agarra la cintura delicadamente y me separa un poco, clava sus preciosos ojos en mí durante unos segundos y sus labios atraen los míos como una fuerza invisible que me obliga a hacer algo que deseo aún sabiendo que no debo.
Nos fundimos en un apasionado beso, y nos dejamos llevar, nuestras lenguas se pelean para ver en que boca se quedan, sus fuertes y suaves manos recorren mi espalda, me desabrochan el sujetador y se deshacen de mi ropa.
Las mías recorren sus fuertes hombros sobre la camisa, rodean su cuello y bajan por su pecho, desabotonando cada uno de los botones, dejando al descubierto cada vez más superficie de su bronceada piel.
Sus manos se deslizan bajo la cintura de mis braguitas, rozando mis nalgas, agarrándolas. Restriego mis tetas contra su pecho, firme y duro como mis pezones.
Mientras, mis manos abren la hebilla de su cinturón, estoy deseando volver a ver esa polla, me la imagino endureciéndose dentro de su cárcel de tela, deseosa de ser liberada.
Le bajo el pantalón, el calzoncillo, y su enorme y lustrosa verga aparece ante mí como activada por un resorte, dura, caliente, es casi del tamaño de mi antebrazo, acerco mi cara hasta rozar sus huevos con mis labios, su mástil se apoya sobre mi cara, mi barbilla toca sus testículos y su glande está más allá de mi frente.
Recorro su tronco con mi lengua, encharcada en saliva. Sus dedos exploran la raja de mi culo y se dirigen a mi sexo, después de haberse deshecho de mis braguitas. Mi clítoris palpita.
Paseo mis labios por toda la extensión de su venoso miembro, siguiendo el rastro de babas que deja mi lengua, sin dejar de perderme en su mirada muevo mi cabeza de extremo a extremo de su virilidad.
Ante mis ojos su abdomen, con cada músculo perfectamente esculpido, gotas de sudor empiezan a brotar de su piel. Sus dedos buscan y encuentran mis entradas y se pierden en ellas, suaves, fuertes, duros, son como pequeñas pollas que me están haciendo una doble penetración.
Entre los gemidos de placer mi boca se entretiene devorando su pija, mi mandíbula abierta hasta el extremo para tratar de albergar toda su potencia, la engullo hasta el fondo, momento en el que las arcadas me hacen retroceder a tomar aire antes de un nuevo intento.
Cada vez trato de tragar un poco más, de acomodarla en mi cavidad hasta que mis labios lleguen a tocar su pelvis, él responde con gemidos, una de sus manos atenaza mis nalgas mientras la otra dirige magistralmente al equipo de dedos que se encargan de excitar las terminaciones nerviosas del interior de mis agujeros.
Muevo mis caderas facilitando sus exploraciones, su mano libre agarra ahora mi cola de caballo, manteniendo mi cabeza cerca de su cuerpo, y mi boca llena de su palpitante polla, siento como sus venas laten, su orgasmo es inminente, y el mío también.
Sus chorros calientes se deslizan por mi garganta, incapaz de contener tanta carne y tanta leche en la boca a la vez echo mi cabeza hacia atrás hasta hacer salir su vergota, que se despide de mi boca lanzándome un segundo chorro que me atraviesa la cara, desde la barbilla a la base del pelo, es dulce y caliente, blanca y espesa…
De pronto, alguien tira de las sábanas y me encuentra así, es él, sorprendido de verme así, medio desnuda, pajeándome sobre su cama. La pregunta que sigue es obvia:
-¿Qué haces?
Sin capacidad de reacción salgo del trance y me pongo colorada como un tomate, las sábanas están empapadas de mis jugos, y él de pie frente a mí… Me propongo contarle mi fantasía a ver si la hace realidad…
En cuanto acabo mi relato, se saca la polla, erecta como en mi imaginación, y me la ofrece, la unto con mi saliva y le doy una felación como no he hecho nunca. Antes de terminar me pide que me ponga en cuatro.
Me coloco en el borde de la cama, con el culo en alto, la cabeza contra las sábanas, a pocos centímetros del charco que formaron mis fluidos, él me sujeta de la cintura con una mano mientras restriega su capullo desde mi rajita hasta mi ano, como tratando de decidir por donde entrar primero.
Deseo su verga dentro y se lo pido, le pido que me folle, que me castigue por ser tan poco profesional, que disponga de mi sexo y de mi culo a su antojo.
Me atormenta rozando mi clítoris y mis labios, jugando con su polla, dura, caliente, gruesa y larga, provocándome más deseo aun si cabe, haciéndome suplicar:
– Por favor, fóllame, quiero esa verga, dámela toda, atraviésame con ella, empálame, quiero sentir como se deshacen mis paredes de gusto
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